+ Promesas de cambio: tropiezo de nuevos mesías
Aunque parezca una afirmación fatalista, es claro que Oaxaca enfrenta una serie enorme de problemas que, aunque la autoridad diga lo contrario, no tendrán una solución pronta ni sencilla. Desde cuestiones tan básicas como los baches y hoyancos que abundan en nuestras calles y carreteras, hasta asuntos tan complejos como los asuntos agrarios, el control de las organizaciones sociales, e incluso buena parte de los problemas de gobernabilidad que tiene la entidad, simplemente no se ve solución, ni solucionador, cercano o posible.
En efecto, es claro que ante el panorama tan complejo que presenta una entidad como la nuestra, las promesas de cambio resultan ser no sólo atractivas, sino también políticamente rentables para quien las esgrime. El problema es que, hacer ofrecimientos sobre mejoras sustanciales ante condiciones difíciles, es siempre un elemento retórico de fácil utilización pero de muy difícil cumplimiento. Y queda claro que, en el caso nuestro, eso es justamente lo que ocurre con este gobierno. Veamos si no.
En campaña, por ejemplo, el año pasado a los actuales integrantes del gobierno municipal de Oaxaca de Juárez no les alcanzaba el tiempo, la voz y las palabras, para criticar la desatención de la administración del edil José Antonio Hernández Fraguas, por la grave desatención que tenía en rubros como la seguridad pública o, curiosamente, la atención a las vialidades.
Decían, con razón, que esa era una muestra de un gobierno insensible, ineficaz y desatento a las necesidades de la ciudadanía, y aprovechaban la ocasión para asegurar que con la llegada de un cambio de partido en el gobierno municipal, traería como consecuencia la solución a esos asuntos, a través de la búsqueda de soluciones inteligentes, extraídas de experiencias exitosas de otros gobiernos de alternancia, en condiciones similares a las de Oaxaca.
El problema es que el tiempo pasó, y las mismas condiciones del año pasado se reeditaron en el actual. Ante ese panorama, queda claro que ni los funcionarios de la anterior gestión tienen calidad moral para criticar a los actuales, y mucho menos éstos a aquéllos. La razón es que, antes y después de ellos, el problema sigue ahí. Y sigue ahí porque la contrariedad rebasa por mucho a la capacidad de acción de cada uno de ellos.
¿Esa situación los excluye de responsabilidad? Queda claro que no. Porque una de dos: o no eran conscientes de la magnitud de las promesas que cada uno de ellos hizo en su momento a la ciudadanía para obtener su voto; o por desconocimiento prometieron hacer cosas que en realidad eran imposibles de lograr en un periodo tan corto de tiempo como un trienio… o incluso un sexenio.
El problema es que, sólo la capital de Oaxaca, enfrenta una serie importante de problemas que tienen esas características. Se encuentran en esa lista, por ejemplo, los asuntos de seguridad pública, el mantenimiento en buen estado de las vialidades, el control de los vendedores ambulantes, las dobles filas, la basura, las condiciones de seguridad en los mercados y plazas públicas… y una cantidad enorme de temas sobre los cuales, independientemente de cualquier aseveración de los gobernantes en turno, no les veremos solución definitiva en los tiempos cercanos.
SOLUCIONES INEXISTENTES
Esa misma lista podríamos trasladarla a cualquier otro ámbito, y veríamos que independientemente de las variaciones naturales, el contenido sería exactamente el mismo. El mismo gobierno estatal, hoy en día, se encuentra lleno de diagnósticos sobre una serie inmensa de problemas que tiene, que son de su competencia, y que deben atender. Sin embargo, aún cuando abundan en esa primera cuestión, es claro que tienen una carencia enorme de verdaderas soluciones posibles para esos asuntos.
La cuestión, más allá de las soluciones en particular, es gravísima. Porque no sólo se trata de administraciones gubernamentales que adolecen de ideas claras sobre cómo abordar los problemas que tienen enfrente, sino sobre todo se trata de grupos, facciones o partidos que lucran con la conciencia y la buena fe de la ciudadanía, y que basados en ello hacen creer que podrán resolver asuntos sobre los cuales en realidad ni siquiera tienen problema de sus alcances.
La cuestión no es sólo de Oaxaca. Hoy en día, cuando se supone que nuestra sociedad tiene un mayor grado de experiencia y madurez que nunca, queda claro que ni es lo suficientemente experimentada y tampoco es lo necesariamente madura como para saber identificar a quienes prometen lo que no pueden cumplir. Pareciera que, en ese sentido, es constante que periódicamente lleguen personajes de esas características que deliberadamente incurren en la misma práctica, aprovechándose de nuestra ingenuidad como ciudadanos, pero también de la falta de mecanismos para castigar sus incumplimientos o mal desempeño.
¿Podremos tener una idea de, por ejemplo, cuándo se solucionará el problema de los baches? Porque dado el hecho de que la ciudad entera —prácticamente todas sus vialidades— están afectadas por ese problema, y que el gobierno municipal tiene un presupuesto ínfimo para atender el rubro, ni aún invirtiendo todos sus recursos de gasto corriente para un ejercicio anual completo (lo cual implicaría desatender todos los demás rubros), podría solucionar este asunto.
Por eso es tan grave que los aspirantes a cargos públicos sigan prometiendo en despoblado para luego decir que los problemas son demasiado complicados para ser resueltos en un periodo relativamente corto de tiempo, como también lo es que nosotros los ciudadanos creamos esas promesas sin siquiera preguntar, a cambio, si los prometientes tienen a la mano alguna solución de verdad efectiva, y comprobada como eficaz.
Lo más lamentable, es que en el fondo la reincidencia de esta práctica lo que hace es socavar irremediablemente la imagen que tenemos de la democracia, y de la efectividad del Estado como rector de todas las actividades que implican el bienestar general.
¿NIGNUNA SIMPATÍA?
Conforme avances los meses, iremos viendo cómo en Oaxaca, como en todas las entidades de la República, comienzan a desfilar los aspirantes presidenciales y a cargos públicos de los diferentes partidos políticos, para los comicios del próximo año. ¿Podrá el gobierno estatal mantenerse al margen de esa efervescencia? Ahí vendrá una primera prueba importante de la solidez política de un gobierno de coalición que, como el nuestro, optó por estar al mismo tiempo con melón y con sandía. Veremos.