+ Las bravuconadas caricaturizan con el pasmo ante la crisis
Jaime Rodríguez Calderón, gobernador sin partido de Nuevo León, se exhibió de cuerpo entero ante la primera crisis de su gobierno, generada las primeras horas del jueves por el sangriento motín en el penal de Topo Chico. Ese hecho, que requería acciones concretas e inmediatas primero para recuperar el control del centro penitenciario, y después para evitar que el silencio desatara la crisis, tuvo como respuesta oficial todo lo contrario: por omisión, el gobierno permitió que ocurrieran 49 homicidios; y luego dejó un larguísimo vacío que provocó especulaciones, desesperación y una sensación de que todas las expectativas que Rodríguez generó como candidato, no eran sino una máscara tras la que se escondía un gobernante bravucón, pero inoperante y aterrado.
En efecto, entre las últimas horas del miércoles y las primeras del jueves, en el penal de Topo Chico, en Monterrey, ocurrió una riña entre integrantes de dos bandas rivales. En la trifulca, que oficialmente duró dos horas, tuvo un resultado de 49 personas fallecidas. A pesar de que el gobierno de Nuevo León aseguró que la situación había quedado controlada desde las primeras horas de la madrugada, todavía a la hora del desayuno del jueves no existía información oficial.
Pasadas las nueve de la mañana, Rodríguez salió a ofrecer una conferencia de prensa en la que cometió todos los errores posibles con tal de salir del paso: utilizó el gastado argumento de que esto era producto de la herencia de corrupción del gobierno anterior; luego ofreció cifras que él defendió como oficiales aunque pocas horas después resultaron erróneas; impidió que los medios de comunicación —que reflejaban la tensa situación, y la incertidumbre que prevalecía ante la masacre— hicieran preguntas; e incluso quiso reñir con algunos representantes de los medios de comunicación que, sin respetar la indicación de no hacer preguntas, trataron de cuestionarle por la inexactitud de las cifras ofrecidas o por la escasez de información que su gobierno podía ofrecerle a la ciudadanía nueve horas después de —según— haber sido controlado el motín.
A lo largo de todo el jueves, y hasta las primeras horas del viernes, la crisis del gobierno de Jaime Rodríguez Calderón no era sólo de información, sino estructural: cuando al Gobernador se le terminaron las excusas para tratar de justificar la ineficiencia de su gobierno responsabilizando a la administración anterior, salió a flote el hecho de que sus funcionarios no habían sido capaces ni siquiera de ofrecer cifras exactas sobre los muertos y lesionados por la riña en el penal, tampoco tenían un diagnóstico preciso de las razones que habían generado la violencia, y mucho menos estaban en posibilidad de dar una explicación convincente sobre las medidas que estaban tomando para afrontar la situación.
Por eso, cuando habían transcurrido casi 24 horas desde el inicio del motín pudieron establecer que los muertos eran 49 y no 52; por esas mismas horas dijeron que tenían identificados a alrededor de 20 de los fallecidos; y todavía dos días después no tenían claro quiénes eran todos los involucrados en este motín, ni hasta dónde exactamente había escalado la violencia.
Al final fueron los testimonios los que revelaron que la masacre había sido cometida de una forma particularmente violenta (rostros desfigurados a golpes, extremidades multifracturadas para evitar que las víctimas escaparan, etcétera) y que en Topo Chico había un problema de ingobernabilidad interna ampliamente conocido, que sin embargo nunca fue registrado ni atendido por las autoridades estatales, que por esa omisión ya no pueden responsabilizar a la administración anterior del gobernador Rodrigo Medina.
CRISIS INSTITUCIONAL
Jaime Rodríguez Calderón, el Bronco, generó una enorme expectativa como candidato. Su intención era romper con el discurso establecido de los partidos políticos, y sus candidatos. El signo distintivo era justamente su desapego a las formas tradicionales de la política y su mensaje distinto al que planteaban los candidatos “tradicionales”. Incluso, más allá de su persona, él representaba el fin de aquella inercia en la que sólo los partidos políticos gozaban del monopolio del acceso al poder público. ¿Cuál era el riesgo? Que no había ninguna certeza de que el candidato “broncudo” independiente pudiera ser un gobernante eficaz.
Pues resulta que en México también tenemos una larga historia de desencuentros entre quienes son muy bravucones y rupturistas en el discurso, pero en lo sustantivo no generan ninguna certidumbre de que tienen capacidad de llegar a ser gobernantes eficaces. Sobre Rodríguez Calderón pesaban muchas dudas de que más allá de su figura como candidato, verdaderamente pudiera cumplir todas las expectativas de campaña que estaba generando. Al final, tal parece que el choque con la realidad está siendo apenas proporcional a lo alto que voló en su calidad de candidato, ofreciéndole a la ciudadanía no lo que podía cumplir, sino lo que ésta quería escuchar.
Es por eso que todos sus intentos de culpar al gobierno de Rodrigo Medina por la crisis de Topo Chico fueron fallidos. Medina pudo haber dejado mucha corrupción; pero una vez asumiendo el cargo, era su responsabilidad atender lo que estaba fallando y cerciorarse de que la situación no empeorara.
No lo hizo porque en realidad al asumir el cargo no tuvo la capacidad para registrar todos los problemas que enfrentaba la administración, y por eso esta fue una crisis más bien alimentada por su ingenuidad, por su indolencia personal y la de sus funcionarios, y por su falta de claridad para saber cómo reaccionar ante una crisis al menos para evitar profundizarla con sus acciones, como finalmente ocurrió.
En el fondo esta es muestra de que así como el sistema de partidos necesita acelerar su proceso de transformación para responder a las necesidades de la ciudadanía, también las candidaturas independientes necesitan ser más reflexivas, menos populistas y, como una cuestión de responsabilidad personal y colectiva, deben estar menos sujetas a la bravuconería, al populismo y la ineptitud de personajes como Jaime Rodríguez Calderón.
LOS “BRONCOS”
La sola realidad exhibe a quienes desde la frivolidad pura pretenden engañar en el mundo de la política. ¿A quién le convendría hoy tomar la casaca de Fox, luego del trago amargo que fue el guanajuatense para el país? Algo muy similar terminará pasando con los “broncos” dentro de muy poco tiempo.