+ Dar cauce a las disputas, sólo haciendo política
El priismo oaxaqueño está a punto de perder su partido. Además de las naturales disputas internas, sobre la dirigencia estatal del Partido Revolucionario Institucional, se posa un nubarrón de ataques e intentos de desestabilización, que lo mismo abarcan a la verdadera militancia priista, como a quienes desde afuera, e incluso desde el gobierno, están tratando de mermar una estructura partidista que, de por sí, presenta las debilidades propias de una derrota electoral tan abrumadora como la que sufrieron el pasado cuatro de julio.
El presidente del Comité Estatal del PRI, Eviel Pérez Magaña, hoy se encuentra en la mira de todos sus adversarios. Desde el interior del priismo otrora disciplinado, existen ya por lo menos dos corrientes internas que no tardan en hacerse públicas, y una más que asimismo ya se encuentra en proceso de gestación.
Frente a ellos, se encuentra el amague de Jorge Franco Vargas, de presentar recursos legales para tratar de recuperar el cargo del presidente del Comité Estatal al que, dice, solicitó licencia temporal a principios de 2010 para participar en la contienda interna en la que se definiría a su candidato a Gobernador.
Y, por si todo eso no fuera suficiente, el gobierno de Gabino Cué ya comienza a marcar ciertas pautas de lo que serán sus principales amagues y herramientas de presión y persecución, en contra de la dirigencia actual del partido tricolor, que se encuentra en manos del mismo grupo que apenas hace unos meses contendió, en feroz batalla electoral, en contra del ahora Gobernador. Este es, pues, el peor escenario para la dirigencia del diputado Pérez.
¿Qué pasa con esos grupos disidentes al interior del priismo, que están a punto de emerger públicamente? Todos ellos, son grupos integrados por líderes sociales, representantes populares y activistas regionales, que se encuentran inconformes no sólo con el modo en que fue integrada la actual dirigencia estatal, sino también con la forma en que ésta ha actuado a partir de que pasaron a ser una fuerza de oposición.
En ese sentido, las diversas corrientes priistas que asumen posiciones críticas, y que exigen la renovación urgente de la dirigencia, establecen que no es a través de imposiciones y avasallamientos como se pueden seguir definiendo los procesos internos del priismo. Aunque en términos generales todos son productos de esa singular “cultura democrática” en la que sólo valía la voz y la decisión de una sola persona, y todo lo demás se legitimaba “democráticamente” a través de la disciplina de los grupos, hoy aseguran que esa práctica no puede continuar.
Además, ahora que ya no existe el poder coactivo que se ejercía sobre las expresiones priistas desde el Gobierno del Estado, también están saliendo a relucir de manera estruendosa todos los errores que ha cometido la dirigencia. Desde cuestiones tan básicas como la integración facciosa de las carteras del CDE, hasta aspectos como la incapacidad del dirigente estatal para articular una discurso, y una práctica política, que englobe todas las necesidades, la visión y las causas del priismo, y las haga valer frente a las demás corrientes y partidos políticos, hoy más de uno desea hallar una vía alterna que no solamente aleje del priismo a los derrotados del cuatro de julio, sino que también le dé viabilidad a un partido ciertamente importante, pero que con sus estrecheces actuales está devaluando de manera acelerada la ascendencia y el capital electoral, que indudablemente posee en nuestro estado.
ENEMIGOS DE FUERA
Nadie sabe bien a bien —seguramente ni él— si el diputado Franco Vargas sea capaz de ganar el recurso legal que ayer mismo anunció que interpondría ante los tribunales electorales, para recuperar la presidencia del Comité Directivo Estatal que abandonó en febrero de 2010. Coincidentemente, todos sus “esfuerzos democráticos” actuales, se desarrollan paralelamente a los primeros señalamientos directos que está vertiendo la administración estatal actual, en contra de sus antecesores. Es todavía más sospechoso y coincidente, que la mayoría de esas acusaciones estén a punto de impactar sobre varios de quienes integran la dirigencia estatal del priismo.
Así, en un primer momento, luego de haber desaparecido por completo de la escena pública durante casi un año —y de haber alimentado con todo ese silencio, las sospechas de que no sólo no había abonado al trabajo del priismo, sino que había actuado con vocación de traidor, colaborando con los adversarios políticos del entonces gobernador Ulises Ruiz Ortiz—, el diputado federal Franco reapareció con la calidad de “presidente con licencia” del Comité Estatal del PRI. Aunque se alejó por completo, ahora pretende ganarse a una militancia rural siempre despreciada a través de algunos mítines y encuentros en zonas visiblemente visibles y alejadas de los grandes sitios donde concentraban votos.
En esas condiciones, es claro que el diputado Franco Vargas pretende ir por la presidencia del PRI, pero no por el rescate del verdadero priismo, sino más bien para operar desde ahí el acaparamiento del membrete legal, y con ello la desmovilización de su militancia y la desarticulación de sus estructuras electorales, sólo que aparentando que se hace trabajo político y que se es oposición, para en realidad ser un adversario blanco.
Para ello, está recibiendo la ayuda paralela, y aparentemente involuntaria, del gobierno de Gabino Cué. Ya el fin de semana, el secretario de las Infraestructuras, Netzahualcóyotl Salvatierra, aseguró que habían encontrado alrededor de 100 obras con irregularidades, realizadas por la dependencia en la administración anterior. A la par, el gobernador Cué ha señalado otras presuntas irregularidades cometidas desde otras dependencias públicas que estuvieron en manos de quienes ahora ocupan un cargo en la dirigencia estatal del priismo.
GUERRA EN DOS BANDAS
El gobierno estatal pretende colonizar a la dirigencia del priismo a través de esa doble vía. A la par de ello, y por otros motivos, varias corrientes internas, críticas, se aprestan a exigir la renovación de la dirigencia actual, y a tomar medidas para lograrlo. Sólo que el dirigente real del CDE del PRI —que no es Eviel Pérez Magaña, sino el ex gobernador Ulises Ruiz— todavía cree que puede tener bajo su control, a una militancia que más bien está lista para cobrarle todas las afrentas, y la derrota electoral que los expulsó del poder.