+ Reformar el poder, asunto de frenos y contrapesos
Más que con júbilo, debía tomarse con reserva y preocupación el anuncio anticipado de cómo, cuándo, y por quiénes, serán aprobadas las reformas constitucionales que envió el gobernador Gabino Cué al Congreso del Estado. Debía preocupar por la aparente ausencia de debate, trabajo legislativo, análisis y, sobre todo, propuesta seria respecto no al futuro de la actual administración, sino al futuro institucional de nuestra entidad.
Todo documento constitucional debe contener, en esencia, el concentrado de aspiraciones, la visión, el rumbo y la forma de organización que desea emprender una sociedad para lograr su bienestar. En ese sentido, toda Constitución plantea una serie de derechos, deberes y garantías para los ciudadanos, además de la estructuración, división y funcionamiento del poder público. Se supone que, fundamentalmente, ahí se conjunta la visión de todo un pueblo. Por esa razón, elaborar un Texto Constitucional legítimo y aceptado, requiere de una labor altamente sensible y compleja.
¿Por qué decir todo lo anterior? Porque habría de suponerse que una reforma tan profunda como la que pretende hacer el gobierno de Cué a la Constitución General del Estado de Oaxaca, tendría que ser motivo no sólo de acuerdos, “alianzas” o intercambios políticos entre fracciones parlamentarias; la discusión, enriquecimiento y depuración de la propuesta inicial enviada por el Titular del Poder Ejecutivo, debería ser una tarea en la que no sólo tuvieran que estar involucrados los diputados, sino toda la sociedad y los factores de poder en la entidad.
En este sentido, es importante que los integrantes de los poderes Ejecutivo y Legislativo del Estado no se confundan: si bien es cierto que la alianza opositora llevó a Gabino Cué y a los ahora diputados locales por el PAN, PRD, PT y Convergencia, con un grado importante de legitimidad, también lo es que el bono democrático del que ahora gozan tanto el Mandatario como los Legisladores, no es sinónimo de omnipotencia, de infalibilidad, y mucho menos de consenso general independientemente del asunto de que se trate.
En otras palabras, que la legitimidad que hoy tienen tanto el gobernador Cué como los integrantes de las otrora fuerzas de oposición en Oaxaca, no debía asumirse como una patente de corso para hacer de la Constitución, de las leyes generales, e incluso de la misma práctica del poder, un reducto de sus visiones particulares. ¿Por qué?
Porque se supone que un régimen democrático, emanado de fuerzas verdaderamente democráticas, tendría que buscar el consenso y la participación de todos los sectores a los que, durante la época de predominancia del autoritarismo, se les impidió participar, proponer y convertirse en parte de los acuerdos.
Esta es, pues, la visión democrática integral que debía tener tanto el régimen, como los partidos que apoyan al gobernador Cué. Sin embargo, tal pareciera que unos y otros asumen incondicionalmente y sin cuestionamientos, una tarea (las modificaciones constitucionales) que rebasa por mucho la sola legitimidad de un gobernante, y que esencialmente necesita del trabajo sereno, el debate, el análisis, la oposición de quienes deban hacerlo, y sobre todo la participación de todos los sectores de la sociedad.
No debía verse como una simple acción de gobierno; sino como una verdadera labor de Estado, que debería estar más allá de los tiempos políticos, de los estrechos plazos fatales, o de los compromisos para quedar bien con el gobernante.
REFORMAS MUDAS
Desde hace varias semanas, el gobernador Cué hizo llegar al Congreso su propuesta de reforma constitucional para, en su visión, reconfigurar por completo la forma de ejercer el poder público, para replantear la existencia, funciones y alcances de los órganos autónomos, y para establecer mecanismos directos de participación ciudadana en las tareas de gobierno y evaluación de los gobernantes.
Es una propuesta que, más allá de que pueda ser calificada como buena o mala, sí es —como todas— altamente perfectible, y que debe ser analizada y puesta a consideración de todos los factores de la vida pública en el Estado. Y no es un caso aislado de Oaxaca: Ese es un paso de todos los proyectos profundos de reforma a una Ley Fundamental, que de verdad pretenden ser aprobados y respaldados por la legitimidad y aceptación de los ciudadanos.
Sin embargo, las primeras señales que están dando los actores formales que impulsan esas reformas, van en sentido contrario al de una verdadera legitimidad. Hace un par de días, en declaraciones al portal Olor a mi Tierra, el diputado local por el PRD, y presidente de la Comisión de Puntos Constitucionales, Alejandro López Jarquín, “preveía” que el próximo 30 de marzo serían aprobadas las reformas constitucionales propuestas por el gobernador Cué.
En ese mismo sentido, ayer los dirigentes y coordinadores parlamentarios del PAN, PRD, PT y Convergencia, anunciaron su total respaldo a la propuesta de reforma del gobernador Cué y, según la Agencia Quadratín, reiteraron la existencia de la coalición legislativa para sacar adelante esas modificaciones en el menor tiempo posible.
Todo eso, bien puede tomarse como la existencia del “gran acuerdo” necesario. Pero más allá de los maniqueísmos, todo eso también asumirse, ante señales claras, de que ésta podría ser una reforma realizada sin los acuerdos, el análisis y la reflexión necesaria, como para tener la certeza de que eso es lo que necesita Oaxaca.
Por eso mismo, no nos atrevemos a calificar el proyecto de reforma enviado por el gobernador Cué. Seguramente es un proyecto de avanzada que, sin embargo, necesita nutrirse, adicionarse y ajustarse por la participación de todas las voces ciudadanas y especializadas posibles.
Evitar ese paso, y aprobarla en automático, equivaldría a desperdiciar la oportunidad de discutir y analizar qué futuro, y qué visión de largo plazo se tiene para Oaxaca. Y sería tanto como convalidar los errores naturales, e incluso los excesos o los beneficios deliberados, que tuviera el autor de dicha propuesta.
¿Y LA OPOSICIÓN?
Habrá que ver, también, qué nivel de oposición existe en todo eso. Porque si los coaligados están por completo echados a los brazos del Gobernador, desde las trincheras opositoras debían estarse construyendo ya los contrapesos naturales y necesarios al sistema político. ¿Tiene idea el PRI del papel que le toca desempeñar? Pronto lo veremos.