+ Nuño: si quiere ser presidenciable, debe subir escolaridad promedio
Aurelio Nuño Mayer quiere ser el candidato a la Presidencia de la República de Enrique Peña Nieto. A su vez, el Mandatario federal parece estar dispuesto a que eso ocurra. Para conseguirlo, colocó a Nuño en una posición estratégica para la política nacional, y estableció también una política de atención mediática denodadamente enfocada hacia la Secretaría de Educación Pública. No obstante, hay datos duros objetivos de la verdadera crisis educativa de nuestro país, a los que nadie en el gobierno federal alude. Y lo que a todos debe quedarnos claro, es que si Nuño no arregla ese problema —como parece que ocurrirá— sus aspiraciones presidenciales serán sólo de papel.
En efecto, Nuño tiene dos meses como titular de la SEP, y en todo este tiempo se ha dedicado a hacer política a costillas de la educación. Primero fue el juego de vencidas que emprendió en contra de la CNTE, y luego fue el anuncio relacionado con los 50 mil millones de pesos que le puso a disposición el erario federal para infraestructura educativa. Con esas dos acciones, Nuño trabó una alianza con los gobernadores del país integrados en la Conago. Y desde esas posiciones pareciera que intentará lanzar sus intenciones de convertirse en un verdadero aspirante a la Presidencia de la República por el Partido Revolucionario Institucional.
La ruta trazada, no deja mayor espacio a la duda. Los dos posibles abanderados priistas para suceder a Peña Nieto, se cayeron con los respectivos escándalos, el primero de la dudosa procedencia de la mansión de Malinalco, y el segundo por la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán del penal del Altiplano. Así, ya no haber ruta sucesoria posible para Luis Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong, Peña Nieto lanzó a Nuño Mayer a través de la SEP y con el tema de la reforma educativa. Por eso, con la bendición presidencial, con un asunto que es crítico pero electoralmente rentable, y con 50 mil millones de pesos en la bolsa para hacer campaña, a Nuño lo mandaron a construir una candidatura, no a solidificar la reforma educativa.
En este sentido, hace algunos días apuntábamos en este espacio que cuando ha habido voluntad y certidumbre en un modelo educativo recién establecido, las naciones se han puesto la misión de, por ejemplo, incrementar en un periodo de gobierno igual número de años promedio de escolaridad en toda su población. En México, los años promedio de educación siguen siendo los mismos desde hace mucho tiempo, y siguen siendo pocos.
Esa es una de las razones que justifican la reforma educativa. Pero la incógnita es si en realidad el gobierno federal confía tanto en su nuevo modelo, y en su nuevo operador (Nuño) como para proponerse una demostración fehaciente y sustantiva de transformar la realidad educativa del país. Y sobre todo, tendríamos —sociedad y gobierno— que entender que esa sería una buena demostración de eficacia que podría abrirle la puerta de la competencia presidencial a un espontáneo, como parece serlo Aurelio Nuño.
Evidentemente, un logro como éste debiera ser la llave de un presidenciable. El problema es que si un logro como ese constituiría una legitimación sustantiva, en los hechos —y en lo estrictamente educativo— Nuño está perdido en tareas de corto plazo, como la implementación de planes de estudio o programas de evaluación, o en hacer inversión de infraestructura en las escuelas del país. Esos son logros importantes, pero no transformadores. Y si lo que quiere es crecer, entonces tendría que demostrar más que su supuesta capacidad de gestión y aplicación de los 50 mil millones que dice que invertirá la SEP para mejorar las escuelas.
Lo que tendría que demostrar, en términos simples, es que el modelo educativo que impulsa es capaz de revertir la triste realidad de la educación en nuestro país.
MÉXICO, EL PEOR DE LA OCDE
Hay datos que son reveladores. En México, los niños de 5 años tienen la más baja probabilidad de cursar una licenciatura o un posgrado que el resto de los infantes de los países de la OCDE. El estudio ¿Cómo va la vida? 2015 revela que mientras una persona de 5 a 39 años en los países de la OCDE puede aspirar a tener 17.7 años de educación, que equivalen a una carrera técnica, en México esa cifra baja a 14.4 años, es decir, bachillerato inconcluso, siendo la más baja de todas las naciones que pertenecen al organismo internacional (http://bit.ly/1Kyg3bY).
Mientras en Islandia los años de educación pueden llegar a 20, México es el país más pobre en esa aspiración, ya que la mayoría de los niños de 5 años dejarán inconcluso el bachillerato, porque no logran ni 15 años de escolaridad. “En la mayoría de los países de la OCDE, la esperanza de escolaridad para los niños que hoy tienen 5 años es que cursen estudios durante casi 18 años adicionales, en promedio”, indica el análisis. Pero en México esa esperanza de escolaridad se reduce a menos de 15 años, mientras que en Islandia, Finlandia, Dinamarca, Australia y Suecia el número de años de escolaridad al que pueden llegar los niños de 5 años es de 19 o más.
Lo anterior demuestra que en nuestro país un niño que en estos momentos tiene 5 años probablemente no logre terminar el bachillerato antes de cumplir 39 años de edad, de modo que la posibilidad de que estudie una carrera profesional es muy reducida, lo cual repercute en su calidad de vida, porque obtendrá un sueldo más bajo, su salud podría tener más riesgos y su estilo de vida también tendrá alteraciones que perjudican en su bienestar general de vida.
Cuestiones como éstas, son las que un país que confía en la implementación de un nuevo modelo educativo sí puede comprometerse a revertir. El problema es que en México nadie en el sector público habla de ello, aunque al mismo tiempo resulta que la administración de la crisis educativa hoy se está convirtiendo en el pivote de las aspiraciones presidenciales de un personaje, y de la supervivencia de un grupo gobernante que está buscando recuperar su malogrado proyecto sucesorio.
S-22, SIN FUTURO
En su intento por demostrar que sigue unida, la Sección 22 insiste en emprender acciones que sólo revelan su debilidad y su incapacidad de mantenerse cohesionada frente a la autoridad educativa. Para hoy quieren hacer un acordonamiento del edificio central del IEEPO “para retener trabajadores”. Lo harán a las 8 horas… cuando no hay nadie. ¿Así quieren que los tomen en serio?