Juventud: ¿de verdad existe el trabajo partidista?

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+ Partidos: mala opción, reeditar viejos esquemas

 

Apenas arranque el año 2010, los partidos y fuerzas políticas comenzarán en Oaxaca a desplegar todos sus potenciales para tratar de atraer simpatizantes y votantes para los comicios del mes de julio. Unos y otros desempolvarán sus propuestas, plataformas y eslóganes de campaña. Buscarán, como siempre, impactar en los sectores más fecundos de la población votante: los más pobres, los más jóvenes, y los menos preparados. Es decir, los grupos sociales política y electoralmente más vulnerables. ¿En el caso de la juventud, el trabajo político habrá de ser ahora sí real? ¿O se seguirá simulando la inclusión y democracia, que en realidad son estafas y demagogia? Vayamos por partes.

A pesar de lo escasas que son las juventudes partidistas en nuestro estado y país, parece claro que a los institutos políticos no les interesa ni un ápice promover una verdadera educación y cultura política entre los sectores más jóvenes. En ninguno de los partidos, ni de las fuerzas, existen verdaderas representaciones que busquen un trabajo extensivo para dicho sector de la sociedad, que hoy en día es uno de los más abundantes, pero de los menos identificados con el partidismo, con el gobierno y con la práctica del servicio público y la representación popular.

Aunque no lo parezca, ese desinterés mutuo —de los partidos hacia los jóvenes, y de éstos hacia aquéllos— es un problema grave. En el primero de los casos —es decir, de la apatía partidista por la verdadera juventud—, la situación parte de la negativa de los partidos a transformar sus viejas formas del pasado, por otras menos “institucionales” y, por tanto, menos antidemocráticas, menos autoritarias y menos verticales.

La razón parece sencilla: todos los que nacimos hace menos de 30 años, ya no fuimos parte ni testigos de las mejores verticalidades e institucionalidades del priismo. Al joven de hoy —menor de treinta años— ya no le tocó ver las glorias y el poder avasallador del partido hegemónico; más bien, ha sido espectador del comienzo del verdadero debate nacional y la oposición al poder público. Fue ya testigo de la alternancia de los partidos en el ejercicio del poder, y de las certezas de que en cada proceso electoral, el valor del voto público se fortalece y se hacen menos posibles las manipulaciones de resultados electorales, que en otro momento eran moneda corriente en la política nacional.

Es decir, que para los más jóvenes la institucionalidad ya no necesariamente es tomada como un sinónimo, a pie juntillas, de disciplina y acatamiento de cualquier determinación política, sea ésta democrática o no. La institucionalidad, más bien, es hoy entendida como el apegarse y respetar las reglas que cada proceso de la vida conlleva, y ceñirse a los límites que esto establezca. Si comprendemos bien esa visión, podremos darnos cuenta que dicho término no es condición para la disciplina.

Hoy son pocos los jóvenes que se identifican y entienden a la institucionalidad como un sinónimo de obediencia libre de cuestionamientos. Por eso los partidos políticos tienen exiguos grupos de jóvenes que, en su mayoría, se pierden en disputas internas por los espacios; que consideran que el ejercicio correcto del poder es el actual o pasado; y que, en el fondo, aspiran a convertirse no en nuevos políticos, sino en nuevos dinosaurios.

Las diferencias parecen sustanciales: en el ideal, un nuevo político habría de ser quien considerara a la política como una forma y fondo distinto —y más pulcro, ético y civilizado—, a cómo se ejerce hoy la representación popular, el partidismo y el servicio público.

Pero en la realidad, en todos los partidos existen mini dinosaurios que todos los días aspiran a convertirse en los mismos —y peores— que a quienes observan en la práctica del poder, porque consideran que eso es lo conveniente, lo provechoso y lo correcto. Al prevalecer esta visión, también lo hace el verticalismo y los demás vicios que afectan a la democracia y alejan a los grandes bloques de la juventud, del trabajo y el interés por el partidismo.

APATÍA COMÚN

¿Por qué, en todo esto, los partidos políticos se han negado a cambiar y a abrir sus puertas a formas distintas a hacer política y acceder al poder? Porque éstos, sin duda, se han afianzado como los representantes incuestionables de la democracia, independientemente de que en realidad sean o no delegados de esa voluntad popular que tanto llevan y traen. Sus prácticas así lo demuestran.

Por ejemplo, las secciones juveniles del priismo en Oaxaca, están deshechos. El membrete juvenil —nada menos que un sector partidista, el Frente Juvenil Revolucionario, que tiene representación partidista, acceso a cargos de elección y presupuesto público— hoy se encuentra sometido a una disputa permanente por dos o tres grupos diminutos de personas que dicen ostentar los intereses de los jóvenes.

¿Esos grupos en disputa, son en realidad representantes de la juventud? A la luz de los hechos, no. Y es así porque ninguno de esos “bloques”, ninguno, aglutina y convoca efectivamente —es decir, sin coacción ni acarreo ni compra de conciencias y apoyos— a más de cien jóvenes. El sector juvenil del PRI, ha servido como agencia de colocaciones, premio de consolación; e incluso como refugio de fracasados. ¿A quién, de sus cuadros, pueden hoy presumir?

La visión obtusa, lleva a esos grupos a suponer que con la elección de un dirigente afín, ya está todo ganado. Vean el tamaño de su error: el actual dirigente lleva más de cinco años en el cargo, sin poder hacer algo para la formación política de las “juventudes priistas” que, para variar, lejos de crecer, hoy están más disminuidas que nunca.

Así, podrá esperarse que la maquinaria electoral funcione con la juventud bajo los esquemas de siempre. Pero seguro que si no compran, coaccionan o condicionan el voto, poquísimos jóvenes votarían y se identificarían con los partidos políticos.

 

SOBRE LOS NOTARIOS

Aseguran que por lo menos 10 de las alrededor de 30 patentes de Notario Público que se han entregado durante la presente administración, fueron vendidas o sometidas a algún esquema de falsificación de documentos o firmas. Cada una de ellas fue vendida en montos que van de los 3 a los más de 12 millones de pesos, y que nos nuevos fedatarios —que compraron su Fiat— están renuentes a reconocer esta escandalosa corrupción, por temor a que les revoquen la patente y pierdan su millonaria inversión. Esto huele muy mal. Abundaremos.

almargen@tiempoenlinea.com.mx

almargenoaxaca.wordpress.com

 

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