+ Doble discurso: lo más normal para los partidos
Sólo quienes no entienden que la lucha electoral en Oaxaca nada tiene que ver con las ideologías, y que más bien es una abierta guerra por la obtención —o conservación— del poder, veían como una posibilidad que la alianza opositora se rompiera por las resistencias del ex candidato presidencial perredista, Andrés Manuel López Obrador. Esto no ocurrió cuando la coalición opositora era un simple proyecto; no ocurrió cuando formalmente se gestaba. Y no ocurrió ayer, cuando todos los partidos de la izquierda y la derecha mexicana le alzaron la mano, como virtual candidato, a Gabino Cué Monteagudo.
La actitud de López Obrador, según los hechos, no es el destello de oportunismo ni mucho menos de la “incongruencia ideológica” que pudiera tener un líder partidista de su categoría, o un dirigente opositor como él. Éste, en realidad, ha sido congruente con el deseo que tiene su grupo político de obtener el poder político en Oaxaca. Y para eso ha hecho todo lo que hasta ahora.
En primer término, ¿por qué asegurar que este no es un destello de oportunismo? Porque en la oposición, como en el oficialismo del Partido Revolucionario Institucional en Oaxaca, todos los grupos y los intereses se han alineado a partir de la obtención del poder. Los tricolores, en su trinchera, aseguran que las decisiones que hasta ahora han tomado respecto de la sucesión, tienen como origen la preservación de los intereses que mueven al grupo que gobierna y administra el dinero público en la entidad. Es exactamente lo mismo que ocurre en la oposición.
¿Por qué? Porque tanto el Partido Acción Nacional, como el De la Revolución Democrática, Convergencia y el PT, tienen fijada la meta de obtener el poder a costa de lo que sea. Lo primero, y lo más importante que sacrificaron, fue justamente su legitimidad como fuerzas disímbolas. Aquí comprendieron, en toda la cabalidad, que la ideología y los principios partidistas palidecen totalmente ante el pragmatismo que justifica la lucha por el poder, independientemente de los actores y de las circunstancias.
Por esa razón, no tendría que provocar sorpresa alguna que un personaje como López Obrador diga lo que no hace, o repruebe públicamente lo que en privado avala y recomienda. Sólo quien no conoce la naturaleza misma de los institutos políticos, podría creer que éstos ponderan lo ideológico y los principios políticos, por encima de sus fines materiales. Así, una fuerza electoral que sostiene valores y fundamentos, pero que no compite verdaderamente por alcanzar o preservar el poder, es una fuerza que simplemente no existe.
Por eso aquí la alianza opositora ha sido prácticamente indestructible. El Partido Nueva Alianza se desmarcó de la coalición, como en un intento por desestabilizarla. López Obrador, por su parte, ha sido un crítico sistemático de las decisiones tomadas por los partidos que lo apoyan, y por las fuerzas políticas que lo vencieron en los comicios presidenciales de 2006. Al final de cuentas, ninguno de esos intentos ha sido suficiente para desmantelar dicha organización, porque todos tienen claro que los objetivos van mucho más allá de los idealismos y se inscriben en la urgencia de obtener un poder, que lo mismo puede servir a las mayorías, que convertirse en un botín político y económico para unos cuántos.
EL DECORO Y
LA INCONGRUENCIA
Ayer, los dirigentes nacionales del PAN, PRD, Convergencia y PT, vinieron a Oaxaca a levantarle la mano a Gabino Cué Monteagudo como candidato. Casi al unísono, López Obrador descalificaba la alianza. Parece una incongruencia que unos hagan, y otros deshagan sobre un tema en particular, pero que al final todos coincidan. Eso es lo que ocurre entre los opositores.
¿Por qué AMLO descalifica lo que muchos de sus seguidores avalan? Porque este es un intento mínimo por sostener una congruencia ideológica que, sin embargo, se ve descalificada por un doble discurso galopante, que hoy domina a todas las fuerzas políticas con presencia en Oaxaca.
Así, si López Obrador validara públicamente la alianza opositora que contenderá en Oaxaca, en los comicios de julio próximo, estaría también desmantelando sus propias banderas políticas, por las que recorre el país denunciando el fraude, el mal gobierno y la ilegitimidad del presidente Felipe Calderón. Al avalar una alianza como la que aquí existe, él mismo quedaría atrapado en las banderas a las que por tres años ha dado causa. Por eso, se ha negado —y así lo seguirá haciendo indefinidamente— a avalar de palabra la alianza en Oaxaca.
Sin embargo, ¿Esa palabra se honra en los hechos? Evidentemente no. Y es así porque es él mismo quien ha puesto todos los elementos, y ha dado todas las anuencias, para que la alianza opositora se construya en la entidad. Su aportación ha sido de casi nada: para su conformación, construyó y cedió a un abanderado (Gabino Cué), cedió a todos los operadores electorales de primer nivel que, de todo el país, vendrán a hacer el trabajo electoral para la unión PAN-PRD. E incluso, puede contabilizarse como un gesto importante, el hecho de que sólo descalifique de palabra la unión de partidos ideológicamente contradictorios, pero sin romper un solo tejido de la estructura política de los partidos que comanda.
Esta, por tanto, es una muestra más del doble discurso que hoy inunda a las fuerzas políticas. Los de la casa de enfrente, en el priismo, no pueden hablar ni de congruencia ni de compromiso con el país, cuando por sus manos han pasado, y han avalado, las negociaciones más aberrantes; en el tricolor, también existen contradicciones importantes y acciones fundamentalmente antidemocráticas en las cuales están anclando su estrategia electoral. Pero, al final, todos hablan de democracia y de legitimidad, porque —en esa lógica particular que ellos ocupan— toda lucha por el poder es democrática y legítima, por definición.
SINVERGÜENZAS
¿No les dará pena a quienes, desde el PRI y el PAN, hacen correr versiones sobre la supuesta negociación que ocurrió a finales del año pasado, en la que los tricolores condicionaron la aprobación de nada menos que el Paquete Económico —es decir, uno de los motores esenciales de la nación—, a cambio del compromiso azul de no realizar alianzas partidistas en algunas entidades federativas? por eso está tan devaluada la política en México: porque en su reducida visión, los representantes populares y líderes políticos, intercambian asuntos de Estado, que son fundamentales para la nación, por temas de política que debían dirimirse en las arenas electorales.
almargenoaxaca.wordpress.com