La memoria de Juárez paga las inconformidades sociales

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+ Hemos desvalorizado la grandeza y el legado de Juárez


En la historia y la memoria nacional, el personaje más grande que existe es el licenciado Benito Juárez García. Aunque son grandes próceres, ni el cura don Miguel Hidalgo y Costilla, ni José María Morelos y Pavón, ni algún otro personaje de la historia mexicana, tiene o tendrá nunca la estatura moral y política de Juárez. El problema es que tal parece que en la actualidad hemos desvalorizado el legado político juarista, y por eso en Oaxaca —y en el país— pasamos esta fecha casi inadvertidamente y, de hecho, la hemos convertido en un espacio de protestas y no de conmemoración al mexicano más trascendente no sólo para nosotros, sino para el derecho y la comunidad internacional.

En efecto, el 21 de marzo es día feriado en México y no porque sea con motivo del inicio de la primavera. Cada día como hoy se conmemora el natalicio del licenciado Benito Juárez García, el indígena oaxaqueño que en tiempos de un clasismo y racismo galopante, se abrió paso entre todas las mujeres y hombres de poder en nuestro país, para establecer las directrices no sólo de lo que debía ser un Estado soberano, sino de la independencia continental frente a las potencias europeas.

En ese sentido, vale la pena salir del lugar común de la historia del niño indígena que huyó de Guelatao cuando se quedó dormido y perdió a sus ovejas, para entender en un sentido más amplio la grandeza de Juárez. La primera, fue la de haber logrado culminar estudios universitarios en tiempos en que éstos estaban reservados únicamente para la comunidad eclesiástica y para las clases sociales acomodadas.

En el México donde nació Juárez prácticamente toda la población era analfabeta, y quienes hablaban una lengua indígena estaban doblemente aislados. Primero por no saber español y después por no saber leer y escribir. Si remontar esas situaciones hizo a Juárez un personaje distinguido de las demás personas en Oaxaca, sus capacidades intelectuales y políticas fueron determinantes para defender las ideas republicanas —muy recientes en aquellos años— y sentar las bases del Estado contemporáneo que todavía hoy funciona en México bajo sus lineamientos.

Juárez era, en ese sentido, un liberal equilibrado aunque su verdadero rasgo distintivo estaba en su capacidad de entender qué necesitaba el país y el constitucionalismo, por encima de sus prejuicios personales o de sus posturas como político. Él entendió que la Iglesia debía estar separada del Estado, y por eso impulsó las llamadas “leyes de reforma” que le arrebataron a la iglesia las potestades relacionadas con la vida civil de las personas, y la limitaron en su capacidad de intervenir en los asuntos políticos del país.

Había para entonces muchos que pensaban que esas decisiones eran necesarias; pero no había tantos dispuestos, como él, a aplicar esos principios para poder iniciar un verdadero proceso de liberalización del Estado de las exigencias y dogmas políticos implantados por la Iglesia para mantener el control de los asuntos públicos. Juárez fue quien tomó esa pauta, que hasta la actualidad sigue rigiendo la actuación de las personas que detentan el poder político en México, y que no deja de ser punto de referencia para la sana distancia que deben tener el poder político y el poder religioso de nuestro país.

SEGUNDA INDEPENDENCIA

No es raro que muchos estadounidenses piensen que la independencia de México se conmemora el 5 de mayo de cada año. En muchas ciudades de aquel país, realizan fiestas, celebraciones y conmemoraciones en las que genuinamente sostienen que ese día fue determinante para la independencia de nuestro país. Aunque erran en la fecha y el momento político, en el fondo no están tan equivocados. ¿Por qué?

Porque si bien nosotros en México ubicamos al 5 de mayo como el día de la batalla de Puebla, en realidad lo que muchas veces no vemos en toda su magnitud es que esa fue una victoria icónica sobre el invasor francés, que a México venía de paso en su intento por lograr la conquista del territorio estadounidense.

Por eso, aunque esa no fue ni la primera ni la única batalla entre México y Francia, y aunque de hecho se cuentan más derrotas del ejército mexicano a manos de los franceses, que los triunfos nacionales sobre los europeos, el 5 de mayo es una especie de declaración de principios sobre la independencia no de México, sino de América, frente a las potencias europeas que entonces eran las más dominantes bélicamente hablando.

Pues resulta que Francia no únicamente aprovechó la debilidad institucional de México para tratar de establecer un imperio dependiente de ellos, sino que además buscaba la forma de aprovechar la guerra de secesión que estaba ocurriendo en los Estados Unidos en aquellos mismos años, para invadirlos e iniciar una segunda época de expansionismo europeo sobre las nuevas naciones en el nuevo mundo.

En ese sentido, Juárez fue el icono del fin de esos ánimos expansionistas, al resistir el largo asedio de los franceses que respaldaban el imperio de Maximiliano de Habsburgo; al llevar a cuestas el gobierno republicano en un éxodo de varios años, en el que la única finalidad era que no perdiera vigencia el constitucionalismo y la existencia del Estado mexicano como ente soberano; y finalmente, al ser quien de manera formal derrotó al imperio de Maximiliano, y expulsó definitivamente, y para siempre, los ánimos expansionistas de las potencias europeas en nuestro continente.

Por eso Juárez fue nombrado Benemérito de las Américas. Porque a él se le reconoce la estatura del hombre de Estado que era necesario en aquellos tiempos, y la capacidad de lograr la superposición del Estado, por encima de los intereses de distintos tipos que lo amenazaban. Después del intento de Francia por invadir México, y la resistencia de Juárez hasta lograr su expulsión, para luego restaurar el gobierno republicano en nuestro país, no volvió a haber otro intento expansionista de Europa sobre América. Por eso el reconocimiento a Juárez y por eso la necesidad de valorar siempre su legado político y su existencia como el más universal de los mexicanos.

RUDEZA

Ya en la actualidad no hay forma de pensar en una conmemoración solemne para Juárez. El acto cívico en Guelatao se convirtió en una afrenta anual entre el gobierno y los grupos disidentes. ¿Es necesaria tanta rudeza en el marco de la conmemoración del natalicio de ese gigante oaxaqueño?

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