Adrián Ortiz Romero Cuevas
La alianza de partidos que impulsa a Xóchitl Gálvez como candidata presidencial, es contra natura y parece que nadie está dispuesto a cambiar ese destino de contradicciones y, eventualmente, de fracaso. En una lógica normal, el o la candidata presidencial de un partido, o de una alianza de partidos, tendría que ser la gran articuladora de los acuerdos políticos y, además, su garantía. Pero en la alianza PAN-PRI-PRD, es claro que mientras la virtual abanderada presidencial camina sola, los dirigentes de los partidos están haciendo un verdadero festín a cambio de convertir a su candidata simplemente en una carnada frente a los electores.
En efecto, a propósito de la revelación de los acuerdos entre el dirigente nacional del PAN Marko Cortés y el gobernador de Coahuila Manolo Jiménez —en el que, a cambio de impulsarlo como candidato, los partidos PAN y PRI acordaron todo tipo de designaciones y postulaciones a candidaturas, desde legisladores locales, secretarías en el gabinete, instituto de transparencia, notarías, un magistrado, incluyendo también alcaldías garantizadas para el PAN o, en su caso, regidurías y direcciones del ayuntamiento, lo cual es a todas luces ilegal por innumerables razones—, Gálvez reconoció en una entrevista radiofónica que si bien ella está en contacto con los dirigentes nacionales de las tres fuerzas políticas que conforman la alianza “Va por México”, ella no participa de los acuerdos y los consensos al interior de los partidos para la designación de dirigentes, candidaturas y posiciones en las listas plurinominales.
Ello revela las fallas estructurales de la alianza electoral que pretende ganarle a Morena en los comicios de junio próximo. Pues mientras la inminente candidata presidencial está haciendo labores proselitistas prácticamente sola y aislada de los procesos políticos al interior de los partidos, los dirigentes de las fuerzas aliadas están haciendo una comilona alrededor de sus verdaderos afectos e intereses, revelando casi por completo que el resultado de la campaña presidencial es lo que menos les preocupa, siempre que les reporte un rédito directo en todos los demás cargos que estarán en juego en la jornada electoral del 2 de junio próximo.
Y es que, en la misma jornada electoral, se elegirán conjuntamente con la Presidencia de la República, la totalidad de las dos cámaras legislativas federales —500 diputaciones federales y 128 senadurías— además de la renovación en nueve gubernaturas, la jefatura de gobierno de la Ciudad de México; 31 congresos locales, mil 580 ayuntamientos, 16 alcaldías y 24 Juntas municipales. De ese tamaño es el reparto que están haciendo las dirigencias nacionales de los partidos, completamente al margen de la candidata presidencial.
¿Qué revela todo esto? Que las dirigencias nacionales tanto del PRI, PAN como del PRD están completamente interesadas en todo lo que puedan obtener de la campaña presidencial, pero al margen de la candidata.
Es muy claro que ahí es donde está su interés, y por eso están utilizando a sus respectivas dirigencias estatales en las 32 entidades federativas como auténticas delegaciones para negociar y obtener lo más posible. Como no hay consensos ni concordancias entre la candidata presidencial y los partidos, éstos están convertidos en bucaneros que buscan su mayor beneficio, aunque éste no tenga coincidencia con los intereses o las garantías de la abanderada presidencial.
El problema es que Xóchitl Gálvez se quedó sin margen para pactos y alianzas. Carece, además, de incentivos que la hagan atractiva para los grupos de poder. ¿A quién le interesa que ella gane si no tiene posibilidad de acuerdo con gobernadores, con líderes políticos y con factores de poder? Si llegara a vencer en los comicios —lo cual no se ve muy probable—, sería rehén de los dirigentes de los tres partidos que la impulsan, pues los representantes legislativos estatales y federales serían afines a los intereses partidistas, y no a la eventual presidenta. Xóchitl no conoce a los que serán candidatos en todos los cargos que estarán en juego, y ellos no necesariamente tendrán por qué responderle a ella, aunque ella sea un artífice accidental de sus propios triunfos.
Lamentablemente, Xóchitl Gálvez está jugando el papel de carnada. Es la que atraerá principalmente a los electores —los orgánicos, los inconformes con Morena, y los volátiles— pero los dirigentes partidistas, y los líderes de las facciones serán quienes se lleven los réditos independientemente del destino de su abanderada presidencial. De hecho, parece que ella es lo que menos les interesa…
EL CASO OAXACA
El PRI oaxaqueño reveló ya sus intenciones. Registró como aspirantes al Senado a una serie de personajes encabezados por la ahora ex dirigente estatal María del Carmen Ricárdez Vela, y Orlando Acevedo, uno de los operadores políticos —todos impresentables, desde la cabeza— del excandidato a Gobernador Alejandro Avilés. También se dio a conocer la lista de quienes integrarán las candidaturas a diputaciones federales. La integración de una y los otros, revela lo más rapaz de la política partidista sectaria que pretende utilizar a todos los que pueda a favor de los intereses de una sola facción.
¿De qué hablamos? De que Ricárdez Vela y Acevedo representan —no encabezan— a dos grupos. A saber: el grupo de José Murat; y los intereses de Alejandro Avilés. Es improbable que ganen la elección por mayoría, y aún por la primera minoría. Sin embargo, más allá de eso ellos representan a quienes son los dos grupos dominantes de la cúpula tricolor, aunque no necesariamente representen al priismo oaxaqueño.
Lo que resulta aún más revelador es a quiénes postularán como candidatos a diputados federales. En la lista dada a conocer recientemente, se revelan puros personajes de la segunda o tercera línea priista. Es cierto que pueden ser militantes de cepa y de convicción —como pudieran ser los casos de los distritos de Tlaxiaco, Ixtepec o Tuxtepec, entre otros—, pero que jamás habían sido tomados en cuenta para candidaturas hasta ahora que, sorpresivamente, parece que ninguno de los egregios integrantes de las cúpulas priistas tuvo los arrojos para ser candidato en medio de la tormenta.
¿Dónde quedaron todos los integrantes de los citados grupos de poder? ¿Dónde están los sempiternos aspirantes por esos distritos, que se sentían casi con el derecho de sangre a ser siempre los abanderados por sus respectivos distritos? No están ahí Eviel Pérez, o Heliodoro Díaz Escárraga y demás —muratistas y de las otras facciones priistas—, para encabezar trabajos políticos sin derroteros claros.
La fórmula de bucaneros es mandar a personajes que tienen militancia, convicciones y orgullo por ser candidatos, pero que difícilmente podrán ganar —por las condiciones electorales, y porque carecerán de grandes recursos económicos para competir—. Los dirigentes e integrantes de esas cúpulas terminarán sirviéndose de esos personajes, y de sus dividendos, para sumar porcentajes para las listas plurinominales, que seguramente sí estarán integradas por quienes no quisieron ser candidatos por mayoría relativa.
Al final, todo se revela como un verdadero intento de asalto, a lo que debería ser una gran alianza para derrotar a quienes, desde Morena, están haciendo todo para eternizarse en el poder.
EPITAFIO
Demasiados aspirantes a la Senaduría por el PRI. Extrañó que no se registrara la secretaria general del Comité Directivo Estatal Lizbeth Concha Ojeda. Sus destinos, según parece, están alineados a los repartos locales. Ojalá que no termine siendo una más de las engañadas por quienes han demostrado recurrentemente no tener palabra de honor en su partido.
@ortizromeroc
@columnaalmargen