UABJO: la ‘familia real’ dice unificar sembrando aún más enconos

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+ Lucha entre facciones, convertida en una feroz guerra por la división


Resulta una paradoja que dos de los tres grupos que hoy se encuentran confrontados al interior de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, en el conflicto que hace eco en la Facultad de Derecho, quieran una solución pacífica de mediano plazo, y que sólo sea uno el que siga apostando a la división y al encono. A estas alturas ya no son ni la Rectoría ni la disidencia los que alimentan la crisis, sino únicamente la llamada “familia real” que se resiste a perder su último coto de poder. La clave, para ellos, es la división. Sólo que muy probablemente en este caso no lo lograrán.

En efecto, ayer un grupo de catedráticos y alumnos realizaron una deslucida marcha del Monumento a don Benito Juárez, en la carretera internacional 190, hacia Ciudad Administrativa. El motivo de la manifestación era exigirle a las autoridades el desalojo de la disidencia de la Facultad de Derecho, que mantiene en su poder el Edificio Central Universitario desde el mes de noviembre del año pasado, y justificaban la manifestación en supuestas violaciones al derecho a la educación de los universitarios, a las irregularidades que se han generado desde que ocurrió la elección en cuanto a los trámites administrativos de alumnos y profesores y, en general, diversas razones que resultarían muy poco asequibles frente a la dimensión del problema de fondo de esa Facultad, y de la Universidad en general.

¿Quién alentó esta manifestación? Queda claro que no lo hizo la Rectoría de la Universidad, pues ésta ha sido la primera interesada en no ahondar más la división que ya existe al interior de la Facultad. De hecho, en los últimos meses, el rector Eduardo Bautista Martínez se ha pronunciado por establecer mecanismos provisionales que permitan la convivencia de los dos grupos al interior de la Facultad de Derecho, sin que la división se profundice al grado de la división en dos facultades distintas.

En esa misma lógica, es claro que tampoco lo hizo el grupo que encabeza el ex candidato a director Miguel Ángel Ramírez, ya que independientemente de la forma en la que lo lograron, ellos son quienes se han mantenido al interior del Edificio Central Universitario, y lo han hecho con una plantilla de alumnos y profesores que ha ido creciendo, a partir de la voluntad de no alimentar la división y simplemente acudir a dar o recibir clase como lo haría cualquier universitario. Ese grupo se ha manifestado de manera regular, pero hasta el momento no ha protagonizado ningún hecho que sugiriera que ellos pretenden poner en riesgo su permanencia, o que intentan presionar de más a la Rectoría para que les cumpla la exigencia de reconocer una nueva Facultad de Derecho.

¿Por qué esto último no ha ocurrido? Porque a unos y a otros les queda claro que la exigencia de fondo, y lo que en el corto o mediano plazo deben lograr, es la salida de Miguel Ángel Vásquez de la Dirección de la Facultad, porque éste —y el grupo que aún lo apuntala— es quien representa el verdadero factor de división al interior de la Facultad, el cual ha sido exactamente el mismo que ha llevado a la división a otras escuelas y facultades, cuando los intereses del grupo no concuerdan con la verdadera voluntad universitaria reflejada en la existencia de diversos actores y grupos que pretenden acceder a espacios de dirección o de relevancia política.

ALIENTO A LA DIVISIÓN

Evidentemente, el grupo que impulsó la deslucida manifestación de ayer es el del ex rector Abraham Martínez Alavés, cabeza de la llamada ‘familia real’, quien con maniobras de ese tipo pretende alimentar el encono que verdaderamente atice la división de las facultades. ¿Qué busca?

Básicamente, busca dividir las facultades —incluso a costa del reconocimiento de una nueva escuela de derecho con sede en el Edificio Central— porque eso significaría la consolidación y permanencia de su actual director en la Facultad ubicada en Ciudad Universitaria; y, en su lógica, también le permitiría la preservación de la clientela que, según él, mayoritariamente sigue inscrita y tomando clases en esa Facultad, y es partidaria de su causa política.

En realidad, esa es una maniobra ya conocida de Abraham Martínez para no perder el control de los espacios a partir de la generación de climas enrarecidos en las escuelas universitarias. Algo similar ocurrió cuando dividió, por ejemplo, las escuelas de Enfermería y de Ciencias, para tratar de arrinconar a sus disidentes a partir del poder que entonces ejercía por medio de su hijo, el ahora también ex rector Eduardo Martínez Helmes. En uno y otro caso, fue él mismo quien sugirió y alentó la división de las escuelas, llegando incluso al extremo de construir un muro que hoy divide en partes más o menos similares el edificio de la Escuela de Ciencias, también en Ciudad Universitaria.

Sin embargo, en el caso de la Facultad de Derecho, la ‘familia real’ parece no tener los insumos suficientes para consumar la división de las facultades, a partir de algunos factores que no son desconocidos para nadie: el propio rector Bautista Martínez ha impulsado el proceso de normalización administrativa de trámites e inscripciones para todos los alumnos; y los universitarios que continúan apoyando el movimiento que tiene su sede en el Edificio Central Universitario, han ido asumiendo que esa es una vía posible para mantenerse en la búsqueda de su objetivo de fondo, que radica mucho más en la salida de Miguel Ángel Vásquez como prerrequisito para la normalización de la vida universitaria, que en el hecho mismo de fundar una nueva Facultad.

En todo eso, hoy queda claro que la ‘familia real’ no tiene la fuerza suficiente para hacer más de lo que está haciendo ahora mismo. Ya no tiene el sustento que necesita para poder dar el manotazo final que terminara con el conflicto; carece también del respaldo de los grupos más identificados con la academia y las labores verdaderamente universitarias; le está pesando como grillete la estela de corrupción dejada por el ex rector Eduardo Martínez Helmes —y sus socios que hoy son bien conocidos por sus despachos de manejo de outsourcing, tales como uno de apellidos Pérez Aquino—; ya no puede ocultar ni justificar el hecho de que hoy sus únicas alianzas son con grupos porriles; y, por si fuera poco, hoy la ‘familia real’ está también dividida porque Eduardo Martínez ha sido fustigado públicamente por el propio Abraham, que lo tacha de traidor al no ceñirse incondicionalmente a sus mandatos.

¿Qué ocurre en realidad? Que vemos el periodo final de un grupo que aún patalea para mantenerse en pie. Abraham Martínez pretende mantener sus reales en la Facultad de Derecho al costo que sea; sigue sin considerar que le está haciendo un daño muy profundo a la Universidad, que no aguantará mucho tiempo más antes de estallar por el fomento al encono y la inestabilidad que generan rounds de sombra como el de ayer. ¿De verdad le apuesta a que haya más violencia? ¿Heridos? ¿Muertos? ¿Una universidad hecha trizas? De hecho, ya lo está. Pero ni así Abraham Martínez está conforme.

GOBERNABILIDAD, ¿PENDIENTE?

La urgencia de los problemas de gobernabilidad en la entidad, no deben aplastar las medidas de solución de fondo. Ante el crecimiento exponencial de los conflictos, ¿ya se preguntaron en el gobierno estatal si esa es la Secretaría General de Gobierno que Oaxaca necesita? No se trata de quién es, o debe ser, el Titular, sino del modelo de Secretaría que tenga capacidad de enfrentar y resolver los problemas de la entidad, que hoy en la entidad no existe. Ese tendría que ser el tema de fondo. ¿Lo consideran?

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