+Norma educativa, atorada; compromisos, incumplibles
Con seriedad, Alejandro Avilés Álvarez debía considerar la posibilidad de solicitar licencia a su cargo de diputado local, para dedicarse de lleno a su labor como presidente del Comité Directivo Estatal del PRI. Más allá de los egos y los ánimos de concentración de poder, es claro que sus dos responsabilidades actuales son incompatibles, y que el compromiso con su partido y su candidato debieran estar por encima de los temas coyunturales. Hay varias razones que debería considerar. Y de hacerlo, Avilés tendría que dejar, o el PRI, o el Congreso.
En efecto, el pasado sábado Avilés fue ungido como dirigente priista, en un acto tan subrepticio que no fue sino hasta algo natural en su personalidad como político. Al mismo tiempo, Avilés ocupa una diputación local, es coordinador de su bancada en el Congreso local, y además es integrante de la Junta de Coordinación Política, en una LXII Legislatura que se ha caracterizado por su complejidad e inoperancia. En eso, sin embargo, no radica el imperativo de abandonar su cargo, sino en el hecho de que la misma campaña lo está poniendo en una especie de callejón sin salida. ¿De qué hablamos?
De que en el Congreso están atorados varios temas que son fundamentales para Oaxaca y también para la campaña priista que ahora él conduce formalmente como dirigente del PRI. El más trascendente de esos temas es el relacionado con la reforma educativa, que sigue atorada en el recinto legislativo y que, según parece, no tiene forma de remediarse en el futuro cercano.
Es evidente que Avilés no es el único responsable de ese atorón —al final, la responsabilidad política se prorratea entre todos los líderes de los grupos parlamentarios—, pero sí recae en él la responsabilidad de la inmovilidad de su bancada. Sea como sea —incluso con la resistencia de la totalidad de las fuerzas de izquierda— el PRI sí podría conseguir los votos suficientes para la emisión de una Ley Estatal de Educación que llevara a Oaxaca a superar el problema político-constitucional en el que se encuentra actualmente por la no armonización de las normas educativas.
En ese sentido, una salida provisional —que no ha aportado Avilés, con toda su experiencia política— podría ser la emisión de una ley educativa de transición hacia el siguiente régimen; pero con la suma de sus votos, y de algunos diputados de otras fuerzas que sí apoyarían una norma definitiva, el PRI podría conseguir los 22 votos que necesita —ellos tienen 18, y sólo necesitarían cuatro, que sí pueden conseguir— para lograr la aprobación de dicha norma. Evidentemente, no lo hacen, porque no quieren pagar el costo político de provocar a la Sección 22. Pero al no hacerlo le trasladan el problema al siguiente gobierno, que probablemente encabece el actual candidato de su partido.
VER AL FUTURO
La ley educativa es sólo el más visible de varios problemas que enfrenta la LXII Legislatura en general, pero que recaen en Avilés en su doble papel de dirigente priista y de coordinador de su bancada en el Congreso local.
El lunes, por ejemplo, el propio abanderado priista a la gubernatura, Alejandro Murat, anunció en el noticiario radiofónico del periodista Humberto Cruz, que solicitará a los diputados en funciones, que aprueben una reforma a la legislación local que establezca un Sistema Anticorrupción más robusto, y que establezca entre sus disposiciones iniciativas como la llamada “3de3”, para que todos los servidores públicos en su administración, tengan el deber de presentar sus declaraciones patrimonial, de impuestos y de posible conflicto de interés.
Frente a esto, si Avilés ha demostrado que a pesar de haber estado supuestamente de lleno en su actividad parlamentaria, no fue capaz de sacar varias iniciativas de ley que finalmente le habrían servido mucho más a la próxima administración del gobierno estatal —en la que el PRI tiene importantes posibilidades de ganar—, que a la actual que prácticamente va de salida. ¿Qué podría decir Avilés a su favor, frente a un planteamiento tan concreto como el anunciado el lunes por el Candidato a Gobernador del PRI, pero unos resultados legislativos que son en general tan pobres como los de la LXII Legislatura?
De hecho, en las democracias maduras ha ido creciendo la idea de la incompatibilidad natural y política entre los cargos legislativos, y los de orden político. Esto debería acentuarse en escenarios en los que ambas responsabilidades revisten tantos problemas y asuntos pendientes —como es el caso de Oaxaca— como para que una sola persona tenga ambos deberes y de entrada no exista la certeza de que habrá de dedicar todo su tiempo y capacidades a uno solo de ellos.
Así, por una cuestión de congruencia y responsabilidad con las tareas que le han sido encomendadas, Avilés tendría que definir con seriedad cuál de ellas quiere y puede cumplir, y cuáles debe delegar a otros personajes de la política estatal y de su partido, para que le den seguimiento al trabajo legislativo que finalmente habrá de beneficiar a su partido y a la entidad.
DEMOSTRAR RESPONSABILIDAD
Este tendría que ser un momento decisivo, en el que un personaje tan polémico y cuestionado como Alejandro Avilés diera muestra de seriedad y madurez, y asumiera la actividad política más allá de las coyunturas o de lo que puede resolver sólo en el corto plazo. No hacerlo puede provocarle, al final, más pérdidas que beneficios no a él, sino a su partido y su candidato.