Oaxaca 2006 vs Ayotzinapa 2014: ¿quién usa a quién?

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Magisterio, de manipulador ahora puede ser utilizado

Los hechos del fin de semana en Iguala, Guerrero, deben llamar al magisterio de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, a repensar de forma seria el papel que juegan en la gobernabilidad de los estados, y del país, y de la forma en cómo están pasando a ser de manipuladores a manipulados en su relación —coyuntural o deliberada— con fuerzas oscuras como la guerrilla o el crimen organizado. La proyección que ejemplifica este tránsito aparece al confrontar el escenario de Oaxaca en el 2006 con el actual en el vecino estado de Guerrero.
En efecto, los ataques armados que policías municipales y presuntos pistoleros emprendieron la noche del viernes contra alumnos de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa dejó cinco muertos, 25 heridos —uno con muerte cerebral y otros cuatro de gravedad— y 25 desaparecidos. La agresión, que continuó la madrugada del sábado, fue pareja contra cualquiera que parecía estudiante, tanto que los pistoleros dispararon contra un autobús donde viajaban jugadores del equipo de futbol Los Avispones, de la tercera división profesional, sobre la carretera federal Iguala-Chilpancingo.
Este ataque, directo y artero, parece tener varias finalidades. Una, encaminada claramente a enrarecer el ambiente político que se vive en Guerrero, demostrando que poderes fácticos como los grupos del crimen organizado tienen tanta presencia en el territorio de ese estado, que son capaces de manipular a fuerzas policiacas para que sean éstas quienes, desde las instituciones, ataquen a balazos a población civil, que en proporción no estaba cometiendo conductas que requirieran ese nivel de fuerza y violencia con la que actuaron los policías.
No obstante, no se puede dejar de considerar el hecho de que una segunda finalidad, también muy clara, era la de no sólo atentar contra población civil, sino específicamente ir a lastimar a un grupo político —el de los maestros de la CNTE, y sus hijos los normalistas, en un espacio neurálgico para el radicalismo magisterial como lo ha sido históricamente la Normal de Ayotzinapa— que en los últimos años ha sido de los más activos en el activismo social en el sureste del país, y que lo mismo ha demostrado ser lo suficientemente radical como para actuar contra sus adversarios sin cuestionamientos ni límites internos, y lo suficientemente disciplinado y contundente como para poner de cabeza a cualquier gobierno que intentara confrontarlo.
Por eso el ataque contra normalistas en Guerrero parece todo, menos un acto fortuito. Se aprecia, en realidad como una conjunción macabra, en la que un grupo bien organizado decidió actuar para demostrar su nivel de penetración en los tejidos institucionales de los municipios y el estado en aquella entidad, pero también para obligar a que el magisterio tome parte involuntaria de esa necesidad de convulsión, que evidentemente están buscando.
Esto genera un escenario particularmente llamativo. Pues en otros momentos, como Oaxaca en el 2006, fueron los grupos radicales del magisterio quienes generaron las condiciones de crisis social; y luego para mantenerla, le abrieron la puerta a otros grupos —como el crimen organizado y células de la guerrilla— para que éstos se convirtieran en una especie de respaldo para sus acciones, a cambio de poder actuar libremente durante el tiempo que durara la crisis en ese escenario en el que antes habían tenido presencia limitada.
Oaxaca es muestra concreta de todo eso. Y por eso el escenario que se pinta hoy en Guerrero es exactamente el mismo que el de Oaxaca en aquellos años… pero sólo que al revés.

LOS ANTECEDENTES
No son raras las denuncias sobre la existencia de relaciones entre los conflictos sociales y la presencia de criminales o guerrilleros. Oaxaca se convirtió en un polvorín en 2006 debido a la mala relación que existía entre el gobierno de Ulises Ruiz y la Sección 22 del SNTE. Cuando estalló la revuelta popular, fue porque el magisterio recibió una especie de declaración de guerra del gobierno, y decidió responder a los ataques. Sólo que los profesores iniciaron las acciones, pero pronto llegaron al límite de su capacidad de actuación, y entonces necesitaron a otros grupos, con entrenamiento y experiencia de campo específica, que los respaldara.
Pensemos, por ejemplo, si la existencia de barricadas, o la defensa perfectamente sincronizada y eficaz de los espacios que ocupaba la Sección 22 o la APPO, fueron producto de la participación y organización espontánea del pueblo oaxaqueño. Evidentemente, no. En el caso de las barricadas, existen versiones ampliamente documentadas de que las principales fueron controladas por el crimen organizado.
Concretamente, son famosas las barricadas de Cinco Señores, y la de Brenamiel, por haber sido lugar de concentración no de ciudadanos que voluntariamente se adhirieron a la resistencia popular, sino de personas dedicadas a actividades ilícitas que se dedicaron a reforzar esos espacios a cambio de que los grupos inconformes les extendieran las respectivas patentes de corso para llevar a cabo libremente sus acciones ilícitas.
En el segundo de los casos, queda claro que tampoco fue producto de la organización ingenua de ciudadanos que salieron a enfrentarse con las fuerzas de seguridad estatales y federales en diversos momentos de la revuelta popular. Como en el caso anterior, existen versiones ampliamente documentadas de que los participantes en esas acciones recibieron asesoría y refuerzos de grupos subversivos. Incluso, cuando en 2007 fueron aprehendidos y desaparecidos dos militantes del EPR, éste grupo guerrillero aceptó abiertamente que tanto los desaparecidos, como muchos otros de sus integrantes, participaron en el conflicto de Oaxaca en su calidad de “luchadores sociales”.

MANIPULADORES, MANIPULADOS
En esos momentos, los profesores de la CNTE le abrieron la puerta –quien sabe si voluntaria o accidentalmente- a grupos de otro tipo para que los reforzaran en su lucha. Pero en el caso actual queda claro que es al revés: para poner en jaque al Estado (que en Guerrero está contaminado hasta el tuétano por la corrupción y la colusión de criminales y funcionarios), grupos delincuenciales tomaron de la mano a policías municipales para ir a patear un auténtico avispero con los normalistas de Ayotzinapa. Ahora falta ver si la CNTE entiende que los están usando como vehículo para otros fines, o si toma el garlito y los ayuda… ¿voluntaria o involuntariamente?

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