+ Su mala imagen, lleva a que todos tropiecen con él
Uno de los villanos favoritos de los tiempos actuales en México, se llama Ulises Ruiz. Él, que fue Gobernador de Oaxaca hasta el mes de diciembre pasado, es el prototipo del ejemplo a no seguir en la política mexicana. Su rentabilidad negativa, sin embargo, hoy hace que todos recurran a él para posicionarse política o electoralmente… pero que también todos, al valerse de su imagen, corran el peligro de tropezar fácilmente con sus propias palabras. Veamos si no.
Para propios y extraños en la política mexicana, el ex gobernador Ruiz es un ejemplo de lo que no se debe hacer. Su figura es ubicada como la de un representante tardío de la época jurásica del priismo, como un cacique, como un autoritario, como un represor, como un corrupto, como un abusivo, y como un saqueador de las arcas públicas, entre muchos otros calificativos.
En ciertos momentos, y por distintas circunstancias, representantes de todos los partidos, y de prácticamente todos los rincones del país, se han referido a él como un paradigma de lo que se debe desterrar de la política y del gobierno en México. Sólo que, hasta ahora, ese personaje goza de cabal libertad, y amplia capacidad de acción política para seguir presente en Oaxaca y en el país. ¿Por qué esa disparidad?
Todo esto habría que corroborarlo a la luz no sólo de lo que se dice de él, sino también de lo que se ha probado en su contra. Porque queda claro que mientras en el primero de los ámbitos, todo aquel que desee, o a quien le convenga acusarlo por algo, tendrá amplio margen de acción para conseguirlo eficazmente (es decir, utiliza la lógica de que siempre se creerá que el ex gobernador Ruiz es todo aquello negativo que se pueda decir de él, y más), todos tropiezan en el segundo de los casos. Es decir, todos se topan con el hecho de que el ex Mandatario oaxaqueño sigue libre, que sigue haciendo política, y que irremediablemente (y quizá gracias a su mala fama) seguirá contando con un espacio en esta pintoresca política mexicana.
El ejemplo relativo al manejo del gasto público durante su gestión, es el mejor ejemplo de ello. Reiteradamente, la administración del gobernador Gabino Cué se ha referido al hecho de que se han descubierto multimillonarios desfalcos de cuando menos una treintena de sus funcionarios; a otro lo tienen en prisión por presuntamente traficar 9 mil concesiones; y aseguran que a varios más los busca la Policía Internacional por haberse fugado del país antes de responder por los quebrantos presupuestales en los que se les involucra.
Algo similar ocurre con la élite del gobierno federal que ahora pretende ir a la campaña presidencial a través del ex secretario de Hacienda, Ernesto Cordero Arroyo. Éste, sin ningún rubor, ha dicho reiteradamente que Acción Nacional no permitirá el regreso al poder presidencial de personajes indeseables de la política mexicana, entre los que menciona al ex gobernador Ruiz.
En ese sentido, queda claro que el ex gobernador Ruiz y el ex secretario Cordero pueden no sólo no ser enemigos, sino que incluso pueden tener una relación personal relativamente cordial, e incluso en el pasado pudieron haber tenido también ciertos arreglos en el ámbito de lo político para dar viabilidad a algunos proyectos en los que tenían intereses comunes.
No obstante, hoy Cordero recurre a él para descalificarlo públicamente, y ubicarlo entre lo peor y más retardatario del priismo, porque la figura del ex Gobernador de Oaxaca es una especie de “camino fácil” para lograr credibilidad entre los electores… pero no porque en realidad esté seguro de todas sus palabras.
TROPIEZOS EN OAXACA
En el Gobierno del Estado debían comenzar a ser más cuidadosos en cuanto al lenguaje que ocupan para posicionarse frente a la ciudadanía oaxaqueña —que está integrada por potenciales electores. Por ejemplo, debían revisar con una visión más honesta y escrupulosa (así fuere en privado y en secreto, si es que llegara a hacerse) la posibilidad de que tendrán de corroborar que, en efecto, los 32 funcionarios de la administración anterior a los que señalaron como saqueadores “confabulados” de las arcas estatales, fueron responsables de haberse robado los más de tres mil millones de pesos que se acusa.
Del mismo modo, con esa misma visión debía revisarse si, en efecto, Gonzalo Ruiz Cerón podrá ser llevado hasta el punto de una sentencia condenatoria (y lograr una sentencia de muchos años de prisión), por los delitos que se le achacan. Aunque auténticamente le echaron encima varios camiones de tierra con todos los procesos que le iniciaron, lo cierto es que en el gobierno estatal nadie tiene certeza de que todas las acusaciones judiciales enderezadas en su contra, puedan tener el sustento suficiente como para soportar un fallo condenatorio, y luego para pasar por las instancias jurisdiccionales revisoras.
Incluso, el Gobierno de Oaxaca debía ver con mayor detenimiento la posibilidad de revisar, de verdad, los crímenes cometidos durante la revuelta magisterial y popular ocurrida en 2006. Sería fantástico, a todas luces, que eso ocurriera. De hecho, es lo que tendría necesariamente que pasar en una sociedad democrática, en la que de verdad impera el Estado de Derecho.
Sin embargo, el Gobierno del Estado debe reconocer con honestidad si su instancia de procuración de justicia tiene la capacidad para iniciar tal empresa. Esto se desprende sólo de ver que el gobierno estatal tiene una Procuraduría agobiada por los problemas urgentes, y rebasada por la desatención a los asuntos importantes. En esas condiciones, ¿de verdad podrán hacer una revisión de los hechos del pasado, que pueda llegar a las conclusiones que la ciudadanía espera?
EFECTO BÚMERANG
Ese es el riesgo de recurrir a un personaje como el ex gobernador Ruiz: su aversión es tanta, que la expectativa rebasará lo que jurídicamente se puede probar de él. Por eso mismo, su imagen provoca siempre un efecto boomerang para quien recurre a él como instrumento de legitimación, o de descalificación de sus adversarios. Y él, de hecho, será siempre mucho más de lo que se pueda decir en su contra, y por eso mismo ni falta le hace que alguien lo defienda (y, de hecho, ni sus mismos ex colaboradores se atreven a hacerlo). Sólo que quienes pretenden tomarlo como blanco fácil, según queda claro, tienen amplias posibilidades de terminar con los ojos morados. Eso ocurrirá si sus recurrentes, finalmente no pueden probar todo lo que dicen de él.