Educación en Oaxaca: barril sin fondo, a la vista

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+ Sección 22: las cosas siempre pueden estar peor

 

Qué revelador, pero a la vez qué predecible ha sido el hecho de que dos gobiernos distintos, de ascendencias políticas y partidistas, y prácticas tan distintas, sean presa de las mismas respuestas por parte de la Sección 22 del SNTE: hace seis años, el entonces gobierno del entrante gobernador Ulises Ruiz Ortiz entregó —literalmente— todo a los maestros oaxaqueños y a cambio recibió traiciones y portazos; y hoy, cuando pareciera que todas las condiciones son distintas, ocurre exactamente lo mismo. ¿Qué hacer frente a ese ciclo inicuo de la lucha magisterial?

Queda claro, en un primer momento, que la persistencia magisterial se ha debido tanto a la imposibilidad de los gobiernos en turno por verdaderamente incidir tanto en su organización como en sus decisiones, como en el hecho de que siempre las soluciones que se han propuesto al sindicato magisterial, han sido discordantes de sus objetivos de lucha. Así, ¿cómo dar cauce a un conflicto, cuando ninguno de los remedios posibles está medianamente al alcance de quienes gobiernan; y cuando siempre se ofrecen soluciones dilatorias a problemas —y a una organización— que busca la consolidación de su permanencia, y no la solución de sus demandas?

No obstante, para comprender a cabalidad este asunto, es necesario regresar el tiempo en la memoria, y ubicarnos en la negociación anual sostenida entre el gobierno estatal y la Sección 22 del SNTE en el año 2005. Es necesario comenzar estableciendo ciertas cuestiones como contexto: en aquel tiempo, el magisterio negociaba con un gobierno altamente cuestionado, y con una enorme carencia de legitimación. Sin embargo, a pesar de todo eso, en aquellos momentos aún no eran enemigos jurados el gobierno de Ulises Ruiz y la Sección 22 del SNTE.

Tomando en cuenta lo anterior, ahora sí recordemos qué ocurrió en la negociación gobierno-magisterio en 2005. Para ahorrar espacio, cifras y declaraciones, bien podemos decir que ocurrió exactamente lo mismo que hoy, seis años después: el gobierno de Ulises Ruiz, en su primera negociación anual, entregó literalmente todo a la Sección 22.

En aquellos momentos, aquel gobierno que estaba urgido de ganar legitimidad frente a la sociedad, no tuvo reparo alguno en satisfacer todas y cada una de las demandas de los profesores; dispuso de grandes cantidades de dinero para cubrir todas las exigencias. E incluso, ante la neutralización de toda posibilidad de conflicto y de belicosidad por parte de la 22, en aquel año el paro de labores duró menos de cinco días.

El problema, sin embargo, no fue entonces. Más bien —e independientemente de los factores extraordinarios que un año después, en 2006, llevaron a la Sección 22 a prácticamente declarar la guerra al gobierno estatal—, buena parte del conflicto magisterial de hace cinco años surgió justamente porque el gobierno estatal ya no fue capaz, en su segunda negociación anual con la Sección 22, de disponer de la misma cantidad de dinero para satisfacer sus demandas económicas que, como era natural, eran superiores que las del año previo.

En ese sentido, la 22 tiene como uno de sus postulados principales, el de no aceptar, nunca, bajo ninguna circunstancia, menos de lo que ha recibido en negociaciones previas. Y por eso, como en 2006 el gobierno estatal no pudo ofrecer tanto como en 2005, la dirigencia magisterial decidió no ceder en sus demandas.

Así, la imposibilidad de ofrecer más de unos, alimentó la intransigencia de los otros. Y todo eso se combinó, para explotar, cuando el Gobierno del Estado decidió, el 14 de junio de 2006, ir con las fuerzas policiacas a tratar de desalojar a los profesores que mantenían su plantón en el primer cuadro de la capital oaxaqueña.

 

¿LA HISTORIA SE REPITE?

Todo eso da pautas precisas para decir que aún cuando las cosas ya son graves hoy en día por la relación de intransigencia que fomenta la 22 con el gobierno estatal y con la sociedad oaxaqueña, con ellos siempre todo puede estar peor.

Hasta ahora, nadie se ha atrevido a hacer la sumatoria de cuántos recursos económicos se le han entregado a los profesores del “magisterio democrático” a partir del conflicto magisterial y hasta el presente año. Empero, independientemente de si es mucho o poco dinero, queda claro que de todos modos nada ha sido suficiente para acabar con el ciclo anual de paro de labores y daños a terceros por parte de la Sección 22.

Frente a todo esto, habría que preguntarse si el gobierno de Gabino Cué Monteagudo está verdaderamente preparado para enfrentar ese problema. Queda claro que en el presente año, fueron los saldos que aún quedan del “bono democrático” del Gobernador del Estado, los que atenuaron una mayor inconformidad social por las acciones del magisterio.

No obstante, también queda claro que independientemente de los bonos democráticos, de los gobiernos, y de cualquier forma de manifestación de rechazo ciudadano, de todos modos hoy para el magisterio el punto de partida está en el estallamiento del plantón, en la exigencia voraz de recursos y prebendas a cambio de la paz, y en no dar “ni un paso atrás” en cuanto a los montos económicos y políticos que negocia cada año.

Por eso, independientemente de que el problema ya es grave, hoy es lo de menos pensar en el presente. Con toda seguridad se puede prever que el futuro será aún más complicado en la relación gobierno-Sección 22; que unos y otros seguirán interactuando para únicamente solucionar las demandas momentáneas, y las ocurrencias y voracidad del magisterio, pero no para reencauzar de fondo el problema educativo.

Hasta hoy, el Gobierno del Estado no ha hallado forma alguna de permear en las estructuras del magisterio, para poder incidir de forma más efectiva. Y así, acorazados y radicales, los maestros continuarán una ruta que ya no es por forma alguna de democracia, sino por un asalto abierto a la sociedad y al gobierno.

 

BUENAS INTENCIONES

Si el Gobierno del Estado tiene de verdad ganas de hacer efectivo el Acuerdo de Unidad para la Educación de los Oaxaqueños, e independientemente de la titánica operación política que habría de realizar para lograr que la 22 lo firme y lo cumpla, debiera también reconocer que el plan educativo alterno del que tanto habla el magisterio oaxaqueño, no es más que un conjunto de ideas difusas, que no tienen articulación ni fines. Si quieren hacer algo, háganlo bien. Porque además de todo, urge.

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