+ Alianzas: que no predominen las mezquindades
No es raro que las administraciones que inician con fuertes expectativas, pasado un tiempo sufran baches de intenso desencanto. La experiencia no sólo mexicana, sino internacional de los procesos de alternancia política, y de arribo al poder de gobernantes con fuertes dosis de popularidad, enseñan que éstos o demuestran un alto grado de eficacia, o son castigados fuertemente por el electorado que los empoderó. Esto debe tenerlo bien presente el gobierno de Gabino Cué Monteagudo. Pues eso será lo que, en buena medida, determine su futuro político, así como la relación que pueda emprender con los gobiernos más fuertes de los partidos que contribuyeron a llevarlo al poder.
Como bien debe recordarse, el primer gobernador electo que, días después de los comicios, se reunió con el presidente Felipe Calderón Hinojosa fue, precisamente, el de Oaxaca, Gabino Cué Monteagudo. En aquellos momentos, ambos mandatarios aseguraron iniciar una relación de respeto y colaboración, que luego continuó con las reuniones subsecuentes que comenzaron a ocurrir entre el equipo de transición del próximo gobierno oaxaqueño con Secretarios de Estado y delegaciones federales para tratar de puntualizar temas en específico que son del interés y parte de la agenda de la administración entrante.
Esto, en un primer momento, dio la idea de que el gobierno de Cué Monteagudo tendría importante cercanía con la administración federal del presidente Calderón. No obstante, ayer el Mandatario Electo firmó un amplio acuerdo de colaboración con el gobierno perredista del Distrito Federal, que encabeza Marcelo Ebrard Casaubón.
En dicho convenio, ambos gobernantes “decidieron estrechar lazos de colaboración para compartir programas exitosos además de mecanismos de evaluación en temas como la salud, educación, seguridad pública, administración de justicia, protección social, vivienda, medio ambiente, transporte, protección civil, finanzas, economía y turismo.” Es decir, que pareciera que buena parte de la agenda de asistencia social, desarrollo económico y administrativo de la capital del país, podría ser traslada a nuestra entidad a través del gobierno de Cué.
Esto bien puede llevarnos a una idea inicial: que el gobierno electo está estrechando lazos con gobiernos que son adversarios en común, y próximos rivales en el proceso electoral que se avecina, y que por esa razón el próximo gobierno de Oaxaca se estaría metiendo en un brete del cual podría no salir bien librado. En esa lógica, podría suponerse que las mezquindades de unos y otros, por motivos electorales, podrían ocasionar ciertas obstrucciones o boicots, que impactaran negativamente en programas favorables a nuestro estado.
¿Podría ocurrir algo así? Seguramente, si el ánimo electoral continúa igual de crispado que como hasta ahora, podría decirse que sí. Que ante un posible enfrentamiento electoral entre el candidato del presidente Felipe Calderón, con un potencial Marcelo Ebrard investido de la postulación presidencial por el PRD, un gobierno aliado de ambos, como el de Oaxaca, podría quedar muy mal parado. El punto clave hoy, para todos, es que para poder dar viabilidad a cualquiera de esas candidaturas, primero deben demostrar que Oaxaca —su mejor hechura, o su engendro, según sea el caso— tiene un gobierno verdaderamente de transición, eficaz y viable.
ATAJAR EL DESENCANTO
Parece hasta extraño tanto colaboracionismo de dos gobiernos adversarios, con un tercero como el de Oaxaca. La misma prensa de la capital del país, ha sido insistente con el gobernador electo Cué, respecto a quién será su candidato presidencial en 2012. Éste, por su parte, ha manifestado que apoyará la candidatura que considere más viable, sin negar que tiene cercanía con el ex abanderado presidencial, Andrés Manuel López Obrador. ¿Por qué ante esas insistencias, ni el gobierno del presidente Calderón, ni el de Marcelo Ebrard “respingan”?
La respuesta se encuentra en la necesidad ineludible que tienen tanto el Partido Acción Nacional, como el de la Revolución Democrática, por demostrar que cualquiera de ellos sí puede gobernar no mejor que el otro entre sí, sino que uno u otro puede hacer mejor gobierno que el Revolucionario Institucional. En esa lógica, es que uno y otro gobierno parecen estar haciendo a un lado sus mezquindades características, para dedicarse a apuntalar a un gobierno que será base y modelo primero de la lucha electoral en el Estado de México el próximo año, y potencialmente de un candidato en común en 2012.
Parece claro, en ese sentido, que ambos partidos y gobiernos, tienen la obligación de no darle pautas al desencanto que, en términos sencillos, es lo que habrá de derrotarlos juntos en los próximos comicios, para darle más triunfos al priismo. Si este gobierno icónico de coalición fracasa, o da más tumbos que resultados concretos, entonces no sólo se esperarán derrotas en nuestra entidad, sino también demostraciones implacables de que sus más “profundos” sentimientos democráticos son una farsa.
En esa lógica, si el gobierno de Oaxaca que encabezará Gabino Cué se dedicará a “oaxaqueñizar” ciertas políticas públicas que se aplican en otras entidades de la República, es necesario que lo haga con toda la eficacia y pulcritud que las necesidades democráticas y de legitimación de su gobierno ameritan. Es deseable, por Oaxaca, que tenga la claridad para copiar lo útil y no los fracasos de las administraciones que habrá de tomar como modelo. En ello estará determinado el éxito de su primer tramo de gobierno, y es lo que en un momento dado le permitiría convalidar su administración a través de un triunfo en los comicios intermedios.
DELIMITAR EXPECTATIVAS
Si hace una administración inteligente, Cué deberá asumir la necesidad de acotar y delimitar las expectativas que él mismo, y sus colaboradores, están generando del próximo gobierno. Es imposible vivir de esperanzas, como querer hacerlo de fantasías irrealizables. En ese sentido, es ilógico, y peligroso, suponer que a partir del 1 de diciembre todos los problemas de Oaxaca serán resueltos, como también lo es el suponer que de todos modos el cambio sólo fue de facciones, pero que continuarán presentes los excesos en la administración pública, que tanto han molestado en los últimos años.
+ Alianzas: que no predominen las mezquindades
No es raro que las administraciones que inician con fuertes expectativas, pasado un tiempo sufran baches de intenso desencanto. La experiencia no sólo mexicana, sino internacional de los procesos de alternancia política, y de arribo al poder de gobernantes con fuertes dosis de popularidad, enseñan que éstos o demuestran un alto grado de eficacia, o son castigados fuertemente por el electorado que los empoderó. Esto debe tenerlo bien presente el gobierno de Gabino Cué Monteagudo. Pues eso será lo que, en buena medida, determine su futuro político, así como la relación que pueda emprender con los gobiernos más fuertes de los partidos que contribuyeron a llevarlo al poder.
Como bien debe recordarse, el primer gobernador electo que, días después de los comicios, se reunió con el presidente Felipe Calderón Hinojosa fue, precisamente, el de Oaxaca, Gabino Cué Monteagudo. En aquellos momentos, ambos mandatarios aseguraron iniciar una relación de respeto y colaboración, que luego continuó con las reuniones subsecuentes que comenzaron a ocurrir entre el equipo de transición del próximo gobierno oaxaqueño con Secretarios de Estado y delegaciones federales para tratar de puntualizar temas en específico que son del interés y parte de la agenda de la administración entrante.
Esto, en un primer momento, dio la idea de que el gobierno de Cué Monteagudo tendría importante cercanía con la administración federal del presidente Calderón. No obstante, ayer el Mandatario Electo firmó un amplio acuerdo de colaboración con el gobierno perredista del Distrito Federal, que encabeza Marcelo Ebrard Casaubón.
En dicho convenio, ambos gobernantes “decidieron estrechar lazos de colaboración para compartir programas exitosos además de mecanismos de evaluación en temas como la salud, educación, seguridad pública, administración de justicia, protección social, vivienda, medio ambiente, transporte, protección civil, finanzas, economía y turismo.” Es decir, que pareciera que buena parte de la agenda de asistencia social, desarrollo económico y administrativo de la capital del país, podría ser traslada a nuestra entidad a través del gobierno de Cué.
Esto bien puede llevarnos a una idea inicial: que el gobierno electo está estrechando lazos con gobiernos que son adversarios en común, y próximos rivales en el proceso electoral que se avecina, y que por esa razón el próximo gobierno de Oaxaca se estaría metiendo en un brete del cual podría no salir bien librado. En esa lógica, podría suponerse que las mezquindades de unos y otros, por motivos electorales, podrían ocasionar ciertas obstrucciones o boicots, que impactaran negativamente en programas favorables a nuestro estado.
¿Podría ocurrir algo así? Seguramente, si el ánimo electoral continúa igual de crispado que como hasta ahora, podría decirse que sí. Que ante un posible enfrentamiento electoral entre el candidato del presidente Felipe Calderón, con un potencial Marcelo Ebrard investido de la postulación presidencial por el PRD, un gobierno aliado de ambos, como el de Oaxaca, podría quedar muy mal parado. El punto clave hoy, para todos, es que para poder dar viabilidad a cualquiera de esas candidaturas, primero deben demostrar que Oaxaca —su mejor hechura, o su engendro, según sea el caso— tiene un gobierno verdaderamente de transición, eficaz y viable.
ATAJAR EL DESENCANTO
Parece hasta extraño tanto colaboracionismo de dos gobiernos adversarios, con un tercero como el de Oaxaca. La misma prensa de la capital del país, ha sido insistente con el gobernador electo Cué, respecto a quién será su candidato presidencial en 2012. Éste, por su parte, ha manifestado que apoyará la candidatura que considere más viable, sin negar que tiene cercanía con el ex abanderado presidencial, Andrés Manuel López Obrador. ¿Por qué ante esas insistencias, ni el gobierno del presidente Calderón, ni el de Marcelo Ebrard “respingan”?
La respuesta se encuentra en la necesidad ineludible que tienen tanto el Partido Acción Nacional, como el de la Revolución Democrática, por demostrar que cualquiera de ellos sí puede gobernar no mejor que el otro entre sí, sino que uno u otro puede hacer mejor gobierno que el Revolucionario Institucional. En esa lógica, es que uno y otro gobierno parecen estar haciendo a un lado sus mezquindades características, para dedicarse a apuntalar a un gobierno que será base y modelo primero de la lucha electoral en el Estado de México el próximo año, y potencialmente de un candidato en común en 2012.
Parece claro, en ese sentido, que ambos partidos y gobiernos, tienen la obligación de no darle pautas al desencanto que, en términos sencillos, es lo que habrá de derrotarlos juntos en los próximos comicios, para darle más triunfos al priismo. Si este gobierno icónico de coalición fracasa, o da más tumbos que resultados concretos, entonces no sólo se esperarán derrotas en nuestra entidad, sino también demostraciones implacables de que sus más “profundos” sentimientos democráticos son una farsa.
En esa lógica, si el gobierno de Oaxaca que encabezará Gabino Cué se dedicará a “oaxaqueñizar” ciertas políticas públicas que se aplican en otras entidades de la República, es necesario que lo haga con toda la eficacia y pulcritud que las necesidades democráticas y de legitimación de su gobierno ameritan. Es deseable, por Oaxaca, que tenga la claridad para copiar lo útil y no los fracasos de las administraciones que habrá de tomar como modelo. En ello estará determinado el éxito de su primer tramo de gobierno, y es lo que en un momento dado le permitiría convalidar su administración a través de un triunfo en los comicios intermedios.
DELIMITAR EXPECTATIVAS
Si hace una administración inteligente, Cué deberá asumir la necesidad de acotar y delimitar las expectativas que él mismo, y sus colaboradores, están generando del próximo gobierno. Es imposible vivir de esperanzas, como querer hacerlo de fantasías irrealizables. En ese sentido, es ilógico, y peligroso, suponer que a partir del 1 de diciembre todos los problemas de Oaxaca serán resueltos, como también lo es el suponer que de todos modos el cambio sólo fue de facciones, pero que continuarán presentes los excesos en la administración pública, que tanto han molestado en los últimos años.