Infraestructura y desarrollo… ¿sin democracia?

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+ Urge debatir las expectativas de gobernabilidad

Está equivocado quien considera que sólo con carreteras o empleos, se logra de verdad el desarrollo de una comunidad. Esa idea es tan errónea, como quien considera que la democracia se consolida cuando el derecho voto es respetado. Ante ello, ¿qué podemos esperar en Oaxaca, cuando estamos en la víspera de una reñida contienda electoral en la que, sin embargo, hasta ahora es nada lo que se ha hablado sobre el verdadero desarrollo democrático que requiere nuestra entidad?

El asunto no es menor. Porque aún cuando Oaxaca ha sido un icono —cuando menos en la última década— de las llamadas “formas alternativas de organización popular” y del respeto a las formas de autodeterminación política de los pueblos y comunidades indígenas, lo cierto es que nuestro desarrollo democrático real no ha cambiado prácticamente en nada: las estructuras institucionales son las mismas, la organización del gobierno, y las atribuciones y alcances del poder público no han variado; y la práctica avasalladora del poder no sólo no se ha frenado, sino que tal pareciera que se ha acentuado.

Ante las circunstancias, esto es harto preocupante. Oaxaca, como ninguna otra entidad de la República, ha atravesado por procesos sociales y políticos intensos, que no por ello han sido determinantes. Sin entrar en mayores detalles y datos, el conflicto magisterial y popular ocurrido aquí en 2006, es el mejor ejemplo de esto. La de aquel año, fue una incomparable crisis institucional que, sin embargo, no logró hacer un solo cambio sustancial en la estructura y en la forma de ejercer el poder, como tampoco en la forma de hacer lo que verdaderamente debería entenderse como oposición.

Esta situación, que está totalmente evadida y desatendida, más bien debería provocar alarma entre los ciudadanos. El ejercicio del poder, el gobierno, los partidos políticos y la oposición que hoy tenemos, es la misma, o peor, de la que teníamos hace una década. Esto porque hace una o dos décadas, quienes ejercían el poder eran los mismos, con la diferencia de que antes no se engañaban —ni trataban de timar a la ciudadanía votante— con discursos democráticos o ideales de cambio. Y si esta cuestión la hacemos pasar por el tamiz de los conflictos y las supuestas luchas sociales —y el costo real que ha tenido cada una de éstas—, podremos corroborar que Oaxaca ha pagado mucho a cambio de nada.

Esto porque aún cuando, supuestamente, somos un icono nacional e internacional en cuanto a la revuelta social, a las formas ciudadanas de organización, a la inconformidad, e incluso respecto a la rebelión ante los abusos del poder, lo cierto es que ningún actor, fuerza política o grupo organizado ha sido capaz, o ha tenido la voluntad, de transferir esa fuerza popular a cambios institucionales reales y palpables.

El resultado de todo esto, es que aquí seguimos abrevando esas formas anticuadas de organización, estructuración y ejercicio del poder, que desde la ciudadanía son reiteradamente repudiadas, pero que quienes detentan el poder —o aspiran a hacerlo— aprovechan por el desdén y la inacción que tiene la sociedad civil para modificarlas o transformarlas de forma definitiva.

El resultado de todo esto, se puede ver en la realidad de hoy, en la que unos y otros pretenden vender ideas de democracia a partir de la confusión con el ejercicio del gasto público. ¿No es obligación de todo gobierno invertir en infraestructura y desarrollo? ¿Y no sería un verdadero acto de voluntad política el plantear la transformación del poder? Todos se quedan con la primera de las cuestiones: pretenden construir y gastar mucho, para que el pueblo esté contento momentáneamente, aunque en el fondo el poder se siga ejerciendo como hasta ahora.

¿Y LOS PARTIDOS?

¿Qué ha dicho al respecto la coalición entre el Partido Verde Ecologista y el Revolucionario Institucional? Nada. ¿Y qué ha dicho la alianza Partido Acción Nacional, de la Revolución Democrática, PT y Convergencia? Lo mismo. Es decir, nada. Prefieren guardar silencio porque, en sus conveniencias, pretenden que el ejercicio del poder siga siendo exactamente el mismo.

En este sentido, podría tomarse como un idealismo el querer que éstos transformen, para disminuirse y acotarse, un poder que hoy ejercen con toda plenitud y prácticamente sin ninguna limitación. Más allá de los nombres, lo cierto es que hoy los gobernadores de los estados en el país, tienen un margen de influencia altísimo al que no se le ha podido hacer contrapeso alguno. Pero, en esto, ¿no es justamente esa transformación democrática lo que, en teoría, llevó a cohesionar a las fuerzas opositoras en Oaxaca?

Lo que es evidente, es que todos pretenden vender a la ciudadanía un cúmulo de ideas equivocadas. Los tricolores, porque en su lógica pretenden continuar en el ejercicio de un poder que hoy tienen a plenitud, a través de las promesas de transformación en infraestructura. Esta es, sin duda, la visión de lo que, eufemísticamente, podríamos considerar como un “priismo clásico”.

¿Por qué? Porque el intercambio de la democracia por el desarrollo y la estabilidad, es la idea básica que durante décadas llevó a los gobiernos priistas a invertir sumas importantes en el gasto público, para que la ciudadanía no tuviera inconformidades y a ellos los dejaran ejercer el poder sin cortapisas. ¿No es esa la idea central cuando todo se centra en el desarrollo en infraestructura, pero nada en los cambios democráticos que le urgen a la entidad?

El caso de la oposición no es mejor. Éstos pretenden, como propuesta democrática, desempolvar algunos de los postulados democráticos que fueron el eje central del movimiento magisterial y popular de 2006, pero que en los hechos fueron simplemente intransitables ante cualquier proceso legislativo.

¿MUY DEMOCRÁTICO?

Por citar un ejemplo: ¿Qué hace Gabino Cué hablando nuevamente de la revocación de mandato? Es la misma demagogia de siempre, pero con temas del pasado. Porque en la oposición tampoco parece haber un proyecto democrático sólido y creado como consecuencia de la unión de los partidos. ¿Por qué retomar hoy la cuestión, cuando los legisladores de su partido —incluido él mismo— tuvieron años para plantearlo, y prefirieron no hacerlo para privilegiar las polémicas de coyuntura? En realidad esto es una simple bandera. No les interesa.

almargen@tiempoenlinea.com.mx

almargenoaxaca.wordpress.com

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