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Tenencia: no existen puntos de coincidencia

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+ Oaxaca, de todos modos metida en un brete

 

Queda claro que la posibilidad de derogación del Impuesto sobre Tenencia y Uso de Vehículos en Oaxaca, se encuentra en un callejón sin salida. Aunque hoy la Confederación Revolucionaria de Organizaciones Populares (CNOP) del PRI asegure que va ganando una posible batalla legal, esto no resulta ser sino una verdad a medias. Y el problema es que, hasta ahora, ni el gobierno estatal se ha pronunciado sobre una posible medida para realmente aminorar el impacto de este impuesto, ni la oposición priista ha tomado verdaderamente la bandera de la derogación, ofreciendo alternativas de recaudación posibles para compensar esta pérdida a las arcas estatales.

Aunque la exigencia de derogar un impuesto impopular como la tenencia parece en sí mismo estruendoso, en el fondo se encuentra el dilema principal para todos los involucrados, que radica en el hecho de que así como la ciudadanía desea pagar menos impuestos, el Estado tiene la necesidad y el objetivo de recaudar mayores recursos a través de gravámenes. En la medida que estas dos necesidades no tienen puntos de coincidencia, este asunto no tendrá una solución cercana y favorable para los ciudadanos.

Son varios los temas que, en este sentido, quedan enfrentados. El primero de ellos, tiene que ver con el hecho de que el gobierno estatal ha asegurado que la permanencia de este impuesto se encuentra anclada a obligaciones contraídas por la administración gubernamental anterior. Esto, independientemente de la carga político-partidista que conlleva —y le guste o no a los priistas— es cierto: el gobierno de Ulises Ruiz contrajo deudas (como la bursatilización y los contratos de Prestación de Servicios) que garantizó con el cobro de derechos vehiculares futuros por un lapso de cuando menos una década más.

Empero, otro de los asuntos que quedan confrontados, es el de la pésima disciplina fiscal que existe en Oaxaca, la poca voluntad que ha habido en gobiernos anteriores para incrementar la recaudación de impuestos estatales, y la cruzada que pretende continuar la administración del gobernador Gabino Cué Monteagudo para revertir esta tendencia. ¿De qué hablamos?

De casi nada: que hablando en plata, e independientemente del “presupuesto histórico” conseguido para el presente año, es innegable que la recaudación de impuestos estatales no se encuentra en sus mejores niveles actualmente.

En números redondos, funcionarios del gobierno estatal consultados por esta columna aseguran que el Estado recauda alrededor de mil 500 millones de pesos anuales por gravámenes locales, pero que alrededor de dos terceras partes se destinan a pagar las obligaciones crediticias que heredaron del pasado. Por eso, aseguran, no sólo no es posible eliminar el impuesto sobre la tenencia de vehículos, sino que se deben incrementar las medidas tendientes a lograr que más contribuyentes cumplan con sus obligaciones tributarias.

¿Cómo hallar coincidencias, frente a este cúmulo de argumentos que lo único que revela son posiciones francamente irreconciliables? El ciudadano en nuestra sociedad, como es natural, paga sus impuestos de mala gana, y siempre buscará pagar menos; el gobierno, por su parte, se enfrenta no sólo a la decisión, sino también a la necesidad de recaudar más.

Además, aunque quisiera, sus posibilidades presentes lo imposibilitan para tomar una decisión de ese tipo. Y el partido que es su principal opositor, lo mismo toma una actitud tibia y de titubeos, que ignora cualquier posibilidad de plantear alternativas de solución a este asunto, que finalmente no beneficiaría a partidos o grupos, sino a los contribuyentes con menos impuestos.

¿Cómo hallar soluciones con un escenario así?

VICTORIA PARCIAL

Ahora bien, habría que tomar con reservas el anuncio hecho por el líder cenopista en Oaxaca, Jorge Toledo Luis. Si bien es cierto que consiguió una primer victoria en la cruzada legal que inició en contra del cobro del impuesto sobre la tenencia, y los actos de molestia que pudiera ordenar o ejecutar la autoridad en contra de particulares para lograr su pago, también es cierto que este asunto se encuentra lejos de ver una resolución favorable firme. ¿De qué hablamos?

De que, según las propias declaraciones del Dirigente sectorial del PRI y de la información que ofreció a los medios informativos, lo que logró fue una suspensión provisional no contra el cobro impuesto en sí, sino para que los promoventes no fuesen molestados por la autoridad para lograr el cumplimiento de esa obligación fiscal.

Es cierto que es un logro importante haber conseguido provisionalmente la protección de la justicia de la Unión, para no ser molestado en operativos policiales o de agentes de Tránsito del Estado, y para que esos funcionarios no puedan inmovilizar o sacar de la circulación un vehículo de motor por dicho motivo; sin embargo, también es cierto que la victoria de fondo en ese Juicio de Garantías sólo se logrará cuando se declare inconstitucional el impuesto, además de los actos de molestia de la autoridad a particulares para conseguir su cobro.

¿Qué queda entonces? Evidentemente, la derrota ciudadana, no. Tampoco la posible derogación del impuesto en el corto plazo, lo cual sería asimismo asumido por el gobierno estatal como un acto de capitulación frente a sus gobernados. En realidad, lo que debería quedar es que unos y otros comenzaran a tener puntos de coincidencia, a través de una discusión seria, para conseguir recíprocas concesiones que, finalmente, lograran un mayor beneficio ciudadano.

Es cierto que lo mejor sería que pagáramos menos; pero también es cierto que sería benéfico que el gobierno tuviera más dinero para cumplir de mejor modo con sus fines, y prestar servicios públicos de mayor calidad. Sin embargo, mientras estas sigan siendo posiciones irreconciliables, y se presenten como incompatibles, lo único que prevalecerá será una discusión estéril de palabras necias, y oídos sordos. Y de lo que se trata, en realidad, es que más allá de sus derrotas o victorias particulares, los ciudadanos tengamos beneficios reales de todo esto.

UN EJEMPLO…

Más allá de cualquier cuestionamiento, Adelfo Regino debía ser un ejemplo —y un cuestionamiento moral y ético— para todos aquellos que ocupan cargos públicos sin cumplir con el perfil profesional requerido. Ahora sólo falta ver que éste, como los demás, sea eficiente y eficaz en las tareas que le fueron encomendadas. Ahí está, para todos, el verdadero reto.

12 de mayo de 2011.

El magisterio oaxaqueño no necesita detractores

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+ Medios y tolerancia frente a lucha ¿democrática?

 

Sorprende que después de una larguísima historia de menosprecio a la opinión ciudadana en Oaxaca, y a los reportes y análisis críticos generados desde los medios de información, ahora el secretario general de la Sección 22 del SNTE, Azael Santiago Chepi, critique la actitud de algunos medios de comunicación quienes “han tergiversado la información” y “denostado” al movimiento democrático del magisterio “para dejarlos en mal ante la sociedad”. Esto pinta de cuerpo entero a un gremio que, bajo un claro esquema de doble discurso, dice ser democrático y defender las causas del pueblo de Oaxaca, pero que reacciona en sentido contrario.

Queda claro, de entrada, que la Sección 22 del SNTE es uno de esos grupos sociales que ni siquiera necesitan que alguien los calumnie. En los más de treinta años que lleva su lucha gremial, social y política, ésta siempre ha estado a la vista de todos. Cada oaxaqueño ha visto, y padecido a flor de piel, los efectos de cada una de sus decisiones, acciones, y formas de lucha. Frente a eso, es imposible que “alguien” o “algo” pueda “ponerlos en mal” frente a una ciudadanía que siempre ha visto lo que hacen.

Si esto es así, ¿entonces de dónde viene la molestia del magisterio? Hoy, puede verse que esa incomodidad, e inconformidad de la Sección 22, más bien parte del profundo sentido antidemocrático que la domina. ¿De qué hablamos?

De que, aún cuando ellos son los más beligerantes, los más combativos, y los más contestatarios, frente a todos aquellos que tienen “algo” que como gremio les interesa, ellos consideran que sólo es fiel a la causa —y digno de ser atendido y considerado—, todo aquel que les manifiesta una incondicionalidad que, a todas luces, es dañina para el entorno “democrático” que dicen defender. Es decir, todos aquellos que se dedican a ensalzar sus acciones, sin siquiera tener un criterio propio respecto a si sus acciones son benéficas a nivel colectivo, o si sólo son un conjunto de caprichos de grupo.

En ese sentido, queda claro que los profesores de la Sección 22 que, ni hoy ni antes, ha necesitado medios o grupos aliados. En realidad, ellos han basado su fuerza en el control laboral y salarial que tienen de sus trabajadores, y no en algún tipo de aceptación o respaldo popular.

Por eso, siempre que lo que se les pega la gana: pueden ser capaces de cerrar las aulas, abandonar sus centros de trabajo, cerrar calles, impedir la prestación de servicios públicos, y organizar plantones, sin detenerse a considerar si la mayoría de los oaxaqueños está de acuerdo no sólo con sus causas, sino también con sus formas de lucha; y hacen todo eso sin mucho menos considerar si a partir de tal o cual forma de lucha, ellos pueden “quedar en mal” o “descalificados” frente a la opinión pública.

Si esto fuera así, entonces la historia reciente de Oaxaca habría sido distinta, y habría mucha más sensibilidad respecto no sólo a lo que ellos desean, sino también en relación a qué necesita la niñez oaxaqueña que asiste a las escuelas públicas; de qué necesitan los oaxaqueños que ven afectadas sus actividades por el accionar del magisterio, y cuál debería ser el punto en el que ellos deberían detener sus protestas para no convertirlas en un chantaje.

Dice un viejo chascarrillo de la política local, que existen ciertos personajes que son “incalumniables”. Esto, porque cualquier cosa que se pueda decir de ellos, buena o mala —pero particularmente mala—, en el fondo es cierta. Ese es, hoy, el caso de la Sección 22.

¿Y LA DEMOCRACIA?

Los profesores siempre han luchado de cara a la sociedad. Sin embargo, no se puede decir lo mismo respecto a sus exigencias, a sus negociaciones con el gobierno estatal, y a lo que consiguen luego de cada jornada anual de lucha. Un verdadero sentido democrático —que dejaría sin materia la supuesta crítica infundada de los medios informativos— debería apuntar a que la Sección 22 clarificara todos y cada uno de los procesos de negociación y acuerdo en que interactúa con el gobierno estatal.

¿Por qué, por ejemplo, la Sección 22 no hace público el pliego petitorio que anualmente entrega al Gobierno del Estado, y por qué exige que éste le entregue su respuesta en sobre cerrado, el cual no es susceptible de ser dado a conocer a la opinión pública? ¿Qué esconderán unos, y qué obligarán a no revelar a los otros, como para considerar esas comunicaciones como un asunto confidencial y reservado?

Lo mismo ocurre con el proceso de negociación. Ni siquiera el grueso de los profesores democráticos, y ni siquiera de los delegados a la Asamblea Estatal, saben bien a bien qué ocurre en las mesas de negociación, a la que sólo acuden los líderes magisteriales reales, y que son quienes acuerdan arreglos comunes para el gremio —y beneficios particulares para ellos— para no endurecer las protestas.

Esta es una vieja demanda que, sin embargo, cobra vigencia recurrentemente: ¿Por qué no abren al conocimiento, y atestiguamiento general, el proceso de negociación entre el gobierno estatal y la 22? ¿Por qué no permitir que toda la sociedad oaxaqueña se entere de cómo negocian, qué puntos ponen sobre la mesa, cuáles son los que más les interesa, y cómo se llega a los acuerdos finales?

Todos los oaxaqueños no debíamos olvidar que todo lo que se pone en las mesas de negociación entre el gobierno y la 22 son temas de interés público. Esencialmente son tres: primero, los dineros públicos que cada año se les entregan para satisfacer diversos rubros; segundo: la gobernabilidad, de la que ellos dicen tener el monopolio, y que nos afecta a todos. Y tercero, la negociación de la justicia, a través de la cual buscan beneficios de impunidad para ciertos asuntos que les interesan.

En el fondo, una verdadera actitud democrática debería implicar abrir esos procesos, y no culpar a la prensa por lo que ellos son responsables. Pretenden los de la 22, tapar el sol con un dedo. Y no se dan cuenta que sus acciones, y los cuestionamientos que pesan en su contra, son más públicos de lo que ellos pudieran creer.

…HONESTIDAD…

Qué honesto se ve el arzobispo don José Luis Chávez Botello hablando sobre homosexualidad, recato y decencia. Al menos no se engaña, ni trata de hacerlo con la feligresía, al mostrarse como uno de esos intolerantes homofóbicos, a los que ni Iglesia Católica desearía para defender sus posiciones políticamente correctas.

10 de mayo de 2011.

Sección 22: la ruta “negociadora”, en marcha

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+ Llevar conflicto al límite, estrategia de siempre

 

No sorprende que, ante las respuestas dadas por el gobierno estatal a su pliego petitorio, la Asamblea Estatal de la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, las considere “nulas” y amague con movilizaciones y paro indefinido de labores a partir de la próxima semana, como tampoco sorprende que ni ahora ni después, haya un arreglo efectivo al eterno conflicto que plantean.

Hoy, es claro que sus estrategias de: a) llevar todo proceso de negociación al límite; y, b) hacer planteamientos abstractos, que son inalcanzables y, por tanto, irresolubles, hoy están en marcha. Todo esto, que no es nuevo, hoy se aparece como una práctica reiterada que además será una losa con la que se tope el gobierno estatal a la hora de tratar de arreglarse con uno de sus supuestos “principales aliados”.

¿Por qué asegurar, en primer término, que el magisterio de Oaxaca pretende llevar, como cada año, al límite este proceso de negociación, antes de hallar cualquier solución posible? Porque queda claro que, independientemente de cualquier respuesta que diera el gobierno estatal a su pliego petitorio estatal, es ya una “costumbre” el rechazo inicial a esa primera respuesta, calificándola —como ahora— de “nula” o —como en otros años— de “insuficiente” o de “poco receptiva” a las demandas del magisterio.

De hecho, se sobreentiende que cada año la jornada de lucha de la Sección 22 por la satisfacción de las demandas que exige al gobierno estatal, inicie el 1 de mayo con la marcha del día del trabajo y la presentación de su pliego petitorio; que, como acaba de ocurrir, el gobierno estatal dé una primera respuesta que es descalificada por el magisterio, que decide resolver en su Asamblea Estatal en la víspera del Día del Maestro (15 de mayo), y finalmente conseguir un arreglo en los últimos días del mes, cuando ya aseguran que es inminente el estallamiento del paro definido, o cuando incluso éste ya se ha decretado. A grandes rasgos, ese es el “calendario” tradicional de la protesta y la negociación magisterial, en el mejor de sus escenarios.

En ese sentido, queda claro que lo que está pasando hoy no parece estar desajustándose de su programa anual. La Asamblea Estatal del magisterio está utilizando su tradición para “asustar” a todo aquel que se deje, y para endurecer los posicionamientos con miras a elevar la expectativa de lo que se puede conseguir.

En esa lógica, también es visible que, en este momento, los profesores ni siquiera tomaron en cuenta el contenido de la propuesta de solución del Ejecutivo Estatal a sus demandas (nunca lo hacen), y que más bien lo que están buscando es ir incrementando el nivel de nerviosismo y de demanda de la sociedad al gobierno de Oaxaca, que solucione las demandas de la Sección 22, antes de que ellos decidan estallar un paro de labores y plantón en el primer cuadro de la capital oaxaqueña, que lesione el interés y los derechos de la mayoría.

Queda claro, pues, que hoy lo que están haciendo, es de algún modo “jugar” con la estabilidad emocional de los oaxaqueños, y están poniendo a prueba, como cada año, la capacidad de resistencia y de concertación del gobierno estatal. Nada está fuera del esquema; sin embargo, eso no significa que esto no pueda convertirse en un conflicto real, si no se le da el tratamiento adecuado desde las altas esferas gubernamentales.

NEGOCIACIÓN IMPOSIBLE

Sin embargo, más allá de los tiempos, los “calendarios” y las tradiciones de lucha de la Sección 22, también queda claro que independientemente de lo que les responda o satisfaga el gobierno de Gabino Cué Monteagudo, de todos modos el conflicto no acabará. Esto se desprende del tipo de demandas que plantean, y de la imposibilidad material de alcanzarlas en el terreno que ellos pretenden.

Veamos si no. Al dar a conocer su postura inicial, respecto a los planteamientos con los que el gobierno estatal respondió a sus peticiones, la Asamblea Estatal de la 22 ratificó las siguientes demandas como irrenunciables. De acuerdo con un comunicado enviado por la Sección 22, ésta anunció lo siguiente:

“La asamblea, que se quedó como permanente, exigió al gobierno federal y estatal la presentación con vida del profesor Carlos René Román Salazar, así como el castigo al ex gobernador Ulises Ruiz Ortiz y demás responsables de las agresiones durante el conflicto de 2006.

“Ratificó también la exigencia de la salida de Irma Piñeiro Arias, de la Secretaría General de Gobierno; Bernardo Vásquez Colmenares, como director del IEEPO y Marco Tulio López Escamilla, de la Secretaría de Seguridad Pública (…) Así también, mantienen la petición para anula la Alianza por la Calidad Educativa en la entidad; su postura en contra de la ley del ISSSTE, de la reforma laboral “y demás agresiones de la base trabajadora”.

¿Cómo dar respuesta a esos planteamientos que, lejos de estar en el campo de lo material, se encuentran en el terreno de lo aspiracional y abstracto? Y es que tal parece que ninguna de estas últimas peticiones tiene la capacidad de ser hoy el detonante de un conflicto mayor. Sin embargo, la imposibilidad de resolverlas, y el recordatorio reiterado que hace el magisterio de ellas al gobierno estatal, da la certeza de que como esto no tiene posibilidad de arreglo, entonces la desavenencia formal y eterna entre el magisterio y el gobierno estatal, tampoco hallará el sendero de la solución en el futuro cercano.

Finalmente, es claro que la postura de la Sección 22 del SNTE es, y seguirá siendo, de disidencia, independientemente de quién gobierne. En estos tiempos de “democracia”, queda claro que no existe trinchera mejor, y más redituable, que la que hoy asume monopólicamente el magisterio oaxaqueño.

Por eso, hoy que existe alternancia política en el poder, vemos a un sindicato magisterial más activo, más altivo, y más retador que nunca. Es cierto: junto con Gabino Cué, ellos ganaron la elección; pero aún en esa posición decidieron “perder” (al no establecer relación de cogobierno con el Ejecutivo) para seguir ganando, indefinidamente, a través de su plan de acción y sus protestas. Vaya paradoja.

ASPECTOS ATÍPICOS

Habría que poner, en todo esto, particular atención al caso del profesor desaparecido, y al que recientemente, según denuncian, fue “levantado”. Eso, más que hostigamiento, revela una nueva forma de lucha interna en la 22, que en un momento dado sí podría descomponer no sólo su panorama, sino también el de la gobernabilidad en Oaxaca. Cuidado.

Partidos desentendidos: clamor de la sociedad

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+ Ciudadanía: ir al rescate de valores nacionales

Aunque la distancia entre el poder público y la sociedad es tan amplia, y las discordias entre éstos son tan perceptibles, pocas veces los mismos ciudadanos podemos fijar claramente el punto central de nuestra inconformidad. Señalamos, sí, al Presidente de la República o a los Gobernadores de los Estados por sus ineficiencias o el resultado de sus estrategias; pero pocas veces centramos nuestros señalamientos en contra de los demás responsables que, además de agazapados, siempre terminan arrebatándonos nuestras banderas y sacando ventaja de ellas, sin compartirnos —o retribuirnos— ganancia social alguna.

Desde hace algún tiempo, por ejemplo, al Presidente de la República le sobran los calificativos y los cuestionamientos por los resultados de la guerra contra el crimen organizado. Aunque no todo lo que ocurre en el país es responsabilidad del Ejecutivo Federal, en realidad parece que a la mayoría de los mexicanos nos gusta aprovechar el cuestionamiento para hacer también escarnio partidista de asuntos que más bien son de interés público.

¿Por qué asegurar lo anterior? Porque, siguiendo con el ejemplo, al presidente Felipe Calderón se le acusa de ser el responsable de las más de 30 mil muertes relacionadas con el crimen organizado, que han ocurrido en lo que va de la administración. Queda claro que el número es incuestionable y es estratosférico.

Pero una cosa es que todo eso haya ocurrido en el marco de la lucha anticrimen (una “guerra” declarada inicialmente por el gobierno, que está mal planteada desde la estrategia hasta el término “guerra” que legitima a los criminales como fuerza actuante) en un periodo de gobierno determinado, y otra muy distinta que el Presidente fuera directamente responsable de todos esos crímenes, como si él hubiera ordenado que se ejecutaran.

Sin embargo, más allá de los señalamientos o el cuestionamiento por el fracaso de la lucha anticrimen, para muchos mexicanos el presidente Calderón es el único responsable. Y es que en realidad, no es que el Mandatario no sea responsable (de hecho lo es en grado importante); pero también es cierto que no es el único responsable de esos hechos.

No obstante, ese se ha convertido en el señalamiento favorito de los últimos tiempos. Todo aquel que no es panista, ni simpatiza con la causa presidencial, ocupa el tema de los treinta y tantos mil muertos para cuestionar al Presidente, y de paso para socavar la imagen y credibilidad del partido gobernante, para tratar de bajar cualquier tipo de popular o preferencia electoral que pudiera tener.

Sin embargo, a muchos mexicanos que hemos incurrido en esa práctica, se nos ha olvidado hacer un cuestionamiento más “parejo”. Es decir, cuestionar lo mismo a los gobernantes, que a quienes son sus opositores (pues si éste puede fracasar en la conducción del gobierno, los otros también corren ese riesgo al hacer una oposición inoperante, entregada o carente de idea), e incluso la incorrecta apreciación que muchos tienen de los grupos criminales, a quienes ven como héroes, cuando en realidad son los villanos de esta historia, porque son los que matan, extorsionan, secuestran, violan y envenenan a nuestros conciudadanos.

¿Cuándo hemos cuestionado ese aspecto de nuestra realidad? Tal parece que muy poco, o casi nada. Y es que los problemas del país son tan grandes y complejos, que responsabilizar a una sola persona o grupo por un problema tan lleno de aristas, parece cuando menos un grave asunto de reduccionismo o simplismo, que debía tenernos asimismo preocupados a todos.

CUESTIONAMIENTO FUNDADO

Los partidos políticos, particularmente, tienen una actuación en el escenario nacional que, más allá de las fobias y las filias, dejan mucho que desear. Ellos, cuando son oposición, se cargan por completo a favor del supuesto “interés ciudadano”, hasta que sacan alguna ventaja política, y entonces se olvidan tanto del tema como del ciudadano. En este sentido, no tiene desperdicio la crítica que hace el poeta Javier Sicilia en el marco de la Marcha Nacional por la Paz con Justicia y Dignidad, a la que él mismo convocó y que hoy mismo encabeza.

Sicilia dice, en recriminación a los partidos políticos que ahora intentan sumarse a su causa, que “son omisos, en ese sentido el Presidente tiene razón, pero ¿de dónde vienen las omisiones? Pues de los partidos políticos, de los presidentes municipales que están siendo cómplices también del narcotráfico y vienen de los partidos políticos, los partidos políticos tienen una gran responsabilidad en esto”.

“Ahorita sí se montan con nosotros para pegarle al Presidente y tampoco se vale, ellos tienen omisiones muy fuertes porque son los que van a ser Gobierno, fueron Gobierno y están haciendo Gobierno, también ellos tienen una gran responsabilidad con la gente de sus filas que está llegando al Gobierno”.

El problema es muy hondo en el País, señaló el poeta en declaraciones al periódico Reforma, pero la responsabilidad de aportar soluciones es de todos, incluso de los ciudadanos. “Esa responsabilidad también es de los ciudadanos y los ciudadanos ya no vamos a permitir que sigan manejando el País como se les pega la gana a espaldas de nosotros, haciendo pasar leyes sin consensuar a la Nación, leyes que nos afectan a todos”, señaló.

Habría que considerar con mayor detenimiento lo que dice el Poeta. Hasta ahora, vemos una enorme distancia entre la supuesta preocupación de los partidos políticos por los temas ciudadanos, y las posturas que abordan al momento de tomar decisiones para beneficiar, más que a ellos, al país.

¿Cómo olvidar, por ejemplo, que hace apenas unos días la fracción parlamentaria del Partido Revolucionario Institucional en la Cámara de Diputados, aseguró que “no hay prisa” en la aprobación de la reforma laboral, sobre la cual había consenso inicial —y urgencia para el país— pero finalmente resolvieron que no había ninguna necesidad de discutir ahora el tema. Todo esto ocurre, como corolario, mientras el país todos los días pierde competitividad frente a otras naciones.

CENTRAR LA DISCUSIÓN

Los mexicanos comunes debíamos ser más responsables al momento de señalar y exigir. De nada sirve que se nos exalte el priismo, el panismo, o lo que sea, si esto no es en beneficio nacional. ¿Hoy qué partido puede decir que de verdad toma decisiones a favor del país? es claro que la distancia entre el dicho y el hecho no sólo no es corta, sino que cada día es más grande.

Depurar burocracia: ¿abaratar servicio público?

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Al Margen

Adrián Ortiz Romero Cuevas

Para el viernes 6 de mayo de 2011

+ Depurar burocracia: ¿abaratar servicio público?

 

+ Volver al pasado: empleo oficial, el peor pagado

 

Se dice que en los primeros años de México como nación independiente, los empleados públicos eran los peor pagados, y los que menos certidumbre tenían sobre su empleo. Esto tenía que ver mucho con las inestabilidades políticas y sociales propias de aquella época. Pero también, con una incorrecta valorización de lo que debe ser el trabajo gubernamental. En Oaxaca, el gobierno debiera tener prudencia y cuidado para evitar que, en nombre de la austeridad y la reducción de salarios y personal, vuelva involuntariamente al pasado.

Más allá de la típica visión maniquea —que hoy trata de expulsar del servicio público a todos aquellos que, en mandos medios y superiores, sirvieron a los regímenes del pasado—, hoy para cualquier empleado del Gobierno del Estado es claramente perceptible que tanto su empleo, como su remuneración, dejaron de ser atractivos y competitivos.

Esto, debido a que ante la constante reducción de personal, y la negativa de la administración pública a reconocer la existencia de bajos salarios —que no corresponden al nivel de responsabilidad que implican los cargos—, resulta que paulatinamente el nivel de respuesta y preparación de los funcionarios estatales, ha ido disminuyendo. Esto es grave para una administración que, sin embargo, necesita imprimir mayor dinamismo, competitividad y eficacia a sus resultados.

En ese sentido, parece que la confusión entre el interés laboral y el supuesto “espíritu” del servicio público hoy está más presente que nunca. Esto porque, por un lado, la administración pública aprovecha la innegable realidad de que el gobierno es el mayor empleador de Oaxaca, y por esa razón ofrece empleos que ofrecen cierta seguridad pero, en realidad, salarios bajos y un alto nivel de responsabilidad. Todo eso, además, lo enmarcan en la cantaleta moral de que todos los sacrificios son justificados, cuando se tiene “compromiso” o “vocación de servicio” con el Estado.

Sin embargo, todo esto choca con la otra parte de la realidad: que los empleados públicos, como los de cualquier tipo de giro oficial o privado, trabajan por necesidad, y lo hacen siempre en la medida de las retribuciones y condiciones de trabajo que se le ofrecen. Esto es simple: el empleado trabaja por necesidad, y rinde y entrega resultados en la medida en que es recompensado, tanto económica como moralmente, por su empleador. En esta lógica, el espíritu de servicio o la vocación, evidentemente salen sobrando.

¿Qué pasa cuando estas dos cuestiones no se encuentran equilibradas ni consideradas? Sucede que, evidentemente, lo que se agudizan son las disparidades, y con ello también se inhibe la posibilidad de mejores resultados. ¿Cómo va a trabajar mejor alguien que cada vez tiene mayor responsabilidad (porque gradualmente le incrementan la carga de trabajo respecto a los que son despedidos), y a la par se le regatean mejoras salariales justas y, al contrario, cada vez que se puede le reducen el salario?

Aquí y en China el resultado es exactamente el mismo: los empleados verdaderamente competitivos dejan de ver con atracción el servicio público, y buscan otras opciones de trabajo, en las que sí les ofrezcan las condiciones laborales y el salario que merecen. Y sólo se quedan en esos empleos poco competitivos, aquellos que no tienen posibilidad de acceder a los puestos de trabajo de los primeros. Es decir, que el servicio público tiende a quedarse no con las personas y los perfiles profesionales que requiere, sino con los que no tienen otras opciones, o con los que sí de verdad tienen muy exaltada la vocación de servicio.

Todo esto, sin embargo, es fuertemente contrastante con las propias expectativas que ha generado, para sí misma, una administración como la actual en Oaxaca. Y por eso, deberían tomar con más reserva y cuidado la posibilidad de seguir reduciendo personal, sin basarse en un diagnóstico serio y adecuado sobre las oficinas públicas en las que sí pueden reducir personal sin afectar el trabajo público, y en las que podrían provocar un severo daño en la atención, servicios o procesos que involucran a la ciudadanía.

¿NECESIDAD POLÍTICA?

En términos de imagen y capital político, siempre es provechoso para un gobernante anunciar que reducirá los salarios o privilegios a los empleados públicos, o que reducirá la plantilla de personal para hacer un gobierno ahorrativo, austero y eficiente. Eso es lo que siempre se escucha… pero poco se evalúa lo que sucede en realidad.

Hasta ahora, por ejemplo, se sabe que desde el primer día de este gobierno, la Secretaría de Administración dispuso un primer recorte de personal. Y el problema no es que quisieran despedir a muchos o pocos empleados, sino que nunca existió un criterio claro para hacer esa depuración.

Es decir, que los nuevos funcionarios (Secretarios, directores, coordinadores, etcétera) establecieron como razones válidas para el despido, el haber sido amigo o colaborador cercano del antecesor; el ser militante de cierto partido, el haber participado en la campaña política, o simpatizado con los adversarios políticos, o simplemente por “necesitar la plaza” para colocar a los integrantes del nuevo equipo de trabajo (los cuales, siguen llegando por compromisos, pero no por competitividad o por haberse ganado el puesto demostrando conocimientos o experiencia).

Y el problema es que, eso que ocurría siempre, volvió a suceder ahora. Y otro problema, mucho mayor y derivado del primero, radica en el hecho de que si antes se despedía o contrataba según criterios discrecionales o partidistas, ahora sí debían existir reglas claras para irse o mantener el empleo. Nada cambió. Y ese parece ser el problema de fondo.

Por esa razón, sería bueno que el gobierno estatal explicara cómo, y bajo qué diagnóstico, pretende adelgazar a la burocracia sin provocar problemas. También debieran revisar, razonablemente, el nivel salarial de sus empleados de confianza. Por citar un ejemplo, hoy, paradójicamente, gana más un empleado de base que uno de nivel Jefe de Departamento. Y eso habla muy mal de una administración pública, que se jacta de ser profesional, moderna y competitiva; pero que, en los hechos, desvalora cada día más el nivel de sus trabajadores.

Acción Policiaca: 2 oportunidades bastan para aprender

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+ Las sanciones a elementos estatales serán indispensables

 

Alejados de la confianza, de la justificación o minimización de los excesos policiacos e incluso de la absolución en boca propia, los funcionarios estatales encargados de la seguridad pública debieran estar tratando de aprender de sus errores, para aprovechar las oportunidades de reconsideración que el momento político les impone.

Es evidente que en prácticamente cualquier otro momento político de Oaxaca, hechos como el ocurrido el pasado 15 de febrero con integrantes de la Sección 22 del SNTE, y el más reciente en Textitlán, habrían sido claramente considerados, y repudiados, como actos de represión. Hoy, sorprendentemente, eso aún no ocurre. Sin embargo, eso no significa que la actuación de los cuerpos de seguridad sea limpia y correcta, y mucho menos que ésta no conlleve excesos, represión o brutalidad policiaca.

Este es un momento inmejorable para que tanto la Secretaría de Seguridad Pública, y la Policía Estatal, como instancias operativas, y la Oficina de la Gubernatura, la Secretaría General de Gobierno, como instancias de intervención política, ajusten sus criterios y formas de actuación. Queda claro que los errores cometidos hasta hoy en materia de seguridad, los están llevando a gastar indiscriminada, e innecesariamente, el bono democrático que la sociedad depositó en ellos, el cual es generoso, pero no es eterno y tampoco es inagotable.

Veamos si no. Aunque los directamente involucrados en los hechos del 15 de febrero, fueron elementos de la Policía Federal que resguardaban la visita al Palacio de Gobierno del presidente Felipe Calderón Hinojosa, es claro que éstos actuaron como último eslabón de una cadena de concertación política y estrategia que debió partir de instancias estatales tanto políticas como operativas.

En aquel momento, rápidamente quedó claro que, sin duda, los elementos federales sí cometieron ciertos excesos y errores en la contención de las protestas magisteriales; pero también quedó perfectamente establecido, que el grupo de profesores que llegó hasta donde estaban los efectivos federales para provocar el choque, lo hicieron como respuesta a la falta de interlocución y acuerdos efectivos entre las instancias políticas del gobierno estatal, y los grupos fácticos que en realidad determinan al sindicato magisterial de Oaxaca.

En aquel episodio, los golpes se los llevaron los elementos federales que fueron agredidos por los inconformes, pero el costo real de todo eso lo terminó pagando el Gobierno de Oaxaca. A nivel de agresión física, el titular de la SSPE sufrió en carne propia las consecuencias. Sin embargo, los yerros que en el fondo provocaron esa trifulca fueron pagados por el propio gobernador Gabino Cué Monteagudo, que fue quien cargó con la acusación de represión no sólo frente al magisterio, sino también frente a la opinión pública estatal y nacional.

Ahora bien, el asunto que verdaderamente debía preocupar, y sacar del pasmo y la minimización, a todos los actores e instancias involucradas en el gobierno estatal, son los actos de brutalidad policiaca cometidos en Textitlán. Aunque tratan de ser catalogados como “hechos aislados” o “algunos elementos que actuaron excesivamente”, lo cierto es que eso mismo en otro escenario pudo haber puesto en riesgo a todo un gobierno. Veamos si no.

En otros momentos, cuando en Oaxaca ocurrían hechos más o menos similares, la ciudadanía y los grupos organizados se volcaban para repudiar tanto la violencia como los excesos cometidos por los elementos y mandos policiacos. Eso es lo que reiteradamente ocurría, frente a casi cualquier intervención policiaca en conflictos sociales existentes en Oaxaca, y en algunos casos ese estruendo —justificado o no— ha hecho tambalear a administraciones gubernamentales enteras.

Si hoy eso no ha ocurrido, entonces propios y extraños deberían de abrirse a la oportunidad de dejar a un lado la soberbia o el auto convencimiento, para tratar de aprovechar el momento y aprender de sus errores.

 

REALIDAD ESCONDIDA

En un encuentro sostenido por el gobernador Cué Monteagudo y autoridades de Textitlán, el pasado martes, éste prometió a iniciar “las indagatorias para deslindar responsabilidades de la fuerza pública en el operativo del día 28 prosiguen en el ámbito de la Procuraduría General de Justicia del Estado y la Secretaría de Seguridad Pública a fin de castigar los excesos en que hayan incurrido integrantes de la Policía Estatal Preventiva”.

Sin embargo, sólo un día después fue el propio secretario de Seguridad Pública, Marco Tulio López Escamilla, quien anticipadamente exoneró de cualquier posibilidad de castigo a su comisionado de la Policía Estatal, Julio César Alfaro Cruz, al asegurar que “la responsabilidad es de los elementos que actúan, no de sus mandos, porque cada uno es responsable de sus actos.”

¿Qué se desprende de todo esto? Por un lado, que el Gobernador tiene una preocupación genuina por los alcances que podría llegar a tener este conflicto entre pueblos —que ahora está enmarcado en un acto de posible brutalidad policiaca—, y que por esa razón está asumiendo el asunto como prioritario, incluyendo la posibilidad de castigo a quienes se excedieron en el uso de la fuerza.

Y por el otro, que en los mandos policiacos continúa habiendo resistencia a la posibilidad de entrar en un proceso de reconsideración del trabajo que están realizando. Tal pareciera que el Titular de la SSPE está más preocupado por no someter a investigación a su Comisionado, que por llegar al verdadero fondo del asunto, y castigar a los abusivos antes de que sean otras instancias las que revelen lo que verdaderamente ocurrió, y obliguen al gobierno de Oaxaca —con el consiguiente costo político— a tomar cartas en el asunto.

El momento político para reencauzar las cosas, es inmejorable. De lo que no hay garantía, es que los funcionarios involucrados tengan la claridad para entenderlo antes de provocar un conflicto de consecuencias graves.

 

DENUNCIA

Ayer mismo, el diputado federal Jorge González Ilescas presentó una denuncia ante la CNDH por los hechos de Textitlán. El ombudsman nacional, Raúl Plascencia, se comprometió a indagar los hechos a través de una Comisión, a ponerlos en el contexto nacional, y a emitir una recomendación en breve término. A ver si pasando el asunto por ese tamiz, podemos conocer qué fue lo que realmente ocurrió la semana pasada en aquella comunidad de la Sierra Sur de Oaxaca.

Manejar la expectativa, mal cálculo del gobierno

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+ Saldo a favor, revertido por errónea concertación

 

Queda claro que una de las cuestiones que, hasta hoy, ha afectado en mayor medida al Gobierno del Estado, es el mal manejo de la expectativa ciudadana sobre sus alcances iniciales y resultados en el corto plazo. Aunque las premisas básicas de esa esperanza ciudadana parecen ser fáciles de plantear y alcanzar, todo esto se convirtió en un auténtico búmerang para quienes perdieron la prudencia en los momentos determinantes, y ahora no pueden resolver un problema que a todas luces parecería innecesario.

En primer término, habría que definir dos cuestiones. La primera, respecto al significado del término “expectativa”; y el segundo, en relación a los alcances que posiblemente habría de tener este factor en una sociedad políticamente tan particular como la nuestra, para funcionar efectivamente a favor de un gobierno, y no terminar siendo un auténtico dolor de cabeza, como lo es hoy para el gobierno de Oaxaca.

En el primero de los aspectos, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra expectativa tiene tres acepciones. La primera de ellas, se refiere a “la esperanza de realizar o conseguir algo”; la segunda, a la “posibilidad razonable de que algo suceda”. Y la tercera, alude a la “posibilidad de conseguir un derecho, una herencia, un empleo u otra cosa, al ocurrir un suceso que se prevé”.

Lejos de cualquier intento de teorización o conceptualización, queda claro que en una sociedad como la nuestra la expectativa ciudadana real, se funda en un puñado de cuestiones que no tendrían por qué ser difíciles —o imposibles— de alcanzar para un gobierno legitimado que, además, se jacta de contar con el respaldo ciudadano.

En ese sentido, queda claro que la ciudadanía común tiene expectativas sencillas pero importantes, las cuales apuntamos y definimos en este espacio desde hace ya bastante tiempo. En relación a ello, desde noviembre pasado —antes de que el actual gobierno asumiera su mandato— aquí consideramos que más que grandes obras o cambios radicales, la sociedad oaxaqueña tenía, y sigue teniendo, una altísima expectativa, más allá de las promesas de quienes estaban a punto de asumir como gobernantes, respecto a que ahora sí se hiciera efectiva la justicia, el orden y el cambio de actitud en el ejercicio del poder.

Apuntamos, particularmente, que “contrario a las expectativas fantásticas, e imposibles de cumplir en el corto plazo, que fomentan erróneamente los gobernantes, la ciudadanía continúa esperando el momento en que pueda ver que las promesas de cambio se reflejan verdaderamente en la realidad. Una de esas promesas, dijimos desde entonces, radica en que el gobierno se ejerza de un modo menos excesivo. Pero otra tiene que ver no con venganzas, sino con el cumplimiento de ciertos estándares de legalidad y honestidad, que inician por demostrar que no hubo pactos de impunidad entre las dos administraciones.”

¿Este mensaje ha sido comprendido por quienes se supone que hoy ya detentan plenamente el poder? Y sobre todo, ¿la expectativa —o esperanza, o posibilidad razonable de conseguir un derecho cuando suceda algo que se prevé— ha sido bien manejada por el régimen gobernante para actuar a su favor? Es claro que de la respuesta a esos cuestionamientos, se desprenden muchas de las decisiones y hechos que involucran (y desgastan) a la administración estatal, las cuales pudieron ser evitadas al hacer una lectura e interpretación correcta de lo que la ciudadanía esperaba de ellos.

ATENCIÓN TARDÍA

Tal y como fueron lo apuntaron los vaticinios, el amplio margen con el que ganó los comicios el actual gobierno, y la importante expectativa ciudadana (con la consiguiente aceptación) que generaron, hicieron a los integrantes del actual gobierno, llegar al poder con la soberbia que se esperaba.

Como sentían que ganaron a pesar de muchos (personas, grupos, factores, camarillas, etcétera), y que tenían un respaldo popular sin precedentes, también creyeron que podían hacer su gobierno, sin atender los rasgos sensibles de la esperanza ciudadana. Aquí y en China, es imposible pensar que alguien puede hacer con el poder lo que le venga en gana (mucho o poco), y que todo eso no tendrá consecuencias.

Ese fue el rasgo con el que, en alguna medida, inició la presente administración estatal. Consideraron que a pesar de la altísima expectativa que generaron, podían seguir replicando prácticas de poder propias del pasado, y que eso no habría de tener efectos colaterales. Olvidaron, en términos sencillos, que la Tercera Ley de Newton también aplica en cuestiones políticas. Ésta, recordemos, dice que con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria.

Hasta hoy, alcanzan a ser apenas destellos los logrados para satisfacer la expectativa ciudadana. Hay, apenas, algunas cuestiones bien conseguidas respecto a la procuración de justicia; pero la seguridad pública sigue siendo un tema pendiente; lo mismo que la concertación política y la solución pacífica de las controversias sociales. Incluso, tampoco ha habido contrastes —simples o sustanciales— relacionados con la interacción que cotidianamente tiene el gobierno estatal con las personas.

Hoy, sin embargo, parece ser que al menos en el terreno de las percepciones, el gobierno estatal comienza a reaccionar tomando cartas para “explicar” a la ciudadanía algunas de las medidas tomadas. Comienza a haber, por ejemplo, una aparición recurrente de explicaciones oficiales sobre el cobro de impuestos estatales, sobre la aplicación de la fuerza pública, o sobre decisiones importantes relacionadas con los conflictos sociales. Todo esto se aparece, más que como un acto de voluntad, como una especie de control de daños.

Con algo de tardanza, comienzan a entender que el gobierno no se hace a partir de la soledad del gobernante. Pero de haber comprendido esto a tiempo, y de haber establecido los canales de comunicación oportunamente, el tiempo que hoy gastan en componer los platos que ya están rotos bien podrían ocuparlo para afianzar una expectativa ciudadana que hoy ya se nota algo maltrecha.

RECICLAJE

Por cierto, en el IEBO dicen que luego de tanta persecución contra los priistas de la administración anterior, ahora les dan más de lo mismo. Miren si no: recientemente nombraron a Luis Víctor Ortiz Bautista como director de Planeación de ese Instituto. Sólo que éste era, hasta hace poquísimo tiempo, presidente de la Liga de Economistas Revolucionarios del PRI. ¡Cuántas convicciones y congruencia! Ver para creer.

CORTV: ahí no llegó ni el cambio ni la reforma

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+ Concepto extraviado; sigue siendo el “invisible”

Ahora que los trabajadores de la Corporación Oaxaqueña de Radio y Televisión lograron captar la atención del Gobierno del Estado, deberían plantear que junto con la revisión a sus demandas también se hiciera realidad el tantas veces prometido rescate de los medios electrónicos oficiales. Es lamentable que a pesar de que han cambiado las administraciones y los partidos en el poder, ésa siga siendo una pequeña isla gubernamental en la que ni el tiempo pasa ni la visión cambia.

Aunque hoy parezca algo imposible de concebir, en algún tiempo —y hasta eso, hace no tantos años— la televisión gubernamental de Oaxaca era considerada una de las más importantes del país.

En aquellos momentos —tomando en cuenta su cobertura en las más importantes regiones del Estado, y el hecho de que en cientos de comunidades rurales las señales de Cortv son las únicas que captan los aparatos de radio y televisión— el Canal 9 de televisión oficial tomó la responsabilidad de contribuir a la educación básica, a través de proyectos como el de la Teleprimaria, que tuvieron amplio reconocimiento a nivel nacional, y que incluso sirvieron de base para la creación de esquemas similares en otras entidades de la república mexicana. Esto, además de que también gozaba del reconocimiento por el contenido cultural y de divulgación de la diversidad de costumbres y tradiciones existentes en nuestro estado.

Sin embargo, desde entonces y hasta ahora el problema central de la Cortv, respecto a los contenidos que ofrece al público oaxaqueño, ha sido exactamente el mismo: que éstos se encuentran sujetos siempre al arbitrio, la imaginación y las ocurrencias del director en turno.

Incluso, además de que hace mucho tiempo que no llega a dirigir la Cortv una persona verdaderamente especializada en esos temas, también queda claro que la programación, los contenidos y el enfoque de esas señales no ha tenido ni un rumbo definido, ni recursos económicos, ni ha habido sensibilidad para hacer a un lado la improvisación, y poder hacer verdadera televisión pública de calidad para los oaxaqueños.

El problema no es de ahora. Hace más o menos una década, comenzaron a eliminar de sus contenidos mucho de lo que caracteriza a la radio y televisión pública y, por meras conveniencias políticas, se enfocaron a hacer de los noticieros el eje fundamental de sus transmisiones.

A partir de entonces, se marcó una inercia que no ha podido ser interrumpida: siempre, la producción de verdaderos programas relacionados con la televisión pública han sido menospreciados; se ha dado preeminencia a los noticiarios para tratar de “posicionar” al gobernante y los funcionarios en turno que interesan al régimen; se ha menospreciado la posibilidad de tomar decisiones, o establecer criterios, para garantizar un manejo informativo verdaderamente imparcial y no sujeto al interés o la censura del grupo gobernante.

E incluso, la otrora premiada televisión oficial de Oaxaca ha servido como escaparate para el ensayo o la imitación de programas (infantiles, de “revista” para la mujer, e incluso musicales) propios de la televisión comercial, pero inadmisibles —y muy mal logrados— para el tipo de programación que debían tener señales como las de la Cortv.

RESCATAR LOS

MEDIOS OFICIALES

Particularmente, el conflicto magisterial y popular ocurrido en 2006 en la capital oaxaqueña, demostró el potencial y la incidencia que tienen la radio y la televisión en el ánimo social: si bien se recuerda, el incremento en el nivel de crispación de los oaxaqueños en aquel momento, fue directamente proporcional a la cantidad de medios electrónicos que los profesores integrantes de la Sección 22 del SNTE, y de la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca, tenían en su poder.

De hecho, el 1 de agosto de aquel año un grupo de mujeres integrantes de los grupos inconformes, llegó hasta las instalaciones de la Cortv para exigir a su entonces directora, Mercedes Rojas Saldaña, que les diera espacios en radio y televisión para la difusión de su propia versión de lo que entonces ocurría. Ante la negativa natural de la funcionaria, éstas decidieron tomar indefinidamente las oficinas, y hacer uso de las señales para dar a conocer lo que ellas defendían.

El resultado fue que un importante número de habitantes de la capital oaxaqueña y municipios conurbados, pudo conocer por primera vez, de viva voz, lo que pretendían tanto la Sección 22 como la APPO. Y luego, con la ocupación y utilización clandestina de otras radiodifusoras comerciales, el problema social alcanzó dimensiones de enojo social que, aún con el repudio popular por la represión, no había alcanzado hasta entonces.

El resultado fue el nuevo arrinconamiento de la Cortv. Una vez terminado el conflicto, el gobierno estatal ya había decidido dar por concluidas las transmisiones de la Corporación (utilizando una lógica que, en sentido coloquial podría resumirse en el dicho popular de que “muerto el perro se acabó la rabia”) y liquidar uno de los involuntarios iconos del conflicto popular ocurrido aquel año.

Sólo que la insistencia tanto de los trabajadores, como la necesidad de explotar los permisos federales para la utilización del espectro radioeléctrico, fue lo que impidió que eliminaran al Canal 9 y las estaciones de radio, de la oferta de medios de los oaxaqueños.

Sin embargo, de nuevo nadie se preocupó por hacer de esas señales algo mejor. El actual gobierno nuevamente prometió hacer un rescate de las señales y reenfocar sus contenidos, pero tal parece que todas fueron promesas lejanas. Hoy se siguen reproduciendo las mismas prácticas, vicios e insuficiencias en el Canal 9. Y tal parece que lo único que cambió fueron los conceptos y los colores de su imagen institucional. Pero todo, incluyendo la parcialidad informativa, la improvisación, y la visión equivocada de siempre, sigue igual que cuando no había promesas de cambio.

 

UN TIP

Según su ley de creación, la Cortv tiene como función: “La planeación, elaboración producción y transmisión de programas de radio y televisión que promuevan el desarrollo del Estado, difundan y preserven la cultura de sus pueblos, los programas educativos de las autoridades competentes y las actividades gubernamentales que en cumplimiento a disposiciones legales y al contenido del Plan Estatal de Desarrollo, realicen por conducto de órganos y dependencias del Estado”. Dejar de improvisar, y cumplir con ese mandato podría ser un buen comienzo.

¿Y la Ley para el Uso Racional de la Fuerza?

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+ Textitlán debe ser severo llamado de atención

 

Desde mediados del pasado mes de febrero, los sesudos funcionarios estatales encargados de la Seguridad Pública, anunciaron la creación de una Ley sobre el Uso Racional de la Fuerza, que normara la actividad de las fuerzas policiacas en la contención de eventualidades sociales. Hoy, teniendo enfrente los graves hechos ocurridos en Textitlán, esas mismas instancias deberían comenzar a tomar con más seriedad el asunto, para no convertirse en simples repetidores —y represores— del pasado.

El asunto no es menor. Por un lado, queda claro que más allá de cualquier explicación que pueda hoy ofrecer tanto la Secretaría General de Gobierno, como la de Seguridad Pública del Estado, y la propia Policía Estatal, sobre la intervención policiaca ocurrida al terminar la semana anterior dizque para tratar de evitar un enfrentamiento entre pobladores de Santiago Textitlán y San Pedro el Alto, lo que ocurrió fue un abierto acto de brutalidad y excesos en el uso de la fuerza pública. Las imágenes captadas de los hechos, los testimonios y el resultado (en heridos y daños materiales) de la refriega, así lo confirman.

Junto a esto, queda también claro que la falta de una regulación clara sobre las formas y, características, y casos concretos en que la fuerza pública puede intervenir en un conflicto de naturaleza social o política, fue lo que en el pasado contribuyó grandemente a que a los regímenes de gobierno se les acusara de represión.

En este sentido, aunque se tomaban medidas para tratar de garantizar el uso adecuado de la fuerza (como la certificación en el no uso de armas de fuego, la presencia de representantes de organismos públicos y ciudadanos de defensa de derechos humanos en las intervenciones, el testimonio de los medios, etcétera), lo cierto es que casi siempre quedaban dudas sobre la correcta aplicación de la fuerza del Estado, y sobre la posible confusión o exceso, que pudiera derivar en actos de brutalidad o de represión, que tienen graves recriminaciones morales, políticas y hasta judiciales para quienes las cometen.

Frente a esos dos escenarios, cabe la pregunta: ¿Qué no una de las promesas fundamentales del actual gobierno, fue precisamente la de no volver a cometer un acto de barbarie policiaca en contra de la población? ¿No se dijo también que se castigaría con todo el rigor de la ley a quien lo hubiera hecho en el pasado reciente, y que se sancionaría ejemplarmente a quien ordenara o ejecutara un acto de exceso policiaco en la presenta administración? ¿No fue el de la represión, el tema central del leitmotiv en el que convirtió para este gobierno la frase “nunca más”?

Lo cierto, en todo esto, es que el asunto de Textitlán, además de ser un severo llamado de atención tanto para los funcionarios encargados de la concertación política como para quienes tienen encomendadas las labores de seguridad por su respectiva inoperancia, debe también convertirse en el punto clave para la demostración de que sí existe voluntad tanto por aplicar la ley a quienes se excedieron en sus funciones, como también para empujar con mayor fuerza la creación de la norma que regula, y establece límites y condiciones, al uso de la acción policiaca para contener conflictos de naturaleza no delincuencial.

ACTUAR CON INTELIGENCIA

Desde febrero pasado, cuando se anunció casi con fanfarrias que se elaboraría y se sometería a consideración del Congreso una iniciativa de ley que contenía la Ley para el Uso Racional de la Fuerza, en este espacio (Ver Al Margen del 23 de febrero de 2011) señalamos que lejos de ser una innovación, esa propuesta se encontraba ya contenida y desarrollada con amplitud en el programa preliminar de gobierno, y que por tanto lo que tenían que hacer los funcionarios estatales, es recuperar el trabajo que ya se había realizado para el arranque de la administración.

¿Por qué era desde entonces importante no “soltar” el tema? Porque más de uno erróneamente consideró, al escuchar el discurso de toma de posesión del gobernador Gabino Cué Monteagudo, el 1 de diciembre del año pasado, que su promesa de no volver a utilizar, nunca más, a la fuerza policiaca para cometer actos de represión, que eso significaba que nunca más habría de intervenir la policía para evitar que una manifestación afectara a terceros o provocara perturbaciones a la paz o el orden público.

Esa apreciación era totalmente errónea. Desde entonces, las personas que entienden la diferencia entre una promesa riesgosa, y la necesidad del gobernante de sostener el Estado de Derecho por encima de los intereses particulares, sabían que a lo que se refería el Gobernador era a que a partir de ahora se normaría el uso de la fuerza pública, y se establecerían reglas y principios específicos para que la intervención en asuntos como estos tuviera criterios claros, y no quedara al arbitrio, a la discrecionalidad, o a la intensidad que desearan imprimir los mandos políticos o policiacos. De lo que se trataba, pues, no era de ya no volver a usar la fuerza para mantener el orden, sino evitar que el uso de esa fuerza se convirtiera en un acto de perjuicio para la población.

El problema real, sin embargo, es que entre las intenciones iniciales y los hechos ya existe una brecha importante. La intervención policiaca en Textitlán, a todas luces constituye uno de esos actos que justamente este gobierno deseaba evitar. La fuerza policiaca ahí se aplicó indiscriminadamente, con excesos, y sin tener una ruta o finalidad específica.

Y aunque hoy el gobierno estatal no tiene encima los estruendosos señalamientos mediáticos nacionales e internacionales por un posible acto de represión o brutalidad policiaca —tal y como ocurría en el pasado—, lo cierto es que este debe ser el más importante llamado de atención para agilizar el trabajo, y perfeccionar la visión sobre lo que tienen que hacer los que tienen en sus manos el uso de la fuerza. No esperen a que haya uno, o varios muertos, para comenzar a tomar previsión sobre un asunto que se supone que ya conocían.

RUPTURA EN PUERTA

Al menos al interior del Partido Acción Nacional ya se notan fracturas graves entre sus cúpulas de poder. El fuego amigo, como bien dicen, está a todo lo que da. El problema es que eso podrá en riesgo la alianza legislativa en el Congreso del Estado. Aquí se dijo desde diciembre pasado, que esa unión de fuerzas podría durar menos de seis meses. Los vaticinios siguen siendo vigentes.

Tránsito del Estado: Dirección, a subasta

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+ Pondrán “a Iglesia en manos de Lutero”

 

Entre los integrantes de las corporaciones policiacas que dependen de la Secretaría de Seguridad Pública Estatal, comenzó a circular como un documento interno la convocatoria para seleccionar al próximo Director de Tránsito del Estado. Esta decisión, además de riesgosa, pone en claro la contradicción entre lo que dijeron al iniciar la administración y lo que hacen ahora, y el descuido que tienen los mandos policiacos estatales de una instancia tan importante como esa.

A grandes rasgos, la convocatoria referida establece, limitativamente, que sólo podrán competir por el cargo de Director de Tránsito del Estado, aquellos elementos pertenecientes a las corporaciones de la Secretaría de Seguridad Pública, que demuestren tener estudios de nivel medio superior, y que reúnan ciertas condiciones y exámenes de probidad y proximidad social, además de conocimiento de la labor que tiene encomendada realizar esa corporación.

Aunque de entrada esta pareciera ser una convocatoria democrática, incluyente, y que podría tomar en cuenta la experiencia de los mismos elementos, en realidad puede ser también un problema de alto riesgo para la ciudadanía.

Si el mismo secretario de Seguridad Pública, Marco Tulio López Escamilla, llegó hace apenas unos meses a Oaxaca preocupado porque las corporaciones estatales no están certificadas, porque tampoco han pasado todos los elementos por el proceso de control de confianza, y porque no hubo depuración de posibles malos elementos, no parece tener una explicación lógica el hecho de que hoy pretendan entregar la dirección de una corporación a elementos que no son del todo confiables, y que apenas si pueden demostrar preparación académica de nivel medio superior —es decir, preparatoria o bachillerato.

Pero además, si existe una corporación policiaca estatal que despierta dudas e recelo entre la ciudadanía, sin duda esa es Tránsito del Estado. Son viejas, y abominables, las historias de cómo ahí se ha anidado la corrupción; de cómo desde los mismos mandos policiacos se fomentaron prácticas “culturales” como la de la “mordida”, la renta de delegaciones regionales, el pago de cuotas semanales, y el establecimiento de tarifas para el uso de patrullas, motocicletas, o para la designación de zonas de la ciudad en las que es alta la incidencia de imposición de infracciones, o el cobro de “ayudas” para no sancionar a los automovilistas.

Si bien es cierto que mucho de todo esto fue generado por los mandos policiacos (directores, subdirectores, delegados regionales, etcétera), lo cierto es que lo que se creó fue una auténtica red de colaboración para la corrupción, en la que también los agentes fueron parte, y fungieron —o han fungido— como el eslabón ejecutor de esas conocidas cadenas de corrupción.

Por esa razón, ante la falta de mecanismos de control y de candados para evitar la corrupción, y ante la ausencia de instrumentos de certificación de confianza, y de una auténtica depuración interna entre los agentes, los mandos policiacos han cambiado —y ha habido ahí todo tipo de personajes, desde los que escalaron toda la cadena de subordinación hasta llegar a la dirección, hasta los que llegaron ahí por casualidad o por decisión arbitraria del Gobernador del Estado— pero las prácticas y la corrupción han seguido siendo exactamente las mismas.

(DES)CONFIABILIDAD

Dice la convocatoria, por ejemplo, que los aspirantes al cargo de Director de Tránsito del Estado, deben demostrar que tienen proximidad social. Es decir, que han interactuado favorablemente con la sociedad, y que ésta tiene posibilidad de reconocerlos como autoridad y como garante del orden en la labor que desempeñan.

¿Existe posibilidad de demostrar esa proximidad social? Tal parece que no. Y es así porque la proximidad social —es decir, la interacción entre el representante de la ley y el ciudadano— únicamente puede darse en seis momentos o lugares perfectamente definidos: en la casa, en el trabajo, en la escuela, en las calles, en las carreteras o en los sitios de esparcimiento.

De entrada puede preguntarse: ¿En algún momento, antes o ahora, los agentes de tránsito han participado en labores de prevención, de orientación y concientización, que den la pauta de que, en efecto, existe esta proximidad social? Incluso, ¿cómo podría demostrarse que la ciudadanía confía o reconoce la labor de los agentes de tránsito, cuando éstos tienen una ascendencia y una historia que apunta en un sentido exactamente contrario al que se pretende?

Más bien, lo que esa convocatoria parece ser, es una peligrosa balandronada que puede poner a Tránsito del Estado en manos de los peores. No se duda que dentro de la corporación existan elementos de valía que puedan hacer un trabajo efectivo. Sin embargo, más allá de la “proximidad social”, lo primero que debió haber habido fue un proceso escrupuloso de depuración, y de establecimiento de mecanismos de control de confianza, para verdaderamente tener certeza de que quienes son parte de la corporación tienen la capacidad, el conocimiento y el sustento de honorabilidad suficiente ya no digamos para actuar como mando, sino para generar confianza con la ciudadanía en el trato directo.

Finalmente, contrario a lo que se piensa, este no debe ser un asunto ni de falsa “democracia” ni autoengaños. Las decisiones deben ser lo suficientemente firmes y sustentadas porque lo que está en juego es la seguridad de los ciudadanos. Por eso mismo, las decisiones tomadas al respecto debían abarcar muchos más aspectos que los establecidos en la convocatoria.

En todo caso, si se pretende poner a consideración la designación de un mando policiaco, debía también abrirse a la sociedad, para que ésta tuviera un mayor rango de participación y de incidencia en la decisión.

Dejar esto en el rumbo que lleva hasta ahora, no significa más que echar una moneda al aire, y dejar a que sea el azar, o la suerte, la que determine algo que debía estar regido por el principio de que en esos cargos deben estar los mejores, y los más honestos y capacitados, hombres y mujeres que requiere un estado como el nuestro. Mucho cuidado con tomar decisiones aventuradas, o equivocadas.

OFICINA OLVIDADA

Se supone que el 1 de julio debe haber Director de Tránsito del Estado. Nada menos que ocho meses después de arrancada la administración. ¿Pensarán que este asunto no urge? ¿O será que la tardanza es reflejo de lo “mucho” que les importa esa Dirección? Ambas, son preguntas.