Oaxaca: ¿Cuándo quedará atrás la pugna electoral?

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+ Gobierno-oposición: no ven el interés de oaxaqueños

 

Cuando se cumplen los primeros seis meses de gobierno, queda claro que ni la administración estatal, ni sus fuerzas políticas aliadas, y mucho menos los opositores, han podido centrar el debate y poner verdaderamente en el foco de la atención pública, los problemas más sensibles que aquejan a los oaxaqueños. Llevamos seis meses de mentiras, de ataques facciosos, de denuestos, de soluciones engañosamente dilatorias, y de falsas estaturas morales. Pero hasta hoy, vemos que ninguno de los problemas reales, que aquejan al ciudadano de a pie, ha sido resuelto al menos parcialmente.

Queda clara la imposibilidad de centrar el debate, y las soluciones que requiere urgentemente la entidad porque, por un lado, la alianza de partidos que llevó al poder al Gobernador del Estado, está comenzando a mostrar las grietas e inconsistencias naturales que, aunque se decía que no existían, es indudable que siempre estuvieron ahí.

Y por el otro lado, porque la relación y la interacción entre el Ejecutivo, y las fuerzas de oposición que orbitan a su alrededor —desde los partidos políticos, el Poder Legislativo, e incluso las trincheras relativamente ciudadanas— hasta ahora no ha podido dejar atrás ni los enconos que ya traían de tiempo atrás, ni las afrentas naturales que se generaron durante la campaña, e incluso ni los conflictos particulares que existen entre los integrantes de los gobiernos saliente y entrante.

Ante este escenario, cabe la pregunta: ¿Cómo hacer un gobierno equilibrado, que de verdad fomente y consiga la paz y el progreso que prometieron, cuando desde el mismo poder se abrieron todos los frentes de batalla posibles, cuando se ha mostrado más ineficiencia e irascibilidad que experiencia de gobierno, cuando su respaldo son una serie de aliados interesados y codiciosos, y cuando las fuerzas opositoras tienen muchas ganas de pelear, pero nada de nivel para aportar y debatir ante los temas públicos?

Este escenario, nada alentador, es el que hoy prevalece en la entidad. Y es que si la relación del gobierno con las fuerzas de oposición es tensa e improductiva, queda claro que sus propias alianzas internas le están provocando tantos o más problemas que los que ya de por sí tiene con sus adversarios. Veamos si no.

Al interior de cualquier gobierno, es natural que se formen ciertos grupos o facciones políticas para tratar de disputarse, conseguir o preservar los cotos de poder que comienza a delegar el gobernante en turno. A partir de esa lucha de grupos se van definiendo las atribuciones, los alcances en las decisiones, e incluso ciertos perfiles sucesorios. No hay gobierno en el que no se formen por lo menos dos o tres grupos —integrados por funcionarios, líderes partidistas, legisladores, etcétera— con esos objetivos.

¿Pero qué pasa en la administración actual? La “pluralidad” del gabinete lo está haciendo francamente ingobernable, porque no existen definiciones ni rumbos políticos claros. Por eso, lejos de conformarse facciones se están haciendo auténticas islas, que provocan que la administración pública persiga, por todos lados, objetivos distintos y muchas veces hasta contrarios.

Lo mismo pasa en el Poder Legislativo. Ahí, los aliados del Gobernador comienzan a demostrar, sin ningún pudor, su alto grado de interés y codicia, al seguir sosteniendo una alianza, pero siempre reclamando posiciones y prebendas que, al cumplirse, ni facilitan la tarea de gobierno ni encauzan las decisiones, sino que más bien lo siguen complicando más y generan más tensiones de las que ya existen.

¿Cómo hacer un gobierno eficiente en esas condiciones? Aun cuando la pluralidad no fuera signo de anarquía o desorden interno —como lo es—, asimismo todos han demostrado un alto grado de desconocimiento o inexperiencia en las tareas que les fueron encomendadas. El color partidista sería intrascendente si todos hubieran demostrado eficacia. Pero al anteponer el interés político al trabajo administrativo, y aún así hacer mal esto último, queda claro que el resultado es el caos interno que enfrenta hoy el gobierno del cambio.

 

OPOSICIÓN INVISIBLE

En una democracia, existe siempre el riesgo de que gobierno muy popular y ampliamente legitimado por el voto popular, pueda también convertirse en una administración ineficiente y desastrosa; sin embargo, aún con esto, puede llegar a ciertos resultados positivos si enfrente tiene a una serie de fuerzas de oposición que le exijan corregir rumbos, que planteen respuestas para los problemas públicos, y que apremien a enmendar los errores que se han cometido.

Esto puede ocurrir, sin embargo, en cualquier otra democracia que no sea la nuestra. Aquí, además de que hemos visto una oposición poco activa y carente de liderazgo, hemos también constatado que, al igual que el gobierno, continúan instalados en los enconos del pasado. Unos y otros pierden tiempo en discusiones estériles; y a partir de ellas pretenden construir falsas estaturas morales… para sólo continuar descalificándose.

Veamos si no. Hace unas semanas, el diputado federal priista Héctor Pablo Ramírez Leyva mandó a colocar en algunos anuncios espectaculares de la capital oaxaqueña la frase: “Gabino, ¿puedes o no puedes?” La respuesta oficial, inmediata, fue mandar a retirar las lonas con la leyenda, y reaccionar haciendo públicos presuntos actos de corrupción de funcionarios de la administración anterior.

Queda claro el error común: ¿Con qué calidad moral un diputado federal encara a un gobernante, sobre problemas que ellos tampoco pudieron resolver? Queda claro que hoy Oaxaca no es mejor que antes; pero tampoco está peor que en los tiempos del PRI. Y, sin embargo, la respuesta oficial fue igual de baja que el ataque: con sus decisiones, no hicieron más que abonar a una disputa que finalmente es intrascendente para la mayoría, y mucho más si la vemos a la luz de los problemas que enfrenta el Estado.

 

INDOLENCIA

¿Con esos revanchismos mal planteados, quieren promover, desde el oficialismo, la paz y el progreso prometidos? Y aún peor: ¿Esos priistas, que prefieren la trifulca al debate, son quienes pretenden regresar al poder? Y lo más importante: ¿Para qué quieren el poder? Si a Oaxaca todos la ven como una simple arena en la que pueden pelear eternamente, sin resolver nada, entonces de antemano podemos esperar que el interés público, el de a de veras, siga durmiendo el tormentoso e indigno sueño de los justos.

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