+ Hacer política, urgente para Oaxaca
Cuando se preveía que con la alternancia de partido en el poder, en Oaxaca se inauguraría una época en la que el gobierno y la oposición harían política de verdad para ponerse de acuerdo, hoy más bien parece que todo es una lamentable reedición del pasado. La relación entre poderes, entre fuerzas políticas, y aún entre grupos, parece marcada por los chantajes, los intercambios de favores, e incluso las concesiones de impunidad.
Veamos si no: en los escasos setenta días que lleva la administración del gobernador Gabino Cué, ha habido por lo menos tres referencias claras sobre presuntos actos de corrupción de sus antecesores, que en realidad no son sino dardos envenados que parecerían estar intentando “aflojar” a quienes, ya de por sí, encabezan sólo en apariencia a la principal fuerza de oposición en el Estado.
Sin embargo, es claro que en estos intentos tan malos son los pintos, como los colorados. ¿Por qué? Porque tal pareciera que, por un lado, los eficaces “operadores políticos” del gobierno de Cué no tienen interés alguno en explorar otros métodos de entendimiento con sus contrapartes, que no sea a través de la intriga y los amagues.
Lo peor del asunto es que, en la contraparte, tal pareciera que en el PRI se esmeraron por encomendar sus principales trincheras a algunos de los personajes que cargan con más sospechas y/o cuestionamientos fundados sobre potenciales excesos o actos de corrupción en el desempeño de responsabilidades en el Gobierno del Estado.
El escenario es claro. Sólo entre enero y el presente mes, el gobierno de Gabino Cué se ha referido en al menos tres ocasiones, a los desfalcos que estarían descubriendo tanto en la extinta Secretaría de Obras Públicas, como en la Secretaría de Salud en el estado. A cada uno de esos faltantes les ha puesto cifras: en un primer momento, dijeron que habían hallado cuando menos noventa obras ejecutadas durante la pasada administración, inconclusas o que presentaban irregularidades.
En el segundo de los casos, apenas el lunes el diario Reforma, de la capital del país, daba cuenta de los millonarios bonos que habrían recibido, al concluir la administración anterior, tanto el ex secretario de Salud, Martín Vásquez Villanueva, como la secretaria saliente, Sofía León Silva, y un grupo importante de funcionarios de esa dependencia. Fue el mismo gobernador Cué quien le enmendó la plana a Reforma, asegurando que no eran cuatro, sino alrededor de 25 millones de pesos los que se habían repartido esos funcionarios como compensaciones que indebidamente se anexaron a su salario.
Pero antes, a mediados de enero, ya había otras referencias sobre el asunto. El 19 de enero, por ejemplo, la secretaria de la Contraloría y Transparencia Gubernamental, Perla Woolrich Fernández, ofrecía “datos preliminares” —no sustentados entonces más que por su sola palabra— sobre un posible desfalco en esa misma Secretaría de Salud, y otras dependencias que, juntas, constituían un quebranto patrimonial al Estado por unos 400 millones de pesos.
Y como bien dicen que en política nada ocurre por casualidad, entonces parece claro que ninguno de esos señalamientos fue fortuito. Si todo ocurre por algo, esto más bien parece que ocurre en el contexto de un intento de sometimiento político, y no de una posible voluntad por la justicia del gobierno acusante.
OPOSICIÓN ENDEBLE
Por todo eso, queda claro que con sus acusaciones de presunta corrupción por parte de sus antecesores, el gobierno de Gabino Cué no busca sino tratar de amagar y someter tanto al presidente estatal del PRI, Eviel Pérez Magaña, como al presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado, diputado Martín Vásquez Villanueva.
De querer hacer justicia, y no amagar a sus adversarios, el gobierno de Cué simplemente iniciaría los expedientes administrativos y judiciales respectivos, sin necesidad de hacer tanto ruido ni acusaciones o “filtraciones” a través de los medios de información.
Sin embargo, también habría que voltear a ver cuál es la condición particular de esos dos representantes icónicos priistas —por sus cargos y responsabilidades— de la principal fuerza de oposición en la entidad. Tal pareciera que el grupo político al que pertenecen tanto el dirigente Pérez Magaña, como el diputado Vásquez Villanueva, se esmeró en impulsar a figuras endebles como punta de lanza de su trabajo como fuerza opositora. ¿Por qué?
Porque esos dos personajes ocuparon Secretarías de gran responsabilidad en la anterior administración, y porque —les guste o no, lo reconozcan o no— sobre ambos pesan señalamientos importantes no únicamente sobre posibles actos de corrupción, sino también por deficiencias en el trabajo desempeñado, por los excesos en el gasto ejercido, o por las extravagancias y lujos personales que públicamente se supieron de ellos.
Son abundantes los señalamientos respecto a las incógnitas que rodean la realización de obra pública en la pasada administración. Nadie le regatea a Eviel Pérez la imagen de “bien intencionado” que siempre le han construido sus cercanos, y que incluso él mismo ha llegado a transmitir; sin embargo, es también claro que en esa dependencia, siempre han existido acusaciones sobre enriquecimiento de sus titulares que naturalmente lo alcanzan a él, y que son las que están explotando sus adversarios políticos.
Algo similar ocurre con el diputado Vásquez. La Secretaría de Salud es una de las que ejerce más recursos públicos, y por tanto, haya o no razón en los señalamientos, todo lo hace asimismo naturalmente blanco de las acusaciones.
Dos problemas quedan en el fondo: el primero, que si ha sido estrategia del gobierno estatal arrinconarlos con esas acusaciones, tal parece que lo ha logrado. Hoy, ni Pérez ni Vásquez encabezan la oposición que se esperaría del PRI. La moneda de cambio, en todo esto, podría ser colaboración a cambio de impunidad.
Pero, en la segunda de las vertientes, el gobierno estatal ha dejado muchísimo qué desear en la demostración de sus “estrategias políticas” con las que se supone que interactúa y convive con sus adversarios. Pareciera que cuando se les agoten los chantajes, también se les habrá acabado la imaginación para hacer política.
ESPERAR SENTADOS
Habrá que ver cómo terminan la administración, si es que llegan al final, Netzahualcóyotl Salvatierra y Germán Tenorio. A ver si no se los terminan comiendo los mismos demonios que hoy engullen a sus antecesores.
Te sugiero publicar algo sobre Carmen ARISTEGUI,Fernández Noroña y la libertad de expresión que insisto está sumamente acotada, en el mejor de los casos,o ,peor aún,no existe…saludos.