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Esquemas PPS: un error satanizarlos

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+ Corrupción, cuestionamiento de fondo

Sería un error satanizar, o descalificar indiscriminadamente esquemas de construcción de obra pública como los Proyectos de Prestación de Servicios, popularmente conocidos como “PPS”. Aunque en Oaxaca existen al menos dos monumentales experiencias amargas sobre ellos, es necesario distinguir si tales cuestionamientos surgen del esquema de construcción en sí mismo, o de la forma en que fueron concretados por el Gobierno del Estado.

De entrada, es necesario señalar que formas de construcción de obra pública como los PPS o los Pidiregas fueron creadas hace algunos años por el gobierno federal, motivados por la necesidad de sortear las adversidades e insuficiencias presupuestales propias de un país como el nuestro, y la urgencia de realizar obras prioritarias para el desarrollo nacional.

A través de esos esquemas, empresas como la Comisión Federal de Electricidad, Pemex y el mismo gobierno federal, han podido realizar carreteras, autopistas, hidroeléctricas, presas, centrales eléctricas y obras de infraestructura, que de haberlas ejecutado con el solo dinero del presupuesto federal, habrían tardado años, o décadas, en concluirse.

¿Cómo funciona dicho esquema? A grandes rasgos, la particularidad de los PPS y Pidiregas, radica en que particulares dueños de grandes capitales económicos, y que cuentan con la tecnología, técnica e infraestructura necesaria, contratan con el gobierno federal la realización de una obra determinada.

Así, el particular construye la obra hasta su conclusión, y al estar terminada realiza un tipo de “arriendo” al gobierno federal durante un tiempo determinado. Dentro de esa temporalidad —que pueden ser diez, quince o veinte años, según lo estipulado— el particular se encarga de la operación de la obra, y a cambio el gobierno federal le paga una cantidad determinada, en una calidad equiparable a la de un arrendatario.

Al concluir dicho periodo, el particular habrá recuperado su inversión junto con las ganancias respectivas, entrega la administración del bien al sector público, y entonces el gobierno federal consolida la propiedad de la obra para seguirla ejecutando por sí mismo.

Eso fue lo que se hizo —aparentemente— en Oaxaca con la construcción de Ciudad Administrativa y Ciudad Judicial, las cuales ejecutó el Gobierno del Estado a través de particulares que suministraron los recursos económicos necesarios para la construcción, que ejecutaron materialmente la obra hasta su conclusión, y que hasta la fecha administran los inmuebles a cambio de una cantidad de dinero que el Gobierno del Estado le paga anualmente a los constructores de la obra.

De acuerdo con el Presupuesto de Egresos de Oaxaca para el presente año, el gobierno estatal destinó más de 270 millones de pesos para cubrir los compromisos adquiridos con los contratos PPS.

Hasta ahí, todo parece “normal”. Y es así porque en realidad los cuestionamientos de fondo sobre la construcción de Ciudad Administrativa y Ciudad Judicial no nacen en sí mismos del esquema PPS, sino de las sospechas de corrupción, de tráfico de influencias y de favoritismos que pesan sobre los funcionarios de la administración del gobernador Ulises Ruiz Ortiz, que presuntamente habrían manipulado dicho esquema para hacer de esas obras un enorme y fraudulento negocio del que ellos mismos habrían salido beneficiados.

 

ADEFESIOS PÚBLICOS

Ciudad Administrativa y Ciudad Judicial fueron construidas por particulares contratados por el Gobierno del Estado, a un costo determinado, que las arcas estatales habrán de cubrir durante un periodo no menor a quince años.

Sólo que, en realidad, nadie sabe con exactitud quiénes son esos particulares, a quiénes representan, y quiénes podrían ser los “empresarios” reales que serían los beneficiarios de las ganancias reportadas por ese negocio.

Asimismo, nadie sabe con exactitud cuánto costó cada obra, si el costo que los particulares cobraron al Gobierno fue mediamente justo o si fue exagerado; y si desde el mismo gobierno permitieron deliberada, o voluntariamente, que esos particulares se excedieran en el cobro para obtener ganancias desproporcionadas, de la ejecución de esas obras que podrían haber costado mucho menos dinero del finalmente erogado.

Ese es el quid de todo este asunto. En Oaxaca todas las disposiciones legales referentes a la “regulación” de la contratación de esquemas PPS, están hechas para dar amplias facultades discrecionales al Gobernador del Estado, para que los contrate fuera de toda regulación o vigilancia por parte de otras instancias, tales como el Congreso del Estado o el órgano superior de fiscalización estatal.

Esa es la razón por la que ahora mismo la sociedad oaxaqueña desconoce cómo fueron contratadas las obras de Ciudad Administrativa y Ciudad Judicial, quiénes fueron los constructores, cuánto cobraron por ello, y qué tipo de relaciones económicas o de contubernio sostenían entre ellos, para hacer de ese esquema un descomunal negocio que está generando quebrantos económicos continuos al presupuesto estatal.

Todo eso es lo que, de entrada, debe explicar el gobierno estatal a la sociedad oaxaqueña. La administración del gobernador Cué tendrá que establecer con puntualidad todas las incógnitas que existen respecto a la construcción de esos dos complejos administrativos, y despejar todas las dudas sobre los fraudes que presumiblemente realizaron servidores públicos coludidos con particulares, para incrementar los costos reportados y obtener beneficios económicos a partir de ello.

En ese punto, es donde se debería centrar la discusión sobre la posible aplicación del gobierno de Gabino Cué de esquemas PPS para la construcción de obras urgentes. Los Proyectos de Prestación de Servicios o son malos en sí mismos. Lo que hace falta es que, de cara a la sociedad, se replanteen todas las normas referentes a la contratación y regulación de ese esquema, y exista total pulcritud y transparencia a la hora de llevar a cabo la contratación de nuevas obras.

 

¿REPETIR ESQUEMAS?

El Gobierno del Estado tiene ese compromiso: hacer transparentes y claras todas las decisiones que tome para la construcción de obra pública en todos los sentidos. La experiencia indica que todo lo objetivo puede ser aparentemente pulcro, pero lo subjetivo ser una porquería. Deben iniciar por hacer público, siempre, todo lo relativo a la realización de obras. Ello dará legitimidad al gobierno, y evitará que un puñado de constructores se enriquezca a costa del presupuesto.

Presunto culpable: gobierno se boicotea solo

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+ Padre Amaro, y Ley de Herodes, los ejemplos

Pretender acallar la libertad de expresión desde el gobierno, no sólo es un acto que atenta contra las garantías y principios fundamentales que establece la Constitución federal, sino que además es un error y una estupidez las que comete el régimen que lo intenta. La historia reciente de nuestro país, nos ha enseñado que cada que desde el poder público se ha intentado ejercer alguna acción de control o censura, particularmente sobre cintas cinematográficas que reflejan cierto aspecto de la vida nacional, siempre los efectos han sido contrarios y los gobiernos han quedado mal parados.

Nuevamente, para refrendar aquella vieja —pero no por ello desfasada— consigna de no olvidar, volteemos un poco al pasado reciente. En el andar de las últimas dos décadas, nos encontramos con al menos tres intentos claros de censura a películas mexicanas, que más temprano que tarde revelaron la vena autoritaria de los gobiernos o grupos que lo intentaron, fueron proyectadas tal y como fueron creadas a pesar de todos y, lejos de ser minimizadas, por ese hecho alcanzaron notoriedad y atención del público, independientemente de la calidad de producción que tuviera la historia en cuestión.

La primera de las cintas que encontramos en ese somero recuento es Rojo Amanecer. Película protagonizada por los actores José Alonso y María Rojo, entre otros, que revela la vida de una familia clasemediera mexicana, que habita en uno de los edificios contiguos a la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, cuando ocurre la matanza de estudiantes el 2 de octubre de 1968, a manos del batallón Olimpia, del Ejército Mexicano, y que involuntariamente se convierte en objeto de los excesos y la brutalidad de los agentes policiacos y elementos militares que terminan masacrando a la familia completa.

Según una reseña publicada ayer por el periódico El Universal, de la Ciudad de México, “una noche de principios de 1989, Carlos Salinas de Gortari se levantó de su asiento en la residencia oficial de Los Pinos y recibió, entre risueño y serio, a Valentín Trujillo. El entonces mandatario acababa de ver el filme Rojo amanecer, donde se abordaba la matanza estudiantil de Tlatelolco, y quería darle su opinión a Trujillo, el productor.

“Salinas de Gortari le soltó entonces la frase: ‘Felicidades por la película, pero el Ejército queda mal, podría suavizarse eso’. Trujillo lo entendió y eliminó dos secuencias en que soldados se pasean entre cuerpos y sangre. Años después el material sería incluido en el DVD que ahora se encuentra a disposición de todos.”

Otra de las cintas que padeció una circunstancia más o menos similar, fue La Ley de Herodes, producida en 1999 por Luis Estrada, y protagonizada por el actor Damián Alcázar. Aquella película, hacía un reflejo y parodia de lo que habían sido los gobiernos del PRI, con todos sus vicios y la contrariedad que generaba el hecho de que el más corrupto personaje de la cinta —que había emergido desde la más honda de las ingenuidades— no sólo no era castigado por sus crímenes y excesos, sino que finalmente era premiado por todas sus trapacerías, bribonerías, engaños y tomaduras de pelo, reflejándose como un político modelo que defendía la democracia y los principios constitucionales desde la más alta tribuna de la nación, con la calidad de diputado federal.

Cuando se iba a estrenar esa cinta, el gobierno de Ernesto Zedillo hizo todo lo posible para no permitirlo. Primero se enfrentaron al hostigamiento por parte del Instituto Mexicano del Cine; la contrariedad surgió porque Estrada había decidido cambiar el final, en el que el protagonista aparece en las Islas Marías purgando una condena por todos sus crímenes, por el que comentamos en líneas anteriores.

De acuerdo con El Universal, “a finales de 1999, y durante cuatro meses, La ley de Herodes se proyectó sin permiso de Estrada en Cineteca Nacional y Cinemark. No se respetaban los horarios; se interrumpía hasta tres o cuatro veces la exhibición sin previo aviso y hasta se anunciaban localidades estaban agotadas, cuando ni siquiera había gente en las salas.

“Al final, el escándalo fue monumental. Los medios internacionales hicieron eco del hecho y cuestionaron el régimen democrático de Ernesto Zedillo. Al final, en febrero del siguiente año, se estrenó masivamente. Y Amerena —director del Imcine— fue removido de su cargo.”

IGLESIA INTOLERANTE

A principios de esta década, el cine mexicano vio la luz de El Crimen del Padre Amaro, protagonizada por Gael García Bernal y Ana Claudia Talancón. Esa, era la historia de un sacerdote católico joven, que llega a una población y se enamora de una bella chica.

A la par de esa historia, se desenvuelve otra en la que el párroco titular tiene nexos con narcotraficantes y es denunciado por un periodista local a través de la prensa. Mientras se ve cómo la Cúpula Católica mueve todos sus hilos de poder para frenar el escándalo mediático, el joven cura sostiene una relación amorosa furtiva con la joven, hasta que ésta resulta embarazada. Todo llega a su punto clímax cuando éste la obliga a abortar y ella muere desangrada en el momento en que se le practica un legrado clandestino.

Cuando se iba a estrenar esa cinta, diversos grupos pro católicos llamaron a hacer un boicot, respaldados silenciosamente por el gobierno federal panista, que entonces acababa de asumir el presidente Vicente Fox.

¿Qué tienen en común todas esas historias? Que los intentos de censura siempre han acabado exactamente en lo contrario. Tiene tal nivel de respaldo y respuesta social cualquier intento gubernamental por censurar, que siempre el efecto es proporcional a la intensidad con que se intentan esas acciones.

Existen infinidad de razones jurídicas para demostrar por qué la cinta Presunto Culpable no tiene razón de estar metida en una serie de controversias judiciales que, en realidad, no intentan salvaguardar los derechos de un particular, sino impedir que esa cinta se exhiba y sea bien recibida por el público en las salas de cine.

 

EFECTO CONTRARIO

No existe, repetimos, fundamentación suficiente como para considerar que finalmente Presunto Culpable pueda ser retirada de las salas de cine. Pero, en el caso de que ese intento se consumara, de todos modos ello no detendría los efectos y el recibimiento del público, a través de canales informales o incluso de la piratería. La denuncia que hace es mucho más fuerte y profunda que cualquier intento por acallarla.

Académicos de la UABJO: ¿hay autocrítica?

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+ No debía haber baños de pureza en el STAUO

Es cierto que el gobierno estatal, la Rectoría de la UABJO, e incluso la dirigencia del Sindicato de Trabajadores Académicos de la Universidad de Oaxaca, el STAUO, tienen muchas cuentas pendientes respecto a su actuación y pulcritud en el manejo de los recursos públicos. Sin embargo, es claro que junto a ellos también se encuentra un grupo más que, por si fuera poco, también se ha resistido a la autocrítica real sobre su desempeño: los profesores universitarios.

En efecto, es claro que tratar de ver hoy sólo de forma unidireccional, un asunto como el de los dineros destinados al pago de los trabajadores académicos de un centro de estudios de nivel superior como la UABJO, es tan erróneo como tratar de asegurar que todo es un mito. En realidad, asuntos como estos se agravan por la suma de factores. Nadie, en ese sentido, está exento de responsabilidades.

¿Por qué voltear también a ver a los trabajadores académicos? Porque aún cuando algunos son verdaderos universitarios, comprometidos con su labor y con la enseñanza en el nivel superior, también es claro que en diversos sectores se han anidado innumerables vicios que debían ser corregidos, a la par de la retabulación salarial que exige su sindicato, y que ya ha venido otorgando La Federación. ¿De qué hablamos?

De que los mismos académicos de la UABJO deberían hacer una labor autocrítica, para determinar que en su ámbito no todas las cosas son tan perfectas como lo pretenden aparentar, y que tampoco son tan inmaculados como parece.

Todo aquel que conoce la Universidad y sus entresijos, sabe que en diversas escuelas y facultades ocurren groseras prácticas de ausentismo, de acaparamiento, de engaño a la universidad, y de defraudación a la educación superior que dicen impartir los catedráticos. Todo esto ocurre, nada menos que a manos de profesores universitarios.

Veamos algunos casos en específico. Uno de ellos, acaso el más socorrido, tiene que ver con el abierto descontrol y discrecionalidad que existe en el otorgamiento de horas/clase en prácticamente toda la Universidad. En ese sentido, no es raro que muchos catedráticos se resistan a tener plazas de medio tiempo, o de tiempo completo, porque económicamente les resulta más redituable ser beneficiarios de esa aparente anarquía en el control de las horas frente a grupo.

Y es que, en efecto, aunque todo aquel que está, o alguna vez ha estado frente a un grupo impartiendo una materia en instituciones de educación superior, conoce las complejidades de preparar diariamente una clase, y sabe de la inversión de energía física e intelectual que ello requiere, en la UABJO existen profesores universitarios que, se supone, diariamente imparten hasta seis u ocho materias distintas.

De nuevo, un verdadero académico, entiende que eso es materialmente imposible o que, en su defecto, quien tiene la capacidad de impartir esa cantidad de materias todos los días, es porque debe ser un auténtico erudito en su campo de estudio, y que debe tener conocimientos francamente enciclopédicos para lograrlo.

Todo eso, sin embargo, no importa en la UABJO. Ahí, gracias a la posibilidad de obtener beneficios de ese tipo, o de impartir clases de pésima calidad, muchos que son sólo trabajadores académicos de nombre, pero que no se han ganado auténticamente ese calificativo, hoy exigen una retabulación salarial como si de verdad la merecieran.

Junto a ellos se encuentran, además, todos aquellos que imparten cátedra universitaria sin siquiera contar con un título profesional que los avalen; quienes cubren su tiempo completo en ausencia, pero enviando a adjuntos que no tienen ni el perfil profesional, ni la experiencia ni los conocimientos suficientes para hacerlo. O quienes auténticamente defraudan a la Universidad, y a sus alumnos, cobrando por un trabajo que no realizan.

POLÍTICOS-UNIVERSITARIOS

Empero, en un segmento especial habría que analizar hasta qué punto los empleados académicos de la UABJO, que además tienen responsabilidades en la administración pública, cumplen cabalmente con las actividades para las que les paga la Máxima Casa de Estudios.

Ahora mismo, por ejemplo, personajes como el subsecretario de Gobierno, Fausto Díaz Montes, comparten sus responsabilidades públicas con el trabajo académico que se supone que debería estar realizando en la Universidad.

Hasta ahora, él es uno de los que ha dicho nada respecto a la situación en que se encuentra su plaza de tiempo completo en la UABJO, y sería abominable corroborar que sigue cobrando como profesor-investigador, cuando hoy tiene responsabilidades de otro tipo que le deben estar absorbiendo el cien por ciento de su tiempo.

Pero esa situación no es nueva. Profesores universitarios como el doctor Evencio Martínez Ramírez, Pedro Celestino Guzmán, Heriberto Antonio García, y muchos otros personajes que recurrentemente figuran en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UABJO como profesores de medio tiempo, o de tiempo completo, nunca solicitaron licencia a esa responsabilidad, para ocupar los cargos públicos que ostentaron, o que ostentan.

Es a todas luces imposible —e inmoral, y antiético— que un Secretario General de Gobierno, un Procurador General de Justicia, o un Ombudsman estatal, puedan cumplir con todas las obligaciones y responsabilidades que implican sus cargos, y también puedan ser profesores universitarios, como a varios de ellos hoy tiene la UABJO.

Es evidente que esta parte de la crítica no les acomoda a los maestros de la Máxima Casa de Estudios. Aunque hay muchos académicos verdaderamente comprometidos con su labor, también es cierto que en otros se anidan los deseos de aprovecharse de sus momentáneas buenas posiciones políticas, para abusar no solamente de la Universidad, sino también del compromiso académico que claramente no tienen, y que debía ser en ellos el motor para poner siempre el ejemplo de lo bueno, y no de lo malo como recurrentemente hacen.

 

PEDRO Y EL LOBO

Qué mal se ha visto la contralora Perla Woolrich “anunciando” los procesos judiciales que están en puerta para los funcionarios corruptos. Lejos de ayudar, con eso ya les dio el “pitazo” a todos los posibles indiciados para que desaparezcan, o tomen medidas preventivas. A ver si no le termina pasando como a la historia de Pedro y el Lobo. Debería demostrar eficacia, y bajarle cuando menos dos rayitas a su lenguaraz actitud de protagonismo.

UABJO: gobierno puede dar muestra de cambio

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+ Opacidad y contubernio: disyuntiva presupuestal

Tanto el STAUO, como la Rectoría de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, e incluso el Gobierno del Estado, se han esmerado en los últimos años por sólo administrar el problema de los millonarios recursos económicos para la retabulación salarial de los profesores universitarios, que sorprendentemente se encuentran “perdidos”.

Es claro que hasta ahora, todos los actores y grupos involucrados han tenido una voraz voluntad por no resolver ese tema de fondo, ya que para todos resulta más conveniente sobrellevarlo y manipularlo de acuerdo a sus intereses, que verdaderamente abordarlo y resolverlo. En razón de ello, puede afirmarse que en el tratamiento que le dé el gobierno de Gabino Cué Monteagudo a este asunto, dará una muestra contundente de si verdaderamente tiene voluntad de cambio, o si en el fondo su vocación es aparentar mucho para que nada cambie.

¿Por qué asegurar lo anterior? Porque aún cuando pareciera que el gobierno estatal y la administración universitaria nada tienen que ver, en realidad esta es una percepción diametralmente equivocada. En primer término, el gobierno interactúa intensamente con la Universidad, en temas como los conflictos sociales, las posibles acciones de inestabilidad, el porrismo, y todos los asuntos que recurrentemente atiende la Secretaría General de Gobierno.

Pero junto a ello —en una relación mucho más discreta—, el Gobierno del Estado también tiene mucho que ver con la administración universitaria, debido a que los recursos económicos que le transfieren a la Universidad tanto las arcas locales, como las federales, necesariamente pasan por las cuentas bancarias del gobierno estatal. Y ahí es donde justamente se encuentra la colusión y el quid de este conflicto económico, laboral y político, que tanto la Rectoría de la UABJO, como el STAUO, y el Gobierno del Estado, se han resistido a resolver.

¿En qué consiste ese conflicto? En que desde hace algunos años, el Sindicato de Trabajadores Académicos ha reclamado que se les hagan efectivos diversos beneficios económicos a sus agremiados (quienes trabajan frente a grupo) que la Federación ha venido disponiendo no sólo para la UABJO, sino para todas las universidades públicas del país.

En particular, los integrantes del STAUO aseguran que ellos reciben un salario de menos de 40 pesos por hora/clase, cuando a nivel nacional la retabulación y nivelación salarial para esos trabajadores universitarios dispone que se debe percibir alrededor de 270 pesos por cada hora efectiva de clase impartida.

El asunto no es menor: en diversas ocasiones, los trabajadores académicos han demostrado con pruebas documentales, que cada año el presupuesto de la UABJO dispuesto desde el Presupuesto de Egresos de la Federación, incluye millonarios recursos económicos para otorgar ese beneficio salarial a los trabajadores académicos.

Sólo que a pesar de todas sus denuncias, de las pruebas presentadas, y de las conminaciones tanto al rector Rafael Torres Valdez, como a la anterior administración del gobierno estatal, para que ambos expliquen en dónde y cómo fueron aplicados esos recursos que nunca se han reflejado en el bolsillo de los profesores universitarios, lo único que han encontrado son oídos sordos, evasivas, promesas incumplidas y, por si fuera poco, compromisos que luego se revelan como auténticas tomaduras de pelo, que ellos han creído a pie juntillas hasta que nuevamente se asumen como defraudados.

 

CAJA DE PANDORA

No obstante, aunque pudiera creerse que este es un asunto de reciente aparición, en realidad las transferencias de recursos federales destinadas a la retabulación salarial de los trabajadores académicos de la UABJO han ocurrido por lo menos durante diez años seguidos, sin que hasta ahora se sepa del destino de esos recursos.

En ese sentido, es evidente que la Rectoría de la Universidad nunca ha reportado esos recursos; que el gobierno estatal ha hecho mutis al respecto, como si nada tuviera que ver en ese asunto. Y que los académicos universitarios siguen recibiendo salarios no sólo insuficientes, sino indignos para quienes imparten cátedra universitaria.

¿Por qué asegurar, entonces, que la forma en cómo aborde este asunto la administración del gobernador Cué, dará cuenta de cuánta voluntad real de cambio tiene para Oaxaca? La respuesta es simple: porque en la medida que el gobierno estatal decida seguir siendo cómplice de la corrupción universitaria, y que asimismo decida seguir sosteniendo sus propios actos de corrupción y malversación de fondos relacionados con las millonarias transferencias relacionadas con la retabulación salarial, entonces podremos ver que los cambios prometidos —un combate frontal a la corrupción, entre ellos—, fueron sólo cosméticos.

Por un lado, la administración del rector Torres Valdez tendría que explicar con puntualidad no sólo qué han hecho ellos con esos recursos, sino también qué han hecho al menos los últimos tres rectores respecto a ese asunto. Al guardar silencio, Torres es cómplice de los ex Rectores, respecto a las posibles malversaciones que hubiesen ocurrido en ese rubro por lo menos en la última década.

Pero eso mismo debe también explicarlo el gobierno estatal. Cuando menos, en los seis años que Ulises Ruiz gobernó la entidad, nunca hubo disposición a entablar un diálogo serio y honesto sobre ese asunto, en el que la administración estatal también explicara cuál fue el paso por las arcas estatales de esos recursos provenientes de la Federación; a quién y cómo fueron entregados, para qué fueron utilizados; y cuál fue el paradero final de eso que tenía que ser de beneficio para los profesores universitarios.

 

ACCIONES CLARAS

En ese sentido, sería deseable que el STAUO también clarificara sus objetivos y dejara de intercambiar oro por espejos. No se trata de paralizar la Universidad indefinidamente; pero sí de trazar una ruta a través de la cual le pudieran dar seguimiento permanente a un asunto que les sería de gran beneficio. Hasta ahora, ondear la bandera de la retabulación sólo para conseguir su revisión salarial anual, equivale a abaratarla y degradarla, y a que la sociedad considere que ese es sólo un pretexto para sostener sus chantajes. Y es claro que por la corrupción, por las complicidades que cada vez son más difíciles de esconder, y por el trasfondo real de ese asunto, nadie debería tomarlo como el mero capricho de un sindicato. Mucho menos el Gobierno del Estado.

Usos y costumbres: los sacrifican las distorsiones

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+ Asunto de educación, no de su reconocimiento

¿Debemos responsabilizar al reconocimiento constitucional de los usos y costumbres de los pueblos originarios, por los abusos que en su nombre cometen algunas personas que, o ignoran, o no les importa el dictado de la ley? Hoy, cuando se supone que Oaxaca está en un proceso de “transición democrática” y de inminentes cambios constitucionales, esa debería ser una discusión vigente y nutrida, justamente para no entrar en una posible vertiente de regresión política.

Oaxaca vive, en ese sentido, momentos particularmente difíciles: hoy, los supuestos máximos representantes del indigenismo, y de los usos y costumbres —como la diputada local por el Partido Acción Nacional, Eufrosina Cruz Mendoza—, parecen estar convencidos justamente de la desaparición de ese sistema, y de la partidización de las comunidades indígenas, para que sea a través del sistema de partidos que éstos elijan a sus autoridades municipales.

Por el otro extremo, se encuentran las fuerzas que, lamentablemente nada hacen, pero que podrían estar generando los contrapesos suficientes para defender no sólo posiciones políticas o de poder, sino la posibilidad de que, en la práctica, prevalezca un sistema alternativo de determinación política plenamente reconocido por la Constitución federal vigente, el cual, ante las circunstancias, se aparece como uno de los logros democráticos más importantes de las últimas décadas.

El problema, así, es que todos los grupos de poder parecen haber olvidado qué son, y por qué fueron reconocidos los usos y costumbres. La estrechez de miras, y la falta de formación real de quienes hoy detentan el poder —y también de los que hacen la oposición—, se refleja en este intento destructivo en contra de un sistema como los usos y costumbres, pero promoviendo la subsistencia de los vicios colaterales de ese sistema que sí deberían desaparecer.

¿En qué se funda el señalamiento de que los supuestos defensores de los usos y costumbres pretenden desaparecer el sistema? En que, en términos sencillos, actores políticos como la diputada Cruz Mendoza, lo único que ha hecho es distorsionar la auténtica visión democrática de los usos y costumbres, para ceñirse a la visión etnocida que pretende desterrar las formas alternativas de determinación política, para consolidar la visión partidista, que es la que siempre han promovido los grupos dominantes, como el panista al que ella pertenece.

En ese sentido, intentos como el de la diputada Cruz Mendoza van claramente encaminados a socavar los usos y costumbres, por considerar que atentan contra las garantías individuales, y particularmente los derechos políticos como los que, dice, le fueron transgredidos a ella cuando pretendió ser presidenta municipal de su natal Quiegolani. Ello equivale a querer aplicar la muerte asistida a un individuo, que a lo mucho se encuentra enfermo de un resfrío.

¿Por qué? Porque en realidad, intentos como ese no están encaminados a reencauzar, y ceñir a la legalidad, las formas de determinación política originarias de las comunidades indígenas, sino a desaparecerlas.

Ello sería tanto como tratar nuevamente de “aculturizar” a los indígenas para pretender “occidentalizarlos”. Esa visión, fue la que prevaleció a principios del siglo XX. Pero todos los estudiosos sociales del mundo, hace décadas que concluyeron que a las comunidades indígenas no se les debe “integrar”, “occidentalizar” o “positivizar”, sino reconocérseles en sus propias visiones y forma de organización.

Fue justamente por eso, que reformas constitucionales federales en materia indígena, como la de 1991 al artículo 4º, y la de 2001 a varios preceptos de la Carta Fundamental, estuvieron esencialmente encaminadas a hacer el reconocimiento constitucional de la composición pluricultural y étnica de nuestra nación, así como sus formas de organización política, social y económica. Casi nada.

 

CLAROSCUROS

Sin embargo, con todo ello no se busca santificar un sistema que también necesita ajustes que, más que legales, parecen ser urgentes en el ámbito de lo práctico. Es decir, que las autoridades municipales electas bajo el sistema de usos y costumbres, deben tener mejor información, mayor grado de conocimiento de sus atribuciones y límites funcionales, y también mayor atención por parte de los gobiernos estatal y federal para remarcarles claramente el campo de atribuciones que les establecen las leyes. ¿De qué hablamos?

De casos como el que señalábamos ayer en este espacio. Es decir, de autoridades municipales que en nombre de los usos y costumbres, pretenden transgredir los límites legales y constitucionales que marcan las leyes, y abusar indiscriminadamente de los particulares. Ahí es donde las autoridades de los otros ámbitos de gobierno debían poner atención para no dejar ese asunto, básico de legalidad, a la deriva.

Es claro que en Oaxaca lo que las autoridades municipales, y las asambleas comunitarias, necesitan, es tener un grado mayor de información y conocimiento sobre lo que dicen las leyes. Remediando eso, también se resolverían prácticamente la totalidad de los abusos que se cometen en contra de las personas, los cuales constituyen la base de satanización de todo el sistema, y que permiten la subsistencia de los señalamientos que sí deberían remarcarse directamente en contra de quienes cometen los abusos.

En el caso del que aún se duele la ahora diputada Cruz Mendoza, se habría resuelto si su asamblea comunitaria, y la autoridad municipal que le negó el derecho a ser votada, hubieran sabido que los derechos políticos de los ciudadanos mexicanos son inalienables, y por tanto no están sujetos a la voluntad o arbitrio de nadie.

Muchas autoridades, asimismo, dejarían de cometer tantos abusos en contra de los particulares, si tuvieran claro que usos y costumbres no es sinónimo de inobservancia de la ley, y por tanto supieran cuáles son los límites hasta donde pueden llegar como autoridades, y en qué punto deben detenerse para no quebrantar el Estado de Derecho.

 

¿ELIMINAR EL SISTEMA?

Ese es el quid de la discusión. Pensar en eliminar los usos y costumbres, equivale a un profundo acto de ignorancia y de profunda regresión democrática, que por sí mismo pondría en duda el proceso de transición que el actual régimen tanto se ha encargado de prometer a los oaxaqueños, y que también iría en contra de lo que se ha legislado, en el ámbito constitucional federal, a favor del reconocimiento de los grupos indígenas.

 

Costumbrismo: máscara de los abusos en Oaxaca

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+ Actos ilegales y excesos: constante de autoridades

Desde que la diputada Eufrosina Cruz Mendoza llegó al Congreso del Estado, trató de poner a debate no sólo la estructuración, sino también la permanencia del reconocimiento de los usos y costumbres, como forma de determinación política de más de cuatrocientas comunidades indígenas en Oaxaca.

La legisladora local, icónica por el abuso de que fue objeto al no dejársele participar en la elección de autoridad municipal en su natal Quiegolani, ha sacado a la luz sólo una vertiente —la política— de las desviaciones prácticas que actualmente presenta ese sistema. Y aún cuando son visibles y perceptibles muchos otros abusos cometidos por las autoridades municipales directamente contra los particulares, en nombre de los usos y costumbres, parece que existe un temor o resistencia profunda a señalarlos tan sonoramente, como debía hacerse.

Un ejemplo de ello, que además impacta en la posibilidad de desarrollo económico de las comunidades y del Estado, es lo que ocurre entre una empresa privada y la autoridad municipal de Rojas de Cuauhtémoc, en el distrito de Tlacolula. Éste caso, apenas alcanza a ser uno de muchos otros que ahora mismo ocurren en territorio oaxaqueño. ¿De qué hablamos?

El pasado 26 de febrero, la empresa Procesadora de Pétreos Abasolo S.A., localizada en el ejido de Santa Rosa Buenavista, municipio de San Sebastián Abasolo, hizo pública en TIEMPO una relación de hechos, en la que se ha visto involucrada con la autoridad municipal de Rojas de Cuauhtémoc.

A grandes rasgos, lo que ha ocurrido es que el edil de esa comunidad, Felipe Díaz Romero, y sus antecesores, determinaron cobrar “derecho de peaje” a la empresa, para permitir que los camiones que transportan el producto que comercializa la Procesadora, puedan circular a través de la comunidad. El asunto se vuelve vital, porque en Rojas de Cuauhtémoc se encuentra la única vía de acceso al sitito donde se encuentran las instalaciones de esa empresa.

Este asunto va más allá de un simple lío entre particulares. Además de que el cobro por derecho de paso en vías federales está expresamente prohibido para cualquier persona, esto resulta mucho más grave cuando quien realiza tal conducta es una autoridad. Y es claro que para ninguna empresa seria, es atractivo asentarse en sitios en donde lejos de facilitarles el desarrollo económico, se le ponen todo tipo de trabas, que luego se convierten en abiertos actos de extorsión.

En este caso en particular, sin ningún rubor, el edil de Rojas de Cuauhtémoc, Felipe Díaz Romero, no sólo reconoció cobrar “peaje” a esa empresa, sino que, por acuerdos de la Asamblea Comunitaria, lo hace con los vehículos de todas las empresas que comercializan productos en esa comunidad.

Así, en nombre de los usos y costumbres, pasa por alto las garantías otorgadas por la Constitución a los particulares, hace pedazos los límites que tienen impuestas las autoridades municipales para el ejercicio de sus funciones, y además establece un discurso alarmante que debería escandalizar tanto a los ámbitos de gobierno, como a una sociedad oaxaqueña que, por mucho, se dice democrática.

ABUSOS E ILEGALIDAD

En una entrevista concedida a un portal electrónico, publicada el pasado viernes, el edil Díaz Romero reconocía abiertamente la existencia de un “convenio”, a través del cual la empresa comercializadora de material pétreo, se obligaba a pagar la cantidad de 15 mil pesos por “peaje”.

Aseguraba que al fenecer dicho acuerdo, la asamblea comunitaria decidió que para dejar pasar a los camiones, el cobro mensual ascendiera a 25 mil pesos, además de la reparación de algunos puentes.

Y por si fuera poco, el Munícipe de Rojas de Cuauhtémoc aseguraba que “Solo (sic) cobran un impuesto a los vendedores que llegan al pueblo, a las gaseras, y los recursos que se capten no serán para la tesorería municipal sino se entregarán íntegros para las escuelas del pueblo porque no se tiene recursos para darles mantenimiento.”

Esto debía ser inconcebible para una entidad federativa en la que se supone que prevalece el Estado de Derecho. ¿Por qué? Porque, en primer término, el artículo 11 de la Constitución General de la República establece el derecho de libre tránsito de las personas.

Además, porque el numeral 117, fracción III, de ese mismo Ordenamiento establece que las entidades federativas no pueden, en ningún caso, “gravar el tránsito de personas o cosas que atraviesen su territorio”. Interpretando en sentido contrario ese precepto, frente al principio general del derecho que establece que “quien puede lo más, puede lo menos”, podemos entender que si esto se encuentra prohibido para las entidades federativas, también lo está para los municipios.

Y por si algo faltara, una razón más: un cobro de este tipo, para ser constitucional y legal, debe estar contemplado en la Ley de Ingresos Municipal correspondiente. Frente a ello, ¿el Congreso del Estado habrá tenido la osadía de autorizar un impuesto derivado de una conducta como el libre tránsito, que ninguna autoridad municipal o estatal puede prohibir, y ni siquiera regular?

Pero además: ¿El Congreso es copartícipe de estas flagrantes violaciones al orden constitucional federal? ¿O simplemente desconoce que este tipo de conductas a todas luces ilegales, se repiten en innumerables comunidades oaxaqueñas y se convalidan por los “acuerdos de asamblea” a los que llegan las autoridades en nombre y manipulación de los usos y costumbres?

Aspectos como estos, que ocurren a diario pero a los que nadie parece poner atención, hacen impresentables a muchísimas comunidades oaxaqueñas, como sitios en los que se pueden desarrollar nuevas empresas. ¿Cómo pretenden detonar el desarrollo, si lejos de facilitar el comercio, se establecen este tipo de trabas prohibidas por la ley?

ABUSOS Y COSTUMBRES

Por todo eso, es claro que más allá de la vertiente política, los verdaderos abusos que se dan a partir del costumbrismo, se encuentran en su relación con los particulares. ¿Qué nadie le pondrá un alto al edil Díaz Romero, para que cese en sus conductas contrarias a la ley? ¿Y qué los particulares que son objeto de ese tipo de abusos, seguirán quedándose callados frente a estos aberrantes actos que sobrepasan cualquier ley, orden y supremacía de las leyes constitucionales? Esto es lo que debían atender con urgencia, tanto desde el Congreso local, como desde el Gobierno del Estado. ¿O qué la autoridad no existe?

¿Qué despertó el conflicto magisterial de 2006?

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AM Histórico

+ Gobierno no es verdugo, pero tampoco salvador


No sorprende que ante cualquier gesto de beligerancia de la Sección 22 del SNTE, propios y extraños se asusten y crean que en cualquier momento podría ocurrir una repetición del conflicto magisterial de 2006. Aunque el sindicato magisterial en Oaxaca fue uno de los actores fundamentales de aquel episodio, es claro que en términos objetivos, aún con una posible beligerancia magisterial hoy no existen, ni cercanamente, las condiciones para un nuevo episodio de sinrazón e inconformidad en Oaxaca.

Varios son los factores que llaman la atención. Por un lado, resulta particularmente llamativo que se intente explicar la imposibilidad de que ocurra un nuevo conflicto magisterial, solamente a partir de las manos en que se encuentra el gobierno estatal, y la legitimidad electoral del gobernador Gabino Cué Monteagudo. Aunque es cierto que por sí solo ese es un factor de distención, también lo es que este no es el único elemento que verdaderamente podría distender, o inhibir, la formación de una nueva revuelta social.

En la contraparte, sin embargo, también hay aspectos que son particularmente llamativos. Uno de ellos, es el alimento que, para el ego y la capacidad presión y amague de la Sección 22, constituye el miedo ciudadano y el alarmismo de algunos medios de información.

En los primeros, es perfectamente comprensible: luego de haber vivido siete meses de un conflicto violento, que parecía no tener fin, y que afectó y aterrorizó a todos por igual, cualquier ciudadano de cualquier ciudad del mundo viviría con el temor de que una circunstancia similar, desatara una crisis social de las mismas dimensiones.

Empero, en los segundos, parece claro que todo resulta ser un elemento de conveniencia e incluso de manipulación. Pocos como algunos medios de la capital del país, ayudaron tanto a la Sección 22 y los grupos que en 2006 se rebelaron contra el gobierno estatal.

Y es que si en aquellos momentos algunas empresas informativas fueron copartícipes del conflicto al remarcar la información sobre la violencia, sobre los actos de represión y sobre los enfrentamientos, con tal de ganar y sostener morbosamente a su audiencia, hoy más de uno de esos medios se pregunta si podrían renovarse aquellos episodios, con tal de sacar ellos sus propias ganancias.

Todo eso, en realidad, no hace sino incrementar la capacidad de amague y presión de la Sección 22. Es claro que, en esa lógica, hoy el sindicato magisterial esgrime la amenaza sobre una revuelta popular cada que no se le cumple una promesa o capricho, como lo hace una mamá frente a su hijo con el “coco”, cada vez que éste no obedece una orden o cumple con alguna de sus responsabilidades.

El problema, en realidad, es que la gran mayoría en Oaxaca hoy vive asustada con el “coco” de la Sección 22. Si bien es cierto que ellos fueron una fuerza determinante para encabezar y sostener el conflicto popular de 2006, también lo es que la revuelta popular de aquel año fue mucho más que la demanda o el amague del magisterio, y que por esa razón resulta un engaño, un engrandecimiento malamente inmerecido, e incluso una autoflagelación de los oaxaqueños, el asumir a pie juntillas que fue sólo la Sección 22 la que encabezó y sostuvo el movimiento social de hace cinco años, y no toda la amalgama de grupos, intereses, aversiones y rencores, locales y nacionales, que en realidad se conjuntaron en aquel momento para hacer de Oaxaca una explosión conjunta de todos los males.

CAUSAS OBJETIVAS

Para atender aquella vieja consigna de no olvidar, habría que hacer un sencillo ejercicio de retrospectiva, para entender que el conflicto de 2006 no nació de la nada, ni fue sólo obra de la Sección 22 del SNTE. Además de las diferencias internas y las pugnas en el grupo gobernante, hubo una serie de elementos que poco o nada han sido analizados, y que en realidad constituyen un punto de partida fundamental para entender la crisis de hace seis años.

Ulises Ruiz Ortiz no se ganó, en Oaxaca, el mote de autoritario, insensible o “dictador” con el conflicto magisterial. Ese hecho, en todo caso, no fue sino la constatación de diversos rasgos que desde los primeros momentos de su gobierno ya había dejado ver a los oaxaqueños. Pero, ¿si no fue el conflicto magisterial lo que reveló en Ruiz ese talante autoritario, y la inconformidad en la sociedad no magisterial, entonces qué fue?

Tendríamos que remontarnos a 2005, y recordar las condiciones en que fue llevada a cabo la remodelación del zócalo citadino. Si bien se tiene memoria, entonces habrá de recordarse que dicha obra fue ejecutada del peor modo, y con el peor consenso social posible.

El entonces entrante gobierno estatal, dispuso tal obra sin contar con un proyecto claro; sin el aval de los más elementales grupos de especialistas en las materias relacionadas; sin consultar a la ciudadanía; sin tener claridad sobre el monto de dinero público que ahí se habría de invertir; e incluso sin tener una idea clara sobre el valor estimativo que se tenía a esa zona de la capital oaxaqueña, independientemente de que ésta necesitará o no, a juicio de los pragmáticos, una “mano de gato”.

Si aquello constituyó una afrenta para los oaxaqueños (que fueron ignorados y despreciados por completo, por un gobierno que decidió no verlos ni escucharlos), todo se constató cuando, producto de las obras, en abril de 2005 cayó un Laurel de la India que se encontraba plantado desde hacía un siglo atrás justo frente a Palacio de Gobierno. Ahí fue donde la inconformidad ciudadana llegó a su punto clímax. Y ahí fue donde, en realidad, comenzó a gestarse el conflicto que estallaría justo un año después.

MÚLTIPLES FACTORES

En realidad, la inconformidad magisterial, y su capacidad de movilización, fueron un elemento más que, aunque determinante, no fue el único que nutrió el conflicto. Sin el apoyo de las organizaciones sociales inconformes por la decisión oficial de no darles más recursos; sin el respaldo ciudadano que emergió de la inconformidad genuina; sin el apoyo de las estaciones de radio (como Radio Plantón, Radio Universidad y las estaciones que tomaron después); y sin el particular ingrediente que en ese momento era la elección presidencial que se encontraba en puerta, el conflicto magisterial de 2006 en Oaxaca no habría sido lo que finalmente fue. Así, los maestros fueron parte, pero no causa de fondo de la inconformidad social. No debíamos olvidar, ni confundirnos.

 

Oaxaca: verdades a medias de la “prensa nacional”

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+ ¿Quién respaldaba realmente a maestros en 2006?

Ayer, en un artículo publicado en el periódico El Universal, de la Ciudad de México, la periodista Denise Maerker trataba de demostrar que las manifestaciones magisteriales en contra del gobernador Gabino Cué, hoy tienen un efecto distinto al que en su momento tuvieron con su antecesor, Ulises Ruiz. ¿Es esto cierto?

Maerker inicia asegurando que “quienes piensan que pueden actuar igual frente a Gabino Cué como lo hicieron con Ulises Ruiz están equivocados”. Y, refiriéndose particularmente a la Sección 22 del SNTE, a los hechos del pasado 15 de febrero, y al condicionamiento lanzado al gobernador Cué, señala que:

“En Oaxaca hay varios grupos que parecen estar en esa situación. Actúan como siempre, presionan como siempre y quieren lo de siempre. El problema es que sí ha habido cambios y no son menores: ya no gobiernan los mismos y sobre el nuevo gobierno pesan expectativas muy distintas. A Gabino Cué Monteagudo lo observan, lo apoyan y le exigen grupos muy diversos y opuestos a los que respaldaban a Ulises Ruiz Ortiz…

“Entonces, cuando un grupo de maestros de la sección 22 —está probado que fueron ellos— se lanza violentamente contra la Policía Federal y denuncia represión, no es tan fácil que reciban el apoyo ni el beneficio de la duda de amplios sectores de la sociedad oaxaqueña y nacional como hace cinco años; todo lo contrario, despiertan una inmediata desconfianza. No es lo mismo rebelarse contra un gobierno que torpemente intentó por la fuerza desalojarlos del centro de Oaxaca, como lo hizo Ulises Ruiz el 14 de junio de 2006, que hacerlo contra un gobierno recién electo, que no ha hecho nada en su contra y que goza de una legitimidad excepcional porque derrotó, gracias a una gran alianza, a quienes detentaban el poder desde hacía décadas.”

Maerker asegura que frente a los hechos del 15 de febrero, y la molestia y los amagues de la Sección 22 al gobierno de Cué, “sabiamente” la mayoría en la Asamblea Estatal de la 22 decidió “enfriar” la situación, antes que seguir el plan de acción que proponía el secretario General, Azael Santiago Chepi, para hacer bloqueos, paros y cerrar carreteras en presión al Gobierno del Estado.

Señalaba que el único punto que prevaleció, fue el exigir la renuncia de Irma Piñeyro y Bernardo Vásquez Guzmán, por ser cercanos a la profesora Elba Esther Gordillo. Y que, en el fondo, estos movimientos tendían no a presionar al gobernador Cué, sino a reforzar el control económico que la 22 ejerce sobre el sector educativo en Oaxaca.

Pareciera que más que analizar una situación delicada y tan llena de aristas como la que prevalece en Oaxaca, lo que Maerker pretendía era “apartar” al gobierno de Oaxaca de la percepción de que el magisterio lo puso contra la pared.

No se equivoca cuando dice que los equilibrios de fuerzas son distintos, que la imagen y el grado de legitimidad del gobernador Cué nada tienen que ver con los de su antecesor, y que incluso ciertas prácticas en el poder son distintas.

Sin embargo, es claro que ni entiende por completo la lógica de la Sección 22, ni tampoco toma en cuenta algunos de los factores que verdaderamente fueron el detonador del conflicto magisterial vivido aquí hace casi cinco años.

 

¿APOYO POPULAR?

Para todo aquel que vive y conoce Oaxaca, está claro que si existe aquí un factor de poder que nunca considera, ni tiene sensibilidad alguna respecto a lo que la sociedad opina de ellos, ese es la Sección 22 del SNTE.

En razón de ello, queda claro que antes y ahora sus acciones han sido abiertas. Y que aún en contra de lo que se pretende justificar, la 22 nunca necesita ni aparentar ni tomar acciones desesperadas para mantener el control de sus trabajadores, que ejerce plenamente a pesar de todos sus adversarios políticos en Oaxaca y el país.

En un primer momento, es claro que la exigencia de renuncia no de dos, sino de cuatro funcionarios de primer nivel del Gobierno del Estado, por donde le vea constituye un golpe certero a la estabilidad y la autoridad de cualquier régimen, y que es una demostración implacable del grado de influencia que puede llegar a manifestar un poder fáctico como en Oaxaca lo es la Sección 22.

Contrario a la percepción, la 22 sí puso al gobierno estatal contra la pared, porque un resolutivo de su Asamblea Estatal adquiere, por esa sola razón, la calidad de irrenunciable e innegociable. Es decir, que la renuncia de Piñeyro, Vásquez, Marco Tulio López y Benjamín Robles, ya no están, ni estarán, sujetas a negociación. Y llegado el momento, el magisterio hará todo lo necesario para hacer valer dicho acuerdo. Si ese no es un golpe brutal para cualquier gobierno —aún un ampliamente legitimado como el del gobernador Cué—, entonces no sabremos qué tendría que ocurrir para de verdad tambalearlo.

Pero además, en lo relativo al respaldo social, es claro que ese y otros análisis omiten innumerables elementos que desencadenaron la crisis magisterial hace cinco años. Es cierto que en 2006 la decisión del desalojo tomada por Ulises Ruiz fue torpe y mal planeada. Pero también es cierto que el conflicto alcanzó magnitudes alarmantes, sólo cuando inconscientemente la sociedad oaxaqueña fue involucrada a través de la manipulación propalada desde las estaciones de radio ocupadas por el magisterio, por los amplios espacios dados por ciertos medios informativos, y por todos los factores políticos, económicos y sociales que en ese momento se conjuntaron tanto para reforzar los objetivos de la 22, como para destruir al rancio grupo priista que entonces gobernaba.

 

¿QUIÉN CAMBIÓ?

En realidad, antes como ahora, el grueso de la sociedad oaxaqueña no ha visto con buenos ojos las acciones del magisterio. Su radicalismo ha provocado incuantificables quebrantos económicos, rezago educativo, violencia e inestabilidad. Y todas esas facturas las ha pagado, siempre, la sociedad. Más bien, lo que ha cambiado es el partido y las personas que detentan el poder. Antes, cuando el impresentable Ulises Ruiz era gobernador, para amplios sectores de la llamada “prensa nacional” la lucha magisterial era justa y tenía total respaldo social. Sólo que ahora, cuando la circunstancia política es distinta, pero la lucha magisterial es la misma de siempre, entonces sí deciden poner en entredicho la legitimidad de las causas, el respaldo de la sociedad oaxaqueña, e incluso los intereses de fondo por los que luchan. Está claro, pues, qué cambió y qué no en Oaxaca.

 

Oaxaca: con la seguridad no se debe jugar

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+ SSPE, debe adecuarse a las circunstancias

Como si fuera una reedición del pasado, la actual administración del Gobierno del Estado está cometiendo los mismos errores de sus antecesores, al plantear los esquemas de seguridad pública. Así como ocurrió en el pasado, hoy el Ejecutivo estatal actúa en ese rubro en base a criterios eminentemente políticos, y no a las necesidades reales de la entidad en esa materia.

¿Por qué decir que todo esto parece una reedición del pasado? Porque hace seis años, cuando se renovó la administración estatal y Ulises Ruiz asumió la gubernatura, decidió los nombramientos de la entonces Secretaría de Protección Ciudadana, y de la Dirección General de Seguridad Pública del Estado, en base a criterios políticos. Hoy ocurre exactamente lo mismo.

¿Qué pasó entonces? Hace seis años, el recién asumido gobernador Ruiz decidió sostener a los mandos policiacos estatales (José Manuel Vera Salinas, Manuel Moreno Rivas y Aristeo López Martínez, principalmente) en las tareas operativas tanto del gobierno estatal, como del municipal de Oaxaca de Juárez que en aquellos momentos también se encontraba en manos de priistas.

Fue visible que esa decisión, junto con el nombramiento de Juan José González Davar al frente de la Seproci, fue tomada con fundamentos puramente políticos. La permanencia en el cargo de los mandos operativos, era parte del pago de favores que el gobernador Ruiz hacía al grupo político que lo impulsó para la gubernatura.

Y el nombramiento de González Davar en la Seproci, en realidad obedecía al otro criterio que reinó en la pasada administración —también ajeno a las razones prácticas y de operatividad—, respecto a que para ostentar un cargo de primer nivel, era más fuerte la inercia de ser amigo cercano del Gobernador, que ser un experto en las tareas públicas que se encomendaban.

Así fue como quedó integrado, inicialmente, el grupo que tenía a su cargo las tareas de la seguridad pública hace seis años. Unos por pago de compromisos políticos, otros por vínculos de amistad, e incluso por las decisiones arbitrarias de quienes fueron los beneficiarios de la delegación del poder (esto último, por el nombramiento de Alma López en Seproci, que impulsó Jorge Franco cuando apenas cumplía un año la administración de Ruiz), lo cierto es que nadie era verdaderamente experto y conocedor de los retos que estaban por venir. Y el costo que pagó Oaxaca por eso, fue extremadamente alto.

¿Qué ocurría? Que todos esos personajes, estaban acostumbrados a ver la función de seguridad como parte de una tarea política. Oaxaca entonces no tenía problemas graves de inseguridad, y tampoco conocía la beligerancia de grupos radicales. Así, los policías se dedicaban no sólo a preservar el orden, sino también a vigilar, a espiar, a obtener información y a ser sombra de personajes cómodos o incómodos para el régimen. Pero, a la luz de los hechos, nadie estaba preparado para el 2006.

En efecto, si en aquel año el conflicto magisterial tuvo un punto de inflexión, éste ocurrió cuando los mandos policiacos actuaron erróneamente, y esto se combinó con las deficiencias y los errores de cálculo y visión de los operadores políticos del gobierno estatal.

El desalojo fallido, en particular, fue lo que le dio a aquella administración estatal la pauta para regresar a la escena, a aquellos mandos policiacos que en otros tiempos trajeron a raya los movimientos sociales y estudiantiles de los años setentas y ochentas. Esa fue la razón por la que fueron traídos a la escena, personajes como Pedro Ismael Díaz Laredo, o Daniel Camarena Flores.

Luego, ante los duros cuestionamientos por los abusos policiacos ocurrieron nombramientos de “defensores de los derechos humanos”, como Sergio Segreste Ríos y Evencio Nicolás Martínez Ramírez.

Y fueron no decisiones políticas, sino pragmáticas —por la explosión de inseguridad en que se vio inmersa Oaxaca a partir de 2008—, las que orillaron al gobierno estatal a contratar los servicios del vicealmirante Wilfrido Robledo Madrid, junto con la llegada de “los chilangos” Javier Rueda Velázquez, Alan Peña y Jorge Alberto Quezadas Jiménez.

EL MISMO CAMINO

Dicho recuento parecería hasta ocioso, si no fuera porque parece que ahí están, perfectamente visibles, las huellas de las decisiones que está tomando, y que tomará, el gobierno de Gabino Cué respecto a la seguridad pública.

Hoy, como en el pasado, sus decisiones están encaminadas a satisfacer intereses políticos. Pero eso, seguramente, cambiará con las circunstancias. Y ojalá que para entender eso, no tenga que pagar un costo tan alto como el que pagaron sus antecesores, y el pueblo de Oaxaca, con hechos como el del 2006, y la ola de ejecuciones y presencia criminal, que ocurrió aquí en los dos años siguientes al conflicto magisterial.

El secretario Marco Tulio López Escamilla, tiene tatuado el nombre de Roberto Pedro Martínez Ortiz desde el ángulo en que se le vea. La decisión de nombrarlo a él, fue una de las varias recomendaciones que hizo al gobernador Cué el ex Procurador de Justicia en los tiempos del gobernador Diódoro Carrasco, y que tiene que ver, más que con un tema de eficiencia y conocimiento de esa labor, con un simple pago de cuotas.

López Escamilla ya demostró que no es diestro en conocimientos respecto a lo que necesita Oaxaca. ¿Qué necesita? Nuestra entidad requiere de una policía capacitada para enfrentar no sólo los retos naturales de la seguridad pública frente al crimen organizado, sino también para poder hacer frente de manera eficaz a las agitaciones sociales que aquí ocurren con recurrencia.

Hasta ahora, parece haber quedado claro que eso último no es una de las fortalezas de los actuales mandos. Y sobre el combate a la delincuencia, también está en entredicho frente a los delitos de alto impacto que se han cometido en las últimas semanas.

¿Tendrá el gobierno de Oaxaca que resentir lecciones graves —como fue en el pasado— para aprender que la seguridad pública no es un tema político, sino de operatividad? ¿Se tomarán decisiones oportunas? Ojalá que no pretendan seguir los pasos de sus antecesores, porque ello equivaldría a tapar el pozo sólo después de que apareció el niño ahogado.

 

¿INNOVACIÓN?

Por cierto, anuncian como un descubrimiento la elaboración de una Ley para el Uso Racional de la Fuerza. ¿Sabrán en el gobierno estatal que dicho esquema ya se encuentra en el Programa Preliminar de Gobierno, y que además esa es ya una propuesta harto perfeccionada? No saben. O no quieren reconocerlo.

S-22: ¿Con quién negoció el Gobierno del Estado?

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En círculos cercanos a las instancias de negociación política del Gobierno del Estado, aseguran que, contrario a lo que se dice, tanto desde la Dirección del IEEPO, como desde la Oficina del Gobernador, se tuvo interlocución oportuna con la dirigencia de la Sección 22 del SNTE para evitar que la gira del presidente Felipe Calderón por la entidad tuviera contratiempos. En apariencia todo marchaba sin dificultades, hasta que algo pasó. ¿Qué fue?

En efecto, como bien lo han manifestado diversos actores políticos que en distintos momentos han tenido en las manos las tareas de gobierno, es parte de algo así como una “tradición”, y también un asunto de seguridad, que ante cada hecho o decisión importante que toma el gobierno estatal, uno de los primeros factores reales de poder en enterarse es justamente la Sección 22. Esta operación política, además, toma cauces de mucha mayor relevancia, cuando lo que se tiene en juego es una visita presidencial.

Aseguran que, en este sentido, lo que ocurrió no fue que el gobierno de Gabino Cué desatendiera la necesidad de “avisar” a la Sección 22 no sólo de la gira del presidente Calderón, sino de todos sus detalles.

Aseguran que derivado de aquella comunicación, se obtuvo el acuerdo por parte de la dirigencia estatal y el Gobierno del Estado, en el sentido de que aquellos sí realizarían una manifestación en los alrededores, y que incluso tratarían de mostrar sus inconformidades al mandatario, a cambio de que la administración estatal les permitiera realizar sus actividades, en la periferia de Palacio de Gobierno, donde se llevaría a cabo uno de los actos en el que estaría presente el Gobernador del Estado.

Esa parece ser una razón coherente y lógica, que justifica que a las afueras de Palacio de Gobierno no hubiera representantes de la Oficina de la Gubernatura, de la General de Gobierno, o del IEEPO, manteniéndose pendientes que las actividades pactadas con la Sección 22 sin contratiempos. Se supone que todos sabían perfectamente qué es lo que pasaría, y que por tanto no habría ninguna dificultad.

Del mismo modo, eso parece explicar que, en un momento dado, fuera el secretario de Seguridad Pública Estatal, Marco Tulio López Escamilla, quien tratara de salir al paso de los rijosos que trataban de romper el cerco policiaco que mantenían los elementos federales dispuestos por el Estado Mayor Presidencial.

Podría entenderse que, en ese mismo marco, los grupos que se habían salido de control y que atacaban a los elementos de la Policía Federal que resguardaban el zócalo citadino, ni eran parte de la Sección 22 del SNTE, y tampoco serían respaldados por ésta ante una posible respuesta violenta por parte de los efectivos policiacos.

Sin embargo, pareciera que el escenario que enfrentaron fue el peor: la violencia se desbordó, los protagonistas fueron maestros; los negociadores del gobierno estatal no tuvieron capacidad de actuar. La fuerza policiaca estatal fue ninguneada. Y al final, los supuestos negociadores de la Sección 22 con quienes habían hecho un pacto días antes, fueron quienes finalmente anunciaron que exigirían el cese de cuatro funcionarios, así como la suspensión de cualquier diálogo con el Gobernador del Estado.

Lo que pareciera a simple vista, es que hubo una traición por parte de la Sección 22 a los negociadores del Gobierno del Estado. No obstante, también habría que atender algunos factores internos del sindicato magisterial, sus propias pugnas, ver al interior quiénes representan a sus factores reales de poder y cómo se reparte éste; y cuáles fueron los errores reales del gobierno estatal a la hora de interceder frente al llamado “magisterio democrático”.

 

NEGOCIADOR EQUIVOCADO

Desde el principio, el director del IEEPO, Bernardo Vásquez Guzmán, decidió que negociaría únicamente con la Sección 22 del SNTE. Derivado de ello, desde sus primeros días de gestión al frente de ese Instituto, desconoció como interlocutora a la disidente Sección 59; y manifestó expresamente que a partir de ahora sólo los “democráticos” serían los escuchados y atendidos por el gobierno estatal.

Vásquez tomó la decisión de declarar lo anterior, no motivado por convicciones firmes respecto al liderazgo o la capacidad de entendimiento y acuerdo de la Sección 22; más bien, lo hizo como una muestra de buena voluntad, y como parte de su búsqueda de fortalezas ante la circunstancia indudablemente adversa en que se encontraba.

Vásquez sabía que sus propias debilidades, debían llevarlo a echarse en los brazos de sus contrapartes más poderosos, para así buscar la convalidación y legitimación que por sí mismo no tenía (por carecer de experiencia en el ramo educativo, por no tener capacidad de interlocución con la 22, por sus nexos con la profesora Elba Esther Gordillo, e incluso por no tener antecedentes respecto a sus habilidades como negociador político) y que le era urgente tener para acallar los señalamientos negativos en su contra, que le brotaban por todos lados.

Sólo que Vásquez cometió un error elemental: entendió que podía negociar directamente con Azael Santiago Chepi, y que éste tomaría acuerdos en nombre de toda la Sección. Ingenuamente, consideró que neutralizándolo a él, también conjuraría cualquier tipo de inconformidades. Este error, convalidado por todos los demás negociadores del gobierno estatal, les costó nada menos que el problema que se generó a raíz de la visita presidencial.

¿Por qué? Porque desde hace tiempo, dentro de la Sección 22 existen señalamientos serios en contra de Santiago Chepi por su entreguismo y posible corrupción. Porque, además, los verdaderos líderes de la 22 son las alrededor de 15 corrientes que controlan la Asamblea Estatal. Y porque es con ellos, y no con el disminuido Secretario General de los maestros oaxaqueños, con quienes debieron negociar y acordar desde el principio.

 

PREBENDAS, A LA BASURA

Vásquez le dio todo a Chepi a cambio de no generar conflicto. Sólo que esto no gustó a los 15 dirigentes reales del magisterio, quienes finalmente generaron la violencia para reventar sus acuerdos. Por eso, Chepi finalmente fue presionado para ser él quien anunciara los resolutivos. Y que lo entiendan bien: las renuncias de Irma Piñeyro, Bernardo Vásquez, Marco Tulio López y Benjamín Robles son irremediables. Al ser acuerdo de Asamblea, ya no están sujetas a negociación. Caro paga el Gobernador los errores y la ingenuidad de sus negociadores.