Gabino Cué: el reto social de Oaxaca no tiene precedentes

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+ No dar la razón a gobiernos endebles: el mayor de sus retos

El domingo, Gabino Cué Monteagudo recibió su constancia de mayoría, que formalmente lo acredita como gobernador electo de Oaxaca. En dicho documento, se asienta que fue respaldado por alrededor del 54 por ciento del total de votantes que acudieron a las urnas. Es decir, que unos 730 mil electores lo favorecieron con su voto. Ante el triunfo inobjetable de su causa política, y la legitimidad que le brinda un triunfo de esas características, dos preguntas son fundamentales de responder ante el planteamiento de su programa de gobierno: ¿cómo diferenciarse, para bien, de las gestiones anteriores? Y sobre todo, ¿cómo cumplir las expectativas que generó su candidatura, y su propuesta democrática y de gobierno?

De acuerdo con las cifras registradas en la jornada electoral del pasado 4 de julio, resulta evidente que Gabino Cué obtuvo el triunfo debido no sólo al trabajo electoral —limpio y sucio— que el bloque de partidos de oposición pudiera haber realizado para apuntalar su candidatura, sino también porque un sector determinante del electorado (el llamado voto volátil, o indeciso) resolvió sí salir a votar el día de los comicios. Más allá del llamado “voto duro” que trabajó cada una de las fuerzas políticas, fue claro que esa franja de electores fue la que marcó la diferencia en el resultado electoral.

En este sentido, aseguran quienes conocen el comportamiento de los procesos electorales, que de acuerdo con la experiencia internacional, cuando en un régimen se disputan el poder la continuidad frente a la posibilidad de un cambio, y la franja de electores indecisos resuelve acudir a las urnas, normalmente éstos votan a favor de la alternancia, y son quienes determinan el sentido del resultado. Eso fue lo que, en una de las vertientes, ocurrió en Oaxaca. Es lo que ha pasado en otros escenarios de México y varios países de América Latina, en los que se llega a la alternancia a través de los cauces institucionales, y no de la violencia como ocurría en el pasado.

No obstante, más allá de ese comportamiento de un sector del electorado, tendríamos que preguntarnos por qué los indecisos deciden votar por la alternancia. La respuesta está lejos de ser un descubrimiento: la gran mayoría de ese voto volátil llegó a esa categoría, luego de desencantarse del partido gobernante, y tomar conciencia de que los cambios son saludables, cuando existen opciones alternativas viables.

El problema, en realidad, no llega cuando el votante no comprometido con cierta causa política, decide votar por una alternancia que en realidad no está bien sustentada. En la experiencia mexicana y latinoamericana, se tienen registros precisos de que el agotamiento de los regímenes alineados a los llamados “designios estadounidenses”, a las políticas económicas internacionales, y a los modelos más identificados con los partidos de centro y de derecha, fue lo que abrió la puerta a gobiernos de alternancia, pero que no por ello fueron mejores que los anteriores.

Así, en innumerables casos el desencanto con esos gobiernos permitió que sus adversarios vendieran ilusiones irrealizables, a través de promesas de gobiernos de izquierda no alineados, que en realidad explotaron exitosamente el desánimo y la inconformidad del electorado con sus gobiernos, y se convirtieron en opciones políticas exitosas a través del uso del populismo como herramienta de legitimación. En el ámbito internacional, el caso de Venezuela, con el presidente Hugo Chávez, acaso es el mejor ejemplo de esta situación. Y en México, existen también no pocos casos de gobiernos de alternancia que, por la preservación de sus vicios e ineficacia, resultaron ser mucho más nefastos que sus antecesores.

GOBIERNO DIFERENTE

En Oaxaca, Gabino Cué Monteagudo tendrá la nada sencilla tarea de cumplir con las expectativas que generó como candidato a Gobernador, pero sin caer en los extremos antes mencionados. No deberá convertir su administración en una copia al carbón de las anteriores, pero tampoco aferrarse a posiciones populistas, que lejos de resolver los rezagos, en realidad generen más problemas sociales y políticos de los que ya existen en la entidad.

En ese sentido, deben ser claras y precisas las respuestas que brinde a los ciudadanos. Por citar un ejemplo, si el Gobernador electo ya se comprometió a que su gobierno estará integrado por los hombres y mujeres mejor calificados que tiene la entidad para la gestión pública, debe dar pasos sustanciales no sólo para establecer reglas y requisitos claros para realizar esas nuevas contrataciones, sino también para regular la situación laboral de los miles de trabajadores de confianza que hoy tiene la administración estatal.

Veamos el asunto a detalle. Aquí, cualquier persona que ha laborado en alguna dependencia municipal y estatal, sabe que los requisitos de contratación son esencialmente discrecionales, en cuanto a los trabajadores de confianza. Es decir, que independientemente de que existan algunos criterios, esto, en todas las dependencias estatales, queda casi por completo al arbitrio del titular de la misma.

Esto genera, por un lado, un alto grado de inestabilidad laboral para esos trabajadores, que conservan su trabajo muchas veces en función de circunstancias ajenas a su desempeño laboral; y por el otro, esa discrecionalidad también alimenta algunas de las prácticas que tanto reprueba la sociedad no sólo en Oaxaca, sino en el país. Es decir, que las personas sean contratadas por amistad o por compromiso, pero no por tener experiencia y capacidad probada en las tareas públicas a desempeñar.

Así, en Oaxaca debería existir un servicio profesional de carrera que regulara toda esa situación. Y, sobre todo, debería existir un compromiso firme del nuevo Gobierno para cumplir cabalmente con esas regulaciones. El mejor ejemplo de que por sí solo el establecimiento del mecanismo no funciona, se encuentra en el gobierno federal, en el que el presidente Felipe Calderón está rodeado, en los más altos cargos del gobierno federal, no de los mexicanos más eficientes y preparados, sino de sus mejores amigos.

RESPUESTAS CLARAS

Las expectativas deben ser satisfechas con respuestas claras y puntuales, no con espejismos. Un gobierno diferente sólo se logrará con la materialización de las promesas hechas en campaña. Es decir, que esas promesas se conviertan en leyes y prácticas. Si no, del tamaño de la expectativa habrá de ser el fracaso.

almargen@tiempoenlinea.com.mx

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