+ Cué: retos no son sólo con sus aliados, sino también con PRI
La aparente calma y civilidad con que está actuando el grupo gobernante que fue derrotado en las urnas el pasado cuatro de julio tiene, a decir de ellos mismos, una explicación lógica: este no es el momento aún para comenzar a cobrar las afrentas y verdaderamente “generar oposición” al nuevo gobierno que encabezará Gabino Cué Monteagudo. En efecto, pareciera que el PRI está apostando a una estrategia opositora de mediano y largo plazo que, no por ello, pretende ser moderada o moralmente aceptable. Entre muchos otros, ese es un reto que no debe eludir o menospreciar el próximo Gobernador del Estado.
En varias ocasiones, en este y otros espacios nos hemos preguntado cuál es la razón por la que, a pesar de la abrumadora derrota, los integrantes de la cúpula priista de Oaxaca se sienten tan tranquilos, tan confiados y hasta satisfechos. Una primera respuesta, que no es del todo aventurada y mucho menos equivocada, apunta a que los tricolores directamente derrotados —es decir, el grupo gobernante—, no termina de asimilar que dentro de unos cuatro meses el poder se les acabará, y que a partir de entonces, su presencia e influencia será muy relativa en la entidad. Varios de los integrantes de esa cúpula, viven con la idea errónea de que serán rescatados, cobijados y proveídos por el manto protector del priismo del Estado de México.
Una segunda respuesta, mucho menos visceral y emocional, apunta a que los tricolores están preparando una salida del poder más o menos decorosa, junto con un conjunto de alternativas ahora que serán partido de oposición. Esas alternativas apuntarían a establecer el impulso a una serie de acciones para acotar civilizadamente al nuevo gobierno, y obligarlo a emprender ciertas medidas —administrativas y legislativas— que endurecieran los mecanismos de fiscalización, que replantearan los equilibrios entre poderes, y que acotaran la influencia avasalladora que hoy tiene, tanto en la praxis como en el rango constitucional, el Poder Ejecutivo del Estado. Ante la falta de argumentos y propuestas en ese sentido, es previsible que ésta es también una respuesta no errónea, pero sí incompleta.
La que se aparece más cercana a la realidad, es aquella tercera respuesta que nadie en su sano juicio avalaría a pie juntillas, y que incluso no querría escuchar. Esta es la relativa a la posibilidad de convertirse no sólo en una oposición recalcitrante y poco civilizada, sino que además el grupo priista que fue derrotado se dedicara a generar todo tipo de traspiés al nuevo gobierno.
¿De qué hablamos? De casi nada: que a partir del 1 de diciembre próximo, un grupo importante de organizaciones sociales identificadas con el priismo, y con cierta influencia social, comenzaran a movilizarse para llamar la atención al nuevo gobierno, para hacerse presentes, y para hacerles notar que su paso por el gobierno no ha sido, y tampoco será para el nuevo gobernante, una tarea fácil. Acercarse a esta posibilidad, implica suponer que los meses, y años siguientes, serán de una tranquilidad endeble y de prolongados periodos de rispidez e incertidumbre.
Hay elementos para suponer que esta posibilidad es nada lejana. Tan sólo en las últimas semanas, luego de los comicios, hemos comenzado a ver una serie de movilizaciones de grupos inconformes y organizaciones que, en otros momentos, parecían estar más cerca de las posiciones e intereses oficiales, que de grupos en situación de inconformidad. Si la cúpula actual del tricolor decide —como es su derecho hacerlo— optar por esa vía, entonces estarán haciendo el trabajo menos civilizado y menos trascendente, pero sí el más eficaz en cuanto a la generación de oposición, conflictos y descrédito para el nuevo gobierno.
RETOS POLÍTICOS
Es lugar común asegurar que “el nuevo gobierno está lleno de retos”. Más allá de la retórica o los argumentos trillados, es evidente que una vez que asuma el cargo de gobernador, Gabino Cué Monteagudo tendrá frente a sí una compleja composición política en la entidad, en la que no sólo tendrá que buscar la cercanía, el arreglo y el entendimiento con las fuerzas políticas que lo llevaron a la gubernatura. Aunque parezca ilógico, aseguran quienes saben, que una verdadera demostración de inteligencia y altura política, sería dada si el nuevo gobernante se hiciera también cargo de todas las expresiones políticas identificadas con el priismo.
Un mal pensado puede deducir de esa afirmación, todo lo que le plazca. Sin embargo, lo que queda claro es que como gobernador, Cué Monteagudo debe tener el entendimiento suficiente como para considerar el tamaño de su oposición —es decir, un priismo que está respaldado nada menos que por 613 mil votos—, y la complejidad de conciliar los intereses de los partidos que hasta ahora lo apoyan.
Gobernar y entablar relaciones políticas en un marco de cerrazón o sectarismos, sólo le acarreará al gobernador Cué una fila interminable de problemas, que vendrán a anexarse a todos los que ya existen. El gran error de los gobernantes contemporáneos de Oaxaca y el país, es que han decidido ejercer las funciones del gobierno y del Estado en función primordialmente de sus partidarios, apoyadores o allegados. Dejar a la deriva tanto a esa cúpula opositora, como a las bases (así sea con la tercera parte de esos 600 mil votos) que lo respaldan, sería tanto como acelerar el proceso natural de desgaste que tendrá él, como lo tienen todos los gobernantes.
Si no se establecen estos delicados hilos de sostenimiento institucional, habrá caos y problemas interminables en Oaxaca. Aquí se pondrá verdaderamente a prueba la capacidad de diálogo e interlocución del nuevo gobierno, pero también la actitud opositora de las fuerzas que dicen saber gobernar mejor que nadie, pero que ahora fueron expulsadas del poder. La gobernabilidad responsable, eficaz y enmarcada en el estado de derecho, depende tanto de unos como de otros.
PÉSIMO PATRÓN
Hasta barato le ha salido al Comité Directivo Estatal del PRI la indemnización de cuatro millones de pesos que están obligados a pagar a cuatro trabajadores que fueron despedidos injustificadamente. El PRI, que dice ser defensor de la justicia social, es el peor patrón que pueda haber en Oaxaca. A los empleados del CDE se les paga siempre mal, tarde y sin ninguna responsabilidad laboral o prestaciones sociales. Que no se sorprendan, entonces. Esa es, apenas, una pizca de la justicia que no les han aplicado.