Regular pre-precampañas demuestra pequeñez de los candidatos

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+ Aspirantes no demuestran su capacidad de respeto y autocontrol


 

Aunque la autoridad electoral se lamente porque la ley no alcanza a regular lo que ahora se conoce como “pre-precampañas”, debiera ser un imperativo de los propios aspirantes a cargos de elección popular saber comportarse. El problema es que, libremente, casi todos los que aspiran a algún tipo de cargo público en la entidad han utilizado este tiempo como una especie de “zona libre”, al margen de lo que estipulan las normas, para hacer todo tipo de proselitismo en aras del proceso electoral que se avecina. Aunque ésta parece una conducta natural en nuestro sistema político, en realidad lo que demuestra es la pequeñez de los aspirantes a cargos públicos y el comportamiento irresponsable propio de un menor de edad.

En efecto, en las últimas semanas el IEEPCO ha tratado de regular las desbocadas campañas anticipadas que están realizando diversos aspirantes a cargos públicos. Ha intentado hacerlo con poco éxito, primero por la compleja situación que prevalece en cuanto a las normas electorales. Como no hay una regulación específica —luego de que el pasado 5 de octubre una decisión de la Corte dejara a Oaxaca sin marco jurídico-electoral gracias a las pifias de la LXII Legislatura— entonces la autoridad electoral no ha parado de trastabillar en la justificación y fundamentación de las resoluciones con las que intenta poner orden entre partidos y candidatos en la entidad.

El resultado evidente, es que el IEEPCO ha fallado estruendosamente en esa misión. Intentó, por ejemplo, meter en cintura la propaganda electoral que, hasta ahora, el aspirante a la candidatura a Gobernador por el PRD, José Antonio Estefan Garfias, ha disfrazado de portadas de revistas y de entrevistas de color; pero a pesar de las regulaciones y las sanciones que le impuso, no ha habido poder humano que logre retirar de las calles la propaganda de él y otros candidatos.

En esto la falla es doble debido a que toda sanción tiene por objeto aplicar un correctivo para quien viola una disposición, pero también tiene como propósito que los demás —que posiblemente estén incurriendo en una conducta u omisión similar— vean el escarmiento aplicado, y se abstengan de continuar haciéndolo. Nada de eso ha ocurrido, porque en todas las fuerzas políticas, sus candidatos, dirigentes y “cuadros” no han tenido el menor empacho en continuar con sus actividades de “pre-precampaña” sabiendo que, legalmente, la autoridad está impedida para sancionar diversas conductas, y evidentemente aprovechando también los huecos legales para hacer libremente todo tipo de proselitismo electoral.

Es por ello que, de distintas formas, los aspirantes a algún cargo público disfrazan también actos proselitistas aún ostentando cargos en la administración pública, o se inventan fundaciones o asociaciones civiles con evidentes fines electorales —y que además no aclaran el origen de los recursos que utilizan para sus actividades—, o simplemente realizan actos proselitistas en los que gastan en movilización, en comida, en dádivas y en organización, sin que todo eso se encuentre sujeto a ningún tipo de regulación o posibilidad de que la autoridad electoral revise lo ejercido.

Es evidente que, frente a eso, la salida fácil pudiera consistir en exigir que se estableciera algún tipo de legislación al respecto. No obstante, en el fondo más bien parece que lo que es necesario —y que no se ve por ningún lado— es la capacidad de auto regulación de los propios partidos y candidatos, para abstenerse de hacer no sólo lo que la ley les prohíbe, sino también para no incurrir en conductas que demuestren su profunda voluntad por romper el orden o la equidad que se supone que debe regir en este tipo de procesos democráticos.

NO HAY AUTOCONTROL

La explicación de por qué hay “pre-precampañas” es simple: como en cada reforma electoral la ley ha venido acotando los márgenes de tiempo y recursos económicos que se utilizaban en los tiempos de campaña, hoy los partidos y sus aspirantes siguen tratando de retrasar los tiempos con tal de tener espacios “libres” para hacer un proselitismo sin estar bajo el escrutinio de la autoridad electoral.

De hecho, si recordamos hasta hace relativamente pocos años la llamada “precampaña” no estaba regulada, y ese era el periodo que tenían los aspirantes a cargos públicos para hacer proselitismo desenfrenado, pues la ley no preveía ese periodo y por ello era tomado como un espacio franco para “posicionarse” electoralmente hablando y llegar a los tiempos formales de campaña ya avanzados en el trabajo político, y con buenos resultados en las encuestas de opinión ciudadana.

Una vez que fueron reguladas las precampañas comenzaron a buscar nuevas alternativas. El resultado de eso es la ahora llamada “pre-precampaña” que no fue sino el retraso de los tiempos para hacer las mismas actividades que antes hacían en la precampaña. En el fondo, todo esto revela algo que todos aceptan pero nadie se niega a ver en su magnitud: que por privilegiar la lucha por el poder nadie reconoce que quebranta no sólo las normas sino cualquier sentido mínimo de equidad y formalidad, en una contienda que debía tener como base el respeto a las normas.

Al incurrir en esas prácticas los partidos y sus candidatos hacen lo necesario para ganar espacio y posiciones frente a los electores, pero lo hacen a costa de presentarse ante la ciudadanía como los primeros promotores del quebranto a las normas.

En eso han incurrido casi todos los aspirantes a cargos públicos, a través de todo tipo de argucias que buscan esquivar las normas para hacer proselitismo en tiempos en los que se supone que no debía realizarse. Parece que en el fondo a nadie le preocupa que esas actitudes los ubiquen como personas incapaces de regirse a sí mismas según lo que dictan las normas, y también como oportunistas que están dispuestos a todo con tal de sacar un provecho por demás efímero.

MODERACIÓN

En esta contienda, llama la atención que el único que ha mantenido una actitud de moderación y apego a lo que debería ser el tiempo de “pre-precampaña” es Alfonso Gómez Sandoval Hernández. Éste, a diferencia de prácticamente todos, ha hecho proselitismo al margen de frivolidades y espejismos. Ello debiera ser más común en una sociedad que exige congruencia, pero que a su vez menosprecia a quien se sale de la práctica proselitista común (e indebida) de casi todos los candidatos.

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