+ Más que el impuesto, aquí intentan medir alcances
Hace más o menos un año, cuando recién habían asumido sus curules los nuevos diputados federales, en la bancada del Partido Revolucionario Institucional hubo un primer intento de rebelión: los legisladores de varias entidades federativas no sólo no terminaban de digerir la designación de Francisco Rojas como su coordinador de fracción parlamentaria, sino que, además, estaban decididos a no dejar pasar el acuerdo cupular que entonces ya se había tomado, con el gobierno federal, de que el tricolor impulsaría un incremento del uno por ciento al Impuesto al Valor Agregado. ¿Qué pasó entonces? Y, sobre todo, ¿qué ha pasado desde entonces?
Retrocedamos un año en el tiempo. Al instalarse la LXI Legislatura federal, el grupo parlamentario del tricolor reconquistó una holgada mayoría que, por su alianza con el Partido Verde, prácticamente lo llevó a tener la mayoría simple de legisladores. Ello, sin embargo, no hacía homogénea la composición priista: cada gobernador ostentaba la hegemonía de los diputados de su estado; y desde algunos gobiernos priistas, como el de Oaxaca, se impulsó a candidatos tricolores de entidades federativas gobernadas por otras fuerzas políticas. En esas condiciones, era lógico que aún siendo del mismo partido, no todos los legisladores del PRI tuvieran los mismos intereses y prioridades qué defender.
El primer gran choque fue por la designación de Francisco Rojas como coordinador parlamentario. Independientemente del grupo político que lo impulsó, a varios grupos de diputados priistas —que habían accedido al Congreso a través de triunfos conseguidos en las urnas y no por la vía de la representación proporcional—, no les parecía que fuera gracias a un acuerdo meramente cupular, que un diputado plurinominal encabezara la coordinación legislativa del PRI.
¿Por qué no les parecía? Primero porque, decían, Rojas Gutiérrez carecía de la legitimidad que debería tener un coordinador legislativo que sí se hubiera esforzado por ser postulado y por ganar, en las urnas, la curul que ocupaba; pero además, se sentían inconformes porque, decían, el diputado Rojas carecía de arraigo como para tener a alguien a quien responder por sus actos. Al ser plurinominal, pensaban, no tendrá que entregar cuentas, ni será recriminado por los electores, por las buenas o malas decisiones que hubiere tomado en el desempeño de sus funciones, ni mucho menos por sus promesas incumplidas. En esa lógica, lo que más los agraviaba, es que nadie les hubiera preguntado su opinión sobre los nuevos impuestos, y simplemente les había impuesto la decisión de impulsar un incremento al IVA.
Algo, particularmente, les preocupaba: durante sus campañas, muchos candidatos a diputados del PRI habían prometido a sus electores rechazar cualquier incremento de impuestos, y menos en los tiempos de crisis. Ciertamente, hubo algunas expresiones de rechazo. Pero pronto todos se olvidaron de sus pretensiones originales, cuando les platicaron con más detalles sobre los beneficios que recibirían las entidades federativas —arcas locales en manos directamente de los gobernadores, para fines explicables e inconfesables— al aprobar un incremento de impuestos del tipo del Impuesto al Valor Agregado.
CONTRADICTORIOS
Cuando la mayoría de los diputados vio que los beneficios eran superiores al costo político por pagar, impulsaron la propuesta de subir el IVA del 15 al 16 por ciento. Sólo los diputados de Coahuila se resistieron a aprobar dicho incremento. Por ejemplo los de Oaxaca, bajo el pretexto de “no tener más remedio” que tomar medidas dolorosas para el país, alzaron la mano en señal de aprobación del incremento a un gravamen que, a diferencia del llamado “impuesto antipobreza” del 2 por ciento general al consumo que proponía el gobierno federal, éste sí era directamente distribuible en las entidades federativas.
Así, tanto el arreglo político con el gobierno federal —porque la propuesta del incremento al IVA que presentó el PRI fue elaborada en la Secretaría de Hacienda— como la posibilidad de disponer de más recursos, fue lo que benefició a entidades federativas como la nuestra. A pesar de materializar aquella idea de tener un gobierno rico en medio de un pueblo pobre, lograron presupuestos sin precedentes para varias entidades federativas. Terminaron justificándose en los beneficios y las inversiones que se harían a favor de los ciudadanos. Pero, en realidad, habían violado sus propias promesas de campaña y sus posturas de rechazo iniciales, en aras de conseguir más dinero para el gasto público de sus entidades, y márgenes de maniobra para sus respectivos Jefes Políticos.
A pesar de que algunas contingencias —como la crisis financiera mundial y la emergencia sanitaria por la influenza— se quedaron atrás, hoy es imposible asegurar que el país está mejor que antes, y que por eso es posible deshacerse de los impuestos excedentes. Sin embargo, por una nueva revancha electoral, hace dos meses anunciaron que, como medida de presión al gobierno federal, bajarían el IVA. Los grupos más importantes, sin embargo, ya recularon. Y hoy, aunque ya existen algunos amagues —como el del diputado oaxaqueño Héctor Pablo Ramírez— sobre posibles separaciones de la fracción parlamentaria, lo más seguro es que el impuesto se quede como está. Es decir, en 16 por ciento.
Si esto es así, ¿entonces de dónde podría surgir este amague? La respuesta, seguramente, podremos encontrarla no en las condiciones de pluralidad o autonomía de los factores de poder al interior del priismo, sino de una medición interna de fuerza por parte de un grupo que acumula una cantidad nada despreciable de poder y ascendencia política dentro del tricolor.
PREOCUPADOS, ¿POR QUÉ?
El PRI de Oaxaca —es decir, su Jefe Político— impulsó no sólo a los legisladores priistas de la entidad, sino a alrededor de una veintena más de varios estados no gobernados por el PRI. Ahora, a través de ello podrían estar buscando encarecer sus márgenes de negociación, por varios asuntos delicados que podrían en puerta y que, para enfrentarlos, necesitarán el respaldo de todo el priismo. Habrá que ver si de verdad logran hacer presión con sus amagues. No parece que lo que los esté motivando, sea el interés por atender a la confianza y el mandato que les confirió la ciudadanía, o por honrar las promesas sobre no más impuestos, que el año pasado ya violaron flagrantemente. El tiempo dará la pauta.