+ Que en la lucha organizada ya no venza la minoría sobre la mayoría
Era elocuente la portada de TIEMPO del miércoles: gracias a la presencia de las fuerzas federales, la capital oaxaqueña —y la ciudadanía— ya cumplió dos meses sin padecer ningún tipo de bloqueo a calles u oficinas gubernamentales. Ello es prueba fehaciente de varias cuestiones que ahora deben repasar fríamente los gobiernos estatal y federal, si de lo que se trata es de que ambos contribuyan a devolverle a la Verde Antequera la paz y el sentido de la autoridad que merece.
En efecto, en la nota principal del pasado miércoles, TIEMPO señalaba que gracias a la presencia de las fuerzas federales, en coordinación con las corporaciones policiacas estatal y municipal de la capital, en Oaxaca desde hace sesenta días ya no se registran bloqueos de calles ni acciones de protesta que violenten derechos de terceros. Incluso, las otrora multitudinarias mar- chas de la S22 lucen con poca asistencia. “Empresarios y ciudadanos piden que uniformados permanezcan en la entidad”, remarcaba la nota de primera plana.
¿Qué significa esa inusitada actitud de prudencia que han mostrado las organizaciones sociales en estos dos meses? Hay varias cuestiones importantes que señalar. La primera de ellas, es que la reciente paz social de la entidad está enmarcada no en los actos represivos e intimidatorios que muchas organizaciones han querido denunciar por la presencia de la Policía Federal y la Gendarmería Nacional, sino en el hecho de que las organizaciones sociales estaban acostumbradas a hacer y deshacer a placer con la paz social y la tranquilidad y los derechos de la ciudadanía.
Una segunda lección apunta a que, como parece, las organizaciones sociales no comen lumbre. Muchas de ellas estaban acostumbradas a hacer lo que les venía en gana, siempre retando a la autoridad a que procediera en su contra, para responder con doble virulencia. Si esa actitud envalentonada estuviera verdaderamente respaldada por un sentido social de fondo cualquiera de ellas habría respondido de la misma forma que como amagaban al gobierno de Oaxaca, ante la presencia de las fuerzas federales. No lo han hecho, porque saben que su capacidad de movilización y respaldo social era por demás relativo, y que cualquier intento hoy en día sería apagado de inmediato por las fuerzas federales.
Una tercera lección, que es por demás importante, radica en que ahora tanto el gobierno estatal como el federal deben considerar la importancia de devolver el sentido de autoridad a Oaxaca, pero que éste sólo puede ocurrir cuando haya un verdadero respaldo y colaboración institucional entre los dos ámbitos de gobierno. Siempre que nos preguntamos por qué las organizaciones hacían lo que querían, volteábamos a ver a las fuerzas estatales, y su evidente incapacidad para contener los rasgos de la efervescencia social que derivan en la comisión de delitos.
Ni siquiera se reparaba en el hecho de que esa incapacidad —numérica, de equipos, de preparación y organización de las fuerzas policiacas estatales, para contener las protestas sociales desbordadas— era sólo la mitad del problema. La otra mitad estaba en el hecho de que en Oaxaca no había ningún tipo de presencia, ni siquiera testimonial, de las fuerzas federales.
Muchos recibieron con agrado la noticia de que la Gendarmería Nacional buscaba un espacio dónde asentar un cuartel permanente para sus elementos que quedarían estacionados en Oaxaca. No vieron que implícitamente ese era el reconocimiento de que hasta antes del siete de junio no había ningún tipo de presencia de fuerza pública federal, y que por eso ante la inferioridad de las fuerzas estatales, la gobernabilidad y la paz social estaban en manos de un puñado de organizaciones que marchaban, bloqueaban y perturbaban cada que se les daba la gana, sin enfrentar ningún tipo de consecuencia.
LOS MÁS, PERO LOS MENOS
Nos acostumbramos a que el gobierno asumiera, por largos años, que los grupos organizados eran la mayoría, y que a la ciudadanía la obligara –nos obligara– a padecer los efectos de esa lucha que, aunque organizada, es en realidad minoritaria. En Oaxaca tenemos una larga y funesta tradición en ese sentido, a partir de grupos como la Sección 22 del SNTE que por su capacidad de organización y disciplina puede poner en jaque al gobierno, a pesar de tener una representación que apenas rebasa al dos por ciento de la población.
Hoy que parece que esta dinámica se rompió, vale la pena no perderlo de vista. Por ejemplo, durante los años de lucha que lleva la Sección 22 del SNTE en Oaxaca, el gobierno ha asumido como una determinación velar por la atención a las demandas e intereses del magisterio, por ser un grupo numeroso y organizado. La contracara de esa determinación está en los ciudadanos, que aún siendo mayoría, ha estdo dispersa y se decanta en la sola indignación sin poder dar paso a las siguientes etapas de la reprobación a una autoridad que privilegia las minorías, por encima de la mayoría.
Primero, hace años, lo hacían como una forma contundente de lucha. Si lo recordamos, hace quince o veinte años tomar cruces viales como el llamado crucero de la Volkswagen, en la capital oaxaqueña, era sinónimo de un verdadero atrevimiento y de una afrenta a la autoridad. Era así porque pocos lo habían hecho antes, y porque también la autoridad se aprestaba a atender de inmediato, bajo la amenaza de acciones recíprocas por parte de la fuerza pública, las demandas de los inconformes.
Sin embargo, con la reiteración de esas formas de lucha se fueron relajando los efectos. Por un lado, los grupos se dieron cuenta que tomar una acción tan “contundente” como esa era cada vez menos efectiva; y por otro lado, la autoridad comenzó a dejar de tener miedo a la reacción de la ciudadanía –que vio que a pesar de los abusos no tomaba partido o represalia política o electoral de la situación– y entonces comenzó a dejar pasar ese tipo de protestas sin dar mayor respuesta.
¿Se habrá ya roto esa dinámica? No lo creemos. No podrá haber policías siempre. Por eso debe haber un rescate urgente del sentido de orden y autoridad en Oaxaca.
EL IEEPO LEGÍTIMO
El pasado 23 de julio apuntamos en este espacio: “López Obrador quiere en Oaxaca un ‘IEEPO legítimo’ de la mano de la Sección 22… al servicio de Morena. ¡Vaya oportunismo!”. Aunque hubo quien no lo creyó, ayer la Asamblea del magisterio determinó ¡abrir su IEEPO legítimo! Lo siguiente será oficializar el pacto con Morena y Andrés Manuel. ¿Alguien lo duda aún?