+ Discurso del seis de marzo no lo condenó; más bien, lo delineó
Hoy que se cumplen 22 años del asesinato del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio Murrieta, parece momento propicio para revalorar su papel como candidato, así como el ideario político que se vio truncado en 1994 por Mario Aburto Martínez. Más allá de las teorías conspiracionistas, y de la añeja interrogante de quién lo mandó a asesinar, y por qué, lo que hoy vale la pena hacer es revalorar sus planteamientos políticos y la valía del famoso discurso del seis de marzo —en el que los conspiracionistas apuntan que selló su sentencia de muerte— como eje para entender los fundamentos políticos de Colosio Murrieta.
En efecto, seguramente Colosio no habría sido el gran reformador de México, porque —entonces, como ahora— la propia dinámica nacional le habría impuesto innumerables condiciones para establecer un programa ideal de gobierno. Acaso, lo que vale reconocer es que el malogrado candidato priista representaba el cambio generacional que apostaba a una transición política moderada, y que su muerte truncó esa posibilidad, por lo que el país entró en un vórtice de transición violenta no en el sentido material, sino en lo relacionado con el paso a la alternancia en un marco de inestabilidad política, de profunda incertidumbre económica, y de un crecimiento exponencial de los problemas sociales del país como la pobreza, la marginación, la exclusión y el desempleo.
Por esas razones, hoy lo que debe seguir valiendo la pena es entender la trascendencia que tenía en aquel momento un individuo como Colosio Murrieta, en sus planteamientos políticos y en su visión de México. Junto a eso, es importante también entender el verdadero valor de su discurso, y particularmente del que pronunció unos días antes de su muerte. Hay prácticamente nada de cierto en que ese fue el sello de su destino. Y más bien, al reducir tal discurso a eso, se pasan por alto aspectos fundamentales de cómo él también concebía la transición a la democracia como un camino ineludible para México, pero en una forma distinta a como finalmente ocurrió. Hay algunos pasajes de dicho discurso que vale la pena repasar en este 22 aniversario luctuoso del abanderado priista:
- El PRI reconoce su responsabilidad y ésta es de la mayor importancia para el avance político de México. Los priístas sabemos que ser herederos de la Revolución Mexicana es un gran orgullo, pero ello no garantiza nuestra legitimidad política. La legitimidad debemos ganarla día con día.
- Nadie podrá sustituir nuestro esfuerzo. Nadie podrá asegurarnos un papel en la transformación de México si nosotros no luchamos por él, si nosotros no lo ganamos ante los ciudadanos. Quedó atrás la etapa en que la lucha política se daba, esencialmente, hacia el interior de nuestra organización y no con otros partidos. Ya pasaron esos tiempos. Hoy vivimos en la competencia y a la competencia tenemos que acudir; para hacerlo se dejan atrás viejas prácticas: las de un PRI que sólo dialogaba consigo mismo y con el gobierno, las de un partido que no tenía que realizar grandes esfuerzos para ganar.
- Cuando el gobierno ha pretendido concentrar la iniciativa política ha debilitado al PRI. Por eso hoy, ante la contienda política, ante la contienda electoral, el PRI, del gobierno, sólo demanda imparcialidad y firmeza en la aplicación de la ley. ¡No queremos ni concesiones al margen de los votos ni votos al margen de la ley! No pretendamos sustituir las responsabilidades del gobierno, pero tampoco pretendamos que el gobierno desempeñe las funciones que sólo a nosotros, como partido, nos corresponde desempeñar.
- No entendemos el cambio como un rechazo indiscriminado a lo que otros hicieron. Lo entendemos como la capacidad para aprender, para innovar, para superar las deficiencias y los obstáculos. ¡México no quiere aventuras políticas!. ¡México no quiere saltos al vacío!. ¡México no quiere retrocesos a esquemas que ya estuvieron en el poder y probaron ser ineficaces!. ¡México quiere democracia pero rechaza su perversión: la demagogia!
REFORMAR AL PODER
- Proponemos la reforma del poder para que exista una nueva relación entre el ciudadano y el Estado. Como candidato del PRI a la Presidencia de México reafirmo mi compromiso indeclinable con la transformación democrática de México. Que se entienda bien: ese día sólo podrá haber un solo vencedor. Sólo es admisible el triunfo claro, inobjetable, del pueblo de México. Y para que el pueblo de México triunfe el 21 de agosto, los partidos políticos -todos- tendremos que sujetarnos a la ley y sólo a ella, sin ventajas para nadie, sin prepotencias, sin abusos y sin arbitrariedades.
- Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales. Veo a ciudadanos angustiados por la falta de seguridad, ciudadanos que merecen mejores servicios y gobiernos que les cumplan. Ciudadanos que aún no tienen fincada en el futuro la derrota; son ciudadanos que tienen esperanza y que están dispuestos a sumar su esfuerzo para alcanzar el progreso.
- Es la hora de reformar el poder, de construir un nuevo equilibrio en la vida de la República; es la hora del poder del ciudadano. Es la hora de la democracia en México; es la hora de hacer de la buena aplicación de la justicia el gran instrumento para combatir el cacicazgo, para combatir los templos de poder y el abandono de nuestras comunidades. ¡Es la hora de cerrarle el paso al influyentismo, a la corrupción y a la impunidad!
- Reitero que provengo de una cultura del esfuerzo y no del privilegio. Como mis padres, como mis abuelos, soy un hombre de trabajo que confía más en los hechos que en las palabras. Pero por eso mismo, soy un hombre de palabra, un hombre de palabra que la empeño ahora mismo para comprometerme al cambio que he propuesto: un cambio con rumbo y con responsabilidad. El gran reclamo de México es la democracia. El país quiere ejercerla a cabalidad. México exige, nosotros responderemos.
COLOSIO, HOY
Lejos, pues, de ser una sentencia de muerte, el discurso más famoso de Colosio es tan actual como hace 22 años. Bien pudo haber sido pronunciado hace dos semanas, y tendría el mismo valor de lo que anhelamos los mexicanos. En eso radica su verdadera trascendencia.