Quién sabe si los priistas oaxaqueños que aspiran a cargos de elección popular en 2018, ya entendieron el mandato de la XXII Asamblea Nacional del tricolor, sobre la apertura a los candidatos ciudadanos. El único fortalecido es el jefe político priista, que no es otro sino el Gobernador del Estado. Por eso, si aspiran a algo, en Oaxaca todos los priistas deben disciplinarse, o arriesgarse a la rebelión… o cambiar de partido político.
En efecto, el mandato principal de la reciente Asamblea Nacional del PRI consistió en eliminar el candado que limitaba al propio partido a hacer candidatos a cargos públicos, a priistas que demostraran tener más de 10 años de militancia. La atención se centró en la candidatura presidencial, sin considerar que el retiro de ese candado tiene también efectos para todos los demás cargos públicos que se definen a través de candidaturas partidistas.
Esa determinación, en realidad al único que fortalece es al jefe político priista, tanto a nivel federal como en los ámbitos estatales en los que el Gobernador emana del PRI. Es el caso de Oaxaca. En el ámbito nacional, el retiro de esta disposición sólo fortalece al Presidente, porque a partir de ahora lo mismo puede optar por un candidato ciudadano que por un militante priista, sin las presiones estatutarias de antes. Y en el ámbito estatal, ello tiene un efecto más o menos similar porque a los dirigentes y jefes políticos les permite incluso la posibilidad de incidir en la influencia de las candidaturas ciudadanas. Es una apuesta arriesgada, pero posible.
Ahora bien, en el caso particular de Oaxaca, lo que se anticipa —como en cada proceso electoral— son jaloneos y amenazas de ruptura. La diferencia entre antes y ahora, es que ahora el gobernador Alejandro Murat no se verá obligado a optar por los prospectos creados en los enjambres priistas, sino que tendrá el margen suficiente para poder debutar, si quiere, a una nueva clase política local. La crisis tendrá su cúspide en donde siempre: las resistencias y los cuestionamientos al cambio generacional. Lo interesante es la gama de nombres que existe tanto entre quienes pueden generar ese cambio, como entre quienes se resisten a él.
RESISTENCIAS
La fórmula de candidatos al Senado, será la medida de todo. Entre los aspirantes priistas se encuentran Samuel Gurrión Matías, Alejandro Avilés Álvarez, Héctor Pablo Ramírez Puga Leyva, Mariana Benítez Tiburcio y evidentemente Raúl Bolaños Cacho Cué. Con sus respectivos cuños, cada uno de ellos dice tener lo suficiente como para poder convertirse en candidato al Senado. Habrá que ver, en ello, las variables que existen.
La primera es que no todos son integrantes del grupo real del Gobernador. Otra, es que aquella vieja idea de que el candidato que encabeza la fórmula al Senado era, en automático, el primer aspirante natural a la siguiente gubernatura, pues esa práctica quedó sepultada por la realidad —al menos en el PRI— hace ya dos sexenios en Oaxaca.
Una variable más, radica en qué tanto resistan esos aspirantes el impasse de la definición de las candidaturas al Senado. E incluso, también influye de forma muy importante en qué punto se encuentre el cálculo interno del priismo sobre el resultado de las elecciones de julio de 2018 en Oaxaca.
Por lo pronto, uno de los que ya se nota desesperado es Samuel Gurrión. Se señala, incluso, que podría estar intentando generar acercamientos con Morena o con el PRD para tratar de trabar una alianza que lo lleve al Senado.
En el caso de Morena, tendría que demostrar la competitividad electoral que tanto pregona, para luego construir una ruta viable —y dejar en el camino a gente como Salomón Jara, Flavio Sosa, Karina Barón, Jesús Romero y hasta a Eduardo Martínez Helmes, entre varios otros, que han trabajado en ese partido y que también aspiran a esas candidaturas— y lograr la aceptación de Andrés Manuel López Obrador en el corto plazo. Nada de eso parece posible.
Y en el caso del PAN o PRD, Gurrión tendría que apostarle a una posible alianza, lo cual tampoco parece posible, dado que la inercia natural abre más posibilidades de una coalición fáctica entre el PRI y el PAN, que una alianza formal PAN-PRD, en todos sus niveles. Por eso, si a alguien le afecta la apertura de la baraja priista a las candidaturas ciudadanas, o de militantes jóvenes, es a Gurrión que en algún momento llegó a sentirse como seguro candidato a la cámara alta.
Fuera de él, ninguno piensa en brincar. Y de todos ellos, el único que tiene ascendencia nacional, y un acuerdo relativo con el Gobernador Murat, es Héctor Pablo Ramírez Puga Leyva. Él no se va a ir a otro partido, y tampoco le convendría tensar sus relaciones con el priismo local, aunque irremediablemente tendrá que pagar el costo estadístico de tener varios años fuera de la entidad.
Alejandro Avilés quedó anulado como posible aspirante al Senado y tendrá que conformarse con lo que tiene, que a estas alturas, ya es bastante.
Mariana Benítez tendrá que apostarle a las bondades de la paridad de géneros y a un eventual acuerdo nacional para impulsar a más mujeres que hombres en las candidaturas al Senado, para finalmente trabajar muy duro —o echarse en brazos de la suerte— para que la fórmula de candidatos de mayoría al Senado, no pierda ante Morena.
Y todos ellos tendrán que seguir viendo como sombra a Raúl Bolaños Cacho Cué, que de manera evidente, trae a su favor todo el ánimo del Gobernador para crecer políticamente, aunque quién sabe si la ruta elegida pudiera ser —en lo incierta que es la realidad actual— la del Senado.
EL SENADO NO ES TODO
Al final, eso es lo que tendrán que asumir todos: el 2018 pinta complicadísimo para el PRI en Oaxaca, por el empate de procesos electorales, y por el arrastre natural que tendrá López Obrador en nuestra entidad. Además, el gobierno de Alejandro Murat tiene un trecho larguísimo hasta el 2022, en el que tendrá que lidiar con dos Legislaturas locales más. Es decir, la próxima candidatura a Gobernador se puede construir desde muchas otras trincheras. Todo lo demás, son meras ambiciones.