¿Ganará la política al Presupuesto Base Cero en estados como Oaxaca?

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Base Cero

+ Diputados federales: reto ya no es conseguir presupuesto, sino ejercerlo


Desde hace algunos años, se convirtió en lugar común de los diputados federales, afirmar que gracias a ellos el estado de Oaxaca conseguía mayores montos del presupuesto federal. Esto comenzó a ocurrir a finales de la década anterior, cuando con triunfalismo desbordante, los legisladores federales por nuestra entidad anunciaron que por fin Oaxaca tendría justicia presupuestal accediendo a mayores recursos. Así, la entidad tiene cuando menos ocho años con asignaciones multimillonarias de gasto federal. El problema es que eso no necesariamente se ha traducido en un ejercicio correcto del gasto público. Y todo entra en una perspectiva distinta de cara a la discusión del Presupuesto de Egresos del año siguiente, bajo la lógica “base cero”.

En efecto, en 2010 quienes entonces eran diputados federales por Oaxaca anunciaron con soberbia que por primera vez en la historia, nuestra entidad tendría un presupuesto asignado por la federación, superior al que recibe el estado de Puebla, y casi similar al que recibe Chiapas. Esto, decían, permitiría un desarrollo acelerado para nuestra entidad, y le permitiría a su población salir de la pobreza al contar con mayores obras de infraestructura, y con beneficios económicos relacionados con la política social financiada por el estado, y por los programas federales que “aterrizarían” en Oaxaca.

Eso fue, sin embargo, una fantasía. Pues en los hechos, el discurso triunfalista sobre los “presupuestos históricos para Oaxaca” fue directamente proporcional a la larga historia de subejercicios que se ha venido escribiendo también en los últimos años. Pues resultó que cada logro venía acompañado de diversos tipos de trastabilleos en la intención de acceder a ellos por parte de las autoridades estatales y municipales, pero también en el incremento —a veces para hacer casi imposible el acceso a los recursos— de los requisitos establecidos en las reglas de operación de los programas y fondos federales.

Por esa razón, esto se convirtió en una especie de círculo vicioso, en el que la federación ofrecía cantidades millonarias de recursos, pero que no en todos los casos podían ejercerse. Y un problema clave en este asunto, ha radicado siempre en el hecho de que las entidades federativas tienen problemas recurrentes para contar con proyectos que justifiquen las inversiones que la federación puede hacer a través de esos fondos.

En este escenario, resulta que hoy no sólo Oaxaca se enfrenta a un problema grave por esa situación que genéricamente se conoce como “subejercicio”, sino que dicha situación alcanza a otros estados que padecen del mismo problema. En este sentido, una nota de Animal Político (http://bit.ly/1NMqAHN) daba cuenta de esta dramática situación, al señalar que los recursos asignados en 2015 para apoyar proyectos de desarrollo en el sureste del país simplemente no se han utilizado. Son 500 millones de pesos del Fondo Sur-Sureste que no han llegado a las entidades federativas cuando sólo faltan cuatro meses para que termine el año.

Según la nota informativa, en el Presupuesto de Egresos de la Federación desde 2014 se creó el FonSur para apoyar el desarrollo de nueve entidades: Campeche, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Tabasco, Veracruz y Yucatán. El objetivo de éste es que esas nueve entidades tengan recursos extras para proyectos de infraestructura y equipamiento que permitan el desarrollo de sus entidades o para que elaboren estudios sobre cómo impulsar el crecimiento.

Sin embargo, afirmaba que al 31 de agosto pasado no se había ejercido ni un solo peso de los 500 millones de pesos aprobados en el Presupuesto de Egresos de la Federación para programas de desarrollo en alguno de esos estados, según los datos de Hacienda. Según la mecánica de acceso a dicho fondo, los estados tenían que solicitar los recursos antes del primer semestre del año en curso para poder recibirlos. Estaban, además, obligados a presentar proyectos enfocados en aumentar la capacidad productiva de la entidad. Pero hasta ahora, no hay ningún proyecto registrado.

EL PRESUPUESTO BASE CERO

En teoría, el Presupuesto Base Cero implicaba un reto para el gobierno federal por la complejidad de proyectar un presupuesto no inercial, y más bien determinado por las prioridades y compromisos del gobierno federal. Este tipo de presupuesto, se supone que también representa un reto y una oportunidad para las entidades federativas —aunque en los hechos esto será más un problema que una ventaja— porque a través de él podrían acceder a recursos federales frescos a través de la competencia por proyectos y no por la inercia con la que se proyectaron los presupuestos anteriores, con la cual únicamente se proyectaban incrementos o disminuciones a los fondos, pero no con un sentido cualitativo.

Y en relación a esto, el FonSur que en 2015 no ha sido ejercido por ninguno de los estados que habrían podido acceder a él, ya es un problema bastante ilustrativo de lo devastador que podría ser el Presupuesto Base Cero para las entidades federativas que no son eficientes en la gestión de sus recursos ante las arcas federales. Pues resulta que en la Propuesta de Presupuesto para 2016 que envío el Ejecutivo a la Cámara de Diputados, ya no se contemplan recursos para el Fondo Sur-Sureste, y las nueve entidades federativas que tenían derecho de recibir algún monto para su desarrollo.

Así, si los diputados aprueban en los próximos meses la iniciativa de Presupuesto en los términos que dictó el Ejecutivo, el Fondo destinado a la aumentar la productividad de la zona sur del país sólo habrá tenido vigencia durante dos años, pues se creó en el Presupuesto de Egresos de la Federación de 2014. Y su desaparición habría sido determinada no porque se haya solventado la necesidad de su existencia, sino porque los estados que tenían derecho a participar de dicho presupuesto no tuvieron la capacidad de presentar proyectos viables para poder acceder a dichos recursos.

INERCIA NOCIVA PARA OAXACA

Si eso se vuelve —valga la expresión— una inercia, entonces habría una clara proclividad a que los estados comiencen a perder fondos no porque no sean necesarios, sino porque son incapaces de ejercerlos en tiempo y forma. Ese sí sería un verdadero drama, aunque en realidad más posible de lo que nos imaginamos.

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