Adrián Ortiz Romero Cuevas
Como Senadora de la República, Susana Harp fue promotora de la Ley Federal de Protección del Patrimonio Cultural de los Pueblos y Comunidades Indígenas y Afromexicanas. Esa sería una buena noticia, de no ser porque ella fue aliada de quienes, desde el Consejo Regulador del Mezcal, intentaron despojar a los pueblos indígenas de Oaxaca, y del país, de la posibilidad de seguir llamando mezcal… a su mezcal.
En efecto, se dice que la señalada ley de protección cultural de los pueblos indígenas, tiene como objetivo el reconocimiento y protección al derecho colectivo de propiedad del que son titulares los pueblos indígenas sobre su patrimonio cultural, conocimientos y expresiones culturales tradicionales.
Con esa ley, en términos generales, se pretende que los pueblos originarios no sean despojados de sus textiles, gastronomía, telares, bordados y demás. Pero, ¿esa misma preocupación tuvo la senadora Harp en el caso del mezcal? La verdad es que no.
Entre 2020 y 2021 Susana Harp apadrinó el intento de perpetuación de Hipócrates Nolasco Cancino al frente del Consejo Regulador del Mezcal. Es cierto, que Nolasco hizo crecer la industria, pero a costa del crecimiento de prácticas indebidas en la producción masiva de mezcal; del llamado “huachicoleo” del producto; y del despojo de la propiedad originaria de los pueblos indígenas oaxaqueños respecto a su bebida.
Además, fue acusado de promover indiscriminadamente los trámites de ampliación de la Denominación de Origen Mezcal. La que ya de por sí es más grande del mundo, obviamente en detrimento del producto. Incluso, ellos pretendieron endurecer los requerimientos para que un destilado de agave pudiera llevar el nombre de mezcal, para que sólo los grandes productores pudieran cumplir con la norma, y los pequeños productores (los indígenas de Oaxaca y del país), no pudieran conseguirlo.
¿La razón? Los lazos familiares: Susana Harp es pareja de un hermano de Jaime Muñoz, dueños de la Destilería Los Danzantes. Muñoz fue el eterno tesorero durante las tres gestiones consecutivas de Hipócrates Nolasco al frente del Consejo Regulador del Mezcal. Intereses, complicidades y secretos, evidentemente, había muchos entre ellos. La mayoría, en contra de los pueblos indígenas oaxaqueños y del país, productores originarios de mezcal. Y apenas en 2021, la senadora Harp respaldó públicamente el intento de Nolasco de perpetuarse al frente del CRM, a través de terceros afines a su grupo.
En aquel momento, Susana Harp ya era Senadora de la República y por ende debió estar enterada que, además, Hipócrates Nolasco y su cuñado Jaime Muñoz, entre otros, pretendieron excluir a los verdaderos magueyeros y mezcaleros —en su gran mayoría provenientes de pueblos indígenas— de la Asamblea General de Socios del CRM. Los pretendieron suplantar por la figura —a todas luces ilegal— de “delegados”, los cuales no fueron electos por nadie en ninguna asamblea. Esos delegados pretendían representar a miles de verdaderos productores de Oaxaca y del país.
Nolasco y Muñoz defendieron su intento hasta que fueron finalmente atajados, primero por una nutrida asamblea de socios, y luego por el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien intervino personalmente para que se respetara la voluntad de los verdaderos mezcaleros, que estaban hartos de las tropelías y los intentos de despojo que reiteradamente cometió en su contra el grupo que pretendió eternizarse en el Consejo Regulador, y que finalmente se fue en medio de señalamientos e irregularidades, y sin entregar cuentas de los recursos captados por la certificación del producto durante más de 10 años.
Con esos antecedentes, ¿cómo puede ahora Susana Harp presentarse como promotora de la protección del patrimonio cultural de los pueblos indígenas mexicanos, si con el mezcal, que es uno de los productos más apreciados de ese patrimonio colectivo, del que no deberían ser privadas las comunidades originarias, ella fue voluntaria o involuntariamente, cómplice de ese intento abierto y público de despojo?
El problema aquí, y como siempre, es de intereses y de incongruencias. Y aún así —escondiendo la basura bajo el tapete, de su desafortunada participación en la política y los intereses del mezcal—, con la bandera de la promoción y la protección del patrimonio cultural de los pueblos indígenas, basó sus poco claras aspiraciones políticas de ser candidata a Gobernadora de Oaxaca.
Sobre eso, la senadora Harp le debe una explicación a los pueblos originarios oaxaqueños, más allá de sus líos y desencuentros con el grupo contrario al interior de Morena, con quien se disputa la candidatura a la gubernatura, en una clara medición de fuerzas basada en intereses políticos, pero no en una preocupación genuina por la preservación de la riqueza cultural de los pueblos indígenas.
EPITAFIO
Aunque sigan instalados en la soberbia, la dirigencia y cúpula de Morena en Oaxaca deben reconocer que la elección extraordinaria en Santa Cruz Xoxocotlán, el pasado domingo, les deja varias lecciones: deben dejar de privilegiar los cacicazgos, el nepotismo y la torpe visión de que pueden mantener las castas nobiliarias que engendraron y heredaron de grupos como el PRD o la COCEI. Con todo y el poder de su marca partidista, la gente los rechazó. Así que en un acto de honestidad deberían bajar de su ladrillo y reconocer el mensaje que les mandó el pueblo bueno a través de las urnas.
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