La tarde del sábado, el Gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles Conejo escribió en su cuenta de Twitter: “Tras una profunda reflexión, y anteponiendo el interés de México, he llegado a la conclusión de que el próximo Presidente de México debe ser @JoseAMeadek”. Con ello, parece haber quedado abierto el momento en el que para la elección presidencial tendrán que sumarse y restarse no sólo las encuestas y los sondeos de opinión, sino también la forma en que los Gobernadores —esos monumentales factores reales de poder en las entidades federativas— orienten los márgenes de votación en los que pueden influir.
En efecto, además del mensaje transcrito en líneas anteriores, el Gobernador Aureoles escribió lo siguiente: “Con 20 años de conocerlo soy testigo de su probada capacidad profesional y experiencia, pero lo que más lo distingue es su calidad humana y sensibilidad.” “@JoseAMeadek es el perfil más completo. Ha sido secretario de Desarrollo Social, de Relaciones Exteriores, de Energía y dos veces de Hacienda, pero además es un hombre comprometido; quienes lo conocemos no tenemos duda de que será un gran presidente.” “Asumo esta decisión con absoluta responsabilidad y convicción, porque lo que está en juego va más allá de ideologías, partidos o colores. ¡Esta decisión es por México! Pepe, te deseo el mejor de los éxitos en el debate.”
Esta manifestación de apoyo de un Gobernador emanado del PRD al candidato presidencial del PRI, generó toda clase de inconformidades dentro de la alianza PAN-PRD-MC, en la que incluso ayer domingo barajaban la posibilidad de iniciarle un proceso de expulsión de su militancia partidista, acusado de traición. Por su parte, José Antonio Meade recibió con agrado la manifestación de apoyo de Aureoles, pues ésta se sumó al apoyo que previamente le había patentizado el también perredista Armando Ríos Piter, quien no consiguió la candidatura presidencial independiente pero sí decidió sumarse a la del priista.
Aunque para muchos pareció sorpresiva la adhesión de un Gobernador perredista a la campaña presidencial del PRI, lo cierto es que esto era algo anunciado dada la forma en que esos dos partidos, PAN y PRD, procesaron la candidatura presidencial de Ricardo Anaya. Junto a ello, y quizá en un plano aún más importante, es necesario entender que a partir de ahora podrían ocurrir nuevas manifestaciones de apoyo por parte específicamente de Gobernadores panistas o perredistas a la campaña de José Antonio Meade, y que esto —que es una forma de revivir el conocido “voto útil” orientado desde los gobiernos estatales a un candidato presidencial en específico— será también un factor de consideración para el resultado final de la elección.
En esa lógica, vale la pena releer algunos apuntes hechos oportunamente en este espacio. En octubre del año pasado, cuando aún era brumosa la posibilidad de una alianza PAN-PRD, pero ya era visible la intención de Ricardo Anaya de hacerse de la candidatura presidencial incluso a sangre y fuego si fuere necesario, aquí apuntamos: “Margarita Zavala se fue sola, y dejó al PAN en manos de un Ricardo Anaya que ha demostrado ser un político sin honor, sin palabra y sin capacidad de interactuar con quienes no están de acuerdo con él ni se pliegan inopinadamente a su voluntad. A partir de eso, es cierto que Margarita tendrá que comenzar desde cero la construcción de su propia plataforma política y su estructura electoral, y que eso no le resultará nada fácil. Mientras, Anaya seguirá controlando al Partido (que desde hace años tiene una militancia elitista, que tiene varios lustros sin crecer ni renovarse) y quizá pueda conseguir su codiciada candidatura presidencial. El quiebre vendrá cuando se acerque el momento de la jornada electoral. ¿Por qué?
“Porque si el PRI impulsa a José Antonio Meade como candidato presidencial, éste tendrá como misión natural fungir como una bisagra entre el priismo y el panismo que gobernó en los años previos —con él en los gabinetes legales y ampliados, en los tres sexenios—, y como un factor de estabilidad para el sistema político, del cual son actores centrales los gobernadores de todos los partidos. Ahí es donde Anaya se enfrentará a los demonios que está creando: sin embargo, ya para entonces será muy complicado que logre hacer permear —él, o quien sea su candidato presidencial— una imagen de certeza, inclusión y cumplimiento de compromisos —aspectos que sí garantiza Meade— en medio de la historia a partir de la cual se habría de la candidatura presidencial a través de actos de segregación, de exclusión y de porrismo al interior de su partido.
“Por eso, será ahora el panismo quien se enfrente al dilema del voto útil: votar a favor de Meade que representa un punto de equilibrio entre las dos fuerzas, y ofrece certeza en el cumplimiento de los compromisos, y no de un liderazgo anodino y totalitario como el que hasta ahora ha representado Ricardo Anaya. Ese será el verdadero punto de rompimiento de las estructuras panistas, y muy probablemente esa sea la ruta a partir de la cual se desmorone la ‘estructura electoral’ que ahora mismo dice Ricardo Anaya que no se fue con Margarita Zavala.” (Al Margen 10.10.2017).
PALABRA CUMPLIDA
En otro momento, el 9 de enero, hablamos sobre la urgencia de Meade de generar consensos entre los gobernadores, y es exactamente lo que está haciendo. En aquel entonces dijimos: “¿hoy valdrán más las supuestas lealtades a muerte de algunos gobernadores y figuras políticas de primer con Osorio Chong, que la necesidad de generar consensos con José Antonio Meade? ¿Deberían ser los Gobernadores los impulsores de esos acuerdos, o tendría que ser el propio candidato presidencial quien los busque y construya?
“Parece claro que hoy la actitud proactiva de búsqueda y construcción de consensos con esos factores reales de poder, debería estar más en el candidato presidencial que en los gobernadores. Finalmente, los primeros ya tienen su cargo y el segundo no. Y es evidente que los acuerdos deberían apuntar a construir futuro juntos, antes que nutrirse de imposibles —como que Osorio pudiera ser un candidato sustituto— o de lealtades inamovibles, que bien sabemos que en la política mexicana hace mucho que no existen.
“Por esa razón, el destino de la carrera presidencial en el PRI no puede explicarse a partir de las apuestas y de las lealtades, sino de los consensos y las conveniencias mutuas. Meade es el candidato presidencial y es él quien debe buscar generar las sinergias que le permitan mantener la suma inicial de los gobernadores priistas, y éstos deben encontrar en su candidato presidencial la mejor opción —y el eco suficiente a sus propios proyectos políticos—, antes que preferir la negociación con el adversario. Ahí se construirá la candidatura real, y el triunfo priista. Las demás, son cavilaciones que no alcanzan una explicación de fondo para todo lo que veremos en los meses siguientes.”
CONSTRUCCIÓN DE POSIBILIDADES
¿Es sorpresivo lo que ocurre? Queda claro que no. Más bien, es el resultado de los consensos y las sumas y restas electorales, en las que los gobernadores son actores muy importantes. Es muy probable que, dadas las circunstancias, Aureoles no sea el último en declinar a favor de un candidato distinto al de su militancia partidista.