Transformación de partidos, la reforma inaplazable en Oaxaca

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Es inadmisible que en Oaxaca todos los actores públicos continúen engañándose, y tratando de engañarnos, con el juego de la democracia en el participan y se benefician, pero en el que no creen ni respetan. La otra reforma electoral, indispensable en la entidad, es la relativa a la transformación de las prácticas de los partidos. Mientras los hombres y mujeres que integran los institutos políticos mantengan sus prácticas actuales, podrán seguir reformando la ley ilimitadamente, y de todos modos la práctica política seguirá siendo igual de sospechosa y deslegitimada, como hasta ahora.

En efecto, hoy los partidos políticos no terminan aún de reponerse de la borrachera democrática que significó el inusitado triunfo de la coalición de partidos en 2010. A partir de entonces, todas las fuerzas que respaldaron al ahora Gobernador del Estado, tenían una representación casi testimonial en el Estado, que se vio magnificada por el tamaño del triunfo electoral de un solo hombre (Gabino Cué) que los arrastró hacia la posición que hoy tienen.

El principal argumento común de legitimación ante los electores, era que ellos representaban la erradicación de las prácticas clientelares y corruptas del PRI. Sólo los ingenuos les creyeron. Y por eso es indispensable esa reforma a los partidos que, de antemano sabemos, difícilmente ocurrirá mientras las fuerzas políticas estén determinadas por quienes actualmente las conforman.

¿Por qué sólo los ingenuos creyeron tal argumento? Porque todos aquellos que sí conocían el supuesto autoritarismo priista, sabían a la perfección que la contraparte de ese autoritarismo eran los partidos que hoy se dicen representantes del cambio. Ellos, durante décadas, mantuvieron una posición de minoría que siempre les fue conveniente, porque ese era el argumento que utilizaban para entablar negociaciones con el partido hegemónico, y obtener prebendas a cambio de silencio, o del apoyo disimulado a las decisiones priistas. Por eso, la oposición siempre fue retórica. Pero la connivencia fue tan real como los beneficios, personales y de grupo, que permanentemente obtuvieron de esa relación.

Por eso mismo, sabemos de antemano que aún con la alternancia de partidos en el poder, el estado de cosas a ras de suelo no cambiará. Y es que, lo acepten o no, todos los supuestos representantes del cambio en los partidos políticos, siguen siendo los mismos que en otros tiempos se dedicaron a medrar desde sus posiciones de oposición, que hicieron de sus partidos agencias de colocación para amigos e incondicionales, o se sirvieron e ellos como sendos patrimonios familiares.

Y es que si revisamos la actuación histórica de los grupos que determinan a los partidos que hoy son parte de la coalición legislativa, y de la misma oposición priista, fácilmente podemos darnos cuenta que todos representan esa misma estrechez de miras, y el sentido patrimonialista de ver el ejercicio del poder. Es casi invisible la diferencia entre priistas, panistas, perredistas y petistas. Todos, en general, han actuado en base a la práctica no de un régimen u otro, sino de una época que ya debe quedar atrás.

Si revisamos la actuación de las cúpulas priistas, podremos darnos cuenta que la hegemonía de los cuatro ex gobernadores ha podido más que las demandas de democratización y apertura de diversos sectores de militantes que quieren atención e inclusión. Si vemos al panismo, en lo que ha sido hasta hoy, podremos corroborar que se han dedicado a lucrar con su posición de “fuerza nacional”, aunque en Oaxaca tienen una representatividad por demás limitada.

Si vamos al PRD, incluso, veremos que éste se sigue determinando a través de clanes y tribus, y que en Oaxaca, como en los tiempos más arcaicos del sistema de partidos, el perredismo está dominado por un puñado de familias que determinan no sólo sus cargos de dirigencia partidista, sino que cada uno de ellos tiene su propia cuota en las cámaras legislativas (basta revisar los “merecimientos” familiares que convirtieron en diputados a los perredistas Juanita Cruz Cruz, Pavel López Gómez, Aleida Serrano Rosado, Tomás Basaldú, etcétera). Si vemos hoy la representación popular que tiene el PRD oaxaqueño, veremos que ello no corresponde a lo que la militancia real quiere y espera, sino a lo que dicen dos o tres clanes que tienen ahí incrustados a sus parientes más cercanos.

 

EL CAMBIO, URGENTE

Eso debe cambiar con urgencia. Debe también modificarse la forma tan burda en cómo se relacionan los representantes de cada partido con el poder y con la misma ciudadanía. Los partidos debieran encontrar en el corto plazo, soluciones distintas para volver a legitimarse ante la sociedad, y para generar escenarios en los que el resultado sea distinto de lo que es hoy. Cambian la ley electoral para que otros sean los comprometidos (y los perjudicados), pero ellos siguen beneficiándose de la inmovilidad que promueven para sus propios intereses.

Por eso hay que ver no con triunfalismo, sino con reservas, la reforma electoral recién aprobada. Los partidos promovieron cambios al Instituto Electoral, al régimen de usos y costumbres (o “sistemas normativos internos”, como pretenciosamente se denominan ahora) y a la forma y reglas de los procesos electorales, pero nada dicen de la forma en cómo ellos se presentan a la sociedad. Eso es, al final, lo único que deberían transformar, y con ello no habría necesidad de modificaciones legales, ni de negociaciones, ni de “sacrificios”. Sólo que eso es lo que nunca cambia.

Y es que si cambiara, para mejorar, la forma en cómo conducen su praxis política los partidos, entonces se acabarían de tajo las intromisiones en los sistemas normativos de las comunidades indígenas; también veríamos una disminución sustancial de las prácticas indebidas para comprar, coaccionar o inducir el voto. Incluso, si hubiera aunque sea mejoras parciales dentro de las fuerzas políticas, se reduciría la proclividad a quebrantar la ley que ellos mismos propusieron y legislaron.

 

REFORMAS INÚTILES

Al final queda una pregunta: ¿De qué sirven las “reformas de avanzada”, si los mismos que hicieron la propuesta serán quienes quebranten la ley? Mientras los partidos no se reformen a su interior, e insistan en seguir conservando la purulencia que hoy los inunda, todo seguirá siendo parte de este mismo juego demagógico en el que todo se modifica, para que nada cambie.

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