+ Bien por las autoridades que lograron liberar el zócalo de ambulantes
Sólo en este mundo de locos podemos ver como algo cotidiano, que los partidos se enfrentan en los procesos electorales, pero sin cuestionarse en lo medular. En Oaxaca resulta que hay campañas electorales, en las que según se plantean propuestas y se critican las acciones de los adversarios. Pero todos los señalamientos, todas las propuestas, e incluso, todos los ataques, son superficiales. No hay intención de los partidos —y así queda demostrado— por verdaderamente constatar que tienen más convicción y lealtad con los ciudadanos, que con sus intereses.
En efecto, estamos a escasas tres semanas de que concluya el periodo de campañas, y en escenarios como el oaxaqueño el ayuno de ideas sigue siendo el común denominador. No hay, hasta ahora, posibilidad de hacer un recuento de propuestas y esquemas de trabajo de los posibles legisladores de la LXIII Legislatura federal, simplemente porque éstos no han hecho planteamientos serios, ni siquiera en los asuntos básicos. Mucho menos han entrado, todos o a nivel individual, a tratar de encarar a sus adversarios por los yerros cometidos. La agenda de temas comunes a la que los partidos le rehúyen, es amplia. Vale la pena revisar algunos de sus tópicos.
Primero, habría que revisar por qué los candidatos se rehúsan a hablar de propuestas o agendas legislativas. La respuesta es simple: todos están atenidos a la postura cómoda de atenerse a lo que sus partidos digan, ya estando en funciones. Así funciona la política mexicana: los candidatos hacen campaña únicamente prometiendo a la ciudadanía cuestiones de gestión, y dádivas, a cambio del voto, pero nunca entrando al fondo de los temas por los que se supone que van a trabajar como representantes populares.
Nadie habla de propuestas porque nadie las conoce. Y al final son los partidos quienes, en el pragmatismo y la coyuntura del acuerdo político construyen los temas que van a ser sometidos a la consideración del Poder Legislativo, y todos los representantes populares se ciñen a ellos. Por eso —aunque ello es una aberración democrática— para los diputados no es necesario ni práctico hacer una agenda legislativa propia, cuando son las cúpulas de los partidos quienes deciden los temas a abordar, y el sentido de su votación, con lo que la voluntad y el compromiso que se supone que tiene cada legislador con sus representados, son relevados por los acuerdos de sus fracciones parlamentarias.
Si eso es grave, todo lo que sigue es peor. ¿Por qué hoy que están en campaña, los partidos no señalan los asuntos verdaderamente relevantes de los demás partidos y cúpulas políticas? El tema de la corrupción en Oaxaca ejemplifica a la perfección esta cuestión a la que los partidos se resisten a abordar. Pues resulta que hace apenas cuatro años, cuando gobernaba el partido que hoy es oposición, y quienes hoy gobiernan se encontraban en las trincheras opositoras, los señalamientos eran los mismos pero en sentido contrario. Han pasado cuatro años y resulta que, para sorpresa del público elector, todo sigue igual y lo único que ha cambiado es la trinchera de quien roba, y de quien con su silencio justifica. Veamos si no.
Cuando el gobierno estatal se encontraba en manos del Partido Revolucionario Institucional, las fuerzas políticas que entonces se encontraban en la oposición se desgañitaban señalando los presuntos actos de corrupción, y exigiendo castigo. Nunca hicieron nada sustantivo para perseguir a esos delincuentes del servicio público y corsarios de los recursos de la ciudadanía. Sólo hablaban y hablaban, y cuando era el momento de la verdad, callaban.
Hoy toda la situación sigue siendo la misma, pero sólo las posiciones de acusadores y acusados se intercambiaron. Hoy que son otras las fuerzas que gobiernan y el PRI es oposición, hay un tenue señalamiento, pero no hay ninguna acción sustantiva para perseguir la corrupción. Ésta sigue ocurriendo en todos los frentes acostumbrados. Pero, igual que en el pasado, las posiciones de los partidos apenas si alcanzan el extremo de lo políticamente correcto, pero sin hacer nada sustantivo para verdaderamente castigar a los corruptos. Así, pues, al posarse frente a la ciudadanía, los partidos parecen más cómplices que adversarios políticos en una contienda en la que —se supone— el bien a preservar es justamente el interés público.
CAMPAÑAS DESABRIDAS
Por todo eso, no hay posibilidad de que las campañas proselitistas suban de nivel. No hay la menor intención de que las fuerzas políticas y los candidatos cambien su idea de posar para parecer que se enfrentan, y confiarle todo el trabajo a las cúpulas, y sus posibilidades de triunfo a sus estructuras electorales. Todo sigue una misma lógica porque finalmente lo que están buscando es mantener el estado de cosas en las que todos ganan parcialmente algo sin poner en riesgo la estabilidad de la que todos se benefician.
El problema es que todo eso las revela ante al ciudadanía como coautores de la desgracia que vivimos como estado, y como país. Pareciera que al ciudadano común no le alcanza el entendimiento para comprender por qué si todos hablan de bienestar, de esperanza, de un nuevo rumbo y de frases y lugares comunes como ese, todo es crisis, desesperanza e incapacidad para salir adelante. Pareciera, pues, como si los partidos insistieran en hacernos creer que vivimos en una realidad distinta a la que podemos palpar, para que accediéramos a meternos en esa dinámica del autoengaño de la que nadie —más que ellos— obtiene un beneficio.
En el fondo, lo que están haciendo es abonar a la brecha que existe entre partidos y candidatos, y la ciudadanía. Cada vez es menos posible comunicarse y entenderse, y aún así en los partidos no hay preocupación por lo que puedan recibir de la ciudadanía que vota. No se dan cuenta que en estas condiciones el voto duro de ninguno será suficiente para ganar, y que el resto que cualquiera de ellos necesita para completar su margen de votación, está siendo repelido. No reparan en que hoy no basta con comprar votos: también hay que conquistarlos. Pero a ese trabajo, simplemente no quieren entrarle. Pronto verán las consecuencias.
EL ZÓCALO
Bien por las autoridades municipales y estatales que lograron liberar al Centro Histórico del ambulantaje. Ojalá no permitan que la protesta social vuelva a encubrir al ambulantaje, para instalar un muladar como el que estuvo casi un año en el corazón de Oaxaca.