Bicentenario: temor por narco ¿y por guerrilla?

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­+ Ciclos históricos, más mito que tema sustentado

Quienes dentro del periodismo están acostumbrados a los lugares comunes y las especulaciones, aseguraban desde hace tiempo que 2010 habría marcar el inicio de una nueva revuelta social que rompiera con el régimen político actual, en busca de la justicia social que, es cierto, no ha llegado a la mayoría de los mexicanos. Para sustentar sus dichos, se basaban en aquella vieja teoría de que ciertos hechos se encontraban determinados por delicados ciclos históricos que, irremediablemente, habrían de repetirse. Era, decían, el momento inminente de una tercera gran rebelión en nuestro país.

Objetivamente, no existe comprobación alguna de que los ciclos históricos existen, y mucho menos que éstos tienen una reincidencia en momentos y lugares previamente establecidos. Creer en lo anterior, sería tanto como reducir el conjunto de fenómenos sociales, económicos, políticos e incluso ideológicos, a un mero factor cronológico que los determinara.

No obstante lo anterior, las recientes conmemoraciones masivas del Bicentenario de la Independencia nacional, se realizaron con niveles de seguridad y vigilancia policiaca nunca antes vistos en la historia. Parecía que en el gobierno federal tenían temores fundados de que “algo” pudiera ocurrir durante las festividades. Y, para variar, esto parecía dar la razón a quienes defienden las teorías cíclicas, o los que, por otras razones, aseguraban que 2010 sería el momento de una nueva ruptura del orden institucional, a través de una revuelta armada.

La razón fundamental de los temores federales, se encontraba en un posible ataque de características terroristas por parte del crimen organizado. Desde hace ya algunos años, los grupos ligados a la delincuencia organizada han venido ensayando una serie de mecanismos a través de los cuales han buscado dañar al gobierno a través de las acciones intimidatorias a la sociedad. El fin que buscan, golpeando a la ciudadanía, es que ésta deje de confiar en sus instituciones y, al contrario, las cuestione por sus incapacidades para brindarle seguridad, a tal grado que las coloque en una auténtica situación de descrédito.

Ensayos ha habido varios. Hace tres años, en Morelia, Michoacán, dos individuos hicieron detonar granadas de fragmentación durante la conmemoración del grito de Independencia, que en ese momento encabezaba en la plaza central de aquella ciudad el gobernador Leonel Godoy Rangel. Producto de ese abominable ataque, falleció más de una docena de personas víctima de las esquirlas, y un centenar más tuvieron lesiones de consideración.

En otros momentos, el crimen organizado ha también ensayado la detonación de coches bomba; ha disparado indiscriminadamente en contra de personas inocentes o, lo peor, ha buscado sembrar el terror entre la población a través de asesinatos “ejemplares” de personas prominentes de la región, empresarios, e incluso autoridades políticas, como candidatos a cargos de elección popular, diputados y presidentes municipales. Lo que buscan, con esas acciones, es que la mayoría de las personas incremente su nivel de temor y eso les permita actuar con mayor libertad, frente a un gobierno que además de incapaz, hoy carga con serios cuestionamientos.

¿Y LA GUERRILLA?

El gobierno federal, por la situación actual, tiene puesta toda su atención en lo relacionado a la amenaza a la seguridad pública y nacional por parte del crimen organizado. No obstante, junto a esa posibilidad existe otra, igualmente real, de potencializar una revuelta armada y, ésta sí, con sólidas motivaciones políticas y de ruptura con el régimen y el orden jurídico existentes. Hablamos, en efecto, de la guerrilla.

Habría que evitar, en este sentido, caer en confusiones. Si bien el crimen organizado y los grupos guerrilleros comparten el ejercicio de la violencia, las motivaciones que tienen uno y otro son de naturaleza totalmente distinta. Los grupos criminales, por un lado, tienen como única finalidad la defensa violenta de un negocio determinado que esencialmente es ilícito. Éste bien puede ser el narcotráfico, el secuestro, la trata de personas, la comercialización de artículos de contrabando, etcétera. La guerrilla, por su parte, tiene una motivación eminentemente ideológica y política. Su finalidad es el establecimiento de una organización política distinta a la existente, con bases ideológicas sociales, económicas y sociales diversas a las existentes. Todo eso, utilizando la vía violenta como forma de acceso al poder y del logro de sus objetivos.

Si el crimen organizado no ejerciera los niveles de violencia actuales, seguramente en esta celebración del Bicentenario el gobierno federal se estaría cuidando más de la guerrilla que de la delincuencia. Sus temores se basarían en la galopante pobreza, marginación, injusticias y desigualdades que prevalecen, e incluso tendrían sus precauciones respecto a los llamados “ciclos históricos” que para algunos tienen validez en nuestro país.

No obstante, las principales organizaciones armadas del país se han pronunciado sistemáticamente, por no considerar al 2010 como una fecha crucial para una posible gran ruptura nacional. Para ellos, aún no están dadas ciertas condiciones sociales y políticas como para emprender una gran empresa armada que lograra derrocar al régimen actual, e instaurar un nuevo orden basado en ideas distintas de libertad, de organización y de justicia.

Por si eso fuera poco, los grupos armados que en otros momentos han intentado sublevarse, han manifestado que en las condiciones actuales sería algo así como un suicidio pensar en una insurrección violenta. En ese sentido, han denunciado sistemáticamente que la llamada guerra contra el crimen organizado ha servido también para perseguir, reprimir y desaparecer a luchadores sociales y grupos que buscan, por distintas vías, contrarrestar los excesos y las violaciones a los derechos que se cometen desde el poder público.

ASUNTO IGNORADO

Podría suponerse, por todo eso, que el 16 de septiembre de 2010 podría haber sido una fecha crucial para una gran insurrección. No fue así por el conjunto de razones que, someramente, aquí se enumeran. Por eso mismo, ninguna de las organizaciones armadas de las que se tiene conocimiento de su existencia, hizo pronunciamiento o emprendió acción alguna sobre la fecha o el momento histórico por el que atravesamos. Otros serán los tiempos correctos. De eso no queda duda.

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