+ Cuilápam-Cuatro Venados: ese conflicto nunca tendrá arreglo
Hoy, existe una pequeña gran guerra al interior de algunos de los partidos políticos que conforman la Coalición Unidos por la Paz y el Progreso de Oaxaca. La disputa, en casi todos ellos, se centra no sólo por la repartición de las candidaturas a presidencias municipales y diputaciones locales, sino también por la realización del trabajo político mismo en los municipios y distritos locales. Esto parecería sorprendente. Pero las diferencias que desde el principio se marcaron entre las dirigencias nacionales y las locales en los partidos opositores —es decir, la determinación de las primeras por impulsar la alternancia, y el sospechoso desgano de las segundas—, lejos de desaparecer, se ha acentuado.
Aunque en mucho se le regatea el mérito de conformar la coalición, es evidente que el hoy candidato Gabino Cué Monteagudo tuvo una participación decisiva en la edificación de dicha unión partidista; pero es asimismo innegable que ésta se formó por la voluntad política y los momentos coyunturales en que se ubicaron fuerzas opositoras tan lejanas como Acción Nacional y el PRD, luego de conocerse el resultado de los comicios federales de 2009, que les fueron adversos a ambas fuerzas, y que reposicionaron al Revolucionario Institucional.
Ante esa circunstancia, es claro que tanto el esfuerzo unificador de Cué Monteagudo, como la disposición de las direcciones nacionales de las fuerzas de oposición, hicieron posible la conformación de la alianza, independientemente de lo que opinaran o determinaran las respectivas dirigencias locales. De antemano sabían, tanto el inminente Candidato a Gobernador como los Comités Nacionales, que si todo lo dejaban a las decisiones y resistencias de las representaciones oaxaqueñas —y las determinaciones que se tomaran desde sus particulares vicios y cooptaciones—, simplemente no habría Coalición opositora en Oaxaca.
Así fue como todo se negoció desde la Ciudad de México. Si bien se recuerda, desde principios del mes de septiembre del año pasado, fueron los dirigentes nacionales del PAN y PRD quienes anunciaron el inicio de las pláticas y negociaciones para la conformación de una alianza opositora en la entidad. Ambos esgrimieron la necesidad de conseguir una alternancia de partidos, en una entidad políticamente tan atrasada como Oaxaca. Y ambos saludaron, desde el inicio, la posibilidad de que Cué Monteagudo se convirtiera en su abanderado.
¿Qué mensajes enviaban tanto al oficialismo, como a las dirigencias locales de los partidos de oposición, todas estas señales? El principal era que, independientemente de los arreglos o las resistencias internas que hubiera entre las cúpulas y las militancias opositoras locales, de todos modos la Coalición se conformaría desde la Ciudad de México, y ahí también se decidiría el nombre de quien la abanderara en cuanto a la candidatura a Gobernador.
Razones había de sobra, para emprender esa misión que, de antemano se sabía, aquí sería descalificada y condenada como un acto de imposición. Había abundantes sospechas de que las dirigencias locales de las fuerzas opositoras, habían dejado el estado de convivencia con el oficialismo, para convertirlo en connivencia. Es decir, que de la sana distancia habían pasado a la cooptación y las complicidades. Y que, por tanto, no eran confiables.
¿TRABAJAR PARA PERDER?
Así, una vez conformada la coalición opositora, y definido el nombre de Gabino Cué como su candidato a Gobernador, las dirigencias nacionales tanto del PAN, como del PRD —porque tanto las direcciones local y nacional del Partido Convergencia, siempre estuvieron en la misma posición, que han mantenido con congruencia— transfirieron parte de la labor política a los Comités Estatales.
Irremediablemente, éstos tendrían que encabezar las negociaciones con las fuerzas regionales, las cúpulas y las tribus de sus respectivos partidos, para definir conjuntamente a sus abanderados para las presidencias municipales y las diputaciones locales. Hoy, en ese punto, nuevamente emergieron los más hondos vicios y cuestionamientos a esas dirigencias y grupos opositores, que dejan ver su sentido orgánico al tratar de hacer campañas y poner candidatos, con un evidente ánimo e intención por conseguir derrotas que beneficien al priismo.
Un caso particularmente visible de esta práctica ocurre en la ciudad de Juchitán de Zaragoza. Ahí, los grupos perredistas tienen hoy una disputa particularmente llamativa. Esto porque, históricamente, ha sido la Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo, quien propone, designa y hace ganar, a través del PRD, a su candidato a Presidente Municipal. ¿Qué sucede hoy en la determinación del partido negroamarillo, en esa demarcación?
Que la COCEI, que es una fuerza política determinante, impulsó la candidatura de Héctor Sánchez López. Y una tribu perredista que ha perdido todas sus batallas, y que ha demostrado tener una cercanía abominable con importantes sectores del oficialismo, la de los herederos de Daniel López Nelio, impulsó a Lenin López Nelio. Esta disputa metió a Juchitán en un brete, que finalmente habrá de impactar negativamente al trabajo de Cué Monteagudo.
Lenin López Nelio López, se hizo de la candidatura a través de métodos poco claros. Sánchez López impugnó. Y hoy todo se encuentra indefinido y, por si fuera poco, empantanado en lo que ya se aparece como una insalvable disputa interna. Así, independientemente de quién resulte candidato, las fuerzas coceístas ya se sienten menospreciadas, y ya prevén resultados. Hace tres años el PRD hizo lo mismo, y la COCEI llevó a Mariano Santana al triunfo a través del Partido del Trabajo.
¿Tendrían que haber sido las dirigencias nacionales también quienes definieran las candidaturas a ediles y diputados locales? Qué mal se ven esos partidos. Lejos de aparentarse como demócratas, se aparecen como inmaduros, antidemocráticos y cooptados. Y flaco favor que le hacen al priismo.
¿Y LA SEGEGO?
Ayer, nuevamente hizo crisis el conflicto entre Cuilápam de Guerrero y Cuatro Venados. Si bien, este lío agrario ancestral no tiene solución, lo menos que se esperaba era que la Secretaría de Gobierno llamara diligentemente a los manifestantes, que sitiaron la capital oaxaqueña por varias horas, para evitar el daño a terceros. Nada de eso ocurrió. Evencio Martínez, de nuevo, dio muestra de su brillante vocación por la ineptitud.
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