+ Sociedad civil organizada, ausente; sólo hubo “villamelones”
Dentro de las muchas lecciones y temas para analizar, que dejó la jornada electoral del 5 de junio en Oaxaca, se encuentra el primer fracaso de los candidatos independientes. Esto es doloroso no sólo porque pareciera que la propia ciudadanía rechazó y castigó a quienes, sin partido, decidieron buscar un cargo de elección popular ahora que la ley lo permite, sino sobre todo porque lo que en realidad ocurre es que la sociedad civil organizada —para quien fueron pensadas estas candidaturas— está totalmente ajena y apática a la posibilidad de participar en política aprovechando sus ventajas. En su mayoría, los que participaron fueron sólo “villamelones” de la política, que ahora tendrán que repensar sus aspiraciones y el modo de impulsarlas.
En efecto, en su edición de ayer, TIEMPO daba cuenta de que sólo uno de todos los que participaron como candidatos independientes a cargos municipales en Oaxaca, obtuvo la victoria. Según la información, éste fue Manuel Guzmán Carrasco que ganó la alcaldía de Putla Villa de Guerrero, en la región de la Sierra Sur de Oaxaca. De acuerdo con la información de nuestro compañero reportero Juan Carlos Medrano, Guzmán Carrasco obtuvo 3 mil 331 votos, que representan el 24.49 por ciento, seguido del candidato del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Rogelio Ortiz Mejía, quien logró 2 mil 282 sufragios, es decir 16.7 por ciento de la votación.
Apunta la nota que la autoridad electoral únicamente le entregó cuatro mil pesos a Guzmán Carrasco para la realización de sus actividades proselitistas, pero que él tuvo que invertir alrededor de 200 mil pesos más para reforzar esas tareas. Al margen de la victoria particular de este personaje —conocido en su municipio como “el mosco”—, lo que salta a la vista es el sonoro fracaso de este primer ejercicio de candidaturas independientes en Oaxaca. ¿De qué hablamos?
De que en realidad, salvo este caso aislado, todos los candidatos independientes ni siquiera figuraron de manera importante en las votaciones. De hecho, junto con Guzmán Carrasco, otro de los independientes que logró una participación importante —aunque parece que no una victoria, fue el candidato independiente a la presidencia municipal de Santa Lucía del Camino, Luis Rey López Martínez, que sin embargo quedó en tercer lugar en la contienda, por debajo de la candidata de Morena, Carmen Arellanes Meixueiro, y del aparente ganador de la contienda, el priista Raúl Cruz González.
SÓLO ARIDEZ
¿Qué hay fuera de esos dos independientes? Sólo fracasos y, sobre todo, lecciones que aprender. En la carrera por la alcaldía de la ciudad de Oaxaca de Juárez, por ejemplo, hubo cinco candidatos independientes. De todos ellos, ninguno tuvo una participación competitiva. El que más votos obtuvo fue el ex alcalde Pablo Arnaud Carreño, que hace veintiún años (en 1995) marcó un hito en Oaxaca al ser el primer candidato del Partido Acción Nacional en ganar la alcaldía oaxaqueña, para luego ser candidato a Gobernador, y finalmente diputado federal por ese partido. Aún con esa amplitud de antecedentes, Arnaud sólo pudo conseguir cuatro mil 673 votos, seguido de todos los demás aspirantes, que hicieron un papel eminentemente testimonial en esta contienda.
¿Qué refleja esto último? Que al menos en este ejercicio democrático, las candidaturas independientes fueron para aficionados de la política, pero no para las personas –y los grupos— en los que esencialmente se pensó cuando se establecieron estas candidaturas. ¿De qué hablamos? De que se supone que los principales destinatarios de esas candidaturas son los integrantes de la sociedad civil organizada. Sí, esa que se supone que trabaja y hace cosas por la comunidad al margen de las responsabilidades, los recursos y los servicios públicos, pero que cuenta con sus propios capitales para incidir en el ánimo de la ciudadanía y que pretendería llegar a un cargo público al margen de la postulación y las complicaciones de la política partidista.
Es evidente que esos representantes de la sociedad civil organizada —que sí existen— nunca aparecieron. Más bien, lo que se vio fueron a algunas personas con muy buenas intenciones y ánimo de participar en política (aunque también vimos a otras, tratando de participar en política como si eso fuera un juego o una revancha contra sus adversarios personales) que en realidad más parecían “villamelones” haciéndose parte de una moda.
Pues resulta que en muchos deportes, se les conoce como “villamelones” a esas personas que son aficionados de moda o de ocasión, que sólo se interesan por ese deporte cuando es popular, o que sólo le van a un equipo cuando llega a una final, desplazando con eso a quienes son seguidores permanentes de esa actividad, lo mismo en sus altas que en sus bajas.
VILLAMELONES
Pareciera que, en realidad, en esta contienda electoral vimos a varios independientes bienintencionados, pero también vimos a varios villamelones que decidieron subirse a esta “moda” política, pero sin la intención real de acceder a un cargo como una forma de servicio, y sin la capacidad real de hacerle frente al voraz sistema de partidos, que busca justamente esas debilidades para demostrarle a la ciudadanía que las candidaturas independientes no sirven. Por eso, para demostrar lo contrario, se necesitan más liderazgos como el de Guzmán Carrasco en Putla, o el de Luis Rey López en Santa Lucía, y a más sociedad civil organizada capaz e interesada en participar, y a menos aficionados de ocasión que sólo dañan a esta incipiente figura de nuestra vida democrática.