Las bases magisteriales sólo responden a las demostraciones de miedo

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+ Altibajos del movimiento magisterial están determinados por el terror


 

Parece exagerado decirlo, pero es claro que el movimiento magisterial de Oaxaca está determinado en gran medida por la percepción de fuerza, y de miedo, que las bases tienen de su dirigencia y del Estado. Eso es lo que ha determinado la capacidad de reposicionamiento que ha tenido en estos dos años la dirigencia de la Sección 22 del SNTE entre sus bases gremiales, aunque también esto ha ocurrido gracias a la incapacidad del gobierno —estatal y federal— de entender cómo actúan los trabajadores de la educación frente a circunstancias determinadas. Entender esto, resulta relevante hoy que en apariencia se genera una nueva relación entre la 22 y el gobierno de Alejandro Murat Hinojosa.

En efecto, para comprender mejor esta realidad hay que volver al momento previo a la requisa del IEEPO por parte del acuerdo entre el gobierno federal y el estatal. Hasta entonces, la estrategia del gobierno federal para tratar de dar cauce al problema magisterial, se había centrado en tratar de apaciguar a la Sección 22 y a la Coordinadora, ofreciéndole recursos y canonjías a cambio de que ésta acordara no movilizarse.

Esta estrategia de negociación, que había sido conducida por Luis Miranda Nava desde la Subsecretaría de Gobierno de la Secretaría de Gobernación, tuvo saldos negativos al fracasar como medida para lograr que se llevaran a cabo los comicios federales intermedios de 2015, y lograr la desmovilización de las bases magisteriales a través de una amplia presencia de la Policía Federal y de la Gendarmería en Oaxaca.

Ese fracaso fue lo que le abrió paso a la expropiación del IEEPO a la Sección 22. Cuando el gobierno federal comprobó que a través de la demostración de fuerza había logrado que la 22 desistiera en su intento por boicotear los comicios federales, decidió dar un siguiente paso acordando con el entonces gobernador Gabino Cué Monteagudo, la desaparición del Instituto educativo bajo la predominancia de la Sección 22 en su integración, y la fundación de una nueva institución en la que la autoridad federal tomara el control de las áreas directivas, no sólo para comenzar el proceso de implementación de la reforma educativa, sino para generar una nueva política de administración de la educación.

Ello significó un golpe moral no sólo para la Sección 22, sino para todas las organizaciones que se movilizaban al amparo de la estrategia de “movilización-negociación-movilización” impuesta como costumbre en la presión social al gobierno, por el propio magisterial. Luego de la recuperación del IEEPO —ocurrida el martes 21 de julio de 2015—, hubo un periodo de más de dos meses en el que ninguna organización de lucha social en Oaxaca se movilizó. Lejos de lo que se pensaba, las bases magisteriales se mantuvieron apaciguadas —temerosas—, y fue hasta varios meses después cuando se reactivaron las tradicionales acciones de protesta, una vez que el Estado relajó la presencia policiaca y que decidió ir recuperando la normalidad perdida desde el día de los comicios federales.

PREDICAR CON  EL (MAL) EJEMPLO

Fue hasta enero del presente año que la Sección 22 logró reactivar sus movilizaciones. Todos los meses de 2015 posteriores a la refundación del IEEPO, las bases magisteriales se mantuvieron en calma básicamente por dos razones: en el primer estrato, la dirigencia, que se mantuvo en bajo perfil porque palpaba la posibilidad de una respuesta escasa de las bases, y para ganar tiempo; y en el segundo estrato, las bases magisteriales que esencialmente se mantuvieron en sus actividades cotidianas por miedo.

Durante ese tiempo, el gobierno insistió en la idea de difundir que los maestros ya no estarían sujetos al condicionamiento sindical sobre su trabajo. Pero falló al no lograr la eliminación de la influencia de los representantes de la Sección 22 entre los propios trabajadores. Por eso, la presión pasó de los temas salariales a prácticas como la de expulsar de sus centros de trabajo, o desconocerse, entre compañeros, por el hecho de estar o no de acuerdo con las nuevas prácticas administrativas. De nuevo, el miedo movió a muchos a seguir apoyando a sus sindicatos. Y ahora era el miedo a ser repudiados por sus mismos compañeros.

Así llegó Nochixtlán. El gobierno federal decidió ir por todo cuando decidió la aprehensión de los líderes magisteriales. Esta acción, que pretendió ser quirúrgica, olvidó la capacidad de movilización de las bases afines a la Sección 22, entre maestros y organizaciones radicales que históricamente han apoyado a la Coordinadora. Por eso, el gobierno federal se centró en la aprehensión de diversos líderes. Pero mientras lo hacía, esas bases radicales sitiaron Oaxaca para evitar la incursión policiaca, que finalmente intentó ocurrir el 19 de junio de forma desastrosa.

Paradójicamente, cuando eso ocurrió hubo un efecto contrario respecto al miedo. Nochixtlán le demostró a las bases que era posible reconquistar los espacios perdidos. Por eso, las bases magisteriales reaccionaron fuerte ante el enfrentamiento; por eso, lograron retomar el centro de la ciudad, mantener la toma a las oficinas del IEEPO, e incluso no iniciar el ciclo escolar. Era, pues, la constatación de que las bases ya no tenían miedo, que veían de nuevo fuerte a la dirigencia, y que por tanto había que apoyar.

NUEVA RELACIÓN

Es importante entender está lógica, de cara a los primeros acuerdos entre el gobierno y la 22. No se trata de sólo ver qué se les da y cómo lo reciben, sino en qué dimensión se establece la relación gobierno-sindicato. Y debiera ser motivo de alarma que en la Secretaría General de Gobierno —donde se supone que se conduce la política interna del Estado— no haya un solo funcionario de primer nivel que conozca, incida o tenga cierta ascendencia respecto a este, que es el principal problema político de la entidad.

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