No serviría de nada la reducción del Congreso, ni la eliminación de plurinominales

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No es casual que fuera el propio PRI quien pusiera nuevamente en la discusión una vieja propuesta para reducir el número de integrantes de las cámaras legislativas federales. Lejos de tener una intención democratizadora, la propuesta priista más bien parece encaminada a colocar un candado a los procesos reformadores de gran calado y a socavar la posible existencia de contrapesos en el poder que hoy ostenta el Ejecutivo federal. Lejos de la demagogia, vale la pena revisar con cuidado esta propuesta para entender qué fines persigue.

En efecto, en el contexto de los eventos sísmicos del mes de septiembre, y el cuestionamiento agudo de la sociedad mexicana en contra de la abultada y suntuaria partidocracia mexicana, algunos partidos como el PRI lanzaron propuestas de supuesta austeridad, que tienen como fondo la idea de la eliminación de los diputados federales y senadores de representación proporcional.

Esta, de hecho, es una propuesta muy similar a la que en 2014 presentó el entonces secretario Jurídico del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, Sadot Sánchez Carreño, a través de un “Aviso de Intención” para realizar una consulta popular con el propósito de reformar la Constitución para reducir 100 diputados federales y 32 senadores de representación proporcional. La estrategia priista, en aquel entonces se centró en conseguir alrededor de un millón y medio de firmas de apoyo de ciudadanos mexicanos antes del 15 de septiembre próximo —sólo median alrededor de 25 días entre la presentación de la propuesta y su formalización— para que esta consulta popular se lleve a cabo en la misma jornada electoral federal de 2015; y hoy se centra en canalizar el descontento popular avivado por el sismo, pero emergido de la inconformidad natural en contra de la partidocracia, que gasta mucho pero —según la ciudadanía— le aporta poco al país.

Frente a todo esto surgen varias cuestiones que vale la pena analizar. Pues lo primero que salta a la vista es la prisa que parece tener, de nuevo, como en 2014, el CEN del PRI por formalizar la propuesta y convertirlo en un tema de la agenda pública. En aquella ocasión, el gobierno federal y el partido gobernante, esperaron a que concluyera la fase legislativa de las reformas estructurales por un asunto de cálculo y conveniencia. Pero una vez concluido dicho proceso lo irremediable fue la búsqueda de una riesgosa reducción del Congreso, igual que como hoy, en el contexto de la crisis social por los sismos, el PRI se apresuró a revivir su propuesta. Y queda claro lo riesgoso que resulta el hecho de que, para conseguir la aprobación popular, el PRI utilice argumentos endebles y esconda los que verdaderamente importan.

Específicamente, nos referimos a dos cuestiones: primera, que al reducir el número de legisladores sin variar la composición y los alcances de las cámaras legislativas, lo que está buscando en realidad es concentrar más un poder al que al mismo tiempo está socavando de distintas formas; y segundo, que una parte esencial de la discusión relacionada con el número de legisladores debiera ser si es más viable reducir la integración de las cámaras legislativas o eliminar algunos de los muchos privilegios que tienen los diputados y senadores en México.

El asunto no es menor. La ciudadanía tiene un enojo añejo y genuino con sus legisladores por la forma en cómo concentran privilegios que no corresponden con la bajísima calidad del trabajo legislativo y con la insuficiencia en la atención de los problemas sociales del país. A partir de ello se ha cuestionado, por ejemplo, la existencia de los legisladores plurinominales, pero no se ha logrado una discusión serena respecto a la necesidad de eliminar a los plurinominales junto con los privilegios de los diputados, pero sin reducir la integración de las cámaras legislativas. Ese es un asunto más importante de lo que a simple vista podríamos suponer.

¿REDUCIR EL CONGRESO?

Lo que en esencia todo Congreso busca representar, es la pluralidad de ideas y expresiones políticas de una nación. En México esa fue la razón para que se estableciera el principio de elección por representación proporcional en los legisladores federales. Sin embargo, para tener un mejor Congreso no necesariamente debe ocurrir una reducción de legisladores. Veamos.

Parece que muchos mexicanos no logramos centrar la razón de nuestra inconformidad. A muchos nos agravian los excesivos privilegios que tienen los legisladores federales. Por eso, una reforma de verdad democratizadora a lo que debería ir encaminada es a quitar los salarios y privilegios excesivos, para devolverle el sentido de servicio a la función legislativa. Eliminar curules y escaños en realidad lo que busca es minar al Poder Legislativo en beneficio del Ejecutivo. ¿Por qué?

Porque un Poder Legislativo con menos integrantes significa únicamente la posibilidad de negociar y acordar con menos. Además, la reducción de legisladores es también proporcional a la pérdida de legitimidad en la toma de decisiones de gran calado. Si hoy en día, como lo apuntaba el doctor Diego Valadés, en México hay un legislador por cada 220 mil habitantes, con una reforma que disminuyera la integración legislativa, la representación popular se alejaría aún más de la ciudadanía. ¿A quién le sirve eso? Le sirve al Presidente, que se fortalece frente a un Poder Legislativo débil.

Además, la reducción de legisladores en los términos que se plantea no haría un Poder Legislativo más fuerte. No pasaría, por ejemplo, lo que se intentó en la Constitución de 1857 cuando se decidió disolver el bicamarismo para dejar sólo a la Cámara de Diputados eliminando el Senado. Al estar el Legislativo concentrado en lo que hoy conocemos como Cámara baja, sí existía una concentración de poder que lo que buscaba era justamente limitar la función del Presidente, que en los años previos había cometido todo tipo de excesos en el ejercicio de sus funciones.

En este caso, la reducción es simplemente de número pero se mantiene la división del Legislativo a través de la permanencia de las dos cámaras. Nada se dice sobre la eliminación de privilegios, y en realidad el “ahorro” económico no es sino la zanahoria con la que quieren justificar una medida que no contribuiría en prácticamente nada a democratizar un poco más el sistema político.

Por eso habría que ver con más detenimiento esta propuesta y cuestionar de fondo si junto con la reducción de legisladores habrá también una disminución de privilegios; o si con ello habrá también un replanteamiento de las funciones que tiene encomendadas el Presidente de la República. Ésta no parece una reforma saludable. Menos cuando el intento por arrinconar al Congreso ocurre en el contexto de una crisis exógena. La mesura y la prudencia deberán ser monedas de cambio.

ARISTAS

Habrá que ver con detenimiento el contexto real. Sin representación proporcional, por ejemplo, en Oaxaca el PRI tendría mayoría absoluta, y podría hacer lo que quisiera con la Constitución y las leyes locales. Quizá ahí es donde veamos y valoremos la importancia de la pluralidad. Por eso vale la pena no ver el asunto desde la sola óptica de las pasiones sino desde un contexto de mayor serenidad. Para entender todas sus implicaciones.

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