2010: disputas y el agotamiento del sistema de partidos

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+ Abuso de choque electoral: no es práctica, sino tiempos

 

Más allá de la especulación y los chismes que abundan en el ambiente político actual, tanto en Oaxaca como en el ámbito nacional debía haber una preocupación genuina: todos —partidos políticos, facciones, dirigentes formales, jefes políticos y candidatos— deberían comenzar a preocuparse por las importantes señales de agotamiento que comienza a presentar nuestro sistema democrático. El abuso de las prácticas nocivas, del choque violento, de las inmoralidades políticas y acuerdos inconfesables, y de las descalificaciones entre competidores electorales, están en vías de provocar un colapso del que nadie parece percatarse.

Por principio de cuentas, pareciera que el escenario —y la arena— electoral de 2010, es en nada distinto a los del pasado. Ahora, como antes, las fuerzas políticas definieron sus estrategias y a sus abanderados, de acuerdo a sus prácticas antidemocráticas de siempre; están preparándose para ir al proceso electoral formal, valiéndose de recursos y fuentes de financiamiento indebidas pero con posibilidades de ser “legalizables”; afinan, cada una desde su trinchera, los obuses, escándalos mediáticos y revelaciones que harían caer de las preferencias electorales a sus oponentes; e incluso, en Oaxaca y en el ámbito nacional, hoy se sabe cierta la existencia de un acuerdo escrito y formal entre las dos fuerzas políticas más importantes del país —PRI y PAN— para la no realización de alianzas electorales.

Cualquier político avezado podría asegurar que es errado hablar de un agotamiento del sistema democrático, porque las prácticas antes descritas han prevalecido desde siempre, sin provocar un desgarramiento del tejido que sustenta a la democracia electoral en México. Lo que no parece tomarse en cuenta, es que 2010 no es 1988, 1994 e incluso el año 2000; que la sociedad de hoy no es la misma que la de hace una década y media. Y que hoy, como nunca antes, el ciudadano común comienza a cuestionar con energía la existencia de prácticas que son nocivas para cualquier democracia.

Es evidente que hoy los partidos políticos, y sus dirigentes, no parecen tomar en cuenta esas variantes. Por esa razón, desde hace más de medio año, el PAN ha buscado alianzas con sus otrora enemigos recientes; por eso el PRI se ha encargado de descalificar esas coaliciones aduciendo razones morales e ideológicas de las que tampoco ellos han sido un modelo a seguir. Y todos juntos han entrado en la ruta de las descalificaciones mutuas, los amagues sobre la revelación de escándalos de corrupción, y los señalamientos encaminados a que el elector desestime la entereza política o la moralidad de una u otra fuerza partidista.

El problema, en realidad, es que esa vorágine de prácticas nocivas, se presenta hoy ante una sociedad que cuestiona mucho más que antes. Lo verdaderamente preocupante de toda esta situación, es que mientras las fuerzas juegan a la descalificación y ponen en práctica las estrategias duras de siempre, el ciudadano hoy ha optado por cuestionar no sólo a los partidos o sus candidatos, sino al sistema mismo que ya mira con desconfianza, y con la idea de que más allá de los colores y las descalificaciones, todos incurren en la misma práctica.

¿Cómo asegurar lo contrario, si en una u otra medida hoy el PRI, PAN y las fuerzas de izquierda (PRD-PT-PC) son parte del mismo juego de espejos, verdades a medias y descalificaciones? ¿Cómo creer que, en todo eso, uno es menos responsable que otro, si todos han participado de lo mismo? ¿Cómo dejar de entender al ciudadano que no vota, que anula su boleta electoral, o que deja en blanco la papeleta, por una fundada desconfianza al partido y los candidatos que, según ellos, lo “representan?

Lamentablemente, el escenario —local y nacional— deja ver que ese es el rumbo que lleva, en su conjunto, el sistema de partidos. Poco pueden hacer los defensores de la democracia electoral, frente a la ola de afrentas y descalificaciones que han puesto en práctica —y que preparan— las fuerzas políticas como estrategias de campaña. Si esto no cambia, dentro de no mucho tiempo nuestro sistema democrático comenzará a agotarse. Y sin una transformación efectiva en la práctica política, las reformas legales seguirán, como hasta ahora, sirviendo sólo para el autoengaño de quienes las promueven.

 

¿Y LAS PROPUESTAS?

Otro de los grandes problemas, en este sentido, es que las fuerzas políticas no han dejado de privilegiar la descalificación, por encima de la propuesta efectiva de gobierno y, en su caso, de Estado. En el caso de Oaxaca, los partidos en disputa paulatinamente comienzan a arreciar el choque y el encono electoral, sin que hasta ahora se haya presentado, más allá de la declaración demagógica coyuntural, un solo viso del proyecto de gobierno que le urge a la entidad, entre quienes pretenden erigirse en Gobernador del Estado.

Lo mismo ocurre en el ámbito nacional. A nivel de partidos, éstos han comenzado su configuración estratégica rumbo a los dos años que siguen. El PAN, por ejemplo, sabe que el enemigo a vencer ya no es el PRD, sino el PRI; así, perredistas y panistas insisten en su unión, porque saben que ese es el único camino para hacer un papel decoroso en los procesos electorales que se avecinan. Y los tricolores hoy apuestan todo a la estrategia mediática y electoral que les permita conservar el poder donde ya lo tienen, y hacerse de él donde son oposición.

Todo esto parece lógico. Sin embargo, los mexicanos hemos corroborado una y otra vez el altísimo costo que paga un país —o una entidad federativa— por tener un gobierno sin proyecto y, por lo tanto, sin rumbo. El problema es que, hasta ahora, eso es lo que menos les preocupa a quienes tienen en sus manos la parte activa de los procesos democráticos. En su lógica, primero hay que obtener el poder, para después ver qué se hace con él. Y esa visión demagógica, es la que ha llevado a improvisar estrategias, programas y “rumbos” del gobierno, que al final terminan siendo fiascos de altos costos para el territorio y la sociedad en que se ejecutan.

 

MUCHOS PREMIOS

Evencio Martínez Ramírez hoy tiene bajo su control, cuando menos, la Secretaría General de Gobierno, la Procuraduría de Justicia del Estado, y la Comisión para la Defensa de los Derechos Humanos de Oaxaca. ¿Necesitará de todas esas apéndices para desempeñar sus funciones, mientras la gobernabilidad se descompone rápidamente? Esa concentración no habla de su “poder”, sino de cómo ante la falta de capacidad, ni con la bendición divina es posible hacer un buen trabajo.

almargen@tiempoenlinea.com.mx

almargenoaxaca.wordpress.com

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