AMLO nos quiere engañar con un falso planteamiento sobre federalismo

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Una de las muchas interrogantes que existen en México, sobre el funcionamiento del sistema democrático y el funcionamiento del sector público, es por qué aún cuando estamos regidos por un sistema federal, existen tantas desigualdades entre el centro, norte y sureste de la República. La respuesta debe buscarse en la distribución de la riqueza y en el fomento al desarrollo. Sin embargo, ahora Andrés Manuel López Obrador pretende establecer como nuevo parámetro la distribución material de las áreas del gobierno, como si por sí mismas éstas fueran las generadoras del desarrollo.

En efecto, en Sonora Andrés Manuel López Obrador dijo que de llegar a la Presidencia de la República, uno de los principales proyectos que emprenderá será la descentralización de dependencias del gobierno federal, y que en el caso de Sonora, se instalaría la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación en Ciudad Obregón. El aún dirigente nacional de Morena, y precandidato presidencial único de ese partido, explicó que se trata de una propuesta que llevará desarrollo y empleos a todos los rincones de México y que además despresurizará a la Ciudad de México, en especial porque se demostró con los terremotos la fragilidad de la capital y el riesgo de que se paralice el país.

López Obrador dijo que se debe buscar crecimiento parejo a lo largo de todo el país, “y por eso vamos a llevar a cabo este plan de descentralización”. la Secretaría de Agricultura del gobierno federal opere desde Ciudad Obregón, Sonora, ya no desde la Ciudad de México, y así todo el gobierno: Salud en Chilpancingo, Guerrero; Comunicaciones y Transportes, en San Luis Potosí; Pesca en Mazatlán, Sinaloa; Ganadería en Jalisco; Minería en Chihuahua.

Así como Recursos Forestales en Durango; en Puebla la Secretaría de Educación Pública; la Comisión Federal de Electricidad en Chiapas donde están las Hidroeléctricas; Pemex en Ciudad del Carmen, Campeche; Energía en Tabasco; Medio Ambiente en Yucatán; Turismo en Chetumal, Quintana Roo. Curiosamente, López Obrador nada dijo sobre la Secretaría de la Defensa Nacional, que según su lógica debiera estar situada en donde exista más presencia militar en el país, o la Secretaría de Marina Armada de México, que bajo esa misma lógica debiera estar en alguna zona marítima y no en el centro del país, como ahora mismo ocurre.

Dentro de la argumentación para justificar su planteamiento, López Obrador dijo que es necesario descentralizar el gobierno federal de la Ciudad de México, “porque después de los sismos del 7 y 19 de septiembre, se demostró que no se puede concentrar la población sólo en la capital de la República, hay mucha fragilidad y con los siniestros se perdieron muchas vidas”.

¿De verdad podemos suponer que con esa descentralización administrativa del centro del país, se va a estimular todo lo que ahora dice Andrés Manuel López Obrador? ¿De verdad ese es un problema de índole administrativo, y no un asunto más bien relacionado con el modelo de desarrollo tan desigual que ha imperado en nuestro país?

DESARROLLO DESIGUAL

Vale la pena la reflexión: a nivel jurídico-político, nuestro federalismo tiene apenas unos años de —medio— haberse logrado en cuanto al acotamiento —también relativo— del poder presidencial; pero también porque todos los días podemos darnos cuenta de que, en diversas materias —la económica, y la del desarrollo son centrales en todo eso—, sigue predominando el centralismo que —según— tanto hemos luchado por combatir. ¿Por qué?

Porque, por ejemplo, más del 30 por ciento del total de la población nacional, vive en las tres o cinco ciudades más importantes de la República Mexicana. A diferencia de un federalismo como el estadounidense, en México sólo tenemos como centros económicos potenciales a tres ciudades —la Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara—, mientras que en los Estados Unidos de América ese potencial no sólo se reduce a Nueva York o Washington. Tanto del lado del Océano Atlántico, como del Pacífico, tienen potencias económicas (Illinois, Texas o California, por citar dos ejemplos). Así pues, Estados Unidos tiene potencias económicas que no son consecuencia más que de una distribución presupuestal más igualitaria, honesta y equitativa.

Pero no sólo eso. En México existen 32 entidades federativas, en las que abundan las desigualdades en cuanto al reparto del dinero público. Lo mismo ocurre con los 2440 municipios habientes en México: el gobierno federal —que es quien reparte la riqueza pública— sólo se encarga de “tener contentos” a los cien municipios más ricos, repartiéndoles grandes cantidades de dinero; y de hacer más o menos lo mismo con los 100 más pobres, por razones políticamente correctas de apoyo a las zonas más marginadas. Sólo que, en medio, deja en la total desatención a la gran, gran mayoría de las demarcaciones territoriales básicas, que es en donde se concentra la mayor parte de la población del país, que sigue viviendo un desarrollo mediocre que tiene raíces mucho más profundas que el solo hecho de que la sede del gobierno federal está depositada en la Ciudad de México.

Se puede argumentar a favor del federalismo en México, quizá como la opción más viable para atajar las concentraciones de poder que tanto daño le han hecho al país. Pero no se puede decir que ese federalismo sea exitoso cuando existen abundantes problemas de orden social que no han sido resueltos.

No puede ser así, tampoco, cuando el propio federalismo mal entendido en el otro extremo, ha convertido a los gobernadores en auténticos virreyes que pueden hacer y deshacer a discreción dentro de los territorios que gobiernan, o cuando los ayuntamientos se aparecen ya como meras figuras administrativas, que no gozan de la importancia, del sustento jurídico y del potencial suficiente como para detonar el desarrollo de los municipios. Situaciones similares se derivan en cuanto a la imposibilidad de generar empleos, educación de calidad, servicios suficientes y competentes de salud, o un sistema de distribución de la riqueza que causara menos estragos o desigualdades sociales.

UBICACIÓN NO ES EFICACIA

Por esa razón, el planteamiento reciente de Andrés Manuel López Obrador tendría que ser visto no sólo como un tema de descentralización administrativa, sino sobre todo como una cuestión que lejos de beneficiar a la administración pública la tornaría caótica y sólo redistribuiría los mismos problemas que tiene hoy la capital del país, porque la cuestión más compleja no es en dónde se encuentra su sede sino cuánta capacidad tiene para resolver los problemas que se le plantan ante sí. Por eso, bajo esa misma lógica, si ahora la SEP se encontrara en Puebla, ahí irían las protestas magisteriales; los campesinos irían a protestar no a la capital, sino a Ciudad Obregón. Y así, infinitamente.

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