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¿Quién paga descalificación a democracia electoral?

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+ GCM, gobernador; alternancia firme ¿cuánto durará?

Finalmente, el Tribunal Estatal Electoral resolvió las impugnaciones habidas en el reciente proceso electoral estatal, y determinó otorgar a Gabino Cué Monteagudo la calidad de gobernador electo del Estado de Oaxaca. A pesar de que ésta era una resolución esperada y previsible, sería bueno que ante la materialización de ese fallo, nos preguntáramos quién pagará las consecuencias de todas las descalificaciones que, a lo largo de los últimos meses, se han vertido en contra no sólo de los contendientes y los partidos y grupos de poder que los apoyan, sino sobre todo en contra de la participación ciudadana, de la fuerza de la mayoría, e incluso del ejercicio democrático de las instituciones y los electores oaxaqueños.

En efecto, en México hoy es moneda corriente hablar del fraude, de los “robos” y las intervenciones de funcionarios, dinero público e infraestructura de gobierno en los procesos electorales, y también de las acciones ilegales por las que, se dice con certeza, se ganan o pierden los comicios. Al menos en Oaxaca, sistemáticamente se denunció tanto la intervención del gobierno estatal, como del federal e incluso de la administración del Distrito Federal, en el reciente proceso de renovación de autoridades en la entidad oaxaqueña.

Este fue, desde el inicio del proceso electoral, uno de los principales ejes discursivos de ambos candidatos a la gubernatura. Desde antes incluso de que arrancara la preparación de los comicios, en los partidos de oposición se denunciaba abiertamente la participación de dinero público y funcionarios del Gobierno del Estado, como operadores del Partido Revolucionario Institucional, que hacían trabajo político de estructuras a favor de quien resultara candidato.

En el lado contrario, es decir, desde el gobierno estatal y el priismo, se denunciaba exactamente lo mismo, pero al revés. Lejos de los señalamientos que los involucraban, ellos sostenían categóricamente que para impulsar al Abanderado de la alianza de partidos Acción Nacional, de la Revolución Democrática, Convergencia y del Trabajo, existía gestiones e intervención clara por parte del gobierno federal, y de las entidades federativas gobernadas por los institutos políticos que se involucraban en la coalición opositora de nuestra entidad.

Como ese es un discurso altamente rentable, en ambos grupos fue explotado prácticamente en todo el proceso electoral. Unos y otros se desvivían, a través de sus voceros, haciendo denuncias de intromisiones gubernamentales, de acciones ilegales que rompían la civilidad o la equidad interna, e incluso de excesos en la utilización de recursos para hacer proselitismo.

Todo eso lo denunciaban, unos y otros, viendo la paja en el ojo ajeno, cuando en ambos grupos existían visos claros de que se extralimitaban, ignorando la viga en el ojo propio, en los mismos aspectos de los que ellos se dolían respecto a sus contrarios. Por eso, en lo sustancial, unos y otros se negaron a incluir entre sus impugnaciones, toda la cadena de excesos que se cometieron en cuanto al manejo y comprobación de los recursos que utilizaron, las formas en las que unos y otros condujeron sus acciones de proselitismo electoral, ni los señalamientos, insinuaciones y ataques, que vulneraban las reglas más básicas de decoro, civilidad y respeto entre los contendientes.

ILEGALIDAD, CONSOLIDADA

Antes de la jornada electoral, desde las fuerzas de oposición —los grupos de poder, no la dirigencia formal o sus candidatos— llamaban a prepararse para vigilar que la votación se llevara a cabo dentro de los márgenes de la legalidad, y llamaban a la ciudadanía a denunciar cualquier irregularidad que vieran en cuanto a la compra de votos, coacción, y demás delitos electorales que pudieran cometerse antes, durante y después del día de los comicios.

El resultado fue sin duda sorprendente. La causa de los partidos de oposición ganó con una holgura de más de cien mil votos sobre el abanderado priista. Y cuando eso ocurrió, fueron los tricolores quienes tomaron la bandera de la denuncia sobre el fraude electoral. Todos los que tenían algo que decir desde la trinchera priista, se deshicieron explicando que “les echaron montón”, que el gobierno federal había operado abierta y groseramente con recursos para comprar votos el día de los comicios, y que por esa razón acudirían a los tribunales para defenderse de las ilegalidades que habían cometido en su contra, y hacer valer la democracia.

Hoy está claro que ese, el del fraude, fue un mero discurso dilatorio. El Tribunal Estatal Electoral —que, políticamente, es “cancha” del gobierno priista de la entidad— decidió no correr más riesgos haciendo la validación de un proceso que podría exhibirlos también a ellos. Sin duda, una presión política pudo haber determinado un fallo favorable al priismo. Pero los órganos federales de la materia habrían echado por tierra una decisión tomada a partir de conveniencias o presiones ejercidas desde el poder político, y no de razonamientos y argumentos jurídicos.

Así, dos cosas quedan en el fondo de esta discusión: la primera, que este fallo da luz sobre la relación “civilizada” que se pretende construir entre el gobierno saliente, y el entrante, para que el proceso de alternancia en el poder sea terso, pero también desprovisto de revanchas, persecuciones o altibajos. Pero también da cuenta que, legalmente, todo lo relativo al fraude y las maquinaciones no fueron sino una mentira. O bien, no ocurrieron las prácticas indebidas, o no pudieron comprobarlas, o no supieron defenderse ante los tribunales.

Así, todo quedó en un mero discurso. Perorata que, según se pretende, pronto quede en el olvido. Nadie repara en que cada descalificación que no se funda en razones, se convierte en una forma sutil y eficaz de descrédito. En este caso, todas las cargas negativas se las lleva la democracia. Porque criticando la forma, despostillaron, irremediablemente, el fondo. Y ese es el problema.

NOVEDAD EDITORIAL

El Senado de la República y el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, se encargaron de la edición del libro “Oaxaca: Historia de sus instituciones jurídicas”, de la autoría del constitucionalista oaxaqueño, Raúl Ávila Ortiz. Un texto que vale la pena conseguir, estudiar y consultar, para comprender el devenir histórico y el origen de las estructuras políticas que nos rigen. Altamente recomendable. Abundaremos.

Alud… de cifras inexactas, manipulación y errores

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+ Gobierno estatal: se lo comen prácticas indebidas

La tragedia de Santa María Tlahuitoltepec decepcionó a muchos que buscaban el amarillismo, el sensacionalismo y la manipulación de los problemas, los vicios y los atrasos que tiene la entidad. Sin embargo, ese hecho dejó ver en toda su magnitud cuán riesgosas pueden ser, y son, las decisiones que, desde el Estado, se toman no en base a la búsqueda del bien común, sino de fines políticos, electorales o de tergiversación de las carencias sociales.

En efecto, a lo largo del pasado martes no sólo los oaxaqueños, sino todos los mexicanos, fuimos testigos de cómo una cadena de imprecisiones, irresponsabilidad y manipulaciones, fueron capaces de movilizar, y consternar a todo un país. Aunque hoy las autoridades de los tres órdenes de gobierno aseguran que todo fue consecuencia de confusiones y versiones incorrectas, motivadas por la lejanía y la incomunicación que prevalecía en la Sierra Mixe, lo cierto es que la tragedia de Tlahuitoltepec tuvo como ingredientes particulares las omisiones e irresponsabilidades oficiales, el ánimo catastrofista de diversos medios, y los actos de manipulación que se orquestaron desde el momento mismo en que ocurrió el desgajamiento del cerro en aquella localidad.

Desde las primeras horas de la mañana del martes, fue noticia en todo el país el desprendimiento de una porción de cerro en la Sierra Mixe de Oaxaca. Los primeros reportes —motivados por una llamada telefónica realizada por el líder comunero de la zona, Donato Vargas; y constatados con el silencio y la imposibilidad del gobierno del Estado para ofrecer una versión confiable— indicaban que el alud de tierra correspondía a unos cuatrocientos metros lineales de terrero, y que éste había sepultado unas trescientas viviendas. En base a esas cifras, se estableció un estimado de hasta mil potenciales víctimas.

Un hecho de tal magnitud, aquí y en China son motivo de noticia. La rápida reproducción de esa información, motivo que desde muy temprano comenzaran a movilizarse cuerpos de rescate, elementos del Ejército, bomberos y corporaciones policiacas no sólo de la entidad, sino de diversas regiones del país. Y que la sociedad mexicana asimismo se volcara organizándose para enviar ayuda humanitaria a los damnificados.

Nadie se preguntó, o pudo constatar, por ejemplo, quién es la persona que envió el reporte, y qué era lo que verdaderamente estaba ocurriendo en Tlahuitoltepec. Porque a pesar de que Donato Vargas se identificó como integrante del Comité de Bienes Comunales de esa localidad, lo cierto es que éste es un bien identificado dirigente de la Unión Campesina Oaxaqueña, de la que también son parte los perredistas Lenin López Nelio López, y el todavía diputado local Jesús Romero.

En ese sentido, fuentes de alto nivel aseguran que, contrario a la “mal interpretación”  que Vargas asegura que se dio a su llamado de alerta, éste mismo confirmó telefónicamente al Presidente de la República, todos los datos alarmantes que se dieron a conocer en la prensa, desde Tlahuitoltepec, antes de que pudiera constatarse que en realidad no eran ni una docena las personas desaparecidas.

Asimismo, señalan que la razón por la que tuvieron que pasar varias horas antes de que el gobierno estatal o federal pudiera corroborar los datos dados a conocer por el mencionado individuo, es que, en primera, no había ningún funcionario estatal en los alrededores y, sobre todo, porque el mismo comunero Vargas impidió que otras personas pudieran comunicarse con las autoridades en la capital del Estado; y porque, en el fondo, el objetivo que buscaban algunas personas, era el de poder sacar algún provecho a partir de la manipulación de esa tragedia.

OMISIONES Y MANIPULACIÓN

Un oficio emitido el 26 de septiembre pasado por el Organismo de Cuenca Pacífico Sur de la Comisión Nacional del Agua, y dirigido a las autoridades del gobierno estatal, cuya copia obra en poder de este espacio, da cuenta de cómo oportunamente se puso en aviso a las autoridades oaxaqueñas, de los riesgos que existían por la depresión tropical “Matthew”.

Luego de establecer las generalidades de dicho fenómeno meteorológico, el documento dice, textualmente, lo siguiente: “Para el estado de Oaxaca, la circulación del sistema generará una zona de inestabilidad con nublados densos, principalmente en la zona Norte y Oriente del Estado, favoreciendo potencial de lluvias fuertes a localmente intensas en el Istmo de Tehuantepec (…) y en las zonas serranas y montañosas de las sierras Norte, Mixe y Mazateca. Por lo anterior se solicita a las autoridades de los municipios de las zonas antes indicadas para que (…) alerten a la población sobre la posibilidad de escurrimientos extraordinarios que pudieran ocasionar (…) deslaves o derrumbes en zonas montañosas”.

Evidentemente, nadie hizo caso de tal misiva. En la zona de los Mixes, fue imposible tanto emitir alerta alguna, como tampoco constatar los daños una vez que el desgajamiento del cerro había ocurrido. ¿Por qué? Primero porque ninguna autoridad seria parece haber tomado con responsabilidad la alerta. Y segundo, porque no había ningún representante gubernamental en la zona (sólo hay “delegados políticos”, que no sirvieron), que tuviera la posibilidad de acercarse a la zona del desastre, para constatar o desmentir la información que ya circulaba por todo el país.

Por eso, de ahí en adelante todo fue desastroso. El gobierno estatal constató, a través de su “política de comunicación”, datos falsos que luego debieron ser desmentidos. Si bien la prensa de la capital del país no es responsable por difundir esos datos que esencialmente eran erróneos, sí es altamente cuestionable su ánimo por convertir ese hecho en un drama televisivo, dominado por el amarillismo y el sensacionalismo. Fue una tragedia, en efecto, pero no sólo por el alud; también por todo lo que ocurrió a su alrededor, que es casi tan grave como el desgajamiento de un cerro.

¿CERO VÍCTIMAS?

Por cierto, es patético que algunos medios, haciéndole el juego a las versiones oficiales, se tranquilicen diciendo que en Tlahuitoltepec no hubo víctimas, sino “sólo once desaparecidos”. Dice un principio jurídico que sin cadáver no hay muerto. Pero llanamente, esos desaparecidos se encuentran en tal denominación, porque no han encontrado sus cuerpos. Sorprendería que hallaran a alguien vivo. Y con un fallecido, once, o mil, ese alud de todos modos provocó una tragedia.

Tlahuitoltepec: ayer la negligencia nos alcanzó

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+ Tragedia: unión de contingencia y corrupción

 

Por donde quiera que se vea, el de ayer fue un día trágico para Oaxaca. Desde muy temprano, nos despertamos con la noticia de que un alud presuntamente habría sepultado unas trescientas viviendas —y a unas mil personas— en la comunidad de Santa María Tlahuitoltepec Mixe; algunas horas más tarde, la atención de miles también se puso, en la capital oaxaqueña, en las severas afectaciones que había provocado el desbordamiento del Río Salado. Además del desastre humano provocado por la naturaleza, los oaxaqueños vimos, y vivimos en carne propia la tragedia que provocan el desdén gubernamental, las omisiones, la corrupción y la negligencia que ayer se manifestaron de manera conjunta en una implacable cifra de muertos, desaparecidos y damnificados.

A través de sus primeras emisiones, las cadenas de noticias por televisión y radio comenzaron a emitir el reporte que, urgentemente, se había enviado desde aquella mágica tierra de músicos, arraigo y cultura. Y el escenario parecía desolador. A través de la comunicación enviada por un teléfono satelital, la autoridad municipal de Tlahuitoltepec aseguraba la existencia de una catástrofe.

Decía, según lo dijeron todos aquellos que tuvieron la noticia de primera mano, que en el corazón de aquella localidad, un cerro se había desgajado a lo largo de unos doscientos metros lineales, sepultando a más de 300 familias que, a las cuatro de la madrugada en que ocurrió el hecho, se encontraban descansando.

Ante la noticia, los intentos de la autoridad por llegar al lugar de los hechos no hicieron más que recordarles que toda la marginación, el abandono y la pobreza en que viven aquellas comunidades, ahora los tenía a ellos, a la autoridad, contra la pared. Teniendo encima todas las miradas nacionales e internacionales (porque no en cualquier lugar del mundo, cualquier día, se dice que mil personas habrían muerto a causa de un alud), las autoridades locales y federales demoraron casi once horas en poder arribar al lugar de los hechos.

La carretera que comunica a esa localidad con la capital oaxaqueña presentaba innumerables derrumbes, puentes colapsados e interrupciones a la circulación que, combinados con las inclementes condiciones climatológicas, hacían imposible el acceso por tierra y por aire. Al filo de las cuatro de la tarde, fue el presidente Felipe Calderón Hinojosa quien reportó, a través de su cuenta de Twitter, que un grupo de elementos del Ejército Mexicano había logrado llegar a pie hasta el lugar de la tragedia, y que se encontraba en condiciones de asegurar que ésta no era de la magnitud que se había asegurado inicialmente.

Sin embargo, entre las doce horas transcurridas desde el acontecimiento hasta en que surgió información confiable, las especulaciones se multiplicaron infinitamente. Y también salió a relucir una potencial negligencia de las autoridades de los tres órdenes de gobierno, ante una potencial tragedia. La edición electrónica del diario español El País, aseguraba desde el mediodía que “el diario Oaxaca había informado del riesgo de derrumbe en el cerro, ubicado en la sierra Mixe.” Y, textualmente, citaba: “De un momento a otro, el cerro de hundirá y con él decenas de viviendas”, haciendo alusión a una nota informativa fechada el pasado 13 de septiembre y firmada por el periodista Alfonso Cruz López, a través del sitio electrónico www.oaxacahoy.com.

Y es que, en efecto, en aquella fecha y lugar se había establecido que “el desprendimiento de una gran parte del cerro en Santa María Tlahuitoltepec Mixe, ha generado una enorme grieta en el perímetro, que ha generado que los muros de los domicilios cercanos comiencen a desmoronarse debido al desnivel de la tierra. De un momento a otro, el cerro de hundirá y con él decenas de viviendas igualmente, por lo que se ha instruido al presidente municipal de la zona, a que evacúe de inmediato. La humedad y reblandecimiento de la tierra generó que parte del cerro muestre señas de hundimiento; las casas de igual forma por el desnivel que genera el hundimiento ya presentan grietas y se teme que una tragedia ocurra en la zona. Autoridades de Protección Civil están trabajando en la demarcación.”

Evidentemente, ni Protección Civil, ni nadie, hizo algo sobre esta alerta. Claro, hasta ayer que la “prevención” estaba de más. Y lo que se contaban eran los desaparecidos, las víctimas fatales y los incuantificables daños materiales.

 

RÌO DESBORDADO

Mientras todo esto ocurría, otra tragedia estaba en desarrollo. La crecida del Río Salado se salió de control. Y para alrededor de las 15 horas el río estaba a punto de desbordarse en diversos puntos de su cauce. Los puentes que lo atraviesan fueron cerrados a la circulación de vehículos. Los habitantes de las amplias márgenes de su caudal, comenzaron a tomar previsiones que, al final de cuentas servirían de poco, ante el tamaño del potencial desbordamiento e inundación.

De nuevo, la contingencia natural se vio sacó a relucir todo lo que no se ha hecho durante décadas, y que ayer se lamentó sistemáticamente. La autoridad se limitó a controlar el tráfico y la afluencia de curiosos y vecinos en la zona. Pero nada podía hacer, naturalmente, por contener otra potencial tragedia.

Nadie se preguntaba, porque ante el tamaño de la potencial tragedia era inconveniente e impropio, dónde están todos aquellos que permitieran que, libremente, durante décadas miles de personas edificaran casas habitación y comercios a menos de diez metros del cauce principal de ese río. ¿Era el municipio el responsable? ¿El Gobierno del Estado? ¿Las instancias federales encargadas de la regulación de los ríos y arroyos, grandes o pequeños? ¿Había responsabilidad en los tres órdenes de gobierno? Más bien, parecía que en ninguno —o que en todos había complicidad—. Pero nadie se atrevía a decir algo. Porque tanto peca el que mata la vaca, como quien le sostiene la pata.

 

TRAGEDIA Y NEGLIGENCIA

Llegado el momento, la autoridad tendría que responder no por los efectos de la naturaleza, sino por la falta de previsión, orden y cultura de protección civil que priva tanto en el gobierno como en la ciudadanía. Previsión porque ayer todos fuimos puestos en jaque; orden, porque la tragedia partió de su inexistencia; y cultura, porque se pudo haber respondido con mayor eficiencia y eficacia. Por parte de todos. Y no fue así.

Presidencia nacional priista: ¿vuelta a canibalismo?

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+ Replantear al tricolor: factor esencial para el 2012

Una vez que la cúpula priista de Oaxaca dé por terminado el proceso electoral en el sufrió el peor descalabro de su historia en la entidad, todas las atenciones de quienes conducen la estructura electoral se centrarán, conjuntamente, en Coahuila y el Estado de México. Aunque consideran que con la unión de esas tres fuerzas habrá la suficiente solidez como para alcanzar las metas más importantes del priismo, lo cierto es que esos sectores del PRI que comienzan a orbitar alrededor de los gobernadores Enrique Peña Nieto y Humberto Moreira —y ellos mismos—, deben considerar la urgencia de replantear, y reforzar, el decoro y la legitimidad con que hacen política… para no ser alcanzados, y derrotados, por sus propios vicios.

En efecto, desde hace algunas semanas, el gobernador Ulises Ruiz Ortiz se ha pronunciado públicamente a favor del gobernador Moreira, de Coahuila, para convertirse en dirigente nacional del priismo. Hasta hace poco más de dos meses, era el propio Mandatario oaxaqueño quien aspiraba al máximo cargo político del PRI en el país. Sin embargo, sus aspiraciones se encontraban directamente ancladas al resultado de los comicios en los que se renovaría la gubernatura del Estado. Y el fracaso en esa empresa electoral, también marcó el fin de sus posibilidades de luchar, él directamente, por el cargo que hoy ocupa la diputada federal Beatriz Paredes Rangel.

No obstante, era ingenuo suponer que una derrota electoral, dejaría en paz a quien está considerado como uno de los mejores conocedores de la operación e ingeniería electoral en el país. Hoy en día, en una de esas raras paradojas de nuestro singular federalismo mexicano, ni siquiera el Presidente de la República acumula tanto poder como los gobernadores de las entidades federativas. Éstos, en conjunto y por separado, forman una élite que determina cuestiones que en otros momentos hubieran quedado firmemente reservadas para la decisión presidencial.

Una de esas determinaciones, fundamental, es la relativa a la candidatura presidencial. El priismo nacional, y particularmente el mismo grupo que en su momento impulsó al entonces dirigente nacional, Roberto Madrazo Pintado, deben aprender de las experiencias y los procesos internos del pasado, en los que más que cualquier otra cuestión, se dedicaron a construir fracasos.

Hagamos memoria. Durante los dos años previos al 2006, el grupo político del ex Gobernador de Tabasco se dedicó a construir la candidatura presidencial, justamente desde la dirigencia nacional del PRI que entonces ostentaba. A pesar de que había algunos competidores importantes, que también aspiraban a la postulación presidencial, el grupo madracista se dedicó a fortalecer sus posibilidades a través de una fuerte estrategia de confrontación con la que pretendieron —y lo lograron— desarticular a todos sus adversarios, y a doblegar a todos aquellos que les presentaban ciertas resistencias.

El resultado es de todos conocidos. Madrazo Pintado, y su grupo, lograron la postulación presidencial, pero trayendo a cuestas una fuerte confrontación con la profesora Elba Esther Gordillo Morales, con varios gobernadores del norte del país, con el también aspirante Arturo Montiel Rojas, e incluso con todos aquellos que sin tener aspiraciones contrarias, sí se agraviaron por los excesos del madracismo, y por esa práctica de querer construir aspiraciones a través de la destrucción de la unidad priista.

Eso es, en un primer momento, lo que hoy deben aprender los priistas que impulsan al gobernador Moreira. El candidato presidencial Madrazo Pintado perdió estrepitosamente los comicios del año 2006, esencialmente porque ninguno de los factores de poder del priismo —es decir, los gobernadores— estuvieron dispuestos a impulsar a un Abanderado que antes los había avasallado y obligado a declinar cualquier preferencia política distinta, a favor suyo. Era, según se consideró, como volver a una anquilosada práctica de verticalismos partidistas, en la que el partido y el poder eran un solo hombre, que ya había quedado superada con la alternancia en el poder federal ocurrida en el año 2000.

LIMPIAR LA CASA

Existe, además, otra razón por la que el gobernador Moreira pretende llegar a la dirigencia nacional del priismo: su hermano, el diputado federal Rubén Moreira, es uno de los más fuertes aspirantes a sucederlo en el cargo de Gobernador del Estado. Para que esto último pueda ocurrir, según su lógica, es indispensable que no sea el ahora Mandatario quien le entregue el poder a su hermano. Esa es, entre muchas otras, una de las más poderosas razones por las cuales se pretende impulsar al Mandatario de Coahuila para acceder a la dirigencia nacional del priismo, y dejar su gobierno en manos de un tercero que lo transmita a su parentela.

En el Estado de México podría ocurrir un proceso parecido. El gobernador Peña Nieto considera como a uno de los más fuertes aspirantes a la gubernatura, al presidente Municipal de Huixquilucan, Alfredo del Mazo Maza, quien asimismo resulta ser pariente suyo en grado lejano. Esto no sería novedad. El mismo gobernador Peña Nieto tiene también parentesco con su antecesor, Arturo Montiel Rojas, según lo describen en el libro “Retrato de familia”, los periodistas Francisco Cruz y Jorge Toribio Montiel.

¿Qué tiene que ver eso con sus respectivas aspiraciones presidenciales? Que, sin duda, eso marcará los contrastes entre el supuesto avance democrático que ellos mismos dicen que representa el priismo para el país, y sus propias prácticas domésticas. Ambos personajes, unos y otros apoyados íntimamente desde Oaxaca, habrán de enfrentarse a una realidad democrática nacional en la que el primer cuestionamiento que van a recibir es precisamente el de estar postulando a sus hermanos, o primos, en un sentido patrimonialista y anquilosado del ejercicio del poder, al mismo tiempo que estarán defendiendo —real o aparentemente— las más importantes libertades democráticas del país.

CIUDADANÍA MADURA

Los costos que pagó Roberto Madrazo en 2006 fueron altísimos. Hoy, los factores de poder parecen verdaderamente alineados a superar esos escollos y reavivar al tricolor como un partido gobernante. El problema es que se enfrentarán a una sociedad mexicana cada vez menos ingenua. Unos y otros, en este grupo, deben replantear sus prioridades. Si quieren gobernar al país, tendrían que dejar de despreciar los pesos, en aras de cuidar los centavos.

Oaxaca: una transición carente de contenido político

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+ Partidos y gobierno: la clave, en el hacer, no en el decir

Apegados únicamente a los recursos retóricos, hasta ahora los partidos políticos, gobierno, próximas autoridades y fuerzas políticas derrotadas, no han encontrado el modo de ofrecer a la ciudadanía una explicación coherente sobre el contenido democrático y de gobierno que dicen ofrecer. Hablar hoy de la transformación, de la rectificación, de la alternancia o de la transición, son simples instrumentos discursivos carentes de los fundamentos suficientes como para considerar que, en efecto, todos ellos son algo más que palabras. La justificación, sin embargo, sólo puede ofrecerse por la vía de los hechos.

¿Por qué asegurar lo anterior? Porque ceñidos únicamente a la actuación pública de quienes integran las fuerzas políticas y los grupos de poder que se disputaron electoralmente la gubernatura, las municipalidades y el Congreso del Estado el pasado cuatro de julio, lo que hoy puede verse es que ninguno —ganadores y derrotados— han podido dar con la sustancia política y democrática que ya debería existir, hoy, en sus respectivas posiciones.

Más que cacerías de brujas, ajustes de cuentas, jaloneos internos y defensas retóricas de sus posiciones, ambos grupos deberían estar buscando ya su rango de ubicación dentro del contexto político local. Sin embargo, para entender a cabalidad este asunto, es necesario analizar, por separado, las posiciones actuales de los dos bloques que se disputaron el poder político en julio pasado.

En primer término, es evidente que el gobierno electo de Cué, por su misma naturaleza, está caminando en una cuerda floja constante. Independientemente de la legitimidad adquirida con su triunfo, es evidente que sobre las espaldas de este nuevo gobierno también se soporta el futuro, y el contenido político, de las alianzas electorales para el futuro. Sin contar los demás factores, esa sola situación agudiza la complejidad del reto democrático y el éxito en las tareas de gobierno. Y ambos rubros, hasta ahora, son nada menos que las dos grandes incógnitas que habrá de responder, en su momento, la administración entrante.

¿Por qué calificarlas como incógnitas? Porque, a la luz de los hechos, la alianza de partidos que está llevando a Cué al gobierno, no tuvo más contenido, ni explicación, que la puramente ceñida al pragmatismo y la circunstancia político-electoral del momento. La justificación de la alianza opositora no radicó en la necesidad de emprender una tarea conjunta de gobierno, o de impulsar un proyecto coligado de reformas democráticas en el Poder Legislativo, sino en únicamente echar del poder al régimen gobernante para instaurar otro, de alternancia, que idealmente emprendiera las transformaciones políticas que demanda la sociedad.

En este sentido, ambos rubros —el del éxito en las tareas de gobierno, y el de las reformas democráticas— son auténticas interrogantes, porque sobre este asunto no existen sólidas referencias previas de éxito en las entidades federativas (y sí hay otras sobre estruendosos fracasos), y porque tampoco se construyó un plan previo en esos dos rubros, que comprometieran al inminente gobierno electo a realizarlas en un tiempo y una forma determinadas, y con otro tipo de apremios sociales, distintos a los de la pura presión de los electores, a la voluntad política del gobernante (manifestada como una concesión al ciudadano, y no como un deber democrático), o al apego a las apariencias de que se realiza un gobierno democrático.

El reto es enorme. Como ya lo hemos comentado en otros momentos, del éxito del gobierno de Gabino Cué dependerá el sustento y la legitimidad que tengan las coaliciones electorales en el futuro. Lo acepten o no, y guste o no, éste será un gobierno de paradigmas para la política electoral mexicana. Pues, si triunfa y gobierna con éxito, tendrá que ser ajustado y perfeccionado para ser ensayado en otras entidades. Pero si fracasa, habrá sido no sólo una derrota de la alternancia y una oportunidad más desperdiciada para la transición, sino que también será otra razón, para que los ciudadanos refuercen aquella idea de que estaban mejor sin democracia, que con ella.

ESPEJO TRICOLOR

Sin embargo, si en el polo que será gobernante existen innumerables incógnitas, quienes ejercerán las tareas de oposición no se encuentran en un mejor momento. Hasta ahora, la clase política que tiene en su poder al Partido Revolucionario Institucional en Oaxaca, tampoco ha tenido la posibilidad de articular posiciones serias sobre lo que será, verdaderamente, su agenda política para los próximos años. A lo más, han establecido como sus principales directrices el iniciar un proceso de ajuste de cuentas respecto a los militantes que ellos consideran que los traicionaron; pronto comenzarán a disputarse la dirigencia estatal, y algunas otras posiciones de su estructura política. Y después buscarán obtener ciertos dividendos a partir de la crítica al nuevo gobierno.

Todo eso, como puede verse, se encuentra lejos de lo que se esperaría de una oposición responsable y con altura de miras. Tal pareciera que quienes tienen en sus manos al tricolor, hoy pretenden engañarse solos. Nada bueno obtendrán al tratar de emprender venganzas en contra de quienes ellos dicen que los traicionaron.

Antes de buscar los responsables fuera de su grupo, los priistas hoy inconformes tendrían también que hacer un proceso de evaluación interna. En un ejercicio honesto de autocrítica, encontrarían que nadie hizo más por desviar al priismo de sus metas de triunfo, que los errores, los excesos, la soberbia, los recelos, la codicia y las ambiciones que dominaron a la mayoría de quienes dirigieron las tareas de campaña.

Es un chovinismo ramplón y riesgoso, el que los “generales” priistas crean hoy, y lo asuman como una realidad, que la derrota vino de fuera. El fracaso electoral —quizá involuntariamente— esencialmente lo fabricaron varios de los que hoy se asumen como tricolores de cepa y pureza ideológica, y arengan a las masas para ir por revanchas que tendrían que saldar en sus propias conciencias.

¿Y OAXACA?

Esa tendría que ser la pregunta para quienes creen que la democracia comienza y se acaba en las urnas y los resultados electorales. El PRI tiene hoy el reto más importante de su vida: ser una oposición capaz de convertir sus derrotas en triunfos. Pero nadie discute con altura. Ni propone. Ni asume compromisos. Ni nada. Se encuentran en un estado total de indolencia.

Evaluación del desempeño: nuevo reto para el gobierno

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+ Ya no será “qué”, sino “para qué” hacer obra

Una de las constantes tradicionales del servicio público en países como México, es la de tener una fijación permanente por la construcción de infraestructura. Hasta el momento, se tiene muy arraigada la idea de que un buen gobierno es aquel que genera mucha obra y, sobre todo, que esas obras sean lo suficientemente visibles y dignas de presunción, para demostrar que el gobernante “está trabajando”.

Esta visión, que legalmente está en vías de cambiar, popularmente sigue muy arraigada. Es común que en todos los informes de gobierno, o en el cierre de las administraciones, los respectivos gobernantes tengan la costumbre de enumerar la cantidad de obras y acciones realizadas. Desean demostrar, con ello, que en la gestión se hizo trabajo a favor de las causas más sentidas de la ciudadanía. Particularmente, en el caso de Oaxaca, será a partir de mediados del mes próximo que comience a darse un bombardeo constante de publicidad relativa a la obra gubernamental realizada en este sexenio que culmina.

En este sentido, pronto veremos que desde el gobierno estatal se publicitará la cantidad de hospitales construidos, infraestructura carretera, caminos, escuelas, obras de agua potable y alcantarillado, además de un largísimo etcétera. Nadie se pregunta, en este o cualquier otro caso, si todas las acciones emprendidas tienen verdaderamente un impacto positivo en las condiciones de vida y desarrollo de la sociedad, o si verdaderamente existía la necesidad de que ese tipo de obras se realizaran.

Existen, en esa lógica, diversos ejemplos sobre lo cuestionable que en veces resulta ser la obra pública. Todas las administraciones gubernamentales, estatales o federales, buscan aquella misma “esquina” desde la cual la construcción de cierto tipo de obras de gran envergadura, son sinónimo de bienestar, progreso y desarrollo.

Con seguridad, el caso más reincidente, es el de la construcción de hospitales en sitios donde no existen todas las condiciones para que éste funcione, o donde no tienen un impacto significativo para la salud de la población. Aunque una obra de ese tipo tiene un altísimo grado de aceptación social (porque la salud es el bien más preciado de cualquier persona) al final, no siempre es posible evaluar positivamente ese tipo de acciones, sobre todo si ese hecho se hace pasar por el tamiz del impacto social —en el caso de un hospital, en el abatimiento o disminución de ciertos tipos de afecciones— y éste arroja que no hubo mejoría sustancial en cuanto a los objetivos que, según, se habían planteado quienes decidieron la construcción del mismo.

El caso contrario, por ejemplo, puede ser una obra de alcantarillado, o una de lo que comúnmente se denomina de “drenaje profundo”. Constantemente, somos testigos de cómo las más importantes ciudades de la República mexicana son reiteradamente víctimas de las inundaciones y el estancamiento de agua de lluvia. Siempre se dice que son necesarias obras de mejoramiento del drenaje, para que éste sea capaz de conducir el agua a los afluentes correctos, y no provoque daños e inundaciones a miles de personas que pierden el patrimonio de su vida en las épocas fluviales.

¿Por qué es el ejemplo contrario? Porque una obra de ese tipo, evidentemente, es incosteable e improductiva para efectos políticos, ya que en su construcción provoca innumerables afectaciones y molestias a la ciudadanía (cierre de calles, remoción del revestimiento asfáltico, hoyos, zanjas, etcétera), y sobre todo porque son obras que, para la mayoría, simplemente son invisibles políticamente hablando —aún siendo mucho más que prioritarias, e incluso vitales—, porque se encuentran en el subsuelo.

CAMBIAR ESQUEMAS

Las tendencias apuntan a erradicar esta visión de la obra y el gasto público. Según la marcha de los procesos administrativos en los tres órdenes de gobierno, ahora los procesos de otorgamiento de recursos y utilización de los mismos, estarán apegadas a otro tipo de criterios que nada tienen que ver con los tradicionales, pero que buscan impactar de mejor modo en la sociedad.

Regresemos al caso del hospital y el del drenaje profundo. En el caso del nosocomio, una buena evaluación según sus resultados, y no según la magnífica obra que puede ser, es cuando se ponen a contraluz los principales índices de incidencia sanitaria que existen en la región. Es decir, que según la especialidad, a partir de su construcción y puesta en funcionamiento, además del tipo de atención y especialización que atienda, debe ser manifiesta la reducción de ciertos indicadores de enfermedades, dolencias o males que sufre la población. Evidentemente, siguiendo esa lógica, no habrá éxito si se construye un hospital donde no se necesita, si se construye y pone en marcha en ciertas especialidades que no son las de mayor incidencia en la región, o si aún emprendiendo los trabajos ninguno de los indicadores cede.

El caso contrario seguiría como tal. Una obra de ese tipo siempre será necesaria y previsora de desastres provocados por los fenómenos de la naturaleza. Como el fin que atiende es aleatorio, no se puede medir de primer momento el impacto positivo habido en la población, pero sí ante una contingencia de la naturaleza. En la ciudad de México, por ejemplo, se construyen obras monumentales de este tipo, para evitar más desgracias como las inundaciones habidas en años pasados en demarcaciones como Chalco, Iztapalapa y algunas otras de la capital del país.

Aunque parece complejo, este tipo de procesos de evaluación muy pronto serán obligatorios. De todo esto, se sabe que existen ya avances importantes, que han sido reconocidos a nivel nacional como de vanguardia en cuanto a la evaluación del desempeño, en la Auditoría Superior del Estado. Habrá que ver si en el futuro cercano, las administraciones municipales, y estatal, que están en vías de tomar posesión, tienen ideas y perspectivas claras de estos imperativos que marcan, y que harán obligatorios, las leyes vigentes.

¿GRANDES OBRAS?

Si se atiende esto, habrá entonces muchos cuestionamientos a lo ya realizado. ¿Cuántos hospitales habrá que fueron construidos gastando docenas de millones de pesos, y que, por diversas razones, no tienen la posibilidad de cumplir con su cometido? ¿En cuántos caminos que no tienen utilidad práctica, se han invertido millones de pesos? Ejemplos, en todos lados, hay en abundancia. Y no de ahora. Eso es lo que tiene que cambiar.

Adolfo Toledo Infanzón: su derrota anticipada en la CNC

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+ Historia de fracasos, su paso por política local

Producto de una historia de intercambios y negociaciones políticas sin éxito, el senador priista por Oaxaca, Adolfo Toledo Infanzón, parece destinado a un nuevo fracaso. Luego de haber abandonado voluntariamente su lucha por la candidatura tricolor al gobierno de Oaxaca, y de haber sido el formalmente responsable de la derrota electoral del PRI el pasado cuatro de julio, hoy da la batalla en aras de conseguir una cada vez más lejana dirigencia nacional de la Confederación Nacional Campesina.

Nadie, ni siquiera las circunstancias, ha sido en tal grado responsable de la construcción de una historia de fracasos, como el mismo senador Toledo Infanzón. Siendo uno de los servidores públicos más aventajados por las simpatías de los dos últimos gobernantes, tuvo la posibilidad de construir una importante trayectoria tanto en la gestión pública, los cargos partidistas del PRI, e incluso la política nacional que se emprende desde nuestra entidad.

El entonces Titular de la Coordinación de Planeación para el Desarrollo del gobierno estatal, llegó a la elección federal de 2006 prácticamente sin ningún adversario que pudiera disputarle la candidatura priista al Senado de la República. Todo estaba planeado para que, en la lógica tradicional de la sucesión gubernamental en el Revolucionario Institucional, Toledo Infanzón se convirtiera, en el lejano año 2010, en el candidato a Gobernador que sucediera a Ulises Ruiz Ortiz en el cargo.

El esquema, sin embargo, se rompió en el mismo 2006. Debido a la combinación de circunstancias derivadas del conflicto magisterial y popular que ocurrió en ese año, el priismo oaxaqueño sufrió una derrota arrolladora. Habiendo prometido un millón de votos para el candidato presidencial del tricolor, Roberto Madrazo Pintado, los priistas locales no sólo no pudieron llegar ni a la mitad de esa meta, sino que fueron arrasados en nueve de las once diputaciones federales, y en la disputa por las Senadurías de mayoría relativa. Toledo Infanzón y Lilia Mendoza Cruz cayeron, paradójicamente, a manos de Gabino Cué Monteagudo que entonces también luchaba, desde la oposición, por una curul en la Cámara alta federal.

Hoy, a la distancia, puede verse que desde ahí Adolfo Toledo construyó una historia que esencialmente ha estado marcada por las negociaciones, las rendiciones, y las derrotas. A pesar de haber sido uno de los senadores de la República con mejor desempeño en su labor legislativa, Toledo no sólo no contó con el apoyo y la bendición oficial para culminar su posicionamiento con la candidatura a Gobernador, sino que fue obligado a replegarse, y él vergonzosamente aceptó, sin ningún titubeo, la postulación a la gubernatura de un poco conocido Eviel Pérez Magaña. De nada le sirvió el cúmulo de trabajo político ni la —ya para entonces puesta en entredicho— ascendencia priista que, tradicionalmente, indicaba que él debía ser el abanderado del tricolor.

Esa fue su primera derrota. Y una vez que había sido neutralizado desde la más alta cúpula del poder como un posible aspirante inconforme a la candidatura a Gobernador por el PRI, Toledo Infanzón decidió apegarse a un proceso de negociación, a través del cual no hizo más que encaminarse a su segundo gran fracaso: logró que, en abril pasado, se le designara como presidente del Comité Directivo Estatal del PRI, para conducir los trabajos de campaña de ese partido.

El resultado —es decir, la derrota priista— es de todos conocidos. Y si históricamente el candidato Pérez Magaña pasó a la historia como el abanderado tricolor que perdió una entidad que había sido gobernada por el priismo desde su surgimiento como instituto político, Toledo Infanzón también tendrá un sitio en el registro histórico local como el dirigente estatal del PRI que cargó con ese descalabro que, quizá, sea irreversible.

CNC SE ALEJA

Al abandonar la puja por la candidatura del PRI a Gobernador, al senador Toledo Infanzón le vendieron la idea de que, en la lógica del triunfo tricolor, sería impulsado desde los más altos círculos del poder priista para convertirse en el dirigente nacional de la Confederación Nacional Campesina.

La lógica de aquel ofrecimiento era asimismo impecable. Al triunfar Eviel Pérez Magaña como aspirante a la gubernatura, dicho resultado catapultaría al gobernador Ulises Ruiz como uno de los más fuertes aspirantes a convertirse en líder nacional del PRI. Esos dos factores —la conjunción del poder político que se acumula en la dirigencia del tricolor, y los recursos económicos que seguirían siendo manejados por el todavía grupo gobernante para financiar sus empresas partidistas y electorales— abrirían posibilidades infinitas de negociación y posible obtención de más espacios dentro no sólo de la estructura formal del priismo, sino también en sus principales sectores y organizaciones adherentes.

La derrota electoral de julio pasado, sin embargo, marcó un rumbo distinto. Ante el fracaso de la causa política del diputado Pérez Magaña, también se vieron prácticamente canceladas todas las posibilidades de que el gobernador Ruiz Ortiz se convirtiese, o al menos tuviera posibilidades reales, de competir por la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PRI. Y al cerrarse éstas dos posibilidades, evidentemente, también se verían alejadas todas las demás posibilidades accesorias —como la ingenua negociación con la que neutralizaron al senador Toledo—, como la relativa a la CNC.

Así, en días recientes, un grupo de aspirantes a la dirigencia nacional de esa organización adherente —entre los que se encuentra el Senador priista por Oaxaca— han denunciado la antidemocracia y los vicios que existen en la convocatoria y el proceso para elegir al líder nacional de dicha Central Campesina. Finalmente, eso se resolverá como acostumbran en el priismo: una negociación, declinaciones por parte de los principales factores de poder, avasallamiento a los menos importantes, y el surgimiento de nuevos “líderes de unidad” que representan todo, menos la democracia.

PEDRO Y EL LOBO

Dados los antecedentes en el cenecismo, la empresa partidista de Toledo Infanzón tiene ya un destino previamente anunciado. Además, ante sus repliegues y actos de disciplina anteriores, ya nadie le cree cuando amaga con rompimientos y rebeldías. Los hechos demuestran que, en sus mejores momentos, no supo defender las posibilidades de veras importantes que tuvo en las manos.

Presupuesto: mal signo para nuevo gobierno

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+ FCH: alto riesgo, abandonar a Gabino Cué

Las batallas electorales en Oaxaca, polarizaron a tal extremo el ambiente político, que más allá de las guerras partidistas, un posible entendimiento civilizado entre grupos opositores parecía casi imposible. La política, sin embargo, parece tener tantos entuertos, que hoy algunos extremos que parecían ilógicos en nuestro Estado se están conjuntando, por una razón superior a las disputas facciosas: a pesar de ser rivales declarados, la diputación federal priista ha manifestado su disposición a hacer lo necesario para incrementar el gasto público de la entidad en 2011, ante la poca atención federal puesta a la entidad. Esto, en sí mismo, encierra algunas paradojas que, aunque no lo parezcan, bien podrían ser pautas —positivas o negativas— para estos entreverados gobiernos de coalición.

Más allá de las grillas y de los argumentos electoreros, es evidente que en buena medida, el éxito o fracaso de un gobierno se encuentra determinado por las carencias o suficiencias presupuestales. Objetivamente —es decir, dejando de lado vicios subjetivos como la corrupción, los desvíos, o la ineptitud en el gobierno—, parece claro que si por un lado es necesaria una correcta administración de los recursos para hacerlos eficientes, en el otro extremo es también necesario contar con dinero suficiente para poder cumplir expectativas elevadas, como las que se generaron en torno al triunfador del proceso electoral del 4 de julio pasado en Oaxaca. Es decir que, como parece obvio, con un mal presupuesto, Gabino Cué estaría destinado a no cumplir con lo que prometió, y ver su gobierno encaminado al fracaso.

Hasta hace unos días, todo parecía estar predeterminado por la circunstancia en que compitió electoralmente, y ganó la Gubernatura del Estado. Respaldado por fuerzas políticas como el Partido Acción Nacional, el del la Revolución Democrática, el PT y Convergencia, Cué Monteagudo generó la confianza entre los electores que, de ganar, tendría importantes apoyos —políticos y presupuestales— federales, así como la venia política de las representaciones legislativas de las entidades federativas gobernadas por las fuerzas de izquierda, para ir a gestionar ante el Congreso fuertes incrementos al gasto público, a través de los cuales pudiera apagar los cuestionamientos sobre los gobiernos de coalición, y legitimar su propio arribo al poder de la mano de fuerzas ideológicamente contrarias.

Ese no sólo parecería ser un imperativo particular del gobernador Cué, sino también de los partidos que lo impulsaron, y los gobiernos desde los cuales lo respaldaron. Particularmente, la dirigencia nacional de Acción Nacional se dijo triunfadora en julio pasado sólo por haber arrebatado tres gubernaturas al PRI (Oaxaca, Puebla y Sinaloa).

Y de qué envergadura habrán sido esas victorias, que todas sus demás derrotas —que eran las más— palidecieron, e incluso fue lo que permitió que tanto la dirigencia de ese partido, como la del PRD —que también había sufrido importantes descalabros electorales, y un sinfín de cuestionamientos internos— permanecieran firmes en sus respectivas responsabilidades hasta los tiempos actuales.

En el caso del gobierno federal, y el del Distrito Federal, por citar dos ejemplos, parecía no sólo necesario, sino indispensable, manifestar en todas las formas posibles su total respaldo a un gobierno como el de Oaxaca. Si desde esos dos frentes habrá de legitimarse una nueva alianza en 2011 para en busca de la gubernatura del Estado de México, lo menos que podían hacer es poner todos los elementos a su alcance para demostrar, aún en periodos cortos de tiempo, que los gobiernos de coalición son exitosos y tienen mayores fortalezas por contar con el respaldo de de más de dos fuerzas políticas.

Sólo que esas condiciones parecen no estarse cumpliendo. El gasto público anunciado para Oaxaca en el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación, que envió el gobierno federal la semana pasada a la Cámara de Diputados, para su discusión y aprobación, reduce a Oaxaca unos 10 mil millones de pesos en relación a su gasto para el presente año. Hasta hoy, las muestras decididas de apoyo por parte de los partidos que llevaron al triunfo a Cué han sido endebles. Y sus rivales priistas —quién sabe si con gusto, pero sí con sentido del deber—, son quienes parecen estar maquinando su rescate.

PARADOJAS POLÍTICAS

El gobernador electo Cué ha corrido con suerte. Luego de los comicios federales de 2006, los entonces diputados federales por Oaxaca de mayoría opositora, hicieron poco o nada por el gasto público para la entidad. Su argumento, era que ellos se abstendrían de gestionar recursos que fueran a parar a las manos de quien (el gobernador Ulises Ruiz) ellos consideraban como un enemigo declarado, para que (según ellos) lo utilizara de forma facciosa, discrecional, ilegal o con fines electorales.

Hoy la historia es exactamente la contraria. A pesar de que algunos diputados federales del PRI hicieron una batalla electoral abierta y declarada en contra de la causa electoral del candidato Cué, y de que consideraron la posibilidad de generar una feroz oposición presupuestal respecto del nuevo gobierno emanado de la oposición, hoy son quienes expresamente han manifestado su disposición a colaborar en una mayor gestión de recursos.

Evidentemente, es posible que la diputación federal priista persiga ciertos fines particulares con ese ánimo colaboracionista respecto al gobierno de Gabino Cué. Sin embargo, aún con eso, es evidente que la actitud manifestada ha sido una de las más decorosas posibles, al generar la idea de que han decidido anteponer el interés común por la entidad, a sus posibles rencillas partidistas, o a las guerras electorales que, al menos para Oaxaca, ahora mismo están quedando en el pasado.

DAÑO A LA DEMOCRACIA

Si el gobierno federal no muestra, y demuestra presupuestalmente, su apoyo al gobierno de Gabino Cué, entonces no sólo correrá riesgos la causa opositora de Oaxaca, sino también las expectativas de las alianzas, la confianza ciudadana en las opciones de oposición, e incluso en la democracia. El abandono generaría fracaso, el fracaso desilusión; y ésta abriría la puerta para el retorno de los viejos autoritarismos que, ante el fracaso de ciertos ideales, tienden a regresar con más fuerza, radicalismo y determinación que cuando intentaron ser erradicados. Aguas.

Bicentenario: temor por narco ¿y por guerrilla?

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­+ Ciclos históricos, más mito que tema sustentado

Quienes dentro del periodismo están acostumbrados a los lugares comunes y las especulaciones, aseguraban desde hace tiempo que 2010 habría marcar el inicio de una nueva revuelta social que rompiera con el régimen político actual, en busca de la justicia social que, es cierto, no ha llegado a la mayoría de los mexicanos. Para sustentar sus dichos, se basaban en aquella vieja teoría de que ciertos hechos se encontraban determinados por delicados ciclos históricos que, irremediablemente, habrían de repetirse. Era, decían, el momento inminente de una tercera gran rebelión en nuestro país.

Objetivamente, no existe comprobación alguna de que los ciclos históricos existen, y mucho menos que éstos tienen una reincidencia en momentos y lugares previamente establecidos. Creer en lo anterior, sería tanto como reducir el conjunto de fenómenos sociales, económicos, políticos e incluso ideológicos, a un mero factor cronológico que los determinara.

No obstante lo anterior, las recientes conmemoraciones masivas del Bicentenario de la Independencia nacional, se realizaron con niveles de seguridad y vigilancia policiaca nunca antes vistos en la historia. Parecía que en el gobierno federal tenían temores fundados de que “algo” pudiera ocurrir durante las festividades. Y, para variar, esto parecía dar la razón a quienes defienden las teorías cíclicas, o los que, por otras razones, aseguraban que 2010 sería el momento de una nueva ruptura del orden institucional, a través de una revuelta armada.

La razón fundamental de los temores federales, se encontraba en un posible ataque de características terroristas por parte del crimen organizado. Desde hace ya algunos años, los grupos ligados a la delincuencia organizada han venido ensayando una serie de mecanismos a través de los cuales han buscado dañar al gobierno a través de las acciones intimidatorias a la sociedad. El fin que buscan, golpeando a la ciudadanía, es que ésta deje de confiar en sus instituciones y, al contrario, las cuestione por sus incapacidades para brindarle seguridad, a tal grado que las coloque en una auténtica situación de descrédito.

Ensayos ha habido varios. Hace tres años, en Morelia, Michoacán, dos individuos hicieron detonar granadas de fragmentación durante la conmemoración del grito de Independencia, que en ese momento encabezaba en la plaza central de aquella ciudad el gobernador Leonel Godoy Rangel. Producto de ese abominable ataque, falleció más de una docena de personas víctima de las esquirlas, y un centenar más tuvieron lesiones de consideración.

En otros momentos, el crimen organizado ha también ensayado la detonación de coches bomba; ha disparado indiscriminadamente en contra de personas inocentes o, lo peor, ha buscado sembrar el terror entre la población a través de asesinatos “ejemplares” de personas prominentes de la región, empresarios, e incluso autoridades políticas, como candidatos a cargos de elección popular, diputados y presidentes municipales. Lo que buscan, con esas acciones, es que la mayoría de las personas incremente su nivel de temor y eso les permita actuar con mayor libertad, frente a un gobierno que además de incapaz, hoy carga con serios cuestionamientos.

¿Y LA GUERRILLA?

El gobierno federal, por la situación actual, tiene puesta toda su atención en lo relacionado a la amenaza a la seguridad pública y nacional por parte del crimen organizado. No obstante, junto a esa posibilidad existe otra, igualmente real, de potencializar una revuelta armada y, ésta sí, con sólidas motivaciones políticas y de ruptura con el régimen y el orden jurídico existentes. Hablamos, en efecto, de la guerrilla.

Habría que evitar, en este sentido, caer en confusiones. Si bien el crimen organizado y los grupos guerrilleros comparten el ejercicio de la violencia, las motivaciones que tienen uno y otro son de naturaleza totalmente distinta. Los grupos criminales, por un lado, tienen como única finalidad la defensa violenta de un negocio determinado que esencialmente es ilícito. Éste bien puede ser el narcotráfico, el secuestro, la trata de personas, la comercialización de artículos de contrabando, etcétera. La guerrilla, por su parte, tiene una motivación eminentemente ideológica y política. Su finalidad es el establecimiento de una organización política distinta a la existente, con bases ideológicas sociales, económicas y sociales diversas a las existentes. Todo eso, utilizando la vía violenta como forma de acceso al poder y del logro de sus objetivos.

Si el crimen organizado no ejerciera los niveles de violencia actuales, seguramente en esta celebración del Bicentenario el gobierno federal se estaría cuidando más de la guerrilla que de la delincuencia. Sus temores se basarían en la galopante pobreza, marginación, injusticias y desigualdades que prevalecen, e incluso tendrían sus precauciones respecto a los llamados “ciclos históricos” que para algunos tienen validez en nuestro país.

No obstante, las principales organizaciones armadas del país se han pronunciado sistemáticamente, por no considerar al 2010 como una fecha crucial para una posible gran ruptura nacional. Para ellos, aún no están dadas ciertas condiciones sociales y políticas como para emprender una gran empresa armada que lograra derrocar al régimen actual, e instaurar un nuevo orden basado en ideas distintas de libertad, de organización y de justicia.

Por si eso fuera poco, los grupos armados que en otros momentos han intentado sublevarse, han manifestado que en las condiciones actuales sería algo así como un suicidio pensar en una insurrección violenta. En ese sentido, han denunciado sistemáticamente que la llamada guerra contra el crimen organizado ha servido también para perseguir, reprimir y desaparecer a luchadores sociales y grupos que buscan, por distintas vías, contrarrestar los excesos y las violaciones a los derechos que se cometen desde el poder público.

ASUNTO IGNORADO

Podría suponerse, por todo eso, que el 16 de septiembre de 2010 podría haber sido una fecha crucial para una gran insurrección. No fue así por el conjunto de razones que, someramente, aquí se enumeran. Por eso mismo, ninguna de las organizaciones armadas de las que se tiene conocimiento de su existencia, hizo pronunciamiento o emprendió acción alguna sobre la fecha o el momento histórico por el que atravesamos. Otros serán los tiempos correctos. De eso no queda duda.

Relación gobierno-medios: ¿descubrir hilo negro?

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+ Voluntad y vocación por la transparencia, decisivos

Independientemente de las convocatorias y los debates públicos, si el gobierno de Gabino Cué Monteagudo tiene verdadera voluntad de construir una nueva relación con quienes integran —integramos— los medios de información, debe tomar en cuenta algunos puntos fundamentales que, a la luz de un gobierno democrático, tendrían que ser ineludibles. No se trata ni de descubrir el hilo negro ni de hacer simples reformas legales que no se reflejen en la realidad. Es, fundamentalmente, un asunto de voluntad.

¿Por qué es importante la relación de una nueva relación entre el poder político y los medios de información? Porque, esencialmente, la prensa es el principal vínculo y canal de interlocución entre el gobierno y la ciudadanía. Por esa razón, una sociedad en la que los medios no gozan de las libertades fundamentales por parte de la autoridad, ni éstas se encuentran reconocidas y tuteladas por la ley, y en la que la relación de unos y otros se desarrolla permanentemente en oscuridades, simplemente no puede aspirar a denominarse como democrática.

En primer término, parece claro que no necesariamente tendría que haber sido el paso inicial llamar a una consulta pública entre quienes integramos los medios. De hecho, independientemente de las posturas institucionales, y los intereses particulares que naturalmente preserva o defiende cada empresa informativa, es claro que como parte del ejercicio democrático, la mayoría de los ciudadanos —entre los que nos encontramos quienes hacemos la prensa, independientemente de haber votado a favor o en contra de la causa gabinista— se pronunció a favor del cambio democrático que ofertó el ahora Gobernador Electo.

En ese sentido, al contar con el respaldo legitimado de la mayoría, era el nuevo gobierno —y no los trabajadores de los medios y el público en general—, quien tendría que manifestar cuáles son sus propuestas iniciales respecto a la relación que ofrecen entre el poder público y la prensa, y qué disposiciones legales tendrían que tomarse para fortalecer esa relación y transparentar algunas de las oscuridades que hoy dominan a este sector.

En una brillante aportación, la periodista Guadalupe Thomas estableció algunas propuestas de reformas constitucionales y legales para fortalecer tanto el trabajo de los medios informativos, como el deber de la autoridad de respetar esas libertades, y sobre todo las garantías que se deben tutelar para que los particulares tengan acceso efectivo y libre de toda coacción, a una oferta informativa esencialmente ejercida con responsabilidad y equilibrio.

No se trata, como se apuntaba en líneas anteriores, de descubrir el hilo negro. En ese sentido, sería bueno que si el gobernador electo Cué Monteagudo ya manifestó su disposición por modificar el marco jurídico relativo a este tema para hacerlo más funcional y democrático, él y su equipo comenzaran por garantizar que, incluso en las condiciones actuales, tomarán todas las previsiones necesarias para garantizar un ejercicio periodístico libre y transparente, que luego deba ser reforzado por reformas legales y constitucionales; pero que ese ejercicio no necesariamente se encuentre condicionado a las modificaciones jurídicas. Es decir, que esencialmente todo esto se conduzca por voluntad y vocación democrática, y no por mandato estricto de una norma.

TRANSPARENTAR RECURSOS

Una forma esencial para garantizar el ejercicio periodístico se encuentra en incrustar la idea de que la publicidad es una razón de Estado. Es decir, abandonar aquella vieja visión torcida del presupuesto público destinado al gasto publicitario —que se convirtió en una máxima entre la clase política y, sobre todo, una poderosa arma para presionar a los dueños de los medios a replegarse a ciertos intereses— del “no te pago para que me pegues”; y pasar a un concepto más equilibrado, democrático, justo y, valga decirlo, transparente de lo que debería ser la relación comercial entre los medios y el gobierno.

En este sentido, tampoco se trata de descubrir el hilo negro. De hecho, los gobiernos en México han mostrado una fuerte resistencia a legislar y regular el gasto publicitario, como ya se realiza en diversos países de Europa y algunos de América Latina, justamente para establecer criterios claro y, por ende, desmantelar aquella práctica en la que el gasto publicitario se ejerce con total discrecionalidad, como una herramienta de presión o beneficio indiscriminado, en la medida en que ciertos medios son críticos o afines al régimen gobernante. Esto último, es lo que tradicionalmente ocurre en nuestro país, desde el más modesto municipio, hasta el poderoso y acaudalado gobierno federal.

¿Cómo establecer parámetros para ejercer el gasto publicitario? A través de criterios como la circulación del medio, su impacto entre los lectores, su grado de especialización, o su utilidad como una entidad de interés común, entre algunas otras cuestiones. El primer punto a considerar sería su presencia efectiva entre el público, lo cual le garantizaría un mínimo de ingresos —regulado estrictamente por la ley— que permitiera su subsistencia; y el resto de esos recursos, repartidos asimismo de modo equitativo entre todos los medios dependiendo de su grado de penetración y algunos otros factores regulados por la ley que, además, estuvieran permanentemente a la vista del público para evitar arreglos al margen de la legalidad.

Regulaciones como la que aquí se esboza en términos por demás generales, existen en diversos países que decidieron abandonar —o que fueron obligados a hacerlo— el ejercicio discrecional del gasto publicitario para pasar a esquemas claros, transparentes y equitativos, que verdaderamente transformaron constructivamente las relaciones entre el poder y la prensa, y que otorgaron las garantías y la certidumbre incluso para disentir, criticar y pensar distinto a las líneas que se marcan desde el régimen gobernante.

GARANTÍAS DEMOCRÁTICAS

Debe hacerse una clara distinción entre el gobierno y el Estado. El primero es una parte integrante del segundo. Y el derecho a la libre expresión y a la publicación de escritos en la prensa, deben ser rubros garantizados más que por el gobierno, por el Estado. Pero, en este sentido, el gobierno está obligado a ejercer el dinero público para gasto publicitario de forma clara, equitativa y responsable, sin oscuridades ni tintes facciosos. El gobierno de Gabino Cué tiene la palabra.