Dentro de los muchos escenarios inéditos que arrojó la elección del 1 de julio, está uno que resulta particularmente importante: con su victoria electoral, y con su enorme aceptación ante la ciudadanía, Andrés Manuel López Obrador logró una integración mayoritaria de su partido tanto de las dos cámaras legislativas federales, como de más de una docena de legislaturas locales que también se renovaron en los comicios del domingo pasado. Es cierto que con esa ventaja tiene un camino relativamente fácil rumbo a posibles reformas importantes. Pero también habrá que ver de qué forma controla y hace valer su liderazgo frente a los diputados locales y federales, y senadores, que llegaron gracias a él y no a liderazgos ni respaldo ciudadano genuinos.
En efecto, de acuerdo con una nota del periódico El Informador, el empuje que dieron los electores al virtual ganador de la elección por la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador, reconfigurará los colores en la próxima Legislatura del Congreso de la Unión, pues ésta quedará conformada con una mayoría del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), Partido del Trabajo (PT) y Encuentro Social (PES). El llamado al “voto parejo” tuvo eco y la coalición Juntos Haremos Historia alcanza hasta el momento 218 diputados y 55 senadores.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI) fue arrasado. Según el conteo preliminar, con 79% de avance, de ser la primera fuerza política en la Cámara, caería hasta la quinta. La prueba está en que, de los 300 distritos electorales en que está dividido México, apenas ganaría uno con candidatura propia y 14 coaligado con el Partido Verde y Nueva Alianza; en la elección pasada obtuvo 156 distritos. Así, de acuerdo con algunas proyecciones, una vez que se asignen los diputados plurinominales y distribuyan los escaños entre las alianzas, Morena sería la fracción mayoritaria con entre 159 y 174 legisladores, le seguiría el PAN que podría tener entre 75 y 89 curules.
El PT alcanzará entre 55 y 66 diputados; mientras que Encuentro Social rondaría entre 54 y 68 espacios. El PRI caería hasta la quinta fuerza con entre 46 y 56 legisladores. El PRD obtendría máximo de 34 y Movimiento Ciudadano entre 18 y 29. El Partido Verde aspira entre 6 y 19 y Nueva Alianza entre tres y ocho. Ningún candidato independiente llegaría a la Cámara baja. Por otra parte, para el Senado, la alianza Todos Por México (PRI, PVEM, Panal) ganaría dos escaños de mayoría y 11 como primera minoría; es decir, como candidatos perdedores con la segunda mejor votación. La alianza PAN, PRD y MC alcanzaría un máximo de 62 curules en San Lázaro y 25 espacios en el Senado.
¿Qué significa esto? Que esencialmente Morena tendrá una integración cómoda; que casi con cualquier alianza que construya en el futuro cercano —quién sabe si con fuerzas como el PAN o el PRD, o con un PRI que podría incluso tener una actitud más revisionista que las otras dos fuerzas— podría conseguir reformas constitucionales; y que no necesitaría ningún tipo de alianza, más que su unión orgánica con el Partido del Trabajo y Encuentro Social, para lograr reformas a leyes ordinarias.
Con eso quedará claro el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador frente a la ciudadanía y en la papeleta electoral, pero también sería un elemento determinante para conseguir de manera acelerada las reformas que implicara su plan de gobierno, ya que esa integración casi mágica sólo duraría tres años.
Luego de ese periodo, se combinarían varios factores, tales como el hecho de que López Obrador ya no será un participante en la contienda electoral, sino el Presidente; que para entonces ya acumulará desgaste por el ejercicio natural del poder —sin considerar que pueda haber errores en él o en su gabinete, con costo político frente a la ciudadanía—; y que para entonces habrá la posibilidad de que se reconfiguren las fuerzas locales, regionales y nacionales, ante el hecho de que no habrá una elección presidencial de por medio.
¿CÓMO CONTROLARLOS?
Queda claro que, en gran medida, el liderazgo legislativo de Morena es de Andrés Manuel, y no de quienes llegaron gracias a él. En el aluvión electoral, él sumó a propios y extraños, y no dudó en impulsar a gente repudiada, sin liderazgos, tránsfugas, y/o carentes de trabajo político. ¿Cómo controlarlos ahora que todos se sienten empoderados gracias a que llegarán al Congreso no gracias a ellos, sino a una enorme ola —algo así como un tsunami— identificada como López Obrador?
El tema no es menor: el nuevo Presidente necesitará establecer coordenadas muy concretas respecto a que el liderazgo es de él, y que todos los legisladores que llegaron gracias a la inédita circunstancia electoral del 1 de julio, le deben los privilegios y la posición política a quien el 1 de diciembre se convertirá en Presidente. En esa lógica, Andrés Manuel puede permitir el empoderamiento de esos personajes simplemente si los deja al garete, o puede establecer controles específicos para generar simplemente las condiciones que necesitará su gobierno respecto a las reformas estratégicas.
Para nadie, y menos para Andrés Manuel, será un escenario favorable que a partir de ahora todos se sientan empoderados y todos pretendan establecer pequeños feudos a partir de un liderazgo artificial con el que se integraron las cámaras. Puede ser muy cuestionable, pero es la realidad: López Obrador llegará a la Presidencia convertido en un auténtico caudillo que logró colarse en el sistema democrático no sólo con legitimidad sino con el control casi total de casi la mitad de las legislaturas locales, y teniendo a favor a las dos cámaras legislativas federales. Algo inédito en la historia contemporánea de la democracia mexicana.
Habrá que verse si dicho poder es utilizado para bien, o si ello termina alimentando las tentaciones autoritarias de unos u otros. En otros momentos, en este espacio hablamos de la ruptura de la lógica sucesoria que provocaría, en el ejemplo de Oaxaca, la postulación de Susana Harp como primera en la fórmula al Senado. En la lógica tradicional, ella y sus acompañantes se sentirán con derecho a disputar la candidatura a Gobernador cuando llegue el periodo. ¿Andrés Manuel la querrá a ella como proyecto político para una sucesión de gobierno estatal, o simplemente para que apoye a su administración federal a través de votos e iniciativas con sentido y utilidad prácticos?