+ “Ayuda humanitaria” y “cerco”: nada para proveer a víctimas
El pasado martes, una “caravana humanitaria” cargada con más de 20 toneladas de víveres, provisiones y medicamentos, se dirigió a la comunidad autónoma de San Juan Copala, para tratar de hacer entrega de esos productos, a unas 700 familias que se encuentran en una suerte de estado de sitio, por parte de un grupo paramilitar. El grupo que organizó la brigada, fue acompañado por representantes gubernamentales con el objeto de garantizar su integridad. Aún con la presencia policiaca, y las banderas de paz, nadie pudo ingresar a la zona de conflicto. Esto es que, además de ser un conflicto grave el de Copala, también resultó ser el escenario perfecto para la materialización de un grosero circo entre dos fuerzas políticas adversas.
Como bien se sabe, San Juan Copala se erigió en municipio autónomo desde 2007. El rompimiento con el esquema institucional habido en dicha comunidad, fue una de las tantas secuelas que dejó el conflicto magisterial y popular ocurrido el año previo, pero también se incrustó como un punto particular de algidez entre los grupos que, añejamente, se han disputado el control territorial y los recursos económicos y naturales de la zona triqui.
Así, ante el avance de los grupos de influencia contrarios al gobierno estatal y al priismo, que tomaron como bandera política la de la autonomía de Copala, la Unión de Bienestar Social de la Región Triqui —organización plenamente identificada con el Partido Revolucionario Institucional— implementó una suerte de “estado de sitio” en la comunidad referida. Esto incrementó gravemente el nivel de violencia en la zona. Esa circunstancia, a la luz de los hechos, se convirtió en un evidente foco de atracción no para quienes buscan ejercer la labor de ayuda humanitaria, sino también para los grupos que buscan lucro político.
El pasado 28 de abril, un primer grupo trató de romper el cerco paramilitar a través de una caravana con ayuda humanitaria. En ésta, viajaban activistas sociales, observadores de grupos civiles de derechos humanos, y representantes de algunos medios informativos. Más que el llevar consigo ayuda humanitaria, su objetivo era el de recabar información y testimonios sobre la violencia en la zona, para hacerlos públicos a través de la prensa mexicana y extranjera, y agregarlos así a la larga lista de focos rojos que hacen llamativa a Oaxaca para ciertos sectores “alternativos” de la comunidad internacional.
Lo que ese grupo encontró, fue una lluvia de balas. A pesar de los riesgos advertidos en la zona, los integrantes de la caravana se enfilaron hasta las inmediaciones de Copala, donde fueron emboscados. Ahí, cayeron muertos dos activistas, la mexicana Beatriz Cariño Trujillo, y el ciudadano finlandés, Jyri Jaakkola.
Este hecho multiplicó la preocupación y la atención nacional e internacional sobre Copala. La agresión se inscribió también en el proceso electoral que ocurre en Oaxaca. Y más allá de las acusaciones múltiples sobre la falta de medidas de seguridad que hicieron posible el ataque a aquellos misioneros, y las raíces ancestralmente desatendidas de esas afrentas entre los triquis, lo que se dejó ver de inmediato fue el interés político que el hecho despertó en grupos políticos que hasta entonces seguramente ni siquiera tenían conocimiento de la problemática real que prevalece en la comunidad de San Juan Copala.
UN CIRCO
¿Por qué asegurar que lo ocurrido el pasado martes no fue más que un circo? Porque de antemano se podía prever que el resultado, y sus efectos, serían justamente los que ocurrieron. Apenas unas semanas después de ocurrido el ataque contra los misioneros humanitarios, el coordinador de los diputados federales por el Partido de la Revolución Democrática, Alejandro Encinas Rodríguez, anunció que encabezaría una segunda caravana a esa región, para “romper el cerco paramilitar que desde hace meses -el gobierno estatal- mantiene alrededor de dicha comunidad”.
En efecto, lo que buscaba el diputado Encinas Rodríguez, era justamente no llegar a su destino. Lo que, por su parte, se buscaba desde el oficialismo, era lo mismo. Y todos jugaron a un mismo y perverso juego. ¿Por qué? Porque la Ubisort, que es la organización que se mantiene posesionada paramilitarmente de la zona, tiene una entera identidad con el priismo y, por ende, con el gobierno estatal.
Así, de haber querido lograrlo, los representantes gubernamentales podrían haber emprendido las tareas necesarias para desarticular el cerco y permitir el paso de dicha caravana. Del mismo modo, si la comisión humanitaria hubiese querido verdaderamente traspasar las barreras de violencia que existen en la zona y cumplir la finalidad aparente —y loable—, de llevar ayuda a quienes permanecen en estado de sitio, se habría valido de otros mecanismos. Nadie hizo nada. Porque todos querían circo.
El oficialismo quería circo, porque tanto desde las instancias de seguridad pública y procuración de justicia, se valieron de todas las circunstancias para demostrar a los misioneros, que la zona en conflicto es impenetrable e insegura. Y la instancia encargada de la política interna del Estado, se desvivió “recomendando” la no incursión en la región.
Pero el grupo del diputado Encinas también fue a buscar una bandera política a costillas de una misión humanitaria. A nivel internacional, se entiende que ante conflictos en los que corre peligro la vida de personas por falta de alimentos, agua o medicamentos, se puede acudir a diversos mecanismos de intermediación —la Iglesia Católica, la Cruz Roja, etcétera— que tienen un alto grado de legitimidad en esas tareas. Los marchantes decidieron no buscar la interlocución de nadie (y quizá incluso, ante lo evidente de la causa política, ninguno de los organismos mencionados se habría prestado a tal labor) e ir solos a conseguir sus recompensas políticas.
AYUDA ARRUMBADA
Al final, el resultado fue nada. Los marchantes, en efecto, no pudieron llegar a la zona de conflicto. Y desde el gobierno estatal se hizo nada para contener la violencia y permitir su arribo. Los vaticinios políticos se cumplieron. Y la ayuda humanitaria fue entregada a la representación católica de Huajuapan de León. Así, si el objetivo era el envío de la ayuda humanitaria, bien pudieron haber hecho eso desde el principio, y evitarse el viaje y la bulla. Pero los triquis no interesan a nadie. Lo que importa es la ganancia política que se pueda seguir obteniendo, o medrando, a través de ellos.
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