+ Militancia agredida: algo que tricolores no pueden negar
Uno de los problemas que más se acusa en la derrota del Partido Revolucionario Institucional del pasado 4 de julio, es la insensibilidad de sus líderes y dirigentes para atender y procesar los llamados a la cordura y a la reconsideración que, en más de un caso, lanzaron a gritos sus militantes. Antes y durante las campañas proselitistas, hubieron numerosas voces de inconformidad, que constituían señales de alerta que nadie pareció ver, hasta que fue tarde.
¿Por qué estas señales de inconformidad y enojo que nadie atendió en el PRI? porque tal parece que en los últimos años, el PRI mantuvo intacta aquella vieja tradición que lo hacía ser un partido de verticalismos, en el que manda una sola persona y todas las demás atienden disciplinadamente sus designios. El problema, en todo esto, es que si dicho partido mantuvo intactas sus prácticas y verticalismos, la sociedad no se mantuvo en esa dinámica, y más bien ha buscado formas distintas en el ejercicio de la política.
Habría que concatenar dos preguntas: ¿Por qué ese triunfo tan contundente, que no se esperaba ni se vaticinaba, del candidato de la Coalición Unidos por la Paz y el Progreso, Gabino Cué Monteagudo? Y ¿Por qué tan honda y tan contundente la tendencia negativa del priismo? La respuesta está en el mensaje enviado, recurrentemente, a los electores. Gran parte de la respuesta a estos cuestionamientos, se encuentra en el control, y el descontrol, en el manejo de la suficiencia y la soberbia.
No sería exacto decir, en términos de polarización, que quienes integraron la coalición opositora no pecan de soberbios de cuándo en cuándo; o que todo lo hecho por el priismo estuvo plagado de soberbia y de indiferencia hacia la opinión real de los electores militantes, y de quienes definieron su voto hasta el momento de estar en la casilla. El problema es que mientras la soberbia de los primeros, es decir, de los hasta ahora opositores, no fue más que un asunto dirimido y exhibido entre particulares, los segundos dejaron ver en toda su magnitud que lo que menos les importaba era la opinión del voto incondicional y del volátil, que decidió el sentido de su voto al momento de encontrarse en la casilla o de marcar la boleta.
Ejemplos hoy, a la distancia, pueden verse en abundancia. Sólo en algunos municipios como Santa Cruz Xoxocotlán, Santa María Huatulco y el mismo Oaxaca de Juárez, dejaron ver que el sentir de los electores, para ellos, era lo de menos. En cada una de esas demarcaciones, hubo manifestaciones claras de rechazo a la imposición. En Huatulco, por ejemplo, debido a que el candidato elegido por el PRI para representarlos, era el que menos trabajo de bases y aceptación popular tenía; aún contra todo, lo impulsaron gracias a un engañoso acuerdo cupular que luego trataron de replicar con los demás aspirantes, que aparentemente se disciplinaron, aunque en nada abonaron a la posible victoria de un hombre sin posibilidades.
Algo similar pasó en Xoxocotlán. Ahí, los arreglos turbios, los intereses económicos y las actividades poco claras que ocurren todos los días al amparo de la autoridad municipal, desplazaron a cualquier forma de democracia interna. A todos los de la cúpula priista con algún interés en dicho municipio, les convenía que el sucesor de Argeo Aquino fuese alguien del grupo y no un ajeno. Eso determinó una candidatura que, para todos menos para ellos, era inviable. Y los resultados están a la vista.
De Oaxaca de Juárez ni se diga. Beatriz Rodríguez nunca figuró entre las personas que hicieron permanentemente trabajo social y político en las bases del priismo de la capital oaxaqueña. La decisión a su favor, fue una más de las emitidas por los verticalismos. Nadie se explicó cómo la postularon, por qué, y para qué. No se rodeó de las personas ni de las estrategias correctas. Además, no tenía el sustento necesario como para pensar que podría lograr un extra en la votación. Todo lo hicieron a nivel de cúpula, acuerdos y declinaciones. Pero muy poco en cuanto al trabajo territorial. Y el resultado está a la vista.
CRÍTICA CIUDADANA
Hace unos días, en el blog de esta columna (http://wp.me/IlC9), un lector dejó un comentario (el cual se puede revisar, en su redacción original, en la dirección electrónica http://wp.me/pIlC9-bx) que vale la pena reproducir porque, a nuestro juicio, representa el sentir de muchos priistas que fueron marginados del trabajo político, y desoídos en sus consideraciones. Lo asentado, no dista mucho de lo que cualquiera de nosotros escucha cotidianamente sobre la derrota priista.
“Creo que Oaxaca merecía un cambio en la gubernatura y con lo que sucedió en días anteriores y las noticias de hoy en todos los medios, dieron vista de que realmente la gente común como nosotros o ‘el populacho’ dijo en las urnas lo que no podía hacer en la vía pública porque luego interviene la ‘ley’”
Muchos Priistas apoyamos este cambio de estafeta, porque la burbuja que traía Eviel manoseo las candidaturas a concejales y diputaciones en el estado, dejando muchos cuadros valiosos que saben sudar la camiseta en el trabajo de campo en las comunidades, dícese dirigentes natos en las regiones, dirigentes partidistas y los mismos cuadros que están dentro del mismo partido que no fueron llamados para hacer un trabajo real. Solo los tenían abandonados y sumidos en las oficinas sin margen de maniobra para resolver los diferentes problemas que tenía la ciudadanía que llegaba al partido revolucionario, quizás porque los encasillaron con un jefe al que los mismos priistas hicieron a un lado al no jugar de manera limpia a la hora de tomar decisiones, cuando eran 6 los candidatos y que este último no participó mas en estas elecciones al hacerse a un lado por la traición, sabe a quién me refiero.”
ESCARMIENTO
“Bueno Lic., leyendo sobre la “Titis” creo que no tenemos nada porqué que estar tristes el que haya perdido una persona que no representa a los que vivimos en la capital, llevando dentro de la planilla a un individuo como Israel Ramírez Bracamontes, quien es el que invadió las calles con los ambulantes y si eran gobierno, “regularía” a los comerciantes callejeros, ¡Por favor! Es esto una burla a la inteligencia a los que sufrimos por esta invasión callejera. Me alegro que no estén festejando el triunfo que esperaban.” Hasta ahí el comentario, que tiene nombre y firma, aunque para este efecto lo reservamos, pero que pudo haber redactado casi cualquier priista oaxaqueño.