Primer año de gobierno en Oaxaca: ¿Ahora sí ya entendieron el pragmatismo del Gobernador?

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El pasado viernes se cumplió el primer año de gestión del Gobernador Alejandro Murat, y si algo ha quedado claro es que tiene los hilos de la gobernabilidad en el Estado, y que además ha demostrado con hechos su estilo personal de gobernar. Personaje con enorme determinación y capacidad de adaptación a los ambientes que se le presentan, el Gobernador de Oaxaca hoy se enfrenta a nuevos retos que toda su administración —los que se queden, y los que se vayan— deberá entender a cabalidad, si es que logra estar a la altura de las circunstancias y de las demandas del propio Mandatario.

En efecto, desde el primer momento de su gestión Alejandro Murat dejó ver su capacidad de apropiación a las circunstancias que se le presentan, y su estilo particular de gobierno en el que todos caben, pero en el que sólo logran sobrevivir los mejor adaptados. Su administración fue, desde el primer momento, una suma de consensos pero también una determinación propia del Mandatario, que estableció imperativos específicos para que los sumados a su gobierno pudieran mantenerse en él.

Esa es la circunstancia que explica, por ejemplo, la salida de diversos funcionarios en el primer año de su administración. En la tradición de gobierno —y más en la priista— parecía quedar siempre claro aquel adagio de que cuando el que tiene el poder se equivoca, simplemente vuelve a mandar. Esta había sido una máxima seguida por todos los gobernadores hasta que Alejandro Murat estableció parámetros distintos. Es la primera vez en varias gestiones consecutivas, en la que un Gobernador decide hacer cambios tan a corto plazo, ponderando más las circunstancias propias de cada hecho, que las apariencias sobre el ejercicio del poder.

En la tradición del poder en la entidad, los gobernadores demostraban su poder no sólo ejerciendo el mando sino también sosteniendo a los que aún cuando gozaban de la gracia del gobierno en turno, se equivocaban. Mantenerlos en sus cargos, y convalidarlos, era la forma de demostrar que el poder estaba concentrado en un solo espacio, y que quien detentaba ese poder era capaz de eso —y quizá más—, con tal de no ceder ante sus críticos ni ante aquellos que quisieran ver al Gobernador respondiendo ante una circunstancia en concreto.

Alejandro Murat dijo desde el inicio de su gestión, que su gobierno sería distinto (ver Al Margen 07.12.2016) y anticipó que sus formas se verían conforme avanzara la administración. Esto estaba anticipado y sólo no lo entendió quien apostó a que el actual Mandatario mantendría las formas de sus antecesores.

En este espacio lo anticipamos, cuando establecimos, muy al inicio de su administración, que el gobernador Alejandro Murat ha tomado varias decisiones cargadas de pragmatismo, como parte de lo que él mismo ha denominado como un nuevo estilo de gobernar. La primera decisión fue la de la toma de protesta, pero no ha sido la única. Desde el arranque del gobierni, por ejemplo, dio el banderazo de salida de las Unidades Móviles, que habían funcionado hace dos administraciones y que, por ese solo hecho, habrían sido impensables para otro gobernante que pensara más en los mensajes políticos, que en las demandas y necesidades de la ciudadanía.

PESAN LAS CIRCUNSTANCIAS

Algunas de esas decisiones consistieron en las circunstancias de la toma de protesta, o la de la reimplementación del esquema de las Unidades Móviles para el Desarrollo —ahora sólo denominadas como Unidades Móviles, y sectorizadas a la Secretaría de Desarrollo Social y Humano— que desde el inicio dejaron ver que el Gobernador asumía su legitimidad no a la vieja usanza de tomar decisiones independientemente de la magnitud de su costo político, sino que más bien había buscado demostrar que su legitimidad le permite tomar decisiones que no pasan por hacer ningún tipo de demostración de fuerza.

Parece un juego de palabras —apuntamos aquel siete de diciembre del año pasado—, pero mientras otros gobernantes se atrevieron a decidir voluntariamente mal sólo para demostrar poder, para después —a la vieja usanza— “volver a mandar”, Murat Hinojosa está decidiendo no demostrar su poder con caprichos, sino con decisiones de gobierno. Esas decisiones pragmáticas se demostraron a través de una toma de protesta austera y concreta, que sólo buscó cumplir con las formalidades que establece la Constitución independientemente de lo que pensaran u opinaran sus opositores, panegiristas o detractores.

Luego, todo eso se convalidó cuando —sin miramientos— decidió remover funcionarios que rápidamente se habían convertido en un problema para su administración. Lo hizo con el mismo Secretario General de Gobierno y con los titulares de otras dependencias, e incluso con los integrantes de su propio staff en la gubernatura, y qué decir con los titulares de diversas delegaciones federales que tronaron en el contexto de la atención a las consecuencias de los sismos del mes de septiembre pasado. En todos los casos, los cambios no obedecieron a favores políticos ni a débitos partidistas, sino exclusivamente a decisiones de gobierno tomadas a partir de resultados, fallas y determinaciones en concreto.

A estas alturas, ya no se espera un resultado tan distinto al hasta ahora visto. De hecho, es inminente que ocurran cambios en la administración, pero estos sólo tendrán dos orígenes perfectamente delineados: los que se vayan directamente a buscar un cargo de elección popular en la elección concurrente de 2018; y los que sean cesados por sus resultados y por no haber estado a la altura de las circunstancias. En ambos casos, queda claro que las decisiones se toman con parámetros muy concretos y que en ellas nada tienen que ver los criterios tradicionales de los débitos o la pertenencia a grupos.

¿Qué necesita hoy el Gobernador? Necesita, por un lado, a un grupo de políticos consistentes que le permitan tener el control tanto del Congreso del Estado como de los municipios más importantes de la entidad; y por el otro, necesita a gente comprometida con Oaxaca para que represente a la entidad en las cámaras legislativas federales. Además de esas necesidades eminentemente políticas, necesita un equipo de gobierno eficiente y responsable que demuestre su capacidad para enfrentar los retos de 2018, que van desde las complejas circunstancias de la elección presidencial, hasta los temas finos de la reconstrucción que irremediablemente tendrá que avanzar en la región del Istmo de Tehuantepec, además de todos los problemas cotidianos a los que se enfrenta la administración.

PRAGMATISMO

A estas alturas todos deberían haber entendido que el gobierno actual se basa en resultados, y que quien no esté a la altura tendrá como destino la destitución. Es una ecuación simple en apariencia, pero compleja en su cumplimiento. A pesar de ello, se está cumpliendo a la letra. Por eso, como en la teoría de Darwin, aquí sólo lograrán sobrevivir los más aptos para tal efecto.

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