+ Gobernabilidad no debe tener un costo tan alto
Aquí en Oaxaca, el candidato presidencial de las llamadas “izquierdas”, Andrés Manuel López Obrador, propuso un pacto educativo “para que haya clases de lunes a viernes”. Dijo que, de ganar la Presidencia, Elba Esther Gordillo no continuaría manejando la educación en el país. Y luego de reconocer que los maestros de Oaxaca “sí trabajan” y “sí están comprometidos”, llamó a todos a convertir a nuestra entidad en ejemplo “para el país”. ¿Está seguro el tabasqueño de lo que dice?
Queda claro que romper la inercia que lleva la educación pública en Oaxaca rebasa por mucho las solas promesas de un candidato presidencial, e incluso las prioridades del gobierno local. De hecho, nuestra entidad es punta de lanza de todos los males y atrasos que tiene un rubro tan importante como el de la instrucción pública.
Aquí se anidan no sólo problemas de aprovechamiento y de bajos niveles del proceso enseñanza-aprendizaje en las instituciones públicas de educación controladas por la Sección 22 del SNTE; también existen graves cuestionamientos por el corporativismo sindical, por su radicalismo y por la proclividad que tienen los grupos dominantes del magisterio democrático por endurecer cada vez más los mecanismos de control sobre sus agremiados, y al mismo tiempo por involucrarse en cuestiones políticas y de disputas por el poder, independientemente de nunca dejar de lado sus ambiciones por continuar acrecentando sus conquistas sindicales.
Por ello, si presidenciables como López Obrador asumen que es urgente el rescate de la educación pública en la entidad, deben también reconocer que el problema no sólo radica en que los regímenes de gobierno en nuestro estado sean antidemocráticos, corruptos o autoritarios, sino también en el hecho de que aquí, en nombre del más noble de los sindicalismos, se ha anidado uno de los totalitarismos más radicales que conocemos en el país. Curiosamente, ese totalitarismo sindical ha sido sistemáticamente perdonado y justificado siempre en aras del mando democrático en que se ha envuelto, y por las simpatías que eso genera en los grupos progresistas o “no alineados” que buscan la desincorporación de los regímenes de gobierno.
Por si ello fuera poco, resulta que muchos de esos grupos que han santificado de forma acrítica e incuestionable la lucha de los profesores democráticos de la Sección 22, y en general de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, son los mismos que hoy arropan al candidato presidencial de “las izquierdas”.
Eso, de entrada, pone en tela de duda cualquier calidad de arreglo o de “pacto por la educación”, si éste tiene compromisos pactados bajo la mesa, o si arreglarse es tomado como sinónimo de inclinar la balanza a favor de quienes, en efecto, luchan por la educación, pero que también lucran y dañan en nombre de ella.
Un pacto educativo, por tanto, debiera abarcar la necesidad de rescatar la educación y comenzar el proceso de desincorporación de los caciquismos sindicales; pero también debiera pasar no por el desmantelamiento de los grupos progresistas del magisterio, pero sí el establecimiento de reglas claras, y marcos de negociación específicos, que regularan y transparentaran su relación con el gobierno federal y de las entidades federativas.
DAR TODO, NO
Todos aquellos que, en el ámbito nacional, hablan de la necesidad de consolidar la gran reforma educativa, y aseguran que para ello es indispensable que sea liquidado el corporativismo, y el caciquismo sindical de la profesora Elba Esther Gordillo Morales, están equivocados.
También lo están quienes dicen que la educación en Oaxaca sólo mejorará al liquidarse la Sección 22 del SNTE, o al terminarse la lucha gremial que esta Sección magisterial ha encabezado por años frente a los gobiernos estatal y federal. Privilegiar los extremos nunca traerá aparejada una solución correcta para cualquier problema.
Ese es hoy el problema que tiene el gobierno de Oaxaca en su relación con la Sección 22, y es el que traería un remedio similar planteado por un gobierno como el de López Obrador, si de antemano santifica y exime de responsabilidad a la Sección 22. En el caso del gobierno local, es claro que éste ha buscado destrabar la mala relación con el magisterio democrático, a partir de evitar al extremo cualquier tipo de confrontación, y de entregarle todos los recursos, las posiciones administrativas del sector educativo, y todos los intereses en el ámbito político.
Sólo a partir de eso se explican los arreglos más o menos “a favor de la educación” (y de la costosa “gobernabilidad”, como lo comentábamos la semana pasada en este espacio) que ha habido en los dos últimos años, y de la relación fríamente tersa que existe entre el gobierno estatal y la dirigencia seccional del SNTE, a pesar del complejo momento político por el que éste nacionalmente atraviesa.
Si, en esa misma lógica, López Obrador asume que el arreglo del problema educativo de la entidad se encuentra en la entrega total a la Sección 22 del SNTE, y a su santificación sin ningún tipo de crítica o cuestionamiento por sus rudos métodos de lucha, y por la poca preocupación que demuestran por los temas estrictamente educativos, y por los bajos resultados que entregan a los oaxaqueños, entonces de antemano podríamos asegurar que su salida es equivocada, demagógica, costosa y peligrosa ya no sólo para Oaxaca, sino para la nación.
Es cierto que ha sido, y seguiría siendo, un error desmantelar el SNTE, como también lo sería tratar de erradicar a la Sección 22. Sin embargo, el otro extremo indica que también sería erróneo continuar por la ruta que hasta ahora han seguido los gobiernos para evitar el choque.
Por eso mismo, todo pacto educativo necesariamente tendría que pasar por un diálogo abierto y amplio con toda la sociedad oaxaqueña, y por la consideración de todas las aristas y necesidades de los oaxaqueños, y no sólo de los profesores de la Sección 22 del SNTE. Cualquier otro arreglo sería sólo la continuación del drama educativo que los oaxaqueños hemos vivido ¡en los últimos 32 años!
MOMENTO CRÍTICO
La Sección 22 pasa por un momento crítico. Siendo éste año presidencial, también lo es de sucesión en su dirigencia estatal. La Coordinadora se encuentra en un momento de definiciones frente a la maestra Gordillo. Es, de nuevo, un sexenal punto de quiebre, riesgoso para Oaxaca. Abundaremos.