Gobernabilidad: ¿nadie quiere a Oaxaca?

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+ Gobierno-oposición: juntos, a construirla

 

Queda claro que uno de los problemas más graves que enfrenta Oaxaca, es que nadie quiere asumir la responsabilidad del momento —ese sí— histórico que les toca vivir. Mientras el estado de cosas se mantiene tal y como ha estado siempre, desde la óptica oficial todas las calamidades sociales tienen explicación en el pasado; y desde las fuerzas ajenas al gobierno, sólo se pasan reprochando sin tomar en cuenta que éstos deberían ser tiempos de construir juntos la estabilidad del Estado.

Oaxaca no está mejor que hace uno, dos, cinco o diez años. Ese es el punto inicial de un problema que, en sí mismo, no radica en eso. La mayoría de los ciudadanos votaron por un cambio en julio pasado, justamente para no seguir viendo las escenas sociales a las que ya estábamos acostumbrados. En última instancia, era redundante saber si ganaba el PAN, el PRD o Convergencia, mientras hubiera la promesa de hacer todo para que aquellos días aciagos de las protestas y la ingobernabilidad, no se repitieran en Oaxaca.

¿Qué ha pasado? A la luz de los hechos, las cosas hoy no son mejores que antes, aunque tampoco son peores. Es decir, que los mismos hechos nos llevan a constatar que la problemática social de Oaxaca es mucho más compleja, fuerte y trascendental, que sus gobernantes. Es cierto que las cosas no pueden estar peor de como ya estuvieron en el último lustro, pero también es cierto que hoy no se puede hablar de una mejoría perceptible.

¿Qué revela todo eso? Que, fundamentalmente, ni se están tomando las decisiones correctas, ni se están enfrentando los problemas para tratar de darles solución de fondo a cada uno de ellos. Vistos los problemas más importantes de la entidad más allá de cualquier efervescencia o tinte partidista o preferencia particular, queda claro que todo ese paquete de asuntos se sigue abordando con la misma lógica de pequeñez y sectarismos de siempre. ¿Por qué?

Porque independientemente de quién gobierne y de quién haga oposición en Oaxaca, es claro que problemas como el del chantaje de la Sección 22 son comunes a todos los oaxaqueños, y que por tanto, todos deberíamos ser parte más de la solución que del problema. Esto es que, aún cuando es obligación fundamental del Gobierno del Estado enfrentar los problemas políticos o de gobernabilidad, también lo es que una verdadera transformación en la conciencia social debía llevar a todos a involucrarse en los temas que aquejan a todos. Sin embargo, nadie parece tener voluntad o ganas de asumir su responsabilidad.

Por un lado, con la negociación anual del magisterio oaxaqueño, el Gobierno del Estado se está enfrentando a una serie de cuestiones sobre las que sólo alcanza a proponer soluciones doblemente parciales (son así porque ni tienen capacidad de desactivar por completo las protestas magisteriales, y porque tampoco están encaminadas a resolver de fondo el grave problema educativo que enfrenta la entidad).

Y es claro que, ante la imposibilidad de resolver esos problemas, el Gobierno del Estado recurre nuevamente a la vieja, gastada y poco creíble táctica de culpar a la administración anterior por los vicios actuales, y culparla de la corrupción que impera en ese sector.

Quizá esas sean “soluciones” dignas de un político en campaña, o de quien pretende evadir la parte de la responsabilidad que le corresponde, al no poder resolver los problemas que se le ponen enfrente. Sin embargo, es evidente que más allá de cualquier tentación política o partidista, lo que queda en el fondo es una gran demostración de testarudez e incapacidad que, por su misma naturaleza, no tiene posibilidad de resolver un problema que va mucho más allá de los solos vicios que se anidaron gracias a la corrupción del régimen anterior.

PROBLEMA DE TODOS

La ruta seguida por el Gobierno del Estado frente al problema magisterial, es la misma que, fallida una y otra vez, ha seguido cuando se ha enfrentado a otras cuestiones: por un lado, asegurar que se está dialogando al límite posible, pero aclarando que es complicado acceder a soluciones de fondo porque los gobiernos pasados le “heredaron” una tradición de corrupción que no se puede romper de un día para otro.

Frente a este derrotero inamovible de la administración estatal, ¿de verdad nadie puede hacer alto para lograr que se varíe hacia soluciones más inteligentes y propositivas? Ahí es donde debía aparecer la responsabilidad —esta sí— histórica de las fuerzas no aliadas, o de oposición, para hacer rectificar el camino no en aras de generarle una ganancia política, sino de establecer un marco de gobernabilidad para Oaxaca. ¿De qué hablamos?

De que hoy tanto representantes del PAN, como del PRD, PT y no se diga del PRI, se deshacen en críticas a la Sección 22, y en auténticos llamados de atención al Gobierno del Estado. Sin embargo, vale preguntarse: ¿Todo eso sirve de algo? Evidentemente no. Porque a la luz de los hechos, cada uno de ellos está sentado en su trinchera, viendo cómo el gobierno se desacredita cada día más al no poder resolver el conflicto magisterial, y cómo las fuerzas radicales toman fuerza ante la incapacidad de sus interlocutores.

Nadie, ninguna fuerza o actor político, ha tenido la disposición o la capacidad para entender que intervenir activamente en la solución de un conflicto, finalmente no sólo le abonará ganancias políticas a él, sino que demostrará que verdaderamente se encuentra preocupado por los grandes problemas de la entidad, y que también tiene capacidad para ayudar a resolverlos.

Sin embargo, hoy el papel de todos los opositores es sólo de descalificación, pero no de exigencia real de resultados, y de colaboración en la construcción de la gobernabilidad del Estado. Esto es claro: si el Gobernador del Estado está equivocado en su ruta de negociación, háganselo saber y exíjanle que rectifique el camino. Incluso, tomen las banderas que sean necesarias para encauzar un problema que finalmente nos involucra a todos. No hacerlo, equivale a convalidar los yerros del oficialismo. Y eso, también equivale a permitir que los errores y las deficiencias de unos, y la indiferencia de los otros, las paguemos todos los ciudadanos.

CAJA DE PANDORA

Por cierto, si hoy se acusa que el IEEPO era la caja chica del gobierno anterior, también deberían preguntarse por qué tanto interés en la actualidad por manejar los recursos de las becas para jóvenes, que serían manejados por Cejuve. Barril sin fondo, sigue siendo el IEEPO. Sólo cambió de manos. Abundaremos.

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