+ Alianzas sólo de poder; no hay programa serio
Ayer, el edil de la capital oaxaqueña, Luis Ugartechea Begué, adelantó que si para 2013, “la coalición es una agenda de poder, no cuenten conmigo”. Esta afirmación, que pareciera ser parte de una convicción democrática, en realidad encierra un conjunto de cuestionamientos sobre la utilidad y contenido de las alianzas electorales conformadas en Oaxaca. Sólo que el Alcalde citadino no podría ser crítico legitimado de simples conjuras políticas, de las que él, resultó ser uno de los principales beneficiarios.
En efecto, ayer Ugartechea se soltó a hablar de temas políticos y electorales, y dijo cosas importantes. Según la Agencia Quadratín Oaxaca, señaló, por ejemplo, que él le apostó a la coalición en términos de la alternancia, y dijo que “se consiguió tal efecto en el 2010 así como los avances que se han tenido en la transición”, pero aseguró que la agenda da para más y que hace falta tener un proyecto más claro para lograr consumar esa transición democrática que muchos oaxaqueños anhelamos. También dijo que nunca más la ciudad debe ser un trampolín político, y por eso recalcó que él entregará el Ayuntamiento en enero de 2014, tal y como lo marca la ley. ¿Qué se desprende de estas afirmaciones?
La respuesta debemos verla, por un lado, dentro del PAN y del grupo político con el que se identifica el edil Ugartechea; y por el otro debemos verla en el contexto estatal, en el que todo apunta a la conservación de una alianza de partidos en aras de conservar la estabilidad del grupo gobernante. En esas dos bandas puede explicarse la pretendida visión democrática del Munícipe y sus críticas tardías a alianzas como la que lo llevó al gobierno municipal de la capital oaxaqueña.
Vayamos primero al contexto interno del PAN. Ugartechea es uno de esos no-panistas que llegó desde otras trincheras a ese partido, y capitalizó el momento y las fortalezas electorales que se presentaban. Éste —al igual que otras figuras icónicas del panismo oaxaqueño que, sin embargo, no son militantes del partido albiazul—, llegó al PAN desde el sector empresarial, y lo hizo impulsado ciertamente por panistas que vieron en él la representación de los sectores económicos y la llamada “vallistocracia”, que había sido relegada en la toma de decisiones en los partidos a lo largo de los últimos años.
En ese sentido, Ugartechea era altamente rentable. Era un empresario esforzado, de familia reconocida, bien visto por las élites opositoras (léase el grupo del ahora gobernador Gabino Cué) y capaz de generar un discurso de innovación, de cambio y de atención a los sectores que habían sido más lastimados y desdeñados por el gobierno estatal priista de Ulises Ruiz, y por las dos administraciones municipales emanadas de ese partido.
Ugartechea intentó primero ser diputado federal en 2009 y fracasó producto de la atomización del voto que generaba la ausencia de una alianza y el apoyo que recibía el PRI desde el poder estatal. Luego, en 2010, el reparto de posiciones en la conformación de la alianza electoral lo colocó como el más viable candidato al Ayuntamiento citadino, y todos los demás partidos coaligados, hicieron campaña por él.
De hecho, en los tiempos del proselitismo, Ugartechea se notaba apático ante la postulación, incrédulo sobre la posibilidad de ganar, y lejano del trabajo electoral que otros realizaban en su nombre. Él no hizo campaña. Y llegó al gobierno municipal empujado por el enorme efecto de aceptación que generó el gobernador Cué, como candidato, entre los votantes.
Esta suerte marcó el destino de Ugartechea dentro del PAN. Y es que él, a pesar de ser una figura electoralmente rentable, no tiene identidad con ninguno de los sectores fuertes del panismo, y su cercanía indirecta con el presidente Calderón (a través de los Esponda) hoy es más un lastre que un beneficio. Además, el PAN de Oaxaca quedó fuertemente debilitado en las elecciones del presente año. Y como pinta el panorama, será difícil que pueda recuperar posiciones en la capital oaxaqueña aún en la posibilidad de ir en una coalición. ¿Por qué?
Porque si la coalición reparte las posiciones en base a sus últimos resultados electorales, el PAN sería el partido al que menos le tocaría. Además, aún en la posibilidad de que el blanquiazul tuviera nuevas oportunidades, éstas serían entregadas a quienes estuvieran identificados con el grupo que finalmente llegue a la dirigencia estatal. Y Ugartechea, según se ha visto, en su momento no tuvo el poder para colocar a un personaje afín cuando menos en el Comité Municipal de ese partido. Por eso, sus aspiraciones son mínimas. Sabe que en el PAN hay pocas oportunidades para los años siguientes.
ALIANZAS SIN CONTENIDO
Lo que exige hoy Ugartechea de las alianzas electorales, es lo mismo que debió decir en 2010 cuando fue postulado por una de ellas. Si en el contexto estatal la alianza de partidos era práctica para ganar el poder y provocar la alternancia, en el ámbito municipal esto no era aplicable. Pues desde 1996 que Pablo Arnaud ganó la alcaldía bajo las siglas panistas, en la capital oaxaqueña ha habido cuando menos tres alternancias de partidos en el poder municipal.
Sólo por eso Ugartechea debió exigir entonces lo que señala ahora. Es decir, debió pedir no sólo una alianza para alcanzar el poder, sino una alianza dotada de contenido político y programático, así como de un conjunto de compromisos conjuntos de todos los partidos para generar un mejor gobierno y una mejor administración.
No lo hizo. Y por eso, la gestión que él encabeza no ha sido mejor (tampoco peor, porque las últimas priistas fueron insuperablemente desastrosas) que sus antecesores. Simplemente han continuado los mismos esquemas de trabajo. Y por eso, a pesar de que su gobierno está hecho de la alianza PAN, PRD, PT y Movimiento Ciudadano, pocas han sido las innovaciones y los avances sustantivos que puedan ser legado para el futuro.
PANORAMA NEGRO
A pesar de todo eso, sería un error político de grandes magnitudes el hecho de que Ugartechea simplemente evitara involucrarse en la definición, independientemente del partido, de quién será su sucesor. El perredismo llevará mano en esa definición. Y puede ser que la balanza de la candidatura negroamarilla se incline a favor de un indeseable como el diputado federal Hugo Jarquín. Eso sí sería poner a la ciudad en manos de caníbales listos para devorarla. Y con y sin coalición, Ugartechea y varios más deberían hacer algo para evitarlo.