¿Por qué los candidatos evitan hacer compromisos claros?

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+ Evadir la realidad y acudir al lugar común: vía de engaño


En este proceso electoral es tan importante la campaña que realizan los candidatos a Gobernador, como la que realizan quienes aspiran a ocupar un cargo de carácter legislativo o municipal. Lo es por razones políticas, ya que se supone que deben ser éstos quienes hagan el trabajo territorial que materialmente no puede hacer su candidato a Gobernador, pero también porque se supone que ellos son quienes tienen más al alcance las soluciones que, en teoría, después gestionarían ante el Gobierno del Estado. ¿Por qué evaden la responsabilidad de las propuestas serias, e intencionalmente apuntan al engaño o, al menos, al lugar común?

En efecto, ejemplos de lo anterior hay por doquier y basta ver las campañas a cargos legislativos, para corroborar el grado de irresponsabilidad que existe en quienes aspiran a formar parte del Congreso local. Para empezar, debemos preguntarnos si alguno de los diversos candidatos a las 25 diputaciones por mayoría, ha cuando menos esbozado alguna propuesta razonable, dentro de las funciones que realiza un diputado al margen de ser “gestor” de sus comunidades. La respuesta, obviamente, es que en ese rubro hay un silencio alarmante.

Pues resulta que los aspirantes a las diputaciones locales se han encargado únicamente de replicar lo bueno o malo que dice el candidato de su partido o coalición a la gubernatura, sin preocuparse por generar una ruta de trabajo propia. De hecho, en campañas en las que se renueva al mismo tiempo los poderes Ejecutivo y Legislativo, hay la “costumbre” de que los candidatos a diputados se monten —literalmente— en la campaña del candidato a Gobernador, y que naveguen únicamente con los recursos —económicos y hasta argumentativos— de la campaña que ellos consideran como principal, sin preocuparse por hacer algo más que le dé contenido a su propio trabajo proselitista.

Eso no existe, y por eso vemos que hoy la propaganda de todos los candidatos a cargos legislativos, se limita a rostros, colores y eslóganes. En ninguno hay alguna propuesta legislativa concreta, y de hecho quienes sí se decidieron a hacer alguna propuesta, lo hicieron con tal nivel de extravío que hasta parece intencionado: prometen, por ejemplo, agua potable, seguridad o empleo, como si el trabajo de un legislador fuera ese y no, como dice la Constitución, participar en la propuesta, discusión y elaboración de leyes.

¿Por qué no proponen? Afirmar que es así “porque no saben” resulta una respuesta limitada. Más bien, evitan proponer porque en realidad lo que no quieren es comprometerse en ningún sentido con la ciudadanía a la que según quieren representar. Eso es lo que parece encontrarse en el fondo de este aparente ayuno de ideas, que está bien cimentado en la demagogia y en la evasiva de cara a los ciudadanos.

EVASIVAS

Apuntábamos hace apenas unos días, que hay un nivel de demagogia alarmante en las campañas proselitistas, como la de los candidatos que con propuestas “genéricas” (agua potable, drenaje, seguridad) evaden entrar a las cuestiones de fondo que atañen a los municipios. ¿Para qué hablar de “luz eléctrica” cuando lo que le preocupa a la ciudadanía son los giros negros, la inseguridad, o la corrupción y la opacidad?

Las campañas en municipios como Santa Lucía del Camino son ejemplo perfecto de ello. Pues resulta que candidatos como Raúl Cruz González, del PRI, decidieron caminar con una retórica de evasivas y propuestas demagógicas, dejando intencionalmente de lado los problemas que de verdad le preocupan a la ciudadanía de ese municipio, que ha sido catalogado como el patio trasero de la capital oaxaqueña.

¿De qué hablamos? De que Cruz  —aunque los candidatos de otros partidos andan por las mismas— en estos casi quince días de campaña, ha evitado por completo hablar de la herencia, que él representa, del gobierno de Galdino Huerta Escudero, pero también de los verdaderos problemas que sufre ese municipio, los cuales son más viejos y más visibles que la chabacanería que ambos representan de la “clase política priista” en los municipios conurbados a la capital.

Pues resulta que, por un lado, el gobierno de Huerta es un ejemplo de voracidad, discrecionalidad y agravios a la ciudadanía. Sus recurrentes líos judiciales con su propio cabildo, su empecinamiento por exprimir a los giros blancos, y callar frente a los giros negros; las afrentas que cometió en contra de las pocas fuentes de trabajo que existen en esa localidad, y la inoperancia total de un gobierno que nunca pudo tapar un bache, pero sí creó fuentes de riqueza con sus multas, operativos y clausuras. En esas condiciones, por más propuestas que haga, Raúl Cruz lleva ese legado a cuestas, del cual no sólo no se deslinda sino que evade y calla.

En esa lógica, su “estrategia” ha sido la de las supuestas propuestas. ¿Cuáles? Las des siempre: agua potable, drenaje, luz eléctrica y todos los lugares comunes que alcancemos a imaginar. El problema es que con eso evade hablar de lo que a la gente le preocupa: la inseguridad, el narcomenudeo, los giros negros, los abusos cometidos desde el Ayuntamiento, entre muchos otros temas de los que intencionalmente busca no hablar, para evitar comprometerse.

DIÁLOGO DE SORDOS

Por eso, las campañas son algo así como la torre de Babel en la que todos hablan pero nadie se entiende. Unos hablan de lo que la gente no necesita, y ésta espera que los políticos les digan lo que nunca estarán dispuestos a abordar y menos comprometerse. He ahí, dos ejemplos.

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