Gómez Mont, se va pero no se va

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+ Moral política: nada nos gusta…

 

El pasado miércoles, un día después de que se hiciera oficial la coalición entre el Partido Acción Nacional y el de la Revolución Democrática y las demás fuerzas de izquierda, el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, hizo pública la decisión de renunciar a su militancia panista de más de 30 años. La decisión fue tomada, en un sentido, como un acto de congruencia personal del Funcionario ante una decisión que no compartía; fue respaldada, en algunos casos, y en otros, condenada. Algunos, incluso, calificaron la decisión como una simulación del Presidente ante las demás fuerzas políticas. Habrá que distinguir la razón entre cada uno de los planteamientos.

Sin duda, lo más sencillo de razonar y entender, tiene directamente que ver con la posibilidad de que esa fuera una decisión personal del Secretario de Gobernación, que tomó en función de preservar sus propias ideas y concepciones personales, y como parte de un instituto político en el cual no comparte las trascendentales decisiones tomadas en las últimas semanas. Así, la decisión de separarse de su militancia partidista podría considerarse, sin duda, como un auténtico acto de congruencia política que ya no es muy común de ver en un país como el nuestro.

Sin embargo, esa es una razón poco probable. Le guste o no a ciertos sectores de la población, el secretario Gómez Mont es —en primer término por su investidura política, pero también por las habilidades que ha demostrado como encargado de los asuntos políticos del país— uno de los funcionarios más fuertes del gobierno federal, que no ha desempeñado un mal papel si se toma en cuenta las complejas circunstancias políticas por las que atraviesa el país.

El secretario Gómez Mont ha demostrado, del mismo modo, ser uno de los personajes más cercanos y respetados por el Presidente de la República, y uno de los que más le ha ayudado en medio de las turbulencias que conlleva el tener un gobierno marcado por las derrotas y las contrariedades. Aunque esto no significa que, necesariamente, el actual sea el mejor, e incluso un buen Secretario de Gobernación, lo cierto es que es uno de los menos malos y uno de los que más ha colaborado con el gobierno en turno.

Siendo así, ¿el Secretario de Gobernación sería capaz de tomar una decisión tan trascendental, sin antes contar con el aval de su jefe, el Presidente de la República? Evidentemente, no. Y es así porque la figura del encargado de la política interna del país va más allá de la simple militancia partidista, e incluso rebasa al solo nombre de Fernando Gómez Mont o de quién sea.

Es decir, que aspectos políticos como esos —que se entiende que pertenecen a su vida y decisiones personales— en realidad se encuentran supeditados al cargo y al débito político que le debe a Jefe de Gobierno y de Estado a quien sirve directamente. Es decir, que en gran medida no pertenecen a la esfera privada, sino a la pública.

Si esto es así, entonces parece claro que un “berrinche” o una diferencia política real e insalvable, entre el Secretario de Gobernación y su jefe, el Presidente de la República —como la que parece haber actualmente en relación a Gómez Mont y el PAN—, no debía terminar en la dimisión de su partido, sino en la separación inmediata del cargo de quien es subalterno del Primer Mandatario. Dos hombres tan importantes para un país, no podrían dejarse llevar, en ningún sentido, por caprichos o berriches para tomar decisiones tan trascendentales. Debe haber razones y cálculos poderosos que llevaron al Presidente y su Secretario de Gobernación, a determinar que era el momento en el que el segundo tenía que presentar su renuncia —en una especie de “sacrificio” de su militancia partidista, para hacer prevalecer sus márgenes de maniobra en los asuntos del Estado—, o que podía hacerlo si de antemano éste último ya lo había considerado. En política, como siempre, no existen las coincidencias.

 

NEGOCIADOR FALLIDO

Aunque la fracción parlamentaria del Partido Revolucionario Institucional en la Cámara de Diputados federal, ha reiterado que jamás hubo una negociación parlamentaria con el gobierno de la República que incluyera el condicionamiento de aprobar el paquete económico a cambio de que el panismo prometiera no trabar alianzas en al menos cuatro entidades federativas, lo cierto es que todos los indicios apuntan a que fue justamente la consolidación de esas alianzas lo que provocó la renuncia del Secretario de Gobernación.

En su momento, en septiembre del año pasado, cuando por primera vez las dirigencias nacionales del PAN y PRD hablaron de la posibilidad de coaligarse en entidades como Oaxaca, Puebla, Veracruz y otras, fue justamente la fracción parlamentaria de Oaxaca en San Lázaro, la que dejó correr la versión de que el PRI cancelaría cualquier apoyo al paquete económico del gobierno federal, si el PAN no declinaba a unirse con las fuerzas de izquierda para futuras empresas electorales.

Antes, como ahora, el PRI negó que formalmente hubiera planteado ese asunto al PAN y al gobierno federal. La renuncia de Gómez Mont, sin embargo, pone en claro que esa negociación sí existió. Pero también deja ver que más allá de la salvaguarda de las dignidades políticas, su renuncia tiene como base la necesidad del gobierno federal de sacrificar, en cierta medida, a su Secretario de Gobernación, para hacer prevalecer los márgenes de diálogo.

Si el secretario Gómez Mont pactó con el PRI la no formalización de alianzas entre el PAN y otras fuerzas políticas, e incumplió, le quedaban dos caminos: sostener su dignidad separándose de su militancia como un signo de desaprobación a un acto que lo rebasó; o quedarse, sin ninguna reacción, en su cargo, pero cancelando todas sus posibilidades de interlocución creíble con las demás fuerzas políticas. Esa, al final, parece ser la razón más aceptable de por qué esta semana que termina, el Secretario de Gobernación dejó de ser militante panista.

 

NADA NOS GUSTA

Es razonable que se diga que esto es una farsa. Pero también es un exceso tratar de sostener que como Gómez Mont ya no es panista, debe renunciar a su cargo en el gobierno federal. Esto sería tanto como coronar lo que tantos priistas han criticado a la administración de Felipe Calderón Hinojosa: que sólo por la militancia, y por el cuatismo, se han entregado los puestos más importantes, y de mayor responsabilidad en el gobierno federal.

almargen@tiempoenlinea.com.mx

almargenoaxaca.wordpress.com

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