+ Entrega-recepción: proceso debe ser ajeno a manipulaciones
Los trabajos de entrega-recepción entre las administraciones saliente y entrante al gobierno estatal, deben tener un límite en cuanto a su manipulación con fines de golpeteo político. Tanto la gestión priista del gobernador Ulises Ruiz Ortiz, como la coalicionista de Gabino Cué Monteagudo, en el marco de la racionalidad, están obligadas a comenzar a buscar puntos de coincidencia y, relativamente, equilibrios. Deben asumir que, por el momento, ninguno de los dos tiene la razón completa, y que, en el futuro, ninguno de los dos podrá seguir haciendo política sin interactuar civilizadamente con sus adversarios.
Se ha dicho hasta el cansancio, y se ha convertido en lugar común, el asegurar que Oaxaca es un laboratorio político tanto de los partidos como de las facciones que gobiernan, o pretenden gobernar al país. Esa afirmación, sin embargo, no sólo tiene validez en cuanto a los oscuros métodos electorales de los que se valieron todas las fuerzas políticas para competir “democráticamente”; sobre todo, lo que se ensayará en Oaxaca, son las nuevas formas de hacer política y gobierno, bajo los esquemas pragmáticos de coalición, oficialismo y oposición.
¿De qué hablamos? De que, justamente, Oaxaca es uno de los escenarios políticos más complejos que tiene el país, pero es también el primero en el que —por lo menos ahora es una promesa de las fuerzas de oposición— se intentará algo equiparable a un “gobierno de coalición”; en la contraparte, al ser ésta una de las plazas “emocionalmente” importantes para el priismo, aquí también habrá de ensayarse un modelo de oposición más eficaz —no visto hasta ahora en el PRI— que logre conseguir su propio reposicionamiento, pero sin condicionarlo necesariamente al fracaso estrepitoso de sus adversarios en el gobierno.
¿Por qué necesariamente debe ensayarse eso aquí en Oaxaca, y no en otra entidad? Porque, a la luz de los hechos, la nuestra es una de las entidades con mayores complejidades, pero también en la cual las fuerzas políticas han librado algunas de las más feroces batallas por el poder. Ambos bloques, el que ahora gobierna y quienes lo harán a partir de diciembre, deben comenzar a buscar formas menos violentas y más razonables para hacer política, porque de no hacerlo defraudarán —todos juntos— la expectativa de la ciudadanía respecto a que la democracia, el orden y el gobierno aún son viables, y provocarían nada menos que un nuevo, y mucho más violento, estallido social en contra del régimen, independientemente del partido o el grupo político a que éste pertenezca.
La misión, pues, no resulta sencilla. Sin embargo, hasta ahora las fuerzas políticas han mostrado poca capacidad de entendimiento, y más bien han apostado por las soluciones de fuerza que, en el corto plazo, les reportan cierta ganancia o posicionamiento, pero que no abonan al entendimiento que necesariamente debe haber entre ellos después de la transmisión de poderes, y el cambio de administración.
Oaxaca no se acaba, ni tampoco comienza, a partir del 1 de diciembre. Por esa razón, en todas las fuerzas políticas debía existir un poco más de prudencia. Nada gana el actual gobierno en mantener una actitud tímidamente burlona, llena legalismos y escamoteos, con quienes exigen que inicie y se establezca con pulcritud, el proceso de entrega-recepción.
Pero éstos, los integrantes de las fuerzas de oposición, tampoco ganan algo más que simple polémica inútil y tendenciosa —que no hace más que engañar a los ciudadanos—, cuando exigen al gobierno que tome decisiones e inicie el proceso de transmisión de poderes, sin ellos tener aún la calidad consolidada de gobierno electo, ni tampoco la legitimidad jurídica necesaria para recibir las cuentas de una administración, que se encuentra a cuatro meses de concluir.
“NI CONTIGO NI SIN TI”
Si los grupos políticos entrantes y salientes del poder, asumen una actitud madura, podrán darse cuenta que no les queda otra más que aprender a convivir, sin que esto sea sinónimo de connivencia o complicidades, pero tampoco de enfrentamiento y golpeteo permanente. Si el gobernador Ulises Ruiz —y los representantes de su grupo político, a los que dejará en las trincheras de lucha en la entidad— tiene visión de mediano plazo, tendrán que hallar la manera de no convertir esta derrota electoral en una guerra a muerte, que termine dañando a los otros, pero también a ellos, y haciendo víctima de su guerra a Oaxaca.
Pero, por el contrario, el gobernador electo, Gabino Cué, debe también asumir que, le guste o no, parte de una correcta actitud democrática implica la posibilidad de “hacerse cargo” de sus adversarios. Aunque el gabinismo esgrime como principal argumento para exigir acciones civilizadas al gobierno saliente, que “el pueblo ya eligió”, y que esa decisión popular debe ser respetada, también deben considerar con moderación, que el número de oaxaqueños que no votó por ellos fue alto, y que por tanto ambos grupos tienen, en el triunfo o la derrota, un grado similar de legitimidad para seguir teniendo presencia en la escena pública.
Gabino Cué debe asumir eso como una realidad, porque sin esos 600 mil electores, y sin la representación popular que, lo reconozca o no, tiene el PRI, no podrá gobernar la entidad. Abonar a la polarización, sólo lo llevará a profundizar las diferencias que ya existen entre ambos grupos, y llevarlas al punto de convertirlas en insalvables.
Si ello ocurre, y si los priistas no moderan también sus posiciones —aunque eso no signifique entreguismo, que sí sería una actitud indigna de un partido opositor— entonces pronto convertirán a Oaxaca en un nuevo escenario de guerra. Ambos grupos deben asumir que no tienen el futuro asegurado, y que en política, ninguna batalla está totalmente ganada, pero tampoco totalmente perdida. Sólo ellos saben si asumen correctamente esta circunstancia.
ESPERAR SENTADOS
Sí, así tendríamos que esperar los usuarios del transporte urbano, a que las líneas camioneras cumplan con los compromisos que pactaron en 2007, a cambio del incremento a la tarifa del pasaje. ¿Cuántos muertos ha habido, desde entonces, bajo las ruedas de esos autobuses? ¿Cuántos heridos? ¿Cuánto dinero en pérdidas materiales? Y vayamos a lo concreto: ¿Dónde está la modernización de la flota camionera? ¿Dónde el seguro del usuario? ¿Y la capacitación a los conductores? No se hagan: Eso, finalmente, no importará al momento de decretar el alza en la tarifa.
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